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Cuando el cliente te chantajea: "O me regalas la comida o te pongo a parir en internet"
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HOSTELEROS ANÓNIMOS DENUNCIAN LA 'EXTORSIÓN'

Cuando el cliente te chantajea: "O me regalas la comida o te pongo a parir en internet"

Son pocos, pero significativos y crecientes. Hablamos con cinco hosteleros que han sufrido el chantaje de 'celebrities' de redes sociales y usuarios de guías gastronómicas de internet

Foto: (EFE/David Aguilar)
(EFE/David Aguilar)

A todos nos ha pasado: estamos en una ciudad que no conocemos y vamos a cenar a ese restaurante baratito que tan buenas críticas parece tener en internet. Pero a la hora de la verdad, el sitio ideal se convierte en poco menos que la casa de los horrores.

Resulta que nada es lo que parecía. Porque si "la especialidad es la tortilla", uno se pregunta dónde suele comer tortilla el que escribió eso; si "el trato es excelente", quizá lo sea si acabas de salir de la cárcel; y si "comes bastante por poco dinero", a lo mejor resulta que comes lo mismo que siete familias y no te habías dado cuenta hasta ahora.

El "bueno, bonito y barato" que viste en internet y que te hizo decidirte por aquel sitio acabará provocando que te sientas estafado. Y si eres turista, la broma puede acabar aún peor.

Cuando el cliente es el estafador

A raíz de este tipo de anécdotas, por las que todos hemos pasado, viene a la cabeza el mismo pensamiento: ha sido el propio dueño del restaurante el que se ha dedicado a poner comentarios positivos sobre su local en las distintas webs que sirven de guías gastronómicas (Tripadvisor, Yelp, Foursquare, Google Maps...).

El chaval se levantó, se puso a la altura del camarero y le dijo que o le invitábamos o nos arruinaba el restaurante

También puede suceder que los papeles se intercambien y sea el consumidor el que, presumiendo de tener gran reputación en estos portales o de contar con cientos de miles de seguidores en Twitter o Instagram, chantajee al hostelero para tener un descuento significativo o incluso comer gratis. Bajo la amenaza, siempre, de hundir el mayor o menor prestigio del local en internet.

Hemos hablado con cinco hosteleros y empleados de restaurantes que han sufrido las consecuencias de esta especie de extorsionadores 2.0. Unos chantajistas que son clarísima minoría, reconocen, aunque cada vez más significativos. Y la mejor prueba de ello es que ninguno de los hosteleros ha querido que el nombre de su restaurante aparezca en el reportaje.

Caso 1: el instagrammer que cenó gratis

José Antonio tiene, en pleno Malasaña, un local a medio camino entre el tapeo y el restaurante, con pinchos baratos para el que quiere tomarse unas cañas por unos 20 euros, pero también con una surtida carta de tapas elaboradas que pueden elevar la cuenta final hasta los 50-60 euros por persona.

Un día entre semana, hace varios meses, uno de sus camareros se enfrentó a algo que no les había pasado nunca: "El cliente era un chaval joven, de entre 25 y 30 años, y estaba con su novia. Cuando pidió la cuenta, se levantó de la silla, se acercó a mi camarero y le dijo en voz baja que él era muy famoso en internet, que tenía muchísimos seguidores en Instagram. Que si le dejaba la cuenta gratis, subiría una foto de nuestro plato a Instagram y nos recomendaría. Por lo visto le enseñó el móvil y mi camarero dice que tenía 130.000 seguidores o algo así, un montón".

Más de 130.000 seguidores y una buena crítica

Y, ¿qué hacer ante algo así? "Mi camarero no sabía ni qué hacer. La cuenta era de 142 euros y le dijo que no, que claro que no se la podía dejar gratis. El chaval le insistió, le dijo que aunque fuera le descontara la mitad, que eso iba a ser muy bueno para nosotros, así que mi camarero me llamó al móvil. Yo no tenía ni idea de qué hacer, la verdad. No quería darle la cena gratis a un chaval, pero como parecía que tenía tantos seguidores... Al final me puse nervioso y le dije al camarero que sí, que se lo dejase gratis".

Me dijo que era famosa, que hacía críticas de restaurantes y que su blog lo leía mucha gente. Que mirase a ver si se lo podía dejar gratis

Pero la promesa del instagrammer no se cumplió: "Me tiré un mes entero como un gilipollas, buscando por todo internet a ver si en Instagram alguien había hablado de nosotros, pero nada. Y nos dijo cómo se llamaba, pero con los nervios ni nos acordamos. Así que nada, 142 euros que le regalamos a ese gilipollas".

La sensación, evidentemente, no puede ser más negativa: "No hay día que no me arrepienta, pero es que nunca nos había pasado esto, nos pilló por sorpresa, así que no supe reaccionar. Si me acordase de su nombre, te juro que te lo diría para que lo saques en el reportaje".

Caso 2: "O me lo dejas gratis o te pongo a parir"

Ana María tiene un restaurante cerca de la Avenida Alberto Alcocer, también en Madrid. A mediodía suelen comer los trabajadores de las oficinas por un menú de 18 euros; por la noche, la cosa cambia: todos los platos son de carta, el nivel sube un poco más y la cuenta suele salir por unos 40 euros por cabeza.

Una noche vio a un cliente que, desde el primer minuto, sabía que le daría problemas: "Un niñato, no tendría ni 30 años, pero iba de chulito. Hablaba a voces y tenía postura de pijo macarra, estaba claro que quería impresionar a la chica con la que iba. Estaba hablando a voces y cuando mi camarero le pidió que bajase el tono, le respondió muy mal, así que a partir del segundo plato me puse yo a atenderles".

Lo peor vino después, cuando llegó la cuenta de 85 euros (champán final incluido): "Me miró de arriba a abajo y me dijo que llamase al encargado, que quería hablar con él. Cuando le dije que la encargada era yo, el tío me dijo tan tranquilo que él solía poner críticas sobre restaurantes en muchas webs y que tenía muy buena reputación en todas. Y me lo soltó tal cual: 'O me dejas la cena gratis, o te pongo a parir en internet'".

La hostelera alucinó en colores: "Lo peor ya no era lo que me decía, sino que me lo estaba diciendo con toda la chulería del mundo, el niñato". Su respuesta no se hizo esperar: "O me pagas ahora mismo o llamo a la Policía".

"Tú sabrás, te hundo tu negocio de mierda"

Al cliente le cambió el gesto, pero no la actitud: "Tú sabrás lo que haces, ¿eh? Te hundo tu negocio de mierda, te lo hundo". Unos segundos después, pagó la cuenta y se fue.

¿Habría consecuencias? "Al día siguiente, no te creas que tardó mucho. Vi que en varias webs había varios usuarios que nos habían puesto a parir: que si éramos antipáticos, que si muy caros, que si habían encontrado una cucaracha... alucinante".

¿Qué hacer en una situación así? "Como hasta entonces siempre habíamos tenido críticas muy buenas, escribimos a todas las webs para decirles lo que había pasado. Algunas ni nos contestaron, y otras eliminaron algunos comentarios y las cuentas de los usuarios, porque habían escrito todos desde la misma IP. Pero aún tenemos algunos comentarios negativos".

Caso 3: "O me invitas o te arruino"

A nuestro tercer hostelero lo conocemos gracias a la anterior, ya que ambos están convencidos de que sufrieron al mismo cliente. Agustín tiene un restaurante de ambiente familiar en la madrileña zona de Cuzco, muy cerca del de Ana María. Las cuentas suelen variar, ya que casi siempre hay niños pequeños, pero el precio suele estar en torno a los 35 euros por adulto.

A Agustín le pasó algo muy similar: "Era un chaval muy joven, e iba con una chica que encima le reía las gracias. Hablaba muy alto, hasta que un camarero y una pareja de la mesa de al lado le dijeron que bajase el volumen. Y como el de la mesa de al lado le sacaba una cabeza, se calmó un poco".

"O se lo dejaba gratis o me montaba una escena"

Cuando llegó la cuenta (unos 60 euros, nada del otro mundo en ese local), empezó la gresca: "Le dijo al camarero que le invitara, con todo el morro. Que si no, hablaría mal de nosotros en internet. Mi camarero le dijo que no podíamos hacer eso, así que el chaval se levantó, se puso a su altura y le dijo que o le invitábamos o nos arruinaba el restaurante".

En ese momento, y viendo que el encuentro se ponía muy tenso, Agustín intervino: "Había escuchado lo que había dicho, pero yo sólo podía pensar en que al lado de esa mesa había otra de más de 20 personas a la que estábamos haciendo un servicio muy bueno. A mí que me ponga a parir en internet un crío me da igual, lo que me daba miedo era perder a gente como los de la mesa de al lado, así que me puse nervioso y le dije que se largase rápido, que estaba invitado".

Caso 4: la bloguera que pagó el 50%

Laura tiene un restaurante pequeño y medianamente exclusivo en la zona de Chamartín en el que no aceptan a nadie sin reserva. El precio por persona es elevado, de cerca de 80 euros. Una noche, una chica joven hizo una reserva para seis personas e incluso llegó a encargar por anticipado una tarta y un par de botellas de champán, ya que era su cumpleaños.

Me dijo que era un 'youtuber' famoso y que, si no les hacía un descuento, nos ponía a parir. ¡Pero si esto es un McDonald's, 'flipao'!

Y la verdad es que todo fue como la seda: "Era un grupo de chicas encantadoras. Simpatiquísimas, discretas, educadas... un encanto. Fíjate cómo serían, que ni siquiera cantaron el cumpleaños feliz por no armar follón".

Pero al final, ya se lo imaginarán, llegó la sorpresa: "La chica que había hecho la reserva me dijo que se venía conmigo a la barra a pagar y no puse problema, ya que di por hecho que iba a invitar a las amigas y no querría que se enterasen de cuánto había costado todo. El total eran 592 euros, no lo voy a olvidar en mi vida".

"Eran 592 euros y me dijo que lo dejara gratis"

"Aquí casi nadie paga en efectivo, así que fui a por el datáfono. Pero entonces me dijo que ella era muy famosa, que tenía un blog en el que hablaba sobre moda y gastronomía. Que muchas veces hacía críticas de restaurantes y que su blog lo leía mucha gente. Que mirase a ver si se lo podía dejar gratis", nos cuenta.

Laura no daba crédito: "Como seguía siendo muy educada, me quedé en shock, pero le dije que no podía dejarle gratis una cena así. Que, si quería, podía hacerle un descuento la próxima vez o invitarla a una cena para dos, pero que esa cuenta no se la podía dejar gratis. Ahí fue cuando dejó de ser educada, se puso chula y me dijo que si no le dejaba la cena gratis, millones de personas se iban a enterar de que mi restaurante era una mierda".

"Estuvimos negociando y se quedó en un 50%"

La hostelera no sabía qué demonios hacer: "Me tenía despistada. Todas habían sido muy educadas y tenían pinta de ser personas con dinero, así que esa amenaza me dejó descolocada. Le dije que me daba igual, que escribiera lo que quisiera, y ella me dijo que al menos le rebajara el 75%. Yo le dije que sólo podía hacerle un descuento del 25%, ella lo subió al 50% y decidí aceptar por miedo".

¿Y después? "Ni te imaginas la de días que estuve en internet buscando su dichoso blog, porque su cara no la iba a olvidar en la vida. A ella no la encontré, pero sí encontré el de otra chica que me sonaba. Juraría que era una de sus amigas, pero es que tampoco estoy segura. Pero vamos, que me engañó bien engañada".

Caso 5: "¡Pero si esto es un McDonald's, flipao!"

La única anécdota es, por lo menos, divertida. Nos la trae Carlos, un jovencísimo empleado de un McDonald's en pleno centro de Madrid. Por su trabajo, sus horarios y la edad media de sus clientes, Carlos está bastante acostumbrado a lidiar con gente que da problemas.

Una tarde-noche de sábado, un grupo bastante numeroso de menores de edad hizo un pedido: "Cuando tenían que pagar, el cabecilla me dijo que era un youtuber famoso y que, si no les hacía un descuento, nos iba a poner a parir en un vídeo". A Carlos la respuesta le salió del alma: "¡Pero si esto es un McDonald's, flipao!".

"¡Es que encima no eran ni 20 euros!"

Nuestro protagonista recuerda la anécdota entre la risa y la lástima: "¡Si es que no eran ni 20 euros lo que tenían que pagar! Además, ¿qué reputación van a joder, si esto es una multinacional? Sí, seguro que el jefe mundial de McDonald's está acojonao por los niñatos estos, no me jodas. En cuanto avisé al de seguridad, pagaron y se fueron".

"Lo mejor de todo", recuerda, "es que los días siguientes ya teníamos curiosidad por ver si subían un vídeo o algo. Y lo subieron, así que todos los del trabajo nos pusimos a marcarlo como que tenía contenido racista y les borraron la cuenta al día siguiente. Si no tenían ni seguidores ni nada...".

Quien roba a un ladrón...

En cualquier caso, todas estas anécdotas nos llevan a abordar otro tema también necesario. Porque parece que hay algunos usuarios (minoría, según los propios hosteleros) que intentan trampear las reseñas online para criticar a un restaurante, pero, ¿cuántos restaurantes harán justo lo contrario para beneficiarse a sí mismos?

Una cosa es hacer alguna trampa para beneficiarte, y otra es extorsionar a un restaurante para que te salga la comida gratis

"Muchos menos de los que la gente piensa", nos cuenta Ana María, "pero algunos hay. Desde luego, más que usuarios que hacen trampas. Ningún hostelero dice que él lo haga, pero todos conocen a un amigo de un amigo de un amigo que tiene un restaurante y sí lo hace".

"De todos modos", asegura, "la gente se equivoca si piensa que eso lo hacemos la mayoría, ¿eh? Si acaso lo hacen un poco más los nuevos, pero el resto no tanto. Mira, con todo el trabajo que tenemos aquí a diario, ¿de verdad te crees que yo tengo tiempo de estar luego en el ordenador yéndome a todas las webs? Que no, hombre, que no".

"Una cosa es hacer trampas... y otra extorsionar"

Por otro lado, la hostelera pone matices: "Una cosa es hacer alguna trampa para beneficiarte, y otra muy distinta es extorsionar a un restaurante para que te salga la comida gratis".

Además, "si yo me invento una crítica positiva de mi restaurante en internet pero hay muchas más negativas, da igual lo que yo haga. Lo peor de esta gente no es que te ponga mal en internet, sino que te chantajea y encima se sale con la suya".

"¿Cuántas veces has buscado tú un restaurante por internet?"

José Antonio, de hecho, casi niega la mayor: "A ver, cuéntame, ¿cuántas veces has entrado tú en una web a buscar un restaurante? No me creo que lo hagas siempre. Lo habrás hecho alguna vez, pero casi siempre irás al sitio que te ha recomendado un amigo o buscarás en plena calle. Como mucho buscarás en internet un restaurante del que ya te han hablado, pero nunca vas a ciegas".

Además, cuestiona la relevancia real que puedan tener las críticas online: "Que sí, que mucha gente busca en internet, pero que son minoría. Te aseguro que la mayoría de nuestros clientes no nos buscan en internet".

A todos nos ha pasado: estamos en una ciudad que no conocemos y vamos a cenar a ese restaurante baratito que tan buenas críticas parece tener en internet. Pero a la hora de la verdad, el sitio ideal se convierte en poco menos que la casa de los horrores.

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