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Los miedos que ya estaban ahí: ¿podemos heredar el trauma de nuestros antepasados?
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Los miedos que ya estaban ahí: ¿podemos heredar el trauma de nuestros antepasados?

En 1992, la especialista en psiquiatría y neurociencia Rachel Yehuda empezó a notar un aumento cada vez mayor de hijos de supervivientes del Holocausto que buscaban ayuda terapéutica. Sentían culpa, presión y ansiedad por separación

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La herencia, esa trenza que recorre el tiempo atravesando los cuerpos como si estos fueran una fórmula matemática de la que hay que ir separando números, letras, imágenes y sonidos, pero sobre todo emociones y sentimientos para llegar a un único individuo, para llegar a entender a este como tal, para que este pueda entenderse. Tal vez lo hayas notado alguna vez, como una punzada fuerte y repentina, un ardor profundo que nos explica que nuestras historias familiares y nosotros mismos están inextricablemente vinculados; que el núcleo de nuestro ser existió de alguna forma, incluso antes de que fuéramos concebidos.

"La historia de un pueblo se mueve como una canoa atrapada por la corriente, siempre de vuelta al origen. Mientras yo crecía, mi familia localizó los vínculos tribales que la historia había deshilachado, pero no destruido. Encontramos a gente que conocía nuestros verdaderos nombres. Y en el primer amanecer en Oklahoma en que escuché un mensaje de gratitud hacia las cuatro direcciones (la ofrenda hecha en la antigua lengua del tabaco sagrado) me pareció que era mi padre el que lo pronunciaba. El idioma era distinto, pero el espíritu era idéntico", dice la botánica Robin Wall Kimmerer en su libro 'Una trenza de hierba sagrada'.

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Al tiempo que Kimmerer recorre de esta forma su vida y trata de hilar deshilando esa trenza que conforman las generaciones del pueblo Potawatomi en América del Norte, su tribu, la escritora británica Zoë Grünewald reconocía en un artículo para 'The New Statesman' que siente "imposible que alguien me entienda a mí y a mis valores sin una explicación de la historia de mi abuelo". Grünewald, de ascendencia judía, llegó a Canadá con 19 años por interés propio. "Como adolescente independiente y extrovertida, mudarme a un país diferente parecía el tipo de aventura que debería tener", pero el duelo, la nostalgia y la separación la hicieron volver rápidamente a casa. No sabía qué había ocurrido, quiso tratar de averiguarlo, y fue entonces cuando su terapeuta le mencionó el término por primera vez: Trauma hereditario.

La memoria de nuestros antepasados

Se trata de una posible explicación acerca de respuestas irracionales y altamente emocionales que algunas personas experimentan de pronto en entornos o espacios nada fuera de lo común. Es, como su nombre bien indica, la memoria de nuestros antepasados encapsulada en la nuestra. "Resulta que podría haber estado experimentando el trauma de mis abuelos, un miedo heredado de incidentes que tuvieron lugar mucho antes de que yo naciera".

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Su abuelo fue víctima directa del Holocausto nazi. Su abuela atravesó sola el Atlántico, desde Ontario, cuando tan solo tenía dos años. Ambos crecieron como huérfanos exiliados en un país extranjero. Grünewald viajaba sola por primera vez como adolescente, lo había elegido ella, también había elegido su destino, porque pudo elegir.

En 1992, la especialista en psiquiatría y neurociencia Rachel Yehuda empezó a notar un aumento cada vez mayor de hijos de sobrevivientes del Holocausto que buscaban su ayuda terapéutica. Sentían culpa, presión y ansiedad por separación que relacionaban con las historias de sus padres. Para entonces, una posible explicación desde los diferentes campos científicos que estudian los cambios de conducta y emociones era fruto de una cuestión ambiental: tal vez las madres y los padres asustados o sobreprotectores estaban causando que sus hijos se sintieran estresados a muy temprana edad.

"No olvidamos, ni por asomo"

Sin embargo, Yehuda y su equipo comenzaron a preguntarse si había algún elemento de herencia biológica en juego. Decidieron así examinar los niveles hormonales de aquella descendencia del Holocausto. Lo que encontraron en su estudio parecía un nuevo camino de significados. Las personas estudiadas presentaban las mismas anomalías hormonales que sus padres, o lo que es lo mismo: las etiquetas epigenéticas que se adhirieron al ADN de sus padres en respuesta a su trauma fueron evidentes en la próxima generación. Encontraron indicios de que los síntomas y desencadenantes de sus cuadros traumáticos se transmitían de generación en generación; el trauma podía ser, al parecer, hereditario.

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Kimmerer escribe: "Nuestro pueblo era un pueblo de agua y canoas. Hasta que nos hicieron caminar. Hasta que levantamos los campamentos junto al lago y nos obligaron a sustituirlos por ranchos tierra adentro, por polvo. Nuestro pueblo era un círculo, hasta que nos dispersaron. Nuestro pueblo compartía un mismo idioma para agradecer los días, hasta que nos obligaron a olvidar. Pero no olvidamos, ni por asomo". No olvidar, de eso va todo esto.

Lo cierto es que, si bien solemos pensar en herencias como entramados materiales, existen otras formas: nuestras palabras y las historias que nos contamos. En ese sentido, el terapeuta Mark Wolynn escribe en su libro 'No comenzó contigo' sobre la importancia de entender el lenguaje que usa la gente cuando describe sus ansiedades y miedos como un "rastro de migas de pan".

El legado multigeneracional

Un experimento de 2013 reforzó la teoría de Yehuda a través de ratones. Los autores confirmaron que los roedores pueden heredar el miedo de sus padres o abuelos: el estudio descubrió que los ratones cuyo padre o abuelo había aprendido a asociar el olor a flor de cerezo con una descarga eléctrica estaban más nerviosos por el olor.

"Conceptos como 'aspectos intergeneracionales del trauma' y 'legado multigeneracional del trauma' son algunos de los términos más utilizados para describir este fenómeno de nostalgia"

Asimismo, otro estudio también llevado a cabo en 2013 por las psicólogas Ximena Faúndez y Marcela Cornejo, de la Pontificia Universidad Católica de Chile y al que titularon 'Aproximaciones al estudio de la Transmisión Transgeneracional del Trauma Psicosocial' explicaban que "aspectos intergeneracionales del trauma" y "legado multigeneracional del trauma", son algunos de los términos más utilizados para describir este fenómeno de nostalgia.

Sin embargo, muchos expertos siguen siendo escépticos a la corriente. Un artículo publicado en 2021 en 'The Guardian' declaraba que el caso de la herencia epigenética transgeneracional en humanos se había "desmoronado". El caso es que Yehuda siempre ha reconocido las limitaciones de su estudio, describiendo la atribución de cualquier mecanismo epigenético específico en la descendencia de sobrevivientes de trauma como "prematuros", además de aceptar que la transmisión biológica no significa que "la biología es el destino", pero parece haber cada vez más evidencias de que, sea lo que sea, existe algo más en ese duelo tan ajeno como propio.

Herencia epigenética

Mientras que la genética describe la secuenciación del ADN, la epigenética analiza cómo los genes pueden activarse y desactivarse a través de etiquetas químicas que se adhieren a nuestros genes en respuesta a cambios en nuestro entorno y comportamiento. Es por ello que cada vez más psicólogos y psiquiatras consideran que las palabras pueden llevarnos de vuelta al trauma inicial.

Otro factor importante del también conocido como "efecto segunda generación" son el silencio y el secreto que a menudo envuelven un acontecimiento traumático

A eso mismo se refiere Kimmerer cuando explica, en forma casi de recuerdo vívido, que entre las costumbres de su tribu, "en invierno, cuando la verde tierra descansa bajo un manto de nieve, llega el momento de las historias. Los narradores han de invocar, antes de dar comienzo a su historia, a aquellos que vinieron antes que nosotros y nos las transmitieron. No somos más que mensajeros".

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Otro factor importante del también conocido como "efecto segunda generación" o ESG, apunta la psicóloga Iria Salvador a 'EFE Salud' son el silencio y el secreto que a menudo envuelven un acontecimiento traumático. "A veces un miembro de la segunda generación puede empezar a manifestar síntomas que no comprende, que no sabe de dónde vienen y que, en algunos casos, son un efecto de ese acontecimiento significativo vivido en la familia y ocultado", dice.

En este sentido, Salvador señala que es importante que los padres que han sobrevivido a una situación traumática puedan sanarla para poder reanudar sus vidas y seguir adelante, y "que puedan hablar de lo que pasó y llegar a aceptar que forma parte de la historia individual y de la historia familiar". Por supuesto, esto requiere un esfuerzo que a veces escapa de las propias víctimas. Hasta el momento, la ciencia sigue averiguando pistas en torno a esta posible capacidad.

La herencia, esa trenza que recorre el tiempo atravesando los cuerpos como si estos fueran una fórmula matemática de la que hay que ir separando números, letras, imágenes y sonidos, pero sobre todo emociones y sentimientos para llegar a un único individuo, para llegar a entender a este como tal, para que este pueda entenderse. Tal vez lo hayas notado alguna vez, como una punzada fuerte y repentina, un ardor profundo que nos explica que nuestras historias familiares y nosotros mismos están inextricablemente vinculados; que el núcleo de nuestro ser existió de alguna forma, incluso antes de que fuéramos concebidos.

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