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Trauma transgeneracional: cuando te culpas porque tus padres sobrevivieron al Holocausto
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Trauma transgeneracional: cuando te culpas porque tus padres sobrevivieron al Holocausto

¿Los traumas se heredan o lo que realmente prevalece son los miedos que nos transmiten nuestros familiares al contarnos historias? Esa es la clave de la teoría epigenética

Foto: Campo de concentración de Auschwitz Birkenau. (iStock)
Campo de concentración de Auschwitz Birkenau. (iStock)

Un fantasma recorre Occidente: el fantasma de la culpa. Pero no la culpa por haber hecho algo, sino por lo que nuestros antepasados hicieron, vivieron o tuvieron que sufrir. ¿Es acaso algo posible? En realidad parece que sí, es el llamado trauma transgeneracional, cuando el dolor se transmite de unas generaciones a otras. La genética en estos casos juega un papel fundamental, pero también lo hacen los factores biológicos, psicológicos y sociológicos del individuo. La teoría epigenética.

El que haya leído 'Maus', de Art Spiegelman, habrá comprobado que algo así es posible. El autor tiene que luchar contra sus demonios y problemas mentales (las mochilas emocionales, que también se diría) provocados por el hecho de que sus progenitores sobrevivieron a Auschwitz. De hecho, la teoría epigenética comenzó a estudiarse a raíz de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezó a analizarse si los traumas que tenían los hijos de estos supervivientes de los campos podían deberse, justamente, a este hecho.

Tras la Segunda Guerra Mundial, comenzó a estudiarse si los hijos de los supervivientes de los campos podían haber heredado sus traumas

Y parece más claro que nunca que la experiencia de vida de una persona puede afectar a las generaciones posteriores. Un equipo de investigación del hospital Monte Sinaí de Nueva York llevó a cabo una investigación genética de 32 hombres y mujeres judíos que habían estado encerrados en un campo de concentración nazi o habían sufrido torturas y persecución durante la Segunda Guerra Mundial. También analizaron los genes de sus hijos, que se sabía que tenían una mayor probabilidad de sufrir trastornos de estrés, y compararon los resultados con familias judías que vivían fuera de Europa durante la guerra. Llegaron a la conclusión de que los cambios genéticos debían atribuirse a la exposición de los padres al Holocausto.

placeholder 'Maus' explora (entre otras cosas) el sentimiento de culpa por haber sobrevivido.
'Maus' explora (entre otras cosas) el sentimiento de culpa por haber sobrevivido.

Pero esos estudios no están exentos de polémica, y aún no se han avalado, pues se considera que las muestras son demasiado pequeñas para tomarse en serio. He hablado con Andrés Quinteros, director del Centro Psicológico Cepsim, para desentrañar un poco más acerca de esta teoría. "Como tal, sí creo en la teoría epigenética, y de hecho recomendaría el libro '¡Ay, mis ancestros!', de Anne Schützenberg, que habla de su terapia transgeneracional psicogenealógica. La cuestión más bien sería si todo se trata de una transmisión genética o hablamos también de una transmisión oral, y yo tiendo a creer que se trata de ambas cosas", me cuenta.

"Un abuelo que vivió en guerra transmite a sus descendientes el temor, y al final sus nietos también sienten el mismo miedo"

"Me explico: alguien puede sufrir un trauma severo en una casa de campo, por poner un ejemplo. A partir de ahí, detecta que estos sitios son lugares peligrosos y ese miedo se lo transmite de alguna manera a sus hijos e incluso a sus nietos, porque puede llegar hasta una tercera generación. Y esto sucede muchas veces: un abuelo que vivió en guerra transmite a sus descendientes ese temor, la idea de que el mundo es un lugar peligroso, y al final sus nietos, que viven en una época de paz, también sienten el mismo miedo. Habría que ver cómo esas personas que vivieron en los campos de concentración relataron sus síntomas, pues al final muchas cosas se transmiten así, como por ejemplo todas las cuestiones de odio racial, etcétera", explica.

Foto: (iStock)

Sin embargo, otros estudios plantean dudas curiosas. Por poner algunos ejemplos: se descubrió que las niñas nacidas de mujeres holandesas que quedaron embarazadas durante un periodo de hambruna severa al final de la II Guerra Mundial tenían mayor riesgo de desarrollar esquizofrenia. Otro estudio demostró que los hombres que fumaron antes de la pubertad engendraron hijos más gordos. Y algo aún más esclarecedor: un grupo de ratones a los que se entrenó mediante descargas para que tuvieran una respuesta de miedo a un olor determinado (la flor de cerezo) engendraron crías con un temor similar.

Un grupo de ratones a los que se entrenó para que tuvieran una respuesta de miedo a un olor engendraron crías con un temor similar

"Es difícil establecer una conclusión", me dice Andrés cuando le cuento el caso de las mujeres holandesas. "La causa de la esquizofrenia no está determinada, algunos estudios, por ejemplo, apuntan a que está relacionada con tener un padre muy mayor... Es decir, que hay muchas teorías biológicas y psicológicas para su explicación. Vuelvo a inclinarme por que tanto la transmisión oral como la genética van de la mano, pues en este caso podría haber sido por algo que faltó en la alimentación, por cómo criaron las madres a esas hijas... Es decir, lo genético se transmite, pero más lentamente. Cosas que hemos aprendido los seres humanos de generación en generación quedan marcadas en los genes, porque las necesitamos para sobrevivir".

Le pregunto si es como esas teorías que hablan de que las mujeres tienen mejor visión periférica debido a que, remontándonos a los primeros humanos, ellas tenían que quedarse presuntamente en las cuevas cuidando de los niños mientras los hombres iban de caza. "Exacto. Yo creo en la epigenética, pero no tan rápida, porque si no cambiaríamos mucho, es decir, no está avalado que sea de una generación a otra. Si mi abuela ha sido feliz, no me va a transmitir genéticamente esa felicidad. Pero orgánicamente, cuestiones muy graves o importantes quedan más rápido marcadas de generación en generación, por eso hablamos de traumas", indica Andrés.

"Si mi abuela ha sido feliz, no me va a transmitir genéticamente esa felicidad. Pero cuestiones muy graves quedan más rápido marcadas"

De alguna forma naturalista, ya sea por lo que vivieron nuestros antepasados o por nuestras circunstancias, no somos folios en blanco. "Estamos marcados, por supuesto", concluye Andrés. "Lo que yo pondría en cuestión es si todo es genético o no, que es lo que a día de hoy todavía se sigue discutiendo". Yo soy yo y mis circunstancias, que diría Ortega, hasta saber algo nuevo. Habría que preguntarles a las crías de ratones.

Un fantasma recorre Occidente: el fantasma de la culpa. Pero no la culpa por haber hecho algo, sino por lo que nuestros antepasados hicieron, vivieron o tuvieron que sufrir. ¿Es acaso algo posible? En realidad parece que sí, es el llamado trauma transgeneracional, cuando el dolor se transmite de unas generaciones a otras. La genética en estos casos juega un papel fundamental, pero también lo hacen los factores biológicos, psicológicos y sociológicos del individuo. La teoría epigenética.

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