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El ingeniero que soñó con el Nobel de la Paz
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LOS IMPULSORES DE LA REVOLUCIÓN EGIPCIA SE QUEDAN SIN PREMIO

El ingeniero que soñó con el Nobel de la Paz

La vida de Ahmed Maher se ha vuelto tan ajetreada que apenas tiene tiempo para atender a nadie. Cofundador del Movimiento 6 de abril, el principal

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El ingeniero que soñó con el Nobel de la Paz

La vida de Ahmed Maher se ha vuelto tan ajetreada que apenas tiene tiempo para atender a nadie. Cofundador del Movimiento 6 de abril, el principal instigador de las protestas que provocaron la caída del presidente egipcio Hosni Mubarak confiesa que no ha dejado de recibir llamadas desde que su nombre se colocó entre los favoritos, junto con otros protagonistas de la Primavera árabe, para recibir el Premio Nobel de la Paz. “Hoy no me han llamado tantos periodistas”, bromeaba ayer Maher en una fugaz conversación telefónica, tras saber que el galardón no era para ellos.

A su trabajo de ingeniero en una empresa de la construcción de El Cairo añade el cuidado de su hija de tres años. Justo el tiempo que Ahmed lleva detrás de este movimiento juvenil. Su experiencia como voluntario de una formación política secular le empujó entonces a crear junto con otra veintena de activistas un grupo que extendió su mensaje rápidamente a través de las redes sociales. Después, el estallido de las protestas en el mundo árabe trasladó al colectivo de la Red a las calles de Egipto. Hoy el 6 de abril tiene 120.000 seguidores en Facebook y 42.000 en Twitter. “En realidad yo trabajo para la revolución”, confiesa en una charla con El Confidencial.

La conversación con él es rápida y concisa. Combina un discurso elocuente en un inglés fluido, con frases lapidarias con las que alimentar a los periodistas. Sin una formación específica para la comunicación, irradia una preparación similar a la del resto de jóvenes que estuvieron tras las revueltas. Acababa de nacer cuando Mubarak ascendió al poder. Ahora, a sus 30 años, licenciado en la Facultad de Ingeniería de El Cairo, forma parte de una élite instruida, moderna, preparada y “harta de la violencia y la falta de democracia que representaba el anterior régimen”. Como la otra gran representante del Movimiento 6 de abril, Esraa Abdel-Fattah, también de 30 años y ejecutiva del departamento de Relaciones Públicas en una empresa cairota. O Wael Ghonim, que al cumplir la treintena dejó su trabajo como ejecutivo de Google en Dubai, para convertirse en uno de los cyberactivistas más celebres de la revolución. Como ellos, Maher ha sido arrestado y sometido a torturas por los militares.

Junto a la bloguera tunecina Lina Ben Mhenni, estos rostros de la primavera árabe estaban en todas las quinielas para hacerse con el Nobel. El día anterior al fallo, Ahmed reconocía sentirse esperanzado: “Si recibimos el premio, significará el triunfo de muchos egipcios, de un grupo muy amplio de personas, que tienen ganas ya de participar en política”.  

Un discurso que encaja perfectamente con el de Tawakkul Karman, la activista yemení, que junto a las liberianas Ellen Johnson-Sirleaf y Leymah Gbowee se hicieron finalmente con el galardón. “Dedico este premio a todo el mundo árabe. Es el triunfo de la revolución yemení”, declaraba exultante Karman. Sin embargo, pese a que Maher afirmaba sentirse satisfecho con el reconocimiento a su compatriota, le hubiera gustado cambiar el adjetivo egipcio por yemení. “Yemen se había relacionado siempre con el terrorismo, con Al Qaeda, pero ahora está inmerso en una revolución para acabar con la dictadura. Yemen es hoy como Egipto”, declaraba esforzándose por parecer orgulloso tras el veredicto.

Las primeras grietas en el movimiento

El líder del Movimiento 6 de abril tenía previsto asistir ayer en la simbólica plaza de Tahrir a una manifestación contra los militares que dirigen la transición política. Pero a la convocatoria, menos multitudinaria que en ocasiones anteriores, sólo se sumaron unos treinta jóvenes de la organización. Ni rastro de Ahmed, que seguía sin atender al móvil. “No tengo ni idea, pregúntale a él”, contestaban los miembros del movimiento al preguntarles por la ausencia de su líder.

El 6 de abril había acordado el día anterior no apoyar oficialmente la protesta, sino que fuera cada uno de sus integrantes a título individual el que decidiera si acudir o no. “Cada uno tiene sus opiniones sobre economía, organización política, las relaciones por Israel… ¿por qué tengo que opinar yo lo mismo que Maher?”, se cuestionaba Raef Hosam, estudiante de 21 años, presente en las protestas. El joven explicaba que dentro del movimiento se estaban formando dos ramas: el Frente Democrático y el Frente de Maher.

Ahmed, no obstante, rechaza la división e incluso niega liderar ninguna corriente alternativa o paralela al colectivo. Una vez localizado, explica que su ausencia se debía a una decisión personal. Un amplio grupo debió compartir también esta decisión y a juzgar por la participación del 6 de abril en Tahrir, la mayoría está con Maher. Aunque son todavía pequeñas, a su intento por aunar a los jóvenes, empiezan a salirle grietas.

Una vez despertado del sueño del Nobel, los esfuerzos de Ahmed se centran ahora en trasladar las reivindicaciones revolucionarias a la vida política. Descarta formar un partido, pero advierte que estará encima de quien ocupe el Gobierno tras el proceso electoral que comienza con los comicios legislativos del 28 de noviembre. “La revolución no ha terminado”, señala, antes de hacer una pausa. Y añade con tono de experimentado orador: “La revolución habrá concluido cuando los militares entreguen el poder a los civiles. Y después, habrá que seguir trabajando”.

La vida de Ahmed Maher se ha vuelto tan ajetreada que apenas tiene tiempo para atender a nadie. Cofundador del Movimiento 6 de abril, el principal instigador de las protestas que provocaron la caída del presidente egipcio Hosni Mubarak confiesa que no ha dejado de recibir llamadas desde que su nombre se colocó entre los favoritos, junto con otros protagonistas de la Primavera árabe, para recibir el Premio Nobel de la Paz. “Hoy no me han llamado tantos periodistas”, bromeaba ayer Maher en una fugaz conversación telefónica, tras saber que el galardón no era para ellos.