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Cómo el detective más condecorado en la historia de Nueva York se convirtió en pizzero
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Cómo el detective más condecorado en la historia de Nueva York se convirtió en pizzero

El neoyorkino Ralph Friedman ha llevado una vida de película. Después de arrestar a más de 2.000 delincuentes pasa su jubilación detrás del mostrador de una pizzería... ¿por qué?

Foto: Ralph Friedman.
Ralph Friedman.

Georges Méliès fue el inventor de las primeras películas con efectos especiales de la historia, hace más de un siglo, y terminó sus días regentando un quiosco de juguetes y chucherías en la estación de Montparnasse. Así de irónica y curiosa es la vida. El protagonista de la siguiente historia sin duda podría protagonizar un verso de alguna canción de Alanis Morissette porque su caso también llama la atención: de policía condecorado a vendedor de pizza.

Ralph Friedman (Nueva York, 1951), lleva un tatuaje en su mano derecha en el que puede leerse "Justificado cuatro veces", refiriéndose a los cuatro hombres que asesinó (y matiza: "En defensa propia") durante su servicio en el cuerpo. Todo esto ha quedado atrás, pues fue en los años setenta cuando patrullaba el Bronx, a veces disfrazado de taxista. "Por aquel entonces era el peor barrio del mundo", asegura. "Han cambiado mucho las cosas desde entonces".

Una vida de película

Su existencia podría ser una película protagonizada por algún actor con rostro de tipo duro. Tiene 219 premios policiales y 36 medallas al mérito civil. Arrestó a más de 2.000 delincuentes, se rompió 23 huesos e incluso tuvo una cita con una mujer que en lugar de querer sexo pretendía asesinarle. Y, entonces, ¿cómo ha terminado regentando un restaurante de pizzas?

Una casualidad, como tantas otras en la vida. Comenzó ayudando a un amigo, el copropietario de Greenwich Village, Doug Greenwood, que también había pasado 40 días y sus correspondientes noches trabajando en el World Trade Center inmediatamente después del 11 de septiembre. Eso lo dejó con problemas respiratorios y muchos dolores, así que Friedman decidió ayudar haciéndole un favor personal, relata en 'New York Post'

Foto: Foto: iStock.

"Primero comencé como cajero y me quedaba hasta las dos de la mañana. Vienen muchos chavales a beber y es bueno tenerlo todo un poco controlado" explica. Cuando en diciembre de 2017, Greenwood se quitó la vida, Friedman decidió quedarse, en homenaje a su amigo. "Esta pizzería es su legado", explica. “Sentí que era importante preservar la tienda. Acabamos de abrir otro local en la calle de al lado. A medida que avanzaba la construcción pensaba en Doug".

Tiene 219 premios policiales y 36 medallas al mérito civil, y ahora regenta una pizzería que es legado de un amigo que falleció

Este tipo duro no parece descontento con el nuevo estilo de vida que el destino le ha deparado. Además, la pizza siempre ha estado muy presente en su vida. “He visto gente sin brazos o con el cuerpo destrozado y al poco me he ido a tomar una pizza tranquilamente, no me molestaba. El trabajo era así”. Y su puesto actual, aunque no lo parezca, no está exento de peligros.

Durante su primera semana en la tienda, las cosas se calentaron entre un par de clientes difíciles. "De repente cuatro o cinco personas nos estaban golpeando con sillas", dice. “Los echamos porque estaban borrachos. Luego la policía pasó y los arrestó ". A finales del año pasado un cliente sacó un cuchillo pero la pizzería estaba tan llena que Friedman no se dio cuenta hasta que el portador del arma ya estaba afuera y la policía se encontraba en camino.

Friedman no es lo que se dice precisamente un desconocido en el barrio, donde vive desde 1983 cuando tuvo un accidente. Detrás de la caja de la pizzeria se encarga de dar tarjetas, recordar que fue policía o hablar del libro que tiene publicado ('Street Warrior. The True Story of the NYPD’s Most Decorated Detective and the Era That Created Him'). "Esto me da reputación, lo cual no viene mal", explica. "Nunca roban la pizza de Bleecker Street. Es más fácil delinquir contra alguien que no es un policía y no tiene un arma". El tatuaje en su mano derecha lo avala.

Georges Méliès fue el inventor de las primeras películas con efectos especiales de la historia, hace más de un siglo, y terminó sus días regentando un quiosco de juguetes y chucherías en la estación de Montparnasse. Así de irónica y curiosa es la vida. El protagonista de la siguiente historia sin duda podría protagonizar un verso de alguna canción de Alanis Morissette porque su caso también llama la atención: de policía condecorado a vendedor de pizza.

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