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Rusia necesita a sus soldados cantantes
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"nuestros paracaidistas de la cultura"

Rusia necesita a sus soldados cantantes

Los rusos celebraban sin demasiado entusiasmo los 25 años de la caída de la URSS y se toparon con el mortal accidente aéreo de uno de sus símbolos: el Coro del Ejército Rojo

Foto: Ciudadanos colocan velas ante la embajada rusa en Minsk en memoria de las víctimas del accidente (Reuters).
Ciudadanos colocan velas ante la embajada rusa en Minsk en memoria de las víctimas del accidente (Reuters).

El azar de la historia así lo ha querido. Los rusos celebraban sin demasiado entusiasmo los 25 años de la caída de la URSS y se toparon con la muerte de uno de sus símbolos por culpa de un accidente aéreo. 88 años de historia han quedado quebrados, y Rusia si pregunta si podrá rellenar el espacio que queda entre el pasado y el futuro.

Foto: Imagen de 2013 del coro Alexandrov, cuyos integrantes viajaban en el avión siniestrado (Efe)

Rusia empieza la semana con una jornada de duelo por los 'héroes' que han muerto, pero en las casas quedará sobre todo la sensación de que se ha desprendido algo del 'pegamento' que mantiene el país unido a lo que fue. Cuando alguien pone en cuestión la historia con minúsculas -purgas de Stalin, por ejemplo- ciudadanos de los más diversos estratos contestarán poniendo un 'pero' menor o mayor, pero casi siempre bajo palio de la historia con mayúsculas: la victoria contra los nazis, por encima de todo. La Segunda Guerra Mundial es la purificación de las culpas de los que mandaron, y la consolación de los que obedecieron. Por eso cuando el domingo cayó al Mar Negro el Tupolev que llevaba a los músicos a cantar en Siria, por un momento pareció que se hundían unas cuantas canciones de siempre.

A la institución se la conoce como Conjunto A.V. Alexándrov en honor a su primer director. Pero también se la ha llamado 'el arma cantante del Kremlin', por la capacidad que demostró para aunar voluntades en los momentos más difíciles de la historia del país. Sonaron desde los primeros días de la Segunda Guerra Mundial hasta el final de la contienda: fueron considerados parte integrante de la victoria por su labor, dando más de 1.000 conciertos y grabando varios discos mientras la lucha seguía en el frente. Un aspecto clave fue la radio. Su música se emitió una y otra vez, fue la banda sonora de muchas vidas maltratadas a distancia por los nazis.

Con sus gorras de plato y sus botas incompatibles con el silencio que impone un escenario, siempre han estado respaldados por el peso de la tradición, que es todo un pilar moral cuando la población percibe que es difícil crear algo nuevo. Ya en 1978, coincidiendo con el medio centenario de su creación, el colectivo recibió el más alto reconocimiento profesional de Rusia y obtuvo el estatus de institución académica. De esta manera se convirtió oficialmente en un nexo entre los cuarteles y la formación. Hasta el día del accidente, contaba con más de 200 integrantes, entre ellos 150 artistas profesionales entre coristas, solistas, bailarines y artistas de orquestra. Dentro y fuera de Rusia es considerada una potencia musical con un repertorio de más de 2.000 composiciones. Un caso de poder blando.

Los rusos se refieren a ellos como "nuestros paracaidistas de la cultura". En un país que no ha sabido canalizar su 'poder blando', el brillo de esta orquesta supone un activo: el grupo ha hecho giras lejos de las fronteras rusas, recorriendo más de 70 países de Europa, Asia, África y América, además de zonas de guerra como Afganistán, Yugoslavia y Chechenia. Que vistiesen uniforme y botas militares no es una casualidad: eran soldados y estaban sujetos a la misma disciplina y riesgos que el resto. Su música sigue siendo un imán para la población que vive en países que se han apartado de Moscú.

"Estamos en estado de shock, eran colegas nuestros y una compañía artística notable", dijo en una declaración Victor Eliseev, director musical dentro del Ministerio del Interior: en España resulta muy curioso que exista tal cargo, pero Rusia -pese a sus complicadas evoluciones- es un país donde los bailarines son reconocidos por la calle. Determinados ámbitos de la cultura tienen un componente de identidad que rebasa el plano lúdico o académico.

El Coro del Ejército Rojo interpreta 'Kalinka'

Los coros rusos supieron retener ese enganche. El brillo empañado de la URSS mantuvo su potencia dentro de las salas de conciertos. Tras la desintegración de la Unión Soviética, el presidente ruso Boris Yeltsin condecoró al conjunto con la Orden de la Estrella Roja por sus servicios excepcionales en defensa de la nación. El socialismo había terminado, pero esos artistas seguían llevando el nombre del Ejército rojo a todas partes, presentándose y ofreciendo espectáculos dentro y fuera del país. Aunque el Ejército rojo no existía ya, si perduraban los que habían formado parte de él, algunos varados en repúblicas que se habían separado, y que gracias a estos recuerdos seguían mirando hacia Moscú de vez en cuando.

Su repertorio incluye música folclórica y popular rusa. También himnos religiosos. Algunas de sus interpretaciones más reconocidas son 'Canto de los remeros del Volga', 'Katiusha', 'Kalinka' y 'Noches de Moscú'.

Katiusha dio después nombre a un sistema de misiles. Su letra inspiró el improbable bautismo de estos cohetes, desplegados inicialmente durante la Segunda Guerra Mundial: "Oh, canción, canción de la doncella/ vuela en dirección del luminoso Sol / y al soldado en el lejano frente / de Katiusha llévale saludos". Katiusha es una joven llamada Katia, pero en la consciencia colectiva es también un invento letal propulsado desde una lanzadera para defender la patria. Es complicado hablar de un cohete sin pensar en la canción, y tampoco se puede cantar la canción sin acordarse por un momento del cohete". En ese maridaje fueron claves estos músicos: el mayor colectivo artístico militar de Rusia, uno de los mejores colectivos de voces masculinas del mundo.

Una generación se ha ido, en un momento, para siempre. Como aquel 6 de febrero de 1958, cuando la alineación del Manchester United regresaba a Inglaterra tras un partido por la Copa Europea y el avión se estrelló: 23 personas perdieron la vida, incluyendo ocho futbolistas, tres integrantes del cuerpo técnico del equipo y varios periodistas. La reciente tragedia de los brasileños del Chapecoense ha repetido el drama. La sensación ahora es similar: "Han muerto todos los que daban color al conjunto. Los mejores solistas. Mi abuelo decía: 'Sin el coro, no hay conjunto'. En Moscú se quedaron el mismo número de artistas que murieron, pero fallecieron los mejores. Todo se vendrá abajo", dijo tras la catástrofe Evgueni Alexándrov, nieto del fundador de este colectivo.

Rusia es un país donde religiones y etnias comparten fronteras bajo un proyecto político que no reniega de lo anterior pero no termina de formular una alternativa civil más allá de la recurrente desconfianza hacia Occidente. En ese magma la conexión sentimental con la URSS y la complicidad histórica con la gran gesta bélica son el aceite que hace que la maquinaria funcione. El 'invento' de la nueva Rusia -que es más pequeña que antes pero sabe que quiere ser más grande que nunca- necesita esa música: por eso no olvidará a los que la cantaron.

El azar de la historia así lo ha querido. Los rusos celebraban sin demasiado entusiasmo los 25 años de la caída de la URSS y se toparon con la muerte de uno de sus símbolos por culpa de un accidente aéreo. 88 años de historia han quedado quebrados, y Rusia si pregunta si podrá rellenar el espacio que queda entre el pasado y el futuro.

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