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¿Pueden los animales enamorarse entre ellos? Esto dicen los estudios
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¿Pueden los animales enamorarse entre ellos? Esto dicen los estudios

Al remitirnos a esta pregunta estamos atribuyendo en ellos sentimientos humanos adquiridos culturalmente, por lo que es muy difícil hallar una respuesta desde el punto de vista científico

Foto: ¿Realmente se están besando? (iStock)
¿Realmente se están besando? (iStock)

El amor es un misterio. Las famosas 'mariposas en el estómago' que sentimos y que nos hacen tan felices y a la par, en caso de que no sea recíproco o existan problemas, tan desgraciados, solo pueden explicarse a través de obras de arte o poemas que exalten la emoción de estar enamorado. De ahí que entrañe tanta dificultad para la ciencia el hecho de poder explicar de manera objetiva por qué sentimos esa conexión espiritual con alguien, esa necesidad de cercanía física o ese pensamiento circular que a todas horas nos lleva a pensar en esa persona.

Por ello, ante la pregunta de que si los animales también pueden enamorarse nos remite a lo que entendemos nosotros por amor, si es cuantificable u observable en el mundo físico de los cuerpos. Hay corrientes de la biología que ven un peligro para el estudio científico sobre animales el hecho de asignarles rasgos humanos y significados que no están ahí. Pero no hay otra manera de hacerlo: preguntarse por el amor en los animales pasa por establecer una base sólida sobre lo que la ciencia entiende y define por amor en los seres humanos.

Amor romántico y amor de compañía

Así lo cree Bianca Acevedo, psicóloga de la Universidad de California, en Santa Bárbara, en un artículo publicado en la revista 'Discover'. ¿Qué es el amor? Nosotros, como animales, ¿qué sentimos cuando estamos enamorados? "Una perspectiva ampliamente aceptada es que hay dos tipos: uno apasionado, de carácter romántico, y luego otro de compañía, como por ejemplo el que podemos sentir por un familiar o amigo. El romántico, en cambio, es el intenso deseo de unirse con otra persona, y no solo remite a una unión física, sino también emocional o cognitiva", explica.

No existe un patrón claro ni perfecto para identificar qué especies son más propensas a la monogamia y cuáles no

En el reino animal, al igual que en el humano, los distintos ejemplares se alían para sobrevivir y convivir juntos. Y a veces parece que realmente sientan un lazo muy estrecho entre ellos, de la misma forma que lo hacemos nosotros con nuestros hijos, padres o amigos. De ahí que se hayan llegado a grabar elefantes que parecen velar y llorar a sus muertos o de madres de la especie del mono que carguen con el cadáver de sus hijos mucho tiempo después de que hayan fallecido. Estos ejemplos son una muestra de que puede que efectivamente tengan vínculos emocionales con sus iguales y que no sean muy diferentes al que sentimos y entra dentro del amor de compañía.

Pero hay ejemplos que también pueden hacer pensar en que los animales puedan llegar a sentir amor romántico. Claudia Vinke, biológa especializada en la conducta animal de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos, admite que hay parejas de albatros que permanecen juntas durante más de 60 años. "Todo el año sobrevuelan los océanos y luego, una vez al año, acuden a una isla, se ven, se saludan y llevan a cabo rituales que parecen amorosos. Si los presencias, es fácil sospechar en que existe un vínculo más fuerte entre ellos".

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Evidentemente, la monogamia se ha observado en todo tipo de animales, desde pájaros a insectos. No existe un patrón claro para identificar qué especies son más propensas a la monogamia y cuáles no, pero generalmente está relacionado con la forma en la que esas especies se reproducen. También con la crianza que llevan a cabo de sus crías: si se alarga en el tiempo, es natural que los padres tengan que permanecer junto durante más tiempo. Esta es una de las principales conclusiones de los científicos sobre la monogamia en el reino animal: es mejor la crianza compartida que en solitario. Sin embargo, hay otros casos donde es más complicado explicar a qué se debe tanta fidelidad y compromiso.

"Por norma general, el sistema reproductivo típico de los mamíferos es que un macho terminará apareándose con varias hembras", asevera Alexander Ophir, neurocientífico y profesor de psicología en la Universidad de Cornell. "Algunas hembras de mamíferos, como los grandes felinos, pueden tener varios padres para la misma camada de cachorros". De ahí que el experto indique que el patrón de "enamoramiento" sea bastante poco común entre los mamíferos, siendo nosotros una excepción que viene explicada por la cultura. "Somos socialmente monógamos por nuestra cultura", concluye el experto.

¿Se puede medir el amor?

Lo abstracto e intangible del sentimiento amoroso es una barrera a la hora de estudiar los factores que nos hacen volvernos locos por alguien. Los psicólogos suelen hacer tests en los que los sujetos califican la intensidad de sus emociones según distintas situaciones o personas. Acevedo es una de las científicas que más ha intentado desentrañar los mecanismos mentales y emocionales que dan paso a sentir esa obsesión por otro individuo, como por ejemplo medir el flujo sanguíneo dentro del cerebro cuando las personas tienen delante imágenes de su pareja o piensan en experiencias que han tenido con ellos. En concreto, cuando nos viene a la cabeza alguien a quien queremos mucho románticamente, se activa la zona de la amígdala, el centro emocional del cerebro, y también áreas asociadas a la memoria o a la concentración intensa.

Podemos preguntarnos, hablarlo, hacernos una idea, pero en ningún momento podemos experimentar una emoción por alguien

También hay signos químicos que delatan el sentimiento romántico. ¿Cómo? Evidentemente, a partir de la cuantificación de los niveles de oxitocina en el organismo, la conocida como "droga del amor", aunque no es del todo fiable, como advierte Ophir. "Esta hormona se genera cuando se activa el circuito de recompensa cerebral, es decir, cuando realizamos cosas que nos hacen sentir bien", explica. "Ese pinchazo químico puede a la larga condicionar nuestro comportamiento", lo que redunda en una mayor propensión a la monogamia al "no sentirse uno bien solo cuando se aparea, sino también cuando lo hace con un solo individuo".

Algo que es posible que también se dé en animales, ya que es cierto que se producen reacciones fisiológicas similares, pero es imposible estar seguros de que se correlacionen con sentimientos amorosos. Básicamente, porque al igual que en los humanos, es desde todo punto de vista indemostrable lo mucho o poco que te emociona algo, ya que forma parte de una experiencia subjetiva en la que ninguna mente externa puede entrar. Podemos preguntarnos entre nosotros, hablarlo, hacernos una idea, pero en ningún momento podemos experimentar una emoción por alguien, lo que hace que la investigación científica en torno al amor siempre se atasque en una serie de barreras y límites.

El amor es un misterio. Las famosas 'mariposas en el estómago' que sentimos y que nos hacen tan felices y a la par, en caso de que no sea recíproco o existan problemas, tan desgraciados, solo pueden explicarse a través de obras de arte o poemas que exalten la emoción de estar enamorado. De ahí que entrañe tanta dificultad para la ciencia el hecho de poder explicar de manera objetiva por qué sentimos esa conexión espiritual con alguien, esa necesidad de cercanía física o ese pensamiento circular que a todas horas nos lleva a pensar en esa persona.

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