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Escucha, Bertín Osborne: así son hoy los 'hombres de verdad'
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Escucha, Bertín Osborne: así son hoy los 'hombres de verdad'

Un nuevo estudio sobre las prioridades del hombre moderno derriba los tópicos masculinos sobre competitividad, obsesión por el trabajo y poca afectividad

Foto: El protagonista de 'Mad Men', un macho solitario, que no cuida su salud pero sí su imagen. (AMC.com)
El protagonista de 'Mad Men', un macho solitario, que no cuida su salud pero sí su imagen. (AMC.com)

Estos días, 18 de julio, un artículo de Arturo Pérez-Reverte —buen representante de la virilidad tradicional en las redes sociales—, mereció mucha atención en internet. El autor se mostraba indignado con una mujer que se molestó por sujetar la puerta para ella caballerosamente. A ella le pareció machista y se lo dijo. En el texto, Pérez-Reverte se defiende: no lo hizo porque fuera una mujer. Pero por el camino se permite unas frases chulescas sobre lo indiferente que le resultó su físico y lo imposible que es que alguien que reaccione así sea “una señora”. La justificación que nos da para esta venganza pública, que con otras formas podía haber tenido parte de razón, es que a él le educaron así.

Todos los días se critica en la web a algún macho clásico por detalles similares: Bertín Osborne y sus comentarios, medio en broma, de señorito vividor —"Los hombres somos inútiles en la cocina y vosotras no jugáis al fútbol"—, Jorge Cremades y sus 'sketches' tópicos sobre las diferencias supuestamente eternas entre hombres y mujeres… ¿Es que ya no nos gustan “los hombres de verdad”? ¿Está cambiando la idea de lo viril o es que ser viril se ha convertido en algo negativo?

La revista 'CoachMag' ha preguntado a un grupo de 21 hombres entre los 22 y los 59 años y encuestado a distancia a más de 1000 hombres y mujeres

En 'Coach Mag' han publicado un estudio sobre las prioridades de los hombres en 2016 en el que concluyen que el macho alfa, obsesionado por el éxito y el trabajo, ausente o duro con sus hijos y en continua lucha competitiva por tener el mejor coche, ha dado paso a lo que llaman el 'macho alta', alguien más evolucionado, en un escalafón más alto. Y se parece muy poco a lo que llamábamos, más o menos positivamente, virilidad.

Los hombres de hoy no quieren ser números uno, quieren estar en forma, sanos y felices. Y, en una grandísima mayoría, sienten que aún tienen mucho por mejorar. Si estos test han acertado en su diagnóstico, enorgullecerse de ser estático, agarrarse a los valores de la infancia, intentar ser un señor de toda la vida a la manera de Pérez-Reverte, sería una reacción a lo inevitable, una lucha perdida.

El 'macho alta'

Preguntando en profundidad a un grupo de 21 hombres entre los 22 y los 59 años y encuestando a distancia a más de 1000 hombres y mujeres británicos en cuestiones sobre su estilo de vida, ambiciones y prioridades, la revista ha dibujado un esbozo de ese nuevo hombre que no quiere ser más un animal de pelo en pecho.

En los datos, encontramos que un 82% de los consultados creen que su vida no es un camino marcado; un 92% creen que la vida no es un continuo, sino capítulos diferentes; un 38% han empezado a tomar menos alcohol y un 25% se fijan en las calorías que toman; y un 94% entre los 35 y los 44 años aseguran que serían felices si su pareja ganara más dinero que ellos.

Al hombre de hoy no le parece un objetivo inteligente trabajar toda la vida para mantener a su familia si no puede disfrutarla

Las cualidades que quieren para sí mismos son: amistoso, inteligente, interesante, buen cuidador de sus seres queridos… No se conforman con lo material, valoran más las experiencias, vivir el presente. En vez de un coche, quieren viajes en bici.

Siempre según este estudio, los 'machos alta' se sienten libres para ser ellos mismos y valoran más conectar con los demás que dar buena imagen o preocuparse por lo que opinan los desconocidos. El tipo arrojado que lucha por el honor de su familia o de su empresa y esconde sus sentimientos no tiene cabida en este esquema.

La revista pone el ejemplo de 'MasterChef'. ¿En qué otra época cercana tantos hombres dejarían toda una vida de carrera prestigiosa, en la medicina, por ejemplo, para abrir un pequeño restaurante y vivir más tranquilos haciendo algo que les gusta? Las aficiones más comunes en hombres, como comprar discos de coleccionista o jugar a la consola, no les avergüenzan. Ahora estos aspectos lúdicos y culturales de la vida son algo con lo que se identifican conscientemente, y están encantados.

Quizá el cambio más obvio e importante es su visión de la familia y del trabajo. A ningún hombre de hoy le parece un objetivo inteligente trabajar toda la vida para mantener a su familia si no pueden disfrutarla. No responden al modelo de padre de la generación anterior, que jugaba a la pelota con los hijos pero no se comunicaba con ellos. Hemos hecho nuestro propio test informal sobre el tema y observamos que muchos hombres quieren cambios aún más rápidos y menos diferencias con las mujeres.

Está claro que quieren tiempo para hacer hogar, un rol mucho más similar que antes al de sus parejas femeninas. Trabajan para vivir, o al menos es lo que desean, no vivir para trabajar. Los colegios están llenos de padres llevando o recogiendo a los pequeños, muchas madres trabajan más horas que sus maridos y no hay quien se sienta exitoso pasando el tiempo libre bebiendo con compañeros de trabajo. Pero no siempre es fácil.

¿Soy un 'alta'… o soy un beta?

Fuera de esta colección de puntos positivos del hombre moderno, muchos se sienten descolocados. No funciona enorgullecerse de ser un macho, pero al relacionarse con mujeres tampoco parece que esas nuevas cualidades más “femeninas” sean de mucha ayuda. Un amigo dice: “La lucha no es entre hombres y mujeres, nos han engañado. La lucha es entre alfas y betas. Y la putada es que ser alfa funciona”.

Otro entrevistado nos cuenta: “Se me exige una fuerza bruta y una habilidad manual que no tengo. Tampoco tengo equilibrio para subirme a descolgar unas cortinas ni brazos nervudos para subir la compra cinco pisos. Tampoco tengo la decisión del macho cazador. No soy intrépido ni arrojado”. Él no cree que las cosas hayan cambiado tanto: “Vamos a morir al palo, como las gallinas. Teorizamos mucho pero al final el chico hace las cosas de chico, o se espera que las haga”.

El miedo a ser femenino, eso sí, está de capa caída. Los chicos saben que llorar, cocinar bien o reconocer las debilidades propias no son cosas de nenazas sino inteligentes. Les gusta saber ocuparse de su casa, “abrazar o besar a mis amigos, o tener una videoconsola rosa”. Sería absurdo sentir vergüenza por cosas así: “Anda a cagar a la vía, hombre”.

A muchos incluso les divierte jugar a ver qué pasa cuando hacen cosas que parecen más típicas de una mujer. “Que mi pareja sea el cabeza económico de la relación, por lo visto, es algo que debería preocuparme. Pues mira, no”. Lo que sí les causa algún problema es la caballerosidad: “Porque uno nunca sabe dónde termina el respeto y empieza el machismo, ni qué parte de la cortesía es denigrante, ni si ser caballeroso es un insulto”.

El resultado, hay muchos que se reprimen de ayudar a las mujeres con las maletas, las bolsas de la compra o sujetándoles la puerta como Pérez-Reverte, incluso si ellas son físicamente débiles y van cargadas de cosas y ellos son altos y fuertes y están ociosos. No todos: “Yo siempre dejo paso, abro puertas de coches y ascensores, etc., y es alucinante la sonrisa de sorpresa y agradecimiento que te dedican muchas mujeres jóvenes”.

Algo que muchos sacan a colación son las dificultades para comunicarse. El estudio del que hemos hablado considera la capacidad de comunicación una gran cualidad en un padre, pero no creemos que sea tan valorado en otras facetas de la vida. A la pregunta de si la sociedad pide algo de él como hombre para la que no ha sido educado de pequeño, un amigo confiesa: “Ocultar las emociones. Eso es muy duro y me ha llevado a ser el amasijo de ansiedad que soy hoy. Cada vez que demuestro cualidades poco 'masculinas' no se identifica con 'libertad' sino con 'maricón'. España sigue siendo rancia”. Si no llora en público e intenta reprimir sus emociones no es por su propio bien: “Años de adoctrinamiento me lo impiden”.

Otro nos explica: “Cada vez que alguien emplea el término "masculino" o "viril" es por lo general para señalar una cualidad monstruosa que se debería eliminar: corridas de toros, peleas, guerras, violencia... Tengo 45 años, vengo de una sociedad donde 'ser un hombre' era la excusa para demonizar los aspectos creativos de una persona”.

Otra fuente cercana abunda en algo similar: “Casi se criminaliza la afectividad, cuando es una de las cosas que los humanos más necesitamos para poder ser felices, especialmente en las relaciones de pareja / sexuales. A ver, echar un polvo con alguien que no sabes ni cómo se llama tiene su punto alguna vez, pero yo llegué a un momento en que me sentía vacío con ese tipo de relaciones que no me aportaban nada. Tuve una especie de 'epifanía' una mañana en un 'after', mientras le reía las gracias a una rubia oligofrénica sólo para acostarme con ella después, y dije: '¿pero qué estoy haciendo con mi vida?'. No es en absoluto femenino disfrutar de las caricias y las risas después del sexo o emocionarse hablando del amor que compartes con alguien, pero muchos confiesan que no es el tipo de cosas de las que hablan con “los amigotes”.

Cada vez que alguien emplea el término 'masculino' o 'viril' es para señalar algo monstruoso a eliminar: corridas de toros, peleas, guerras...

Y existe otra vuelta de tuerca más: cuando un beta se pavonea de serlo, con lo cual vuelve a competir, pero de una forma menos directa. Un veinteañero que, por no ser grande y fuerte, no se suele sentir un 'macho alfa natural', pero que tampoco se resigna a ser un beta, nos dice: “El recurso para ligar de los hombres beta es ser bueno, empático, sensible... Y he observado casos en los que estas características, que podían tener de forma natural ya, han sido exageradas, y hasta fingidas, para llegar a ganarse el favor de una mujer -lo cual me parece igual de malo o peor que los recursos naturales del lado opuesto”.

Algo similar pero en positivo nos dice este otro joven: “A partir de cierta edad, creo que me ha venido de perlas no ser percibido como un tío a la vieja usanza, porque la mayoría de mujeres me ven, diría yo, muy poco amenazante y alguien con el que es sencillo relacionarse, lo que facilita lo suyo el ligoteo, ja, ja”.

La estética es ética

A pesar de las modas, el supuesto prestigio del 'metrosexual' y los anuncios sobre estética para hombres, es habitual llevar muy dentro algún trauma relacionado con ser insultado gravemente por pequeñas cosas estéticas poco 'masculinas'. “A los 20 años me depilé las piernas y mi padre me dijo que si era maricón me fuese de su casa. Intenté que me gustase el fútbol por todos los medios de pequeño, para encajar, y no conseguí ver más de diez minutos de ningún partido”. El mismo hombre, treintañero, nos cuenta que en una ocasión, hubo que votar en clase si ir a visitar un estadio de fútbol o un museo de ciencias naturales y hacer una redacción tras el evento: “Puse que no me había gustado la mierda del Madrid porque no me gustaba el fútbol y quería ir al museo de ciencias naturales. Lo leí en voz alta delante de toda la clase y varios chavales me amenazaron con pegarme al salir”.

Para otros la masculinidad moderna es una suerte, más en la línea del estudio de 'Coach Mag': “No lo veo como cambio, más bien como una ampliación, se han añadido conceptos que antes no estaban”. Para este amigo, todo es compatible, y ceder el paso a una mujer es un gesto amable sin demasiada importancia, ni para bien ni para mal: “Son costumbres sociales, que probablemente no sirven para nada, pero ahí están. Tampoco por darle los buenos días a alguien se los haces buenos. Pero se suelen dar”. Él es rockero y surfero, se maquilla de vez en cuando y eso no le hace sentirse femenino, sino más joven y atractivo.

La esquiva virilidad

Lo viril no interesa a todos los hombres, y cuando lo hace es un detalle que puede hacerte sexualmente atractivo en un momento dado, no para portarse así en la vida cotidiana. “Cosas relacionadas con los olores, el aspecto físico, con las atracciones más animales. En comportamiento, la virilidad es una gilipollez”. Otra declaración en el mismo camino: “Si lo pienso, la balanza se inclina hacia lo peyorativo. Arrogancia, violencia, imposición”.

Así nos contesta otro hombre cuando le preguntamos por la palabra de marras: “Me da igual, pero me gustaría que quitásemos toda la broza de hipocresía igualitaria y teorizásemos en las redes igual que en la cocina”. ¿Qué es entonces la virilidad para él? “Una actitud que las mujeres heterosexuales fingen no buscar y los hombres heterosexuales evitan para gustar a las mujeres”.

Lo difícil es quedarse con todo el 'pack' de lo masculino. Otro testimonio sobre el tema: “Yo odio la competitividad, pero amo la caballería. Hay tías que creen que me las quiero follar solo porque intento ser amable... ¡y hasta me insultan! Por otro lado, no creo que haya habido ningún cambio de mentalidad porque 'el hombre moderno' sigue siendo minoría frente a los 'canis' que pueblan el mundo”.

Están los orgullosos de no ser un 'simio violento y dominante', y los orgullosos de no ser un 'maricón sin polla'. Y siento que se me obliga a posicionarme

Otro puntualiza más sobre esto de lo que parece y lo que realmente es: “Cuando Pedro Sánchez está todo el rato 'compañeros y compañeras', 'ciudadanos y ciudadanas' creo que es 'postureo'. Al final la agenda 'dura' la tiene él y su mujer da de comer y cenar a sus hijas o las lleva al médico”.

Están de acuerdo con él varios entrevistados más: han notado cambios, sí, pero creen que son más superficiales de lo que parece. Sienten que aún queda mucho de hombre antiguo y que no caminamos todos de la mano hacia un nuevo amanecer: “Las nuevas actitudes no hacen mucho por 'regular' la concepción de macho alfa. Al contrario, lo polarizan. Están los que se sienten orgullosos de no ser un 'simio violento y dominante', y los que están orgullosos de no ser un 'maricón sin polla'. Y siento que la sociedad me obliga a posicionarme. Y se están estableciendo nuevos cánones que siguen sin dar libertad de movimientos al hombre. Porque no pienso que la competitividad sea algo exclusivamente malo, ni la temeridad algo especialmente estúpido”.

Lo que está claro es que el nuevo hombre ya está aquí. Aunque solo sea una idealización afecta a la realidad. Está por ver si será para bien.

Estos días, 18 de julio, un artículo de Arturo Pérez-Reverte —buen representante de la virilidad tradicional en las redes sociales—, mereció mucha atención en internet. El autor se mostraba indignado con una mujer que se molestó por sujetar la puerta para ella caballerosamente. A ella le pareció machista y se lo dijo. En el texto, Pérez-Reverte se defiende: no lo hizo porque fuera una mujer. Pero por el camino se permite unas frases chulescas sobre lo indiferente que le resultó su físico y lo imposible que es que alguien que reaccione así sea “una señora”. La justificación que nos da para esta venganza pública, que con otras formas podía haber tenido parte de razón, es que a él le educaron así.

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