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“Los cuernos eran algo secundario, el problema era que mi marido era adicto”
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Tenía 2.000 amigos y hablaba a diario con 500

“Los cuernos eran algo secundario, el problema era que mi marido era adicto”

"Se hizo selfies en el hospital con dos vías en cada brazo". La historia de Carmen: sexo, cáncer y cómo la adicción a las redes sociales casi termina con su marido

Foto: "En el caso de Rafa, la adicción afectó a su economía doméstica, a su trabajo profesional, al trato familiar, a su mente e incluso a su físico". (iStock)
"En el caso de Rafa, la adicción afectó a su economía doméstica, a su trabajo profesional, al trato familiar, a su mente e incluso a su físico". (iStock)

Actualmente más de mil seiscientos millones de personas en todo el mundo tienen cuentas en Facebook, y, aunque la mayoría de las personas apenas lo utilizan para mantener contacto con personas cercanas conocidas y tienen un mínimo cuidado con la privacidad de sus perfiles, lo cierto es que se estima que una cuarta parte de los usuarios cuentan con más de 500 'amigos' en la red social. El problema, tal y como ha analizado un equipo de expertos en un documental realizado para la cadena de televisión británica UKTV channel W, es cuando la interacción diaria supera la barrera de lo conocido, y se encuentran amigos reales y cercanos entre ese medio centenar de la lista, siendo la inmensa mayoría completos desconocidos.

“Sigo un poco con el estómago revuelto”, confiesa a El Confidencial Carmen. A sus 47 años jamás se habría imaginado lo que una adicción a las redes sociales podría afectar a su vida profesional, a su relación familiar, su economía doméstica y a la estabilidad mental de su pareja. Fue su marido Rafa, de 48 años, quien sucumbió ante los atractivos de poder llevar una vida ficticia en Facebook, y el resultado fue completamente devastador para un matrimonio de más de 26 años de duración.

Se calcula que el promedio de visitas a un perfil de Facebook puede rondar las 40 diarias, siendo la mayor parte de ellas a través del teléfono móvil

Las personas suben constantemente contenidos a la red buscando la aprobación y agrado de su entorno cibernético. El contacto virtual con otras personas les ayuda a no sentirse aislados y a reforzar sus personalidades y gustos, pero también se convierte en una lacra a la hora de llevar esas interacciones al mundo real. Numerosos especialistas en medio mundo aseguran que el uso de redes como Facebook puede derivar en una verdadera adicción, y los datos les avalan: se calcula que el promedio de visitas a un perfil de Facebook puede rondar entre las 35 o 40 diarias, siendo la mayor parte de ellas a través del teléfono móvil.

“El problema no es cuánto tiempo te quita, sino cómo destruye tu vida y la convierte en un sucedáneo”, relata Carmen. Su historia, como ella misma asume, “no es un caso aislado, es algo absolutamente común: la gente vive otra vida en Facebook y anula su personalidad real”. Fue en el mes de abril cuando los médicos detectaron un bulto en el cuello de su esposo y las pruebas diagnosticaron cáncer de cabo, uno de los más complicados al afectar a cabeza y cuello y resultar de muy difícil acceso. En mayo comenzó un tratamiento radical para frenar el avance de la enfermedad, pero no sólo se enfrentaría a un cáncer, también a un problema que afecta a miles de personas en el mundo aunque la mayoría ni lo reconocen.

Su máxima obsesión, la ilusión de su vida, era tener un nuevo amigo cada día y si no lo conseguía se desesperaba y no hacía nada más en todo el día

En los últimos años, el psicoterapeuta Simon Jacobs se ha hecho especialista en el tratamiento de la adicción clínica a los medios sociales, y tiene claro que su uso descontrolado puede conducir a graves trastornos físicos y mentales. “A través de los mensajes de 'me gusta' y las fotos que se comparten se crea un mundo virtual en el que los usuarios creen que están interactuando con personas como en la vida real. Estando en las redes sienten que pertenecen a un grupo y se sienten valorados por sus miembros y sus niveles de dopamina aumentan. Los efectos de estas relaciones pueden ser similares para nuestro cerebro al consumo de sustancias prohibidas como determinadas drogas”, asegura la experta, quien se muestra sorprendida porque “algo tan aceptado socialmente sea tan potencialmente peligroso”.

Compartiendo su lucha contra el cáncer

“Por aquel entonces Rafa estaba enganchado a las redes sociales. Se pasaba 20 horas al día conectado y siempre tenía el móvil en la mano, incluso se duchaba con él y si recibía una notificación cuando estaba acostado por la noche se levantaba a mirar qué le habían enviado”. Al utilizarlo también para su trabajo, Carmen dudaba de hasta qué punto su marido se metía en Facebook para cuestiones personales y prefirió mantenerse al margen. Mientras, Rafa se convertía en un ídolo en las redes sociales buscando apoyo en aquellos completos desconocidos que él creía verdaderos 'amigos'.

“Se convirtió en protagonista de las redes sociales: radiaba cómo le hacían pruebas y se hacía 'selfies' tras las sesiones de quimio para que sus seguidores le preguntasen. Presumía en Facebook de tener cáncer. Incluso cambió su foto de perfil por una totalmente negra para llamar la atención de sus seguidores. Recibía miles de mensajes al día de personas que querían ir a verle cuando no le conocían de nada. Era demencial completamente, actuaba como un loco. En un momento tan crítico en el que estaba en riesgo de perder su vida, su única actividad, lo único que quería en este mundo era estar en Facebook”, recuerda Carmen.

Tenía fotografías tomadas en la habitación del hospital con dos vías en cada brazo en las que salían primeros planos de su pene listos para mandarlas

Físicamente estaba cada día peor. A las cuatro semanas de tratamiento y a dos días de celebrar el 18 cumpleaños de su hija, los médicos le obligaron a quedarse ingresado en el hospital. Fue entonces cuando Rafa le pidió a su mujer que cogiese el ordenador familiar –que él utilizaba permanentemente junto con el móvil para meterse en Facebook– para que ella se hiciese cargo de un problema laboral. Aturdido por el tratamiento, probablemente no sabía ni lo que le pedía a su mujer.

“Al encender el portátil se me abrió un aviso de un mensaje de Facebook y averigüé que estaba teniendo sexo virtual con una chica de Cáceres. Tenía fotografías tomadas en la habitación del hospital con dos vías en cada brazo en las que salían primeros planos de su pene listas para mandárselas”, explicaba horrorizada Carmen. “Descubrí que estaba follando virtualmente con su amante desde hace meses justo en el momento en el que los médicos me informan de que su muerte era cuestión de días”.

“Esto es sólo un juego”

“Me gustaría desactivar mi cuenta para siempre, pero unos días después de haberla cerrado la activo de nuevo”, confiesa Mary Stringer en el mencionado documental británico, quien ya está buscando ayuda profesional para ser capaz de mantenerse lejos de su teléfono móvil. Algo parecido a lo que le ocurría a Rafa, quien tardó al menos dos días en desactivar su cuenta pese a que su esposa hubiese destapado sus infidelidades y él se encontrase prácticamente inmóvil en una cama de hospital.

Accedió a bloquear a la que había sido su amante virtual a través de la red social, pero se negó radicalmente a cerrar su perfil por completo: “Nunca jamás, es mi vida. Están todos mis amigos y mi trabajo”. Aquellos miles de 'amigos' de Facebook ni siquiera le conocían en persona. Fue entonces cuando Carmen se dio cuenta de que “los cuernos eran secundarios, el problema era que mi marido era adicto”. Ella no podía presionarle más y él estaba afectado por la medicación, pero una conversación con su hija le hizo recapacitar: por fin se cerraría el perfil.

Viviendo con un adicto

Para la elaboración del documental, investigadores de la Universidad de Liverpool solicitaron a un conjunto de personas que se sometiesen a una resonancia magnética para averiguar qué sucedía realmente en sus cerebros cuando observaban fotos o leían comentarios de un ser querido en alguna red social. La neurocientífica Joanne Powell analizó los resultados observando que el cerebro reacciona de forma diferente cuando las personas ven la actividad 'online' de sus amigos. “Cuando el cerebro procesa la información de amigos cercanos, se activan las partes de la corteza cerebral que procesan la emoción y la memoria a largo plazo. Por decirlo de algún modo: sus 'amigos' realmente iluminan sus cerebros”. Una sensación de alegría y placer que fácilmente deriva en una dependencia emocional e incluso física por observar qué ocurre en las redes y querer ser partícipe de las mismas.

En Facebook Rafa era una persona soltera, sin hijos, extrovertida, súper cachonda, desinhibida… En la vida real es una persona completamente distinta

“Rafa cuidaba su perfil como si fuese su vida. Cambiaba su avatar prácticamente a diario. Tenía más de 2.000 amigos en Facebook y hablaba a diario con unos 500. Su máxima obsesión, la ilusión de su vida, era tener un nuevo amigo cada día y si no lo conseguía se desesperaba y no hacía nada más en todo el día hasta que conseguía tener otro. Se picaba con otras personas a ver quién tenía más”, recuerda apenada Carmen. A día de hoy, Carmen sigue sin entender la capacidad que tienen algunos usuarios para abstraerse y alejarse de su vida real y centrar todas sus fuerzas e intereses en la virtual. “Destruye tu vida. En el caso de Rafa, la adicción afectó a su economía doméstica, a su trabajo profesional, al trato familiar, a su mente e incluso a su físico”.

Señala uno de los ejemplo que más le han llamado la atención que demuestra hasta dónde puede llegar la influencia de esa vida virtual paralela, la dedicatoria de un libro publicado por uno de los 'amigos' de Rafa: 'A mi pareja, a mis amigos reales 'futano' y 'mengano' y a mis amigos y a mis amigos de Facebook, mucho más reales'. “Es alucinante”, opina Carmen.

Exhibicionismo verbal y visual

“La persona que sale en mi Instagram no soy realmente yo, ella es más elegante y mucho más 'cool' que yo”, confiesa en el documental Sara, de 17 años. Como ella, otras muchas personas pasan a ser un personaje de ficción, y pocas veces saben controlarlo adecuadamente. “En Facebook Rafa era una persona soltera, sin hijos, extrovertida, súper cachonda, desinhibida… En la vida real es una persona completamente distinta. Se le fue de las manos la vida de ficción”, ha podido entender Carmen tras meses de charlas y ayuda profesional.

Destruye tu vida. En el caso de Rafa, la adicción afectó a su economía doméstica, a su trabajo profesional, al trato familiar, a su mente e incluso a su físico

“Rafa me ha confesado que se dedicaba a cultivar 'groupies', que ni le interesaban esas chicas ni nada pero que le gustaba coleccionarlas. Se sentía halagado y le hacían sentir importante. Contactaba con gente que tenía muchos seguidores, mujeres especialmente, y se dedicaba a cultivar amistades picantes”. Y no es el único. Miles de usuarios adultos aprovechan sentirse deshinibidos para establecer relaciones o hablar de sexo, algo que en opinión de Carmen se traduce en “exhibicionismo verbal y termina por ser algo totalmente patológico”.

El rastro de la infidelidad que no se borra

Durante los dos días en los que su marido alargó la decisión de cerrar su cuenta de Facebook, Carmen pudo investigar hasta dónde había llegado su aventura cibernética. “Hace años una amiga descubrió que su pareja se ofrecía en internet para hacer tríos con travestis y contactó con un detective informático para ver cómo podía acceder a su ordenador. Hablando con ella decidí acudir a aquel mismo profesional. Quienes saben de esto, pueden encontrar cualquier conversación de cualquier chat privado. Es flipante”, asegura Carmen.

Descubrió que Rafa llevaban meses manteniendo relaciones sexuales virtuales. Vídeos, imágenes y mensajes subidos de tono abiertas a cualquier internauta se lo demostraron: “Salían las conversaciones en Google e incluso imágenes de los genitales de ambos. ¡Cualquier podía verlo!”, relata aún sorprendida.

Cuidado con lo que compartes

El hecho de que él nunca se desprendiese de su móvil le hizo sospechar pero siempre preservó la privacidad de su marido. Sin embargo, la sincronización entre el teléfono y el ordenador de uso compartido con su mujer le delató: “Todo lo que él estaba viendo en el móvil me saltaba a mi en el portátil porque él lo tenía abierto”. Sin embargo, descubrir conversaciones, vídeos y fotos delatoras de una infidelidad, no sirve de prueba ante la ley. “Quería contárselo a la pareja de ella –con quien ha podido saber que lleva 10 años de relación– porque me daba mucha pena, pero él no me cree y dice que no tengo pruebas, ¡aunque tengo vídeos y fotos de lo que hacía su mujer! El problema es que no se los puedo enseñar porque es ilegal. Me resulta humillante y frustrante”.

Si no hubiese estado metido en la red no habría trivializado el cáncer y se habría preocupado de cosas importantes. En aquel momento él eligió Facebook

Probablemente debido a que muchas personas lo desconocen o no prestan la suficiente atención a los filtros de privacidad que ofrecen las diferentes plataformas online, el hecho es que las infidelidades en las redes sociales dejan mucho más rastro del que podemos creer. “En las redes se queda todo. Si le pides a un profesional de una agencia especializada que te descargue los chats privados de Facebook, lo puede hacer, aunque legalmente es muy complicado”, comenta la damnificada. “Es muy peligroso y creo que la gente no es lo suficientemente consciente. Ha habido sentencias de personas que tienen pruebas de que sus parejas les han sido infieles, las han presentado en el juicio y la multa les ha caído a ellos por no preservar su intimidad. ¡Encima de cornudos les toca pagar!”, comenta sorprendida.

El proceso de desintoxicación

Los expertos aseguran que la sensación de dependencia por conectar con sus 'amigos', hace que los adictos a las redes se sientan solos, perdidos y tristes si no encuentran a sus contactos en línea cuando encienden sesión. El hecho de que el número de afectados aumente casi a la par que el de usuarios en las redes sociales, ha hecho que terapeutas y psicólogos se pongan al día para paliar los daños y ayudarles en el proceso de desintoxicación.

En la actualidad está en tratamiento psicólogico y ha roto radicalmente con su personaje virtual. “Me pareció un gesto muy noble que aún siendo adicto pusiese de su parte para dejarlo cuanto antes. Todavía nos quedan muchas conversaciones pendientes, pero lo primero es el cáncer”, subraya Carmen.

“Hoy vuelve a ser él y me da las gracias por haberle ayudado a abandonar esa basura y salir de ese pozo del que no podía salir. No le gustaba ser así pero en aquellos momentos le había trastocado la cabeza. Si no hubiese estado tan metido en la red no habría trivializado el cáncer y se habría preocupado de las cosas importantes de su vida. En aquel momento él eligió Facebook”.

Actualmente más de mil seiscientos millones de personas en todo el mundo tienen cuentas en Facebook, y, aunque la mayoría de las personas apenas lo utilizan para mantener contacto con personas cercanas conocidas y tienen un mínimo cuidado con la privacidad de sus perfiles, lo cierto es que se estima que una cuarta parte de los usuarios cuentan con más de 500 'amigos' en la red social. El problema, tal y como ha analizado un equipo de expertos en un documental realizado para la cadena de televisión británica UKTV channel W, es cuando la interacción diaria supera la barrera de lo conocido, y se encuentran amigos reales y cercanos entre ese medio centenar de la lista, siendo la inmensa mayoría completos desconocidos.

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