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Un avión cae 8.000 metros en siete minutos: así se vive desde dentro la tragedia que no fue
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Desde Atlanta a Fort Lauderdale (Florida)

Un avión cae 8.000 metros en siete minutos: así se vive desde dentro la tragedia que no fue

Por mucho que los tripulantes de cabina clamaran el clásico "¡Que no cunda el pánico!", los pasajeros vieron su final muy cerca: aprovecharon el wifi para despedirse de sus familiares

Foto: Turbulencias en un avión. (iStock)
Turbulencias en un avión. (iStock)

Todo parecía transcurrir con normalidad el pasado miércoles en el vuelo 2253 de Atlanta a Fort Lauderdale (Florida) hasta que un hormigueo en el estómago se apoderó de los pasajeros. El avión cayó más de 8.000 metros en apenas siete minutos. Durante ese fugaz infierno, las mascarillas de oxígeno se desplegaron mientras el personal de cabina trataba de imponer la calma desde la megafonía. Era inútil. Llamado a ser una revolucionaria comodidad a bordo, el wifi se había transformado en el medio para despedirse de los seres queridos.

"Le escribí a mi esposa y a mi padre para decirles que los quería. También se lo dije a mi madre y abracé a mi hijo", relata en Twitter uno de los pasajeros, que aprovechó para agradecer la actuación al capitán y a la tripulación. Algunos de sus compañeros de travesía no se sintieron tan arropados y describen como un "caos" el repentino descenso que vivieron. “Al principio vivimos una especie de pánico, en realidad no hubo ninguna advertencia previa", destaca Harris De Woskin a la cadena WFTS, filial de la ABC en Florida.

El protocolo de emergencia se activó a mitad de trayecto, cuando los pilotos se vieron obligados a efectuar un "descenso controlado" desde los 39.000 pies de altura hasta los 10.000 tras sufrir una "irregularidad en la presurización de la cabina", según explica Drake Castaneda, portavoz de la aerolínea Delta, a 'New York Post'. "Están instruidos para llevar a cabo ese protocolo por precaución", llama a la calma, resaltando que nadie resultó herido en el incidente.

"De pronto, sentí un vertiginoso descenso. Comenzamos a perder altitud y luego las máscaras de oxígeno cayeron desde la parte superior del avión", prosigue el testimonio de De Woskin, que también aprovechó el que pensaba que sería su último adiós. Por "instinto", hizo saber a su novia y a sus familiares que los amaba, al tiempo que detallaba "las cosas aterradoras" que estaba viviendo.

"Uno de los asistentes agarró el intercomunicador y gritó: '¡No os asustéis!'. Pero, obviamente, es un momento tenso"

Por ejemplo, la incapacidad de contener el pánico de quienes le rodeaban: "Uno de los asistentes de vuelo agarró el intercomunicador y se puso a repetir: '¡No os asustéis! ¡No os asustéis!'. Pero, obviamente, es un momento tenso, por lo que entre los pasajeros de mi alrededor, mucha gente estaba hiperventilando". "Echando la vista atrás, todo salió bien" antes de que el vuelo se desviara hacia Tampa (Florida) y aterrizara sin incidentes, agrega el testigo de primera mano.

Todo quedó en un susto, pero muchos de los integrantes del avión concibieron su existencia de otra forma a partir de ese momento. "La vida es frágil. Hubo un momento aterrador de entre 60 y 90 segundos en el que realmente no sabíamos qué estaba pasando", reflexiona De Woskin, que subraya: "Estás a 15.000 pies en el aire, ten por seguro que es un momento terrorífico".

La mayoría de los aviones comerciales tienen un techo de vuelo que ronda los 42.000 pies (12.800 metros), mientras que algunos 'jets' de negocios pueden alcanzar los 52.000 (15.850 metros), aunque todos ellos pueden mantenerse por encima de los 33.000 pies (10.000 metros). A esa altitud, la presión de oxígeno en el aire se reduce lo suficiente como para crear una menor resistencia aerodinámica, aumentando la eficiencia del combustible y al mismo tiempo permitiendo suficiente oxígeno para alimentar los motores.

Todo parecía transcurrir con normalidad el pasado miércoles en el vuelo 2253 de Atlanta a Fort Lauderdale (Florida) hasta que un hormigueo en el estómago se apoderó de los pasajeros. El avión cayó más de 8.000 metros en apenas siete minutos. Durante ese fugaz infierno, las mascarillas de oxígeno se desplegaron mientras el personal de cabina trataba de imponer la calma desde la megafonía. Era inútil. Llamado a ser una revolucionaria comodidad a bordo, el wifi se había transformado en el medio para despedirse de los seres queridos.

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