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¿Te molestan los pequeños ruidos de otro? No estás loco: tienes misofonía
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PUEDEN PROVOCAR LA IRA

¿Te molestan los pequeños ruidos de otro? No estás loco: tienes misofonía

En aquellos con misofonía, se detectó un aumento de la actividad en varias regiones del cerebro y de la frecuencia cardíaca

Foto: Fuente: iStock
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El sonido de las personas masticando, sorbiendo, dando golpecitos, o tarareando puede llevar a otras a encolerizarse. No, no se trata de que tengan problemas mentales, sino que padecen de una condición denominada misofonía.

La misofonía describe las emociones irracionales que se producen en algunos de nosotros cuando escuchamos ciertos ruidos repetitivos, aunque sean de escaso volumen, que producen otros humanos. Las personas con esta condición experimentan molestia o incluso ira cuando se producen y los científicos parecen haber descubierto el cableado neurológico responsable de esta actitud.

Foto: El oído puede albergar problemas imperceptibles (M.Mcloughlin)

A pesar de que la misofonía fue identificada como enfermedad en el año 2000, las investigaciones sobre sus causas y efectos han sido bastante limitadas y a aquellos que la sufren, en ocasiones, no se les toma demasiado en serio, aduciendo de que son personas muy susceptibles.No obstante, es una condición que afecta a más gente de la que pensamos. Un estudio de 2014 sugería que podría afectar, en diferentes grados, a un 20 por ciento de la población, mientras que una investigación de 2015 argumentaba que estaba asociado con el trastorno obsesivo compulsivo y la ansiedad, y que podría considerarse un trastorno por derecho propio.

Sonidos de "activación"

Según nos cuenta Science Alert, una reciente investigación de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) demuestra que cambios en el lóbulo frontal del cerebro podrían explicar la respuesta emocional desencadenada por sonidos en aquellos con misofonía. En su experimento, se expuso a un grupo de 42 voluntarios, 20 de ellos con misofonía, a escuchar sonidos neutros y repetitivos, como una tetera hirviendo; sonidos molestos, como el llanto de un bebé; y sonidos de "activación", como ruidos respiratorios o masticación fuerte.

Se produce en algunos de nosotros cuando escuchamos ciertos ruidos repetitivos, aunque sean de escaso volumen, que producen otros humanos

Mientras que no había apenas variación ante ruidos neutros o molestos, cuando se trataba de sonidos de "activación", los aquejados con misofonía experimentaron un aumento significativo de la frecuencia cardíaca y la conductividad de la piel. Las exploraciones cerebrales también revelaron una marcada diferencia en la neurología de los sujetos. En aquellos con misofonía, se detectó un aumento de la actividad en varias regiones del cerebro, como el lóbulo frontal, la corteza insular anterior, la corteza prefrontal ventromedial, el hipocampo y la amígdala cerebral. Las mediciones tomadas indicaron que tenían vainas de mielina aislantes más gruesas, lo que ayuda a los nervios a llevar mensajes.

La evidencia sugiere que aquellos con misofonía tienen cerebros que luchan por controlar la propagación de mensajes asociados con ciertos sonidos, y convierten la percepción de un sonido molesto en una experiencia enfurecedora, ya que se propaga a través de diferentes partes del cerebro asociadas con respuestas de "lucha o huida". No obstante, este descubrimiento no viene con una cura sencilla, aunque puede hacer que las personas sin misofonía empaticen mejor con los que la sufren y traten de reducir ciertos ruidos molestos.

El sonido de las personas masticando, sorbiendo, dando golpecitos, o tarareando puede llevar a otras a encolerizarse. No, no se trata de que tengan problemas mentales, sino que padecen de una condición denominada misofonía.

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