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"Si eres mujer, no tienes ni idea": cómo el ejército 'echó' a su primera piloto de reactor
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pionera homosexual en las fuerzas armadas

"Si eres mujer, no tienes ni idea": cómo el ejército 'echó' a su primera piloto de reactor

Su condición sexual y sus ideas sobre igualdad y derechos humanos llegaron a ser incompatibles con su sueño. Ahora es entrenadora profesional de fútbol en EEUU

Foto: Volar y el ejército, dos grandes vocaciones para Patricia. (Facebook)
Volar y el ejército, dos grandes vocaciones para Patricia. (Facebook)

Llegamos al hotel para conocer a Patricia Campos y nos topamos con Juan Manuel de Prada, que se las arregla para mostrarse escandalizado o molesto con nuestra conversación aunque está a varias mesas de distancia. No sabemos cuál sería su reacción al conocer más en profundidad a esta mujer tan valiente como delicada, en el sentido más ético de la palabra.

Leyendo su libro, 'Tierra, mar y aire' (Roca), una narración sencilla que se devora sin pausa, lo de la valentía es evidente. Ella misma confiesa que le gustan los retos y ganarlos. En persona, su sensibilildad y su humildad impresionan tanto como su carrera: es la única mujer piloto de reactor de las Fuerzas Armadas, la primera entrenadora española de fútbol en Estados Unidos y pionera en África enseñando a jugar al fútbol a niñas, niños y mujeres con sida.

Nos atiende en Madrid y nos presenta a su novia, Mia, una de las protagonistas del libro y algo similar a lo que los cursis llamarían su 'primer amor verdadero'. Están de paso porque se van juntas a Uganda, utilizando su tiempo de vacaciones para ayudar en lo posible allí como voluntarias. Como si acabara de caer en la cuenta, dice de pasada que igual no es la mejor idea ir con su pareja femenina a un país en el que la homosexualidad está penada con la muerte. "A ellos los matan, a ellas las violan como correctivo". Pero Patricia es así y, como toda la gente fuerte, no se siente una heroína por hacer simplemente lo que cree que tiene que hacer. Todo lo que hace lo hace porque sí, porque se le da mal disimular, se le da mal ser quien no es.

Patricia no ha escrito este libro por enriquecerse. "Podría estar volando en Catar ganando 8000 euros al mes, yo quería crear conciencia social"

Nos regala una pelota rudimentaria, el tipo de material con el que juegan al fútbol allí en Uganda, hecha con plásticos y jirones de tela. Le parece muy complicado hacer llegar grandes cantidades de dinero a la gente, hay demasiada corrupción. En las empresas de giros de dinero, en las instituciones y en la calle, porque el hambre y la sed llevan a todo el mundo a intentar sobrevivir, robando, matando... Así que para su proyecto tiene contactos directos y pide cosas de poco valor económico: material escolar y deportivo, sobre todo. Al final, todo es cuestión de educación. De dar información a los que no la tienen para abrir sus horizontes. Hacerles ver que hay otras cosas, que se puede aspirar a una vida un poco mejor.

Allí y aquí, donde ser mujer cierra aún muchas puertas, como mínimo en el ejército. Aquí, donde en pleno 2016 hablamos de Orgullo Gay mientras ir por la calle sin avergonzarse de ser homosexual sigue siendo peligroso y hay agresiones casi todos los días. Desde que ha publicado el libro se siente definitivamente fuera del armario y va por Madrid con Mia de la mano y si algo le hace dudar no es el 'qué dirán', que eso le da absolutamente igual a estas alturas, sino que alguien pueda llegar a hacerles daño.

Si ha escrito este libro tan sincero en primera persona, no ha sido por enriquecerse. "Podría estar volando en Catar ganando 8000 euros al mes, yo quería crear conciencia social". Y hay cuatro cuestiones en las que estamos seguros -seguras- de que lo puede conseguir.

Lesbiana (y católica)

Como tantas otras jóvenes homosexuales, más que represión, que también la sufrió, vivía en la ignorancia. En Onda, donde se crió, no se hablaba del tema. Tampoco lo vio en la ciudad cuando iba a Valencia. Las lesbianas eran invisibles. No estaban por ninguna parte. "¿Cómo sabes que un sabor te gusta si nunca lo has probado?". Si no hay ninguna referencia, y todas tus amigas tienen novio o están buscándolo, si ni siquiera tienes un nombre para lo que eres, ¿cómo puedes liberarte? Ella no solo lo ha conseguido, con ayuda de las referencias cercanas que tuvo la suerte de encontrar -amigas del fútbol y sus compañeros de piso en la universidad, sobre todo-, sino que ahora quiere ser un acicate para todas y todos los que vienen detrás.

En su biografía nos cuenta sus primeras experiencias con mujeres con naturalidad. No lo ven tan natural ni en el ejército ni en la Iglesia. El libro habla varias veces de su fe sin entrar en detalle: le pedía que las cosas cambiaran a Dios "o a quien fuera" y, una vez más, no quiere vendernos una imagen de bondad abnegada: "Rezamos por egoísmo, porque queremos cosas para nosotros". Se declara creyente y católica. "Te pareceré antigua, pero me santiguo antes de dormir. Creo en Dios pero no en la Iglesia", que le ha decepcionado "con su riqueza, con su poder...". La actitud del cardenal obispo Cañizares -desde su tierra precisamente, Valencia- criticando el supuesto "imperio gay" y "ciertas ideologías feministas" no es lo peor: "¿Imperio gay? El imperio lo tienes tú, de pedofilia". Campos no le perdona a la Iglesia los casos de abusos a niños: "Sobre todo por cómo lo han querido tapar".

"¿Crees que esas declaraciones son casualidad? No, lo ha hecho dos semanas antes del Orgullo, para crear un conflicto entre los ciudadanos, para que la gente nos odie". Patricia no levanta la voz, porque sabe que contestar con más odio no es el camino. "¡Por favor, si en la Biblia pone que hay que amar al prójimo como a ti mismo!".

Y no retrocede ante nada. Si en la infancia, rodeada de personas que le decían, por activa y por pasiva, que no encajaba -las niñas no juegan al fútbol, las niñas no tienen que jugar con chicos- no pudieron con ella, ahora tampoco va a callarse lo que opina. El juego de chicos por excelencia era "el gallina". Consistía en lanzarse, como en una justa medieval, en bicicleta uno contra otro, perdía el que primero se apartaba. Salió en defensa de un chaval y ganó al matón, para el que también tiene palabras de comprensión. Desde entonces se prometió que no pararía, porque, contra todo pronóstico, una mujer podía conseguir todo lo que se propusiera.

Piloto militar (y feminista)

Es una enamorada de volar y del ejército, pero pese a sus esfuerzos (ocho años sirviendo) ha sido completamente imposible seguir en las Fuerzas Armadas. "No tratan bien a la gente". En el libro nos cuenta el acoso y la intimidación que sufrió por parte del examinador en un examen de helicóptero, por ejemplo, o sus intentos de lograr que instalaran un pequeño baño de mujeres en los hangares donde pasaba el día. La respuesta fue clara, tenía que ir en coche a orinar. Pueden parecer pequeños detalles fruto de la estadística, pero escuchándola nos caben pocas dudas. Si no hay más mujeres es porque, sabiendo cómo es la vida dentro, no se atreven. No porque no les guste.

¿Qué puede hacerse para mejorar las cosas? Poco, si solo cambiamos el partido político o hacemos una ley de igualdad mientras que la justicia militar sigue siendo una juridiscción aparte. "Porque no te creen". Nos recuerda el caso de Zaida Cantera, que consiguió que su acoso sexual no quedara impune pero a cambio fue denunciada por su acosador por deslealtad e insulto a un superior, y el del teniente Luis Gonzalo Segura, expulsado tras publicar un libro sobre la corrupción en el Ejército del Aire. ¿Qué justicia podemos esperar en un entorno tan corporativo y cerrado? Ella no abandona la esperanza: "Estaría encantada de volver si las cosas cambiaran, porque yo tengo vocación de piloto y vocación militar. Pero si cambiaran, porque es incompatible, yo no puedo trabajar con alguien que no respeta los derechos humanos".

Dice como de pasada que igual no es la mejor idea ir con su pareja homosexual a Uganda. "A ellos los matan, a ellas las violan como correctivo"

"No son personas que tengan la mente abierta para recibir otros estímulos. No leen otros libros, ni se rodean de otras personas para cambiar". ¿Se podría arreglar si subiera mucho el número de mujeres en la institución? "Bueno, yo entré en 2005, estamos en 2016, y sigo siendo la única". En su tono habitual, sin ataques gratuitos, nos dice: "Te hace pensar, igual la tonta soy yo". Con el libro sucede lo mismo, será útil a muchas y muchos, pero... "Al final eres tú la que se lleva los palos".

Por eso cree que jamás se puede obligar a nadie a hablar de su orientación sexual, y a la vez está convencida de que, si sirve para algo, pocas cosas hay que merezcan más la pena. Sobre todo que lo hagan personas como ella; con formación, con prestigio profesional... alguien que deje claro rápidamente que ser lesbiana no es lo que aún creen muchos, una especie de tara mental, una locura o una excentricidad.

Futbolista (y mujer)

Que el ejército es una institución demasiado aislada, anticuada y difícil de cambiar, ya podíamos imaginarlo, pero el fútbol ha sido con ella un mundo casi igual de cerrado. Para el fútbol español, "si eres mujer, no tienes ni idea". Patricia se muestra terminante: "Aquí nunca veremos una entrenadora del Madrid, del Valencia o del Barcelona, jamás". En EEUU la sensación ha sido totalmente distinta desde el principio. En el deporte, nadie le ha hecho sentir que por ser mujer era diferente, miran la licencia y las pruebas y nada más. "De hecho, me han abierto las puertas sin conocerme, ¿en España tú crees que estaría entrenando en un equipo profesional? ¡Ni de coña!". Allí en cambio ha entrenado a las Soccer United de San Diego. La llamaron para hacer lo mismo con las Honolulu Bulls y ahí está, en Hawái y viviendo de eso que todos, incluida su abuela, uno de los personajes más enternecedores del libro, le decían que no era para niñas.

Voluntaria en África

Aunque no pueda dedicar todo el tiempo que le gustaría, la experiencia en Uganda la ha cambiado por completo. Ha visto la miseria extrema de cerca, niños a punto de morir de hambre, gente que bebe agua contaminada y se pone enferma (incluida ella, que ahora está bien pero se ha llevado un buen susto)... La ablación en Uganda sigue siendo habitual, dependiendo de la tribu. Y hacen la circuncisión a los chicos sin anestesia.

Las ideas sobre los preservativos ("vienen del demonio") y la sexualidad en general son causa directa de los estragos del sida, además de la falta de medicación. Nos cuenta que, en clase, a los pequeños les enseñan una lección dándoles una onza de chocolate -allí, que es doblemente valioso- y haciendo que se la pasen de mano en mano. Así, usado y contaminado, es como queda el cuerpo de una mujer cuando pierde su virginidad. Es la versión extrema de lo que su abuela, una mujer fuerte y valiente pero con una educación del pasado, le decía de niña cuando la veía jugando a lo bruto con la bicicleta y temía por su himen. Le decía a la Patricia niña que es "una especie de tapa, como la que tienen las jarras de agua, para no dejar entrar cosas que no queremos". "Si pierdes tu tapa, tu honor, ni encontrarás marido ni te querrán en un convento", le contaba.

La Patricia adulta nos da otro mensaje muy diferente. Su misión en África es de alcance local pero a largo plazo muy importante. Podemos colaborar a través de su página de Facebook y recibir información en su Twitter. El paraje más literario de su testimonio escrito es quizá este, al final del todo, en el que habla de estas vivencias africanas: "Mi cuerpo dejó de ser solo mío. Juraría que había nacido hacía tiempo, pero no era así. Aparecí allí y la lluvia me transformó. Ellos fueron la primera cara que vi y creo que había estado ciega hasta que les conocí. No sé exactamente dónde había estado hasta entonces, lo único que sabía es dónde quería ir y me preguntaba si algún día podría volver a casa de nuevo".

Llegamos al hotel para conocer a Patricia Campos y nos topamos con Juan Manuel de Prada, que se las arregla para mostrarse escandalizado o molesto con nuestra conversación aunque está a varias mesas de distancia. No sabemos cuál sería su reacción al conocer más en profundidad a esta mujer tan valiente como delicada, en el sentido más ético de la palabra.

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