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El origen de los arrabales: un viaje histórico a través del crecimiento de las ciudades
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El origen de los arrabales: un viaje histórico a través del crecimiento de las ciudades

Surgen en la Baja Edad Media y tienen orígenes árabes, y aunque en la actualidad tengan connotaciones precarias o marginales no fue así en sus inicios

Foto: El barrio de La Boca, en Buenos Aires. (iStock)
El barrio de La Boca, en Buenos Aires. (iStock)

Carlos Gardel cantaba en alguno de sus inolvidables tangos sobre una vieja pared del arrabal que había sido compañera de su niñez y, de hecho, el arrabal amargo, como esa zona humilde de su Buenos Aires querido, siempre le acompañaba de algún modo en sus canciones. Durante un tiempo, en el imaginario colectivo se pensaba en esas criaturas del arrabal, a lo Thomas O'Malley, como seres desharrapados y errantes, buscavidas que usaban toda clase de artimañas para sobrevivir.

En el arrabal nació el tango y, en el arrabal, (que proviene del árabe clásico 'rabad'), vivían todos aquellos que se quedaban fuera de las murallas porque estas zonas eran insuficientes para albergar a una población que no paraba de crecer. Como explica el arquitecto Raúl García Taranco, de Arquitectura y Empresa: "Los arrabales surgen en la Baja Edad Media como barrios que permiten ampliar el tamaño de las ciudades y dar cabida a su vez al aumento demográfico que estaba sufriendo la sociedad en aquel momento. La palabra, al igual que el concepto como tal, tiene origen árabe. Los 'rabad', como eran conocidos los arrabales en las antiguas ciudades árabes, eran núcleos de población de la gente acomodada, concepción que ha ido cambiando con el paso del tiempo, ubicados en las afueras de las medinas y que formaban pequeñas ciudades autosuficientes".

Eran núcleos de población de la gente acomodada, concepción que ha ido cambiando con el paso del tiempo

Pero también fueron característicos de las ciudades europeas durante la Edad Media, surgiendo como una extensión de viviendas y comercios totalmente espontáneos, sin planteamiento urbanístico de ninguna clase, expandiéndose a partir de las puertas y los caminos principales. Las grandes urbes de Al-Ándalus y de todo el mundo islámico tenían no solo uno sino varios arrabales, y por ello podemos encontrarlos en gran parte de las poblaciones que tuvieron relación con este imperio árabe.

"También en la Europa central, donde el crecimiento de las ciudades dio lugar a construcciones más allá de las fortificaciones originales de cada una de ellas, las cuales fueron posteriormente incluidas dentro del nuevo perímetro de la ciudad", apunta el arquitecto. "Pero también podemos encontrarlos en gran parte de las ciudades latinoamericanas, donde reciben nombres diversos que nos permiten identificarlos".

placeholder Ropa colgada en El Raval de Barcelona. (iStock)
Ropa colgada en El Raval de Barcelona. (iStock)

Aunque en un primer momento se formaban tras las murallas, posteriormente se hacía necesaria la construcción de un nuevo muro más amplio y así quedaban incluidos en la ciudad. Además de las claras diferencias arquitectónicas, (los estudios de los yacimientos arqueológicos de origen árabe dan muestra de la gran variedad en cuanto a dimensiones de las viviendas de la zona), también están las diferencias económicas: aquellos que solían poblar los arrabales no tenían recursos suficientes para estar en el centro (pero necesitaban estar cerca de él).

"Las gentes que los habitaban eran muy variadas, pero las viviendas de los arrabales primitivos constaban de una estructura bastante regular, con un patio en torno al que se edificaban las estancias", apunta Raúl. "El patio se convierte en el espacio al que 'vuelcan' todas las estancias de la vivienda. Esto, en contraste con las viviendas de los centros de las ciudades, hace que la vida se genere en el interior y se busque menos relación con el exterior. A día de hoy se pueden encontrar estas diferencias arquitectónicas dentro de las propias ciudades, lo cual se debe a que el crecimiento de las villas absorbía los denominados arrabales, pasando a formar parte de la nueva cerca de la ciudad".

El patio se convierte en el espacio al que 'vuelcan' todas las estancias de la vivienda. La vida se genera en el interior

¿Está el arrabal más cerca del suburbio o la barriada que del concepto actual que tenemos de periferia, cuando muchas personas con ingresos altos deciden marcharse a las afueras de las ciudades por cuestiones de espacio? (un fenómeno que se ha extendido con la pandemia). La idea de periferia por un lado podría encajar con el pensamiento de Arturo Soria al concebir su Ciudad Lineal en Madrid, inspirado por socialistas utópicos como Owen o Cabet: los problemas de escasez de vivienda para los obreros y los precios del suelo le llevaron a idear una ciudad lineal que podía no tener límite y llegar a Pekín o Moscú con calles paralelas donde se enlazasen las viviendas unifamiliares y con jardín, en un estilo americano. Muy diferente es el concepto de barriada o suburbio, aunque también se encuentre en las afueras, que parece irremediablemente vinculado con la marginalidad o la falta de control por parte del Estado.

placeholder Plano de Madrid y sus arrabales en los siglos XVIII y XIX.
Plano de Madrid y sus arrabales en los siglos XVIII y XIX.

Raúl no está de acuerdo: "Verdaderamente esas ciudades satélite de la periferia son la evolución de los arrabales que tuvieron lugar a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando la población más adinerada decidió buscar en el extrarradio la tranquilidad que no conseguían encontrar en el centro de las ciudades. Podemos considerar esto como una vuelta a los verdaderos orígenes de los 'rabad', que eran núcleos de población de la gente acomodada".

placeholder El tango nació en los arrabales de Buenos Aires. (iStock)
El tango nació en los arrabales de Buenos Aires. (iStock)

"Si aceptamos el pretexto de la precariedad, sí podemos establecer que barriada o suburbio son sinónimos de la palabra 'arrabal', sin embargo, debemos de retomar la idea de que los arrabales no eran espacios marginales en su origen medieval. A día de hoy son las acepciones sociales las que vinculan a los arrabales y sus habitantes con la falta de recursos y con la peligrosidad, llegando a tal extremo que se utiliza la palabra 'arrabalero' para referirse a una persona de porte y lenguaje groseros, lo cual no tiene por qué estar relacionado con la realidad de estos espacios. Es posible que nuestra percepción de los arrabales y de sus gentes esté vinculada a la marginalidad y a la falta de control, pero la realidad es que debemos entender los arrabales como construcciones periféricas que permiten ampliar las ciudades, y esto, en cualquier caso, no tiene por qué estar íntimamente relacionado con connotaciones negativas", apunta.

Nuestra percepción de los arrabales y de sus gentes esté vinculada a la marginalidad

De esta manera, todavía en el imaginario colectivo quedan no solo el arrabal mítico de Gardel, sino muchos otros. "El de Buenos Aires es uno de los más conocidos gracias a la forma de vivirlo de sus gentes y de todo aquel que lo visita, pero también hay otros famosos como el Raval en Barcelona, uno de los más populares de la ciudad (y como su propio nombre indica en origen se trataba de un arrabal). Podemos encontrar ejemplos dentro de la península, como el 'Arrabal del Albaicín' o arrabal blanco, o el 'barrio del Arrabal' en Zaragoza", señala.

¿Se podrían considerar arrabales también algunas zonas de Asia, como esas periferias de Tokio que obligan a los ciudadanos a ir al centro de la ciudad a trabajar, pese a que carecen de connotación negativa? "Si atendemos a la definición 'oficial', estas zonas de Tokio de las que hablamos, si pueden ser consideradas arrabales, ya que se trata de desarrollos alejados del centro de la población. Sin embargo, si hacemos caso de la definición 'social', en la que las connotaciones negativas siguen estando presentes, no podemos considerarlos arrabales, ya que carecen de peligrosidad desde el punto de vista cívico". Arrabales amargos, citando a Gardel.

Carlos Gardel cantaba en alguno de sus inolvidables tangos sobre una vieja pared del arrabal que había sido compañera de su niñez y, de hecho, el arrabal amargo, como esa zona humilde de su Buenos Aires querido, siempre le acompañaba de algún modo en sus canciones. Durante un tiempo, en el imaginario colectivo se pensaba en esas criaturas del arrabal, a lo Thomas O'Malley, como seres desharrapados y errantes, buscavidas que usaban toda clase de artimañas para sobrevivir.

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