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La ansiedad creativa: cómo vencer al estrés de no tener nada nuevo que decir
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¿NI FRESCURA NI ORIGINALIDAD?

La ansiedad creativa: cómo vencer al estrés de no tener nada nuevo que decir

En el mundo laboral y en la esfera privada, cada vez se nos exige más que tengamos ideas innovadoras y rompedoras. ¿Qué pasa cuando la inspiración ya no viene?

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De un tiempo a esta parte, hemos visto cómo todas las profesiones en mayor o menor medida han ido adquiriendo atributos creativos. En otras palabras, la creatividad ya no es algo únicamente propio de los artistas, escritores, agentes de marketing o genios del espectáculo; se ha hecho exigible en casi todos los oficios en mayor o menor medida. Ya lo advertía el pensador Gilles Lipovetsky a mediados del siglo pasado: la estetización del mundo deriva en una especie de 'capitalismo creativo' en el que la producción industrial y cultural se funden entre sí. Atrás quedan aquellos empleos más funcionales y pragmáticos, los cuales permitían a sus trabajadores hacer su trabajo e irse a casa a descansar sin que el resto del mundo tuviera que valorar o juzgar sus obras.

Ahora, ya seas arquitecto, profesor, agricultor o periodista, tienes que estar produciendo continuamente contenidos estéticos para llegar a tus potenciales clientes o consumidores, alumnos o lectores. Instagram es, quizá, la plataforma online en la que más se pueden apreciar estos rasgos del capitalismo creativo: no solo sirve de ‘portfolio’ para trabajadores creativos y artistas, sino también como escaparate de productos de muy diversa índole y naturaleza.

El 'burnout' espera a la vuelta de la esquina cuando trabajas en el sector creativo y ya no tienes tantas ideas innovadoras como antes

Y, sobre todo, como mostrador de la vida personal que se ha vuelto sumamente estética, pues hasta un plato de espaguetis de lo más convencionales en una cena familiar o con amigos ya interpela al sujeto a recibir el ‘feedback’ de sus seguidores reales y potenciales, inundando todo de ‘hashtags’ y de filtros para hacer llegar sus contenidos al máximo número de usuarios posible. La economía de la atención es así; busques el trabajo que busques, si no generas la apariencia de llevar una vida emocionante, atractiva y sugerente gracias al uso de recursos estéticos, o no dispones de una contundente legión de fieles que no dudan en pulsar el botón del ‘like’, tendrás menos opciones que otros candidatos de acceder a determinados puestos.

Las redes sociales no solo han servido para consolidar estos rasgos del capitalismo creativo que ya empezaron a despuntar a finales del siglo pasado, cuando los centros comerciales y mercados de las grandes ciudades se revistieron de atributos museísticos. También han hecho menguar más la separación física y mental del tiempo libre y tiempo de trabajo. Ahora, alguien busca un trabajo por Internet al igual que busca pareja o amigos. Por otro lado, cada vez están más en boga las denominadas ‘soft skills’, propiciadas por la revolución tecnológica de Silicon Valley, que tienden a valorar más los perfiles empáticos, creativos, con capacidad de trabajo en equipo y ‘management’, que en habilidades propiamente técnicas. Este escenario no deja de producir un agotamiento de ideas nuevas en los asalariados y ciudadanos de esa aldea global que es Internet, para seguir nutriendo esa ‘matrix’ que ciertos autores vinieron a llamar ‘cognitariado’.

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¿Qué sucede cuando ya no se te ocurren más ideas innovadoras, ya sea para relanzar tu negocio, aportar un punto de vista nuevo en reuniones donde se fomenta el ‘brain storming’ o directamente no sabes qué enfoque imparable dar tanto a un producto como a una forma de trabajar? Que el espacio en blanco surge con más fuerza que nunca, frustrando al trabajador creativo que ya es incapaz de dar con una idea rompedora que se distinga del resto de ideas geniales que ya formularon y pusieron en marcha otros con anterioridad o al mismo tiempo.

Ante esta tesitura, el ‘burnout’ espera a la vuelta de la esquina, y es precisamente en los sectores creativos donde más se puede dar esa brecha de expectativas entre lo muy inspirado que estuviste una vez y lo muy mecánicas que han acabado siendo tus tareas debido a la falta de frescura en las ideas. Por ello, la presión por ser cada vez más creativos y dar con la tecla de las emociones que funcione para un reclamo comercial o intelectual es cada vez mayor. ¿Cómo salir del Purgatorio de las ideas y volver a reconvertirte en la persona soñadora que una vez fuiste y que alcanzó lo que buscaba gracias a la mera improvisación o intuición?

Ansiosos por ser creativos

Ian Lyons, investigador de la Universidad de Georgetown en Washington DC, fue uno de los primeros científicos en hablar sobre el término de ‘ansiedad creativa’, analizándola en contraposición a la que era su verdadera materia: las matemáticas. En cierto momento, quiso demostrar si era verdadera la presunción de que una persona con un espíritu creativo, caracterizado por una tendencia hacia la improvisación y la intuición, se sentía más liberada cognitiva e intelectualmente que una persona con un espíritu lógico y analítico, la cual como es obvio realiza un ejercicio más de deducción racional, lo que a simple vista parece más difícil.

La ansiedad creativa no solo está reñida con la incapacidad de tener ideas nuevas, sino con saber desenvolverse en la incertidumbre

En otras palabras, vino a refutar la creencia de si en verdad es más difícil resolver un problema matemático que pintar un cuadro; algo que de forma particular se muestra en los colegios españoles cuando los niños más adelantados de la clase y con más facilidad para memorizar conceptos, operaciones o asociaciones de ideas tienden a apuntar hacia disciplinas científicas en contraposición a las más humanísticas o artísticas, las cuales tienden a verse como más fáciles o sencillas al enfocarse más en las nociones de improvisación, imaginación o pensamiento libre. Así, Lyons descubrió que aunque la ansiedad por no poder resolver un problema lógico o matemático es elevada, también lo es la presión por generar y desarrollar alguna idea creativa. En este sentido, halló que esa inquietud que surge frente a la página en blanco o el silencio de una sesión de ‘brain storming’ tiende a alejar al sujeto de la consecución de su objetivo o de sus niveles de rendimiento óptimos, frente al bloqueo racional y lógico, que en ciertas situaciones o momentos puede llegar a ser más llevadero o más fácil de sobrepasar para dar con la solución de un problema.

Uno de los alumnos de Lyons, llamado Richard Daker, se propuso ir más allá e intentar demostrar si el temor a no saber dar con una idea innovadora o creativa podía ser limitante para la capacidad de pensar de manera original e innovadora. Entonces, pidió a una serie de participantes que contestaran en una escala del 0 al 4 algunas situaciones que podrían generarles estrés, agrupándolas en dos grupos: el primero referente a cualidades más creativas (tener que encontrar una solución innovadora a un problema, idear una forma única de hacer algo, pensar en un asunto desde una perspectiva novedosa o simple y llanamente tener que improvisar), frente a otras capacidades más lógicas o matemáticas (tener que resolver un problema de la misma forma que te enseñaron a hacerlo en un momento dado, tener que seguir con precisión un método establecido para realizar una tarea, tener que pensar en algo según un sistema fijo o tener que seguir cuidadosamente una serie de instrucciones).

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¿Qué pesó más en esta balanza del estrés? ¿La deducción o la intuición? En primer lugar, Daker descubrió que las ansiedades propias de tareas originales e improvisadas se correlacionaban, lo que quiere decir que efectivamente existe un vínculo entre disciplinas cien por cien creativas (artistas) y otras no tan creativas pero que sí que comprenden mecanismos mentales semejantes. Y, en este caso, el nivel de ansiedad era bastante similar. Sin embargo, el científico no halló una relación entre estas y las tareas más sistemáticas, lo que implica que la ansiedad por ser creativos es un tipo de sensación algo única que se desencadena por situaciones específicas y concretas, más que por el hecho de sentirnos forzados o presionados para dar con ideas creativas. Y a este respecto, Daker corroboró que aquellas personas que se sentían más inclinadas a sufrir ansiedad creativa también eran las que menos logros reportaban en áreas como las artes, la música, la escritura o el teatro. Algo lógico.

¿Creatividad como sinónimo de resiliencia?

David Robson, periodista de la ‘BBC’ que se ha hecho eco de estos estudios en un artículo, pone en valor el hecho de que la ansiedad creativa no solo está reñida con la incapacidad de imaginar o tener una idea nueva e innovadora, sino más bien con el hecho de saber desenvolverse bien en el mar de incertidumbre cotidiano, poniendo de ejemplo la actuación de los profesores de los colegios en el estallido de la pandemia.

Foto: La resiliencia o los auténticos superhéroes de barrio

A este respecto, traza un paralelismo entre aquellos oficios netamente creativos y otros más sistemáticos cuyas metodologías o procedimientos cambiaron de la noche a la mañana y tuvieron que reactualizarse en cuestión no de días, sino de horas. Como decíamos, hoy en día la estética impera en todas las disciplinas. Tanto empresas como trabajadores están a la caza de la próxima idea innovadora y rompedora. Pero hay que tener en cuenta, como Robson augura, que la creatividad no se basa tanto en forzar a que se encienda la bombilla y ser el más perspicaz, sino en saber adaptarse a los cambios que ocurren de forma inesperada, lo que podría llevarnos al concepto de resiliencia, tan de moda en estos últimos meses.

Superar el bloqueo

No hay un truco cien por cien eficaz en algo tan abstracto y tan personal como son los resortes de la imaginación o la improvisación. Por ello, si de verdad sufres una carencia de ideas y te encuentras completamente bloqueado, lo mejor que puedes hacer es despejarte de cualquier manera. Al fin y al cabo, cuando se trata de llamar a las musas de la inspiración, lo único que vale es estar relajado y mantenerse con la mente abierta. Cuanto más nervioso te pongas a la hora de aceptar que no tienes ideas, peor te irá, como demostraron las investigaciones anteriormente mencionadas. Deberás hacerte resistente a la frustración para saber esquivar esos períodos de inactividad, algo que por lo normal no puedes permitirte en un trabajo creativo, pues los tiempos y plazos de entrega mandan sobre tus necesidades.

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Una de las últimas investigaciones realizadas al respecto es la de Brian Lucas, profesor de la Universidad de Cornell, quien estableció la hipótesis de 'la ilusión del acantilado creativo', aludiendo a que las mejores ideas solo vienen cuando esperas o estás haciendo otra cosa distinta a lo que se supone que tienes que hacer. Por ello, Lucas propone que las dos mejores armas para desarrollar un espíritu creativo es la paciencia y la tolerancia a la frustración. Al igual que Lyons y Daker, entiende que la presión por dar con algo novedoso o ingenioso no pasa por forzarlo, sino más bien dejarlo estar; pues cuanto más te estresas pensando que no llega esa idea rompedora, más te alejas de conseguirla.

De un tiempo a esta parte, hemos visto cómo todas las profesiones en mayor o menor medida han ido adquiriendo atributos creativos. En otras palabras, la creatividad ya no es algo únicamente propio de los artistas, escritores, agentes de marketing o genios del espectáculo; se ha hecho exigible en casi todos los oficios en mayor o menor medida. Ya lo advertía el pensador Gilles Lipovetsky a mediados del siglo pasado: la estetización del mundo deriva en una especie de 'capitalismo creativo' en el que la producción industrial y cultural se funden entre sí. Atrás quedan aquellos empleos más funcionales y pragmáticos, los cuales permitían a sus trabajadores hacer su trabajo e irse a casa a descansar sin que el resto del mundo tuviera que valorar o juzgar sus obras.

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