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La pastilla que te hace pensar como un niño de 7 años y otras fórmulas para ser más listo
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POTENCIAR LA MENTE, OBSESIÓN DE LA CIENCIA

La pastilla que te hace pensar como un niño de 7 años y otras fórmulas para ser más listo

Una de las grandes metas que se ha marcado la ciencia durante el último siglo ha sido la de ser capaz de encontrar un método para mejorar la inteligencia

Foto: Algunos científicos de mediados del siglo XX pensaban que pronto encontraría la pastilla que mejoraría nuestro coeficiente intelectual. (Corbis)
Algunos científicos de mediados del siglo XX pensaban que pronto encontraría la pastilla que mejoraría nuestro coeficiente intelectual. (Corbis)

El ser humano ha perseguido, al menos durante los tres últimos siglos, controlar su entorno por todos los medios posibles, a pesar de que durante milenios, este se encontró a merced de la naturaleza.El consumo tecnológico está orientado a tal objetivo: si podemos estar al tanto de todo lo que ocurre en el planeta, si podemos eliminar el número de variables fuera de nuestro alcance, tendremos más éxito en nuestro trabajo y en nuestra vida personal.

Ello incluye que queramos cambiar las características personales con las que hemos nacido. Si no nos gusta tener el pelo oscuro, nos teñimos de rubio. Si no nos gusta ser pálidos, nos bronceamos. La cirugía estética nos permite cambiar nuestros rasgos faciales hasta que no nos conozca ni nuestra madre, y los tacones y el relleno estratégico nos llevan a aparentar lo que no somos. Si estamos flojos, nos apuntamos al gimnasio, y si tenemos cualquier problema de salud, nos medicamos.

Los niños de siete años aprenden idiomas con mayor facilidad que los adultos

Pero, ¿qué ocurre con la inteligencia? ¿Podemos convertirnos en personas más listas, o estamos condicionados para arrastrar durante toda nuestra existencia el coeficiente intelectual con el que nacimos? Los videojuegos de entrenamiento mental prometen que así es, por mucho que un estudio publicado en Nature afirmase en 2010 que esta clase de pasatiempos no aumentan realmente nuestra capacidad intelectual.

Es algo que también argumentan algunos de los defensores de la teoría de la plasticidad neuronal, que señalan que, debido a que podemos moldear nuestro cerebro a través de nuestro comportamiento, podemos hacernos más inteligentes siguiendo los pasos adecuados. No son los únicos.

La pastilla milagrosa y otros experimentos semejantes

Esta semana se ha publicado un estudio en el que su autor, un profesor de biología celular y molecular llamado Takao Hensch, asegura haber encontrado una pastilla que te permite pensar como un niño de siete años. Habrá quien piense que no hay nada de ventajoso en ello, si no fuese porque, como recuerdan a menudo los educadores, es a esa edad cuando más fácil resulta retener nuevos conocimientos. Especialmente si estos consisten en aprender una nueva lengua o en manejar una nueva habilidad.

David Kroch pensaba que para el siglo XXI tendríamos a nuestra disposición un gran número de fármacos que mejorarían nuestra inteligencia

Según el autor, la droga, diseñada a partir de ácido valproico, permite retener información de la misma forma que la de un niño. El estudio se propuso identificar si su consumo permitía alcanzar la afinación perfecta (“the perfect pitch”) a los analizados, un grupo de personas de entre 18 y 27 años, que en teoría lo tendrían mucho más difícil que los pequeños. Y así fue: por primera vez, Hensch consiguió que un conjunto de adultos alcanzase dicho objetivo de la misma forma que si tuviesen siete años.

Que nadie corra a encargar unos cuantos bidones de ácido valproico, y no sólo porque los efectos secundarios del compuesto sean aún desconocidos. Como ocurre a menudo con este tipo de investigaciones, su muestra es tan pequeña que difícilmente sus conclusiones pueden generalizarse. Desde luego, hay algo de lo que podemos estar seguros: da buena idea de la obsesión de gran parte de la comunidad científica por hallar la manera exacta de conseguir mejorar nuestra inteligencia.

Recetas geniales (y peligrosas)

Como ya señalóel psicólogo David Kroch a mediados de los años cincuenta, la posibilidad de convertirnos en personas más inteligentes es tan tentadora que probablemente terminaría conformando una gran industria, como finalmente ha ocurrido. Aunque Krech era un optimista, ya que pensaba que para el siglo XXI la mayor parte de ciudadanos tendrían a su disposición un gran número de fármacos que les permitirían mejorar su inteligencia, también señaló que estos avances podrían ser utilizados como una herramienta de control por parte de los gobiernos y discutió sus implicaciones éticas.

La estimulación directa-indirecta trancraneal permitía a los jugadores hacerlo mejor

Desde luego, se han convertido en el reclamo publicitario ideal, y un gran número de productos se han diseñado para dar respuesta a dicha demanda. Es lo que ocurre, por ejemplo, con un compuesto conocido como Brain Toniq, que se presenta como “el primer compuesto orgánico, de origen botánico y sin cafeína, diseñado para aquellos que necesitan una mayor concentración y claridad mental”. Y que, por si hay alguna duda, aclara que no se trata de “un invento de marketing”. Lo cual, no obstante, no quiere decir que te haga más inteligente, sino que, más bien, genera unos efectos semejantes a los de la cafeína, pero sin cafeína.

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Alburquerque y publicado en la revista Nature aseguró haber averiguado qué clase de impulsos eléctricos pueden mejorar la forma en que los estudiados jugaban a Darwars Ambush!, un videojuego de guerra. Según los resultados presentados por el neurocientífico Vincent Clark, el tdCS, o estimulación directa-indirecta trancraneal, –dos miliamperios en el cuero cabelludo– provocaban que los jugadores lo hiciesen el doble de bien. Eso sí, aunque aprendían con una mayor velocidad, “no eran capaces de tener un juicio intuitivo o introspectivo de por qué”. Se trata, como señalaba el artículo, de una vieja pretensión, según la cual la electricidad puede alterar nuestras funciones cerebrales y despertar zonas adormecidas del cerebro.

Memoria de trabajo vs. inteligencia fluida

En la mayor parte de casos, el problema es diferenciar entre la memoria de trabajo y la inteligencia fluida. La primera es fácilmente influenciable, y se trata de aquella que se refiere al almacenamiento temporal de información, que nos permite llevar a cabo las funciones ejecutivas. La inteligencia fluida es mucho más general, y es más difícil de alterar. Según el psicólogo británico Raymond Catell, la inteligencia fluida es aquella que, heredada, nos permite pensar y razonar de manera abstracta, así como adaptarnos a nuevas realidades sin tener en cuenta nuestra experiencia previa.

El estudio que aseguraba aumentar la inteligencia fluida no ha podido ser replicado

La ciencia desconfió de productos y herramientas como las anteriormente presentadas hasta que un estudio publicado en 2008 aseguró, por primera vez, que había conseguido alterar la inteligencia fluida.Sus autores, Susanne M. Jaeggi, Martin Buschkuehl, John Jonides y Walter J. Perrig, aseguraron haber encontrado la forma idónea para mejorar dicha inteligencia. Es la llamada tarea “dual n-back”, que puede llegar a alterar nuestra gF (inteligencia fluida).

¿En qué consiste? Se trata de una práctica que se puede probar en Soak Your Head y que consiste en presionar una tecla cuando nos damos cuenta de que la voz del programa ha repetido una letra en dos posiciones no consecutivas. La aplicación se complica cada vez más y finalmente consigue, al cabo de 19 días con una práctica de 20 minutos diarios, aumentar nuestra inteligencia. O al menos eso aseguraban sus autores, ya que dicho estudio ha sido recibido con variedad de opiniones e incluso algún experimento ha sido incapaz de reproducir sus efectos, como el publicado en 2012 en el Journal of Experimental Psychology.

Al final, el mejor método para mantener nuestra memoria en forma responde al sentido común. Si nos alimentamos bien, dormimos lo suficiente, realizamos las pausas necesarias que nos permitan concentrarnos durante más tiempo, leemos a diario, hacemos ejercicio y nos cuidamos lo suficiente, probablemente discurriremos mejor que aquellos que mantienen dietas pesadísimas, duermen cuatro horas, intentan hacer cuatro cosas a la vez y pasan las noches sentados frente al televisor. Por mucho que ellos hayan nacido con una mayor inteligencia fluida que nosotros.

El ser humano ha perseguido, al menos durante los tres últimos siglos, controlar su entorno por todos los medios posibles, a pesar de que durante milenios, este se encontró a merced de la naturaleza.El consumo tecnológico está orientado a tal objetivo: si podemos estar al tanto de todo lo que ocurre en el planeta, si podemos eliminar el número de variables fuera de nuestro alcance, tendremos más éxito en nuestro trabajo y en nuestra vida personal.

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