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"La sociedad no quiere oír hablar sobre hombres que han sufrido abusos"
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entrevista a natalia ortega

"La sociedad no quiere oír hablar sobre hombres que han sufrido abusos"

La psicóloga presenta su libro 'Mariposas de cristal', en el que ahonda sobre los abusos sexuales sufridos en la niñez

Foto: Natalia Ortega, psicóloga y escritora del libro.
Natalia Ortega, psicóloga y escritora del libro.

La infancia es un periodo sagrado, ese paraíso perdido al que tratamos de volver con la memoria muchas veces durante la edad adulta. Como cualquier tiempo pasado, nos parece mejor, la recordamos con la nostalgia que proporcionan aquellos momentos que no volverán nunca. Pero, ¿y si te arrebatan la inocencia en un momento tan fundamental? De ello, con valentía, se ha atrevido a hablar la psicóloga Natalia Ortega (Madrid, 1977) en su libro 'Mariposas de cristal', en el que relata tres casos de abuso infantil que acudieron a su consulta.

El abuso sexual siempre es un tema complicado, más aún si se toca en la niñez. La autora, presenta hoy 'Mariposas de cristal' en el Real Circulo de Labradores de Sevilla. Un (necesario) golpe en la cara, una dosis de realidad en una sociedad que se encuentra en la actualidad profundamente anestesiada. Hemos charlado con ella al respecto.

P. Has elegido narrar un suceso tan grave como son los abusos sexuales en la niñez, de la mano de tres chicas, Ana, Sara y Carla. ¿Ves muchas semejanzas en sus tres casos? ¿Han llegado a la edad adulta con una personalidad o comportamiento parecido?

R. Bueno, cada abuso ha sido diferente en frecuencia e intensidad, sobre todo, pero no tanto en la relación que establece el agresor con la víctima, de engaño, coacción, miedo, etc. En dos de los casos existe parentesco entre la víctima y agresor que, desafortunadamente, es mucho más común de lo que creemos, y los abusos intrafamiliares tienen una prevalencia muy alta. Una de las mayores semejanzas en los tres casos es cómo la culpa queda marcada en las tres víctimas de manera muy fuerte, ya que el agresor las hace corresponsables de su delito.

Hay dos tipos de pederastas, los secundarios llevan una vida normal heterosexual y pasan desapercibidos

En la edad adulta han aparecido secuelas a largo plazo que sí son muy comunes en las víctimas de abusos sexuales, como son baja autoestima, dificultades en las relaciones sociales y sexuales, depresión, ansiedad, intentos autolíticos, etc. Pero los comportamientos, así como la formación de su personalidad, estarán también determinados por los apoyos que haya tenido la víctima, el papel de la familia y la credibilidad que se le haya dado.

P. ¿Y crees que, por otro lado, todas las personalidades de los abusadores tienen unos patrones comunes?

R. No se puede establecer un patrón común, pero sí podemos decir que existen los “pederastas primarios”, que son aquellos cuya única fuente de atracción es el menor, no mantienen relaciones normalizadas con los adultos, son muy solitarios, con pocas habilidades sociales y prefieren elegir actividades en las que estén siempre con menores. Sin embargo, “los pederastas secundarios”, son los que pasan aún, si cabe, más desapercibidos. Socialmente no tienen dificultades, suelen mantener relaciones heterosexuales normales, y funcionalmente no aparentan ningún problema, y en este último caso es donde se dan situaciones de abuso intrafamiliar. Sí que existen rasgos de personalidad como el narcisismo, el perfil psicopático o los rasgos compulsivos y de control que son algo más comunes en los agresores, pero no necesarios.

P. ¿Se comportan de esa manera -los abusadores- por hechos traumáticos del pasado o son así? En otras palabras, ¿actúan por crueldad u otros sentimientos o son enfermos? Y, si son enfermos, ¿tienen cura?

R. En muchos casos pueden ser personas que han vivido situaciones de maltrato físico o psicológico, así como haber sido víctimas, también, de abusos en la infancia, pero no es estrictamente necesario. Pueden haber sido personas que han vivido apegos muy inseguros en su infancia o vínculos psicopatológicos. Desde mi punto de vista, no los clasificaríamos, en líneas generales, como enfermos mentales, sino que tienen alterados y descontrolados los impulsos sexuales y pueden llegar a adquirir parafilias. En general, y más en los abusos intrafamiliares, actúan así por la necesidad de control y dominio y porque su manera de establecer los vínculos está altamente dañada. En cuanto a si tienen cura o no, es dificíl de determinar y depende mucho de los casos.

En esta sociedad machista, un hombre que desvela que ha sufrido abusos se enfrenta a un doble estigma

Al no tipificarse como una enfermedad, no hablaríamos tanto de cura, sino en el hecho de reincidir, y a la vista está que una vez que cumplen su condena, cuando la hay, en la mayoría de los casos vuelven a perpetrar el delito por la falta de control de sus impulsos sexuales y la necesidad de control sobre la víctima.

P. Sea cual sea el motivo, son, al fin y al cabo, violadores, ¿por qué deciden actuar contra la misma persona reiteradamente en lugar de buscar una víctima casual?

R. En los casos de abuso intrafamiliar o de personas muy allegadas a la víctima, como son los casos de mi libro, el hecho de abusar de una misma víctima lleva para ellos todo un ritual de engaño, manipulación, coacción, secretismo, que ya de por sí eso les empodera y lleva su tiempo. Establecen una relación de dominio hacia la víctima que cubre sus impulsos sexuales y su necesidad de sentir un vínculo especial, pero psicopatológico, con una sola víctima.

P ¿Hay mucha diferencia en la manera de afrontar el trauma si la víctima es hombre o mujer? ¿Por qué decidiste narrar tres experiencias femeninas?

R. He narrado tres experiencias femeninas porque es los que más acude a consulta. La sociedad no facilita que si un hombre ha sufrido abuso sexual en su infancia tenga el mismo amparo, que ya es poco, que una mujer. Nuestra sociedad ya lanza mensajes muy machistas desde la infancia, que dan por hecho que la vulnerabilidad solo existe en las niñas. Por tanto, para un hombre desvelar este hecho puede suponer un doble estigma, ya que consideramos que el varón es que el que puede dominar una situación sexual. No obstante, en el libro narro dos hechos con varones, porque a la consulta, cuando son más pequeños sí que acuden con sus progenitores para sanar el abuso. La recuperación no depende del género, sino de las variables de personalidad y del apoyo que haya tenido la víctima a lo largo de todo el proceso.

P. Con la sentencia de la Manada se hizo una distinción entre abuso sexual y violación, que no todo el mundo tiene muy clara. Quiero saber tu opinión.

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R. Es cierto que en muchos momentos de mi libro hablo tanto de violación como de abuso sexual. Si nos ceñimos al Código Penal, diríamos que en la violación ha de existir violencia y/o intimidación y penetración, que puede ser tanto con los genitales como con cualquier objeto. Además, a ello hay que sumar el que pueda existir un carácter degradante o vejatorio. En el abuso sexual hablamos de actos que atentan contra “la libertad sexual”, como en la violación, sin un consentimiento, pero sin violencia o intimidación.

Hay que prevenir, lo sexual debe dejar de ser un tabú para poder visibilizar a las víctimas

Del mismo modo, en el abuso sexual se pueden cometer multitud de contactos sexuales que van desde tocamientos a penetraciones, pasando por exhibición de material pornográfico a un menor. En definitiva, ambas atentan contra “la libertad sexual” de la persona y el daño va mucho más allá del momento del delito, quedando heridas de por vida.

P. A la sociedad le incomodan los abusos sexuales en la infancia porque parece un periodo intocable, ¿crees que poco a poco las víctimas tienen más visibilidad?

R. Además de que pueda parecer un período intocable, parece que suceden lejos de nosotros, que es algo que le ocurre a los demás, y esto hace que, en muchos casos, nos pongamos una venda en los ojos. No consiste en alarmar, pero sí en prevenir y que lo sexual deje de ser un tabú porque eso no facilitará la visibilidad de las víctimas, y por tanto las seguiremos estigmatizando.

P. James Rhodes escribió un libro sobre sus terribles experiencias en la niñez, a manos de su profesor. ¿Hay un ejercicio sanador en la escritura? ¿La recomiendas?

R. Totalmente. Es un tipo de técnica que llevo a cabo con mis pacientes. Poder sacar fuera las experiencias de abuso, así como todas las emociones que eso genera, ayuda a recolocar las vivencias en la cabeza, a sacar culpa y a poner nombre a lo que viven. En 'Instrumental', Rhodes lo plasma de una manera, llana, sincera y tremendamente dura, pero es que así es el abuso, que repito, no queda solo en la infancia robada, sino en muchos momentos de tu vida.

P. Una pregunta común en estos casos (y lo tratas en tu libro) es cómo los padres no pudieron darse cuenta.

R. Una de las razones principales es que el agresor lleva a cabo muy bien su plan de silenciar a la víctima. La hace cómplice de la tortura, y de ahí que la víctima se sienta tan culpable. Cuando no hay violencia física, como en el caso de muchos abusos, los síntomas pueden ser muy diversos, y los padres ni se plantean que los cambios comportamentales o emocionales de sus hijos puedan deberse a que un allegado o familiar está siendo un monstruo con su hijo.

El agresor se encarga de que las víctimas sean "especiales", las hacen partícipes y consigue que se sientan culpables

A esto hay que sumar lo comentado anteriormente, la “venda” que la sociedad se pone en los ojos, nunca llegamos a pensar que esto pueda ocurrirle a nuestros hijos.

P. Dos de las tres chicas sufren abusos por parte de sus familiares, un abuelo y un hermano. ¿Pueden seguir queriendo a esos familiares, a pesar de todo?

R. En los caso que relato en el libro, cuando las pacientes han trabajado los abusos pasados unos años ya no existe, generalmente, un vínculo ambivalente hacia el agresor, cosa que sí ocurre cuando la víctima es más pequeña, puesto que el agresor se ha encargado de que ellos sean especiales, y es un “juego”, como al agresor le gusta llamar, que solo hago contigo porque tú eres único para mí, lo que provoca que sí que siga existiendo afecto hacia ese familiar.

P. ¿Crees que llega la víctima a recuperarse del todo?

R. No podemos dar una respuesta general para esto, ya que existen muchas variables de personalidad, apoyos sociales y capacidad de resiliencia que pueden amortiguar o sanar más o menos el daño. Hablar de una recuperación total es complicado. Sí que se puede conseguir que la víctima vaya normalizando su vida y cada vez sea más funcional, pero no podemos borrar el recuerdo y por ello podrá haber momentos en su vida donde el dolor vuelva a asomar, generando algunos miedos e inseguridades. Por ello, es muy importante que la víctima cuente siempre con apoyos, que no sea estigmatizada y pueda hablar de ello cada vez que lo necesite.

La infancia es un periodo sagrado, ese paraíso perdido al que tratamos de volver con la memoria muchas veces durante la edad adulta. Como cualquier tiempo pasado, nos parece mejor, la recordamos con la nostalgia que proporcionan aquellos momentos que no volverán nunca. Pero, ¿y si te arrebatan la inocencia en un momento tan fundamental? De ello, con valentía, se ha atrevido a hablar la psicóloga Natalia Ortega (Madrid, 1977) en su libro 'Mariposas de cristal', en el que relata tres casos de abuso infantil que acudieron a su consulta.

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