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Ruido de sables: el estilo de Draghi divide al BCE en pleno frenazo económico europeo
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Ruido de sables: el estilo de Draghi divide al BCE en pleno frenazo económico europeo

La voz de Draghi es la más influyente del BCE. Pero no la única. Y cada vez son más los miembros de la entidad que están hartos del modo en que la está gestionando

Foto: Los 24 miembros del Consejo de Gobierno del BCE en la reunión del 2 de octubre en Nápoles
Los 24 miembros del Consejo de Gobierno del BCE en la reunión del 2 de octubre en Nápoles

Mario Draghi preside el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE). Y, como es el que manda, su voz es lamás influyente. Pero no la única. A su lado hay 23 voces más, las de los otros cinco miembros del Comité Ejecutivo de la entidad y las de los 18 representantes de los bancos centrales de los países que comparten el euro como moneda oficial. Y según publica Reuters, cada vez hay más hartazgo entre los colegas del banquero italiano por el particular estilo que tiene Draghi de gobernar el BCE y porque, precisamente, usa su voz como le apetece, sin respetar lo acordado en el seno del Consejo.

Según detallan en la información Eva y Paul Taylor, la gota que colmó el paso tuvo lugar en la rueda de prensa posterior a la reunión de política monetaria del pasado 4 de septiembre. En esa cita, la institución recortó los tipos de interés hasta el mínimo histórico del 0,05% y anunció la puesta en marcha dos programas de compras de deuda privada (CBPP3 y ABSPP). Hasta ahí, todo según lo decidido colegiadamente en el Consejo de Gobierno. El problema vino cuando, en el turno de preguntas, a Draghi se le calentó la boca. Reconoció que el objetivo de esas medidas consistía en incrementar "el tamaño del balance del BCE hasta las dimensiones que tenía a comienzos de 2012".

Esas dimensiones se movían entre los 2,7 y los 3 billones de euros. Teniendo en cuenta que a comienzos de septiembre de este añoel balance del BCE se limitaba a 2,03 billones de euros, el presidente del BCE estaba poniendo unas metas muy claras a las últimas medidas anunciadas: perseguirían crear entre 700.000 y un billón de euros netos.

¿Dónde reside el problema? En que eso, especificar unos objetivos concretos,era justamente lo que quería evitar el Consejo de Gobierno. Según parece, lo decidido era dejarlo todo abierto, no hablar de cifras ni cantidades precisas. Pero Draghi hizo lo que quiso. Y el malestar se propagó.

Tras esa declaración, la sensación vigente en el BCE es que ha quedado preso de ese compromiso y que todas sus medidas han quedado supeditadas a la pretensión de ampliar el balance del BCE hasta esa horquilla comprendida entre los 2,7 y los 3 billones de euros. Todo lo que sea no alcanzar estos registros se interpretará como un fracaso y comouna decepción, con lo que eso supone de volatilidad e incertidumbre en los mercados. Y no sólo eso, sino que pondrá en riesgo la credibilidad de la institución.

El río del BCE, por tanto, anda de lo más revuelto. Y puede ser una oportunidad perfecta para la ganancia de un pescador comoel presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Si en los últimos tiempos parecía ser la voz disonante en soledad de la institución, en este contexto podría ganar adeptos a su causa, consistente en no embarcar al BCE en más aventuras monetarias de corte heterodoxo. Entre ellas, una especial: comprar deuda pública en el mercado, que conduciría a la puesta en marcha de un programa completo de expansión cuantitativa (QE) en la Eurozona, similar al ejecutado por la Reserva Federal en EEUU o el Banco de Inglaterra en Reino Unido.

El problema es que esta tensión interna se produce en un entorno económico sumamente delicado para la Eurozona. Por un lado, la inflación acumula 13 meses consecutivos por debajo del 1% y aunque el BCE se niega a hablar abiertamente de que la deflación –caída general de los precios– sea un riesgo real, lo cierto es que sí preocupa. Y por otro, el motor de la economía se ha frenado. Ya no es sólo que en el segundo trimestre el crecimiento se congelara –0%–, es que la Comisión Europea rebajó ayer sus pronósticos. Adelgazó el crecimiento previsto para este año del 1,2 al 0,8% y para 2015 del 1,7 al 1,1%.

A la espera de que los europaíses apliquen las reformas estructurales que reactiven su crecimiento, incrementen su productividad y consoliden sus finanzas públicas, la medicina del BCE emerge como la vacuna que la Eurozona tiene más a mano para evitar el germen de volver a caer en la recesión. Pero si Draghi pierde su autoridad y no logra generar el consenso preciso en el Consejo de Gobierno para aplicar más medidas, la región se quedará sin esa dosis adicional de estímulos monetarios. Y el riesgo de que la tercera recesión se acabe convirtiendo en una profecía autocumplida en la Eurozona será creciente.

En el fondo, las quejas en torno a la figura de Draghi tienen que ver con su forma de gobernar la entidad. Valiéndose de su experiencia en los mercados–tras su paso por Goldman Sachs–, en la esfera pública –tras ocupar varios cargos en la Administración italiana– y en el campo monetario –gobernó el Banco de Italia–, el banquero transalpino genera la sensación de que confía fundamentalmenteen su olfato y de que incluso menosprecia otras observaciones.

Es decir, su perfil es más personalistaque colegiado; está más basado en su propia visión de las cosas que en la puesta en común de las posiciones vigentes en el Consejo. O dicho de otro modo, su gestión estaría más próxima a la del expresidente de la Fed, Alan Greenspan, más dado a dirigir la entidad desde su particular punto de vista que a la del predecesor de Draghi, Jean-Claude Trichet, o a la del también exmandatario del banco central estadounidense, Ben Bernanke, más proclives al consenso y a una gestión sistemática.

La posición de Draghi se encuentra en entredicho. Las presiones se multiplican justo cuando el mercado espera el veredicto de la reunión de política monetariade noviembre, que se conocerá mañana. Se presume un cónclave tenso, ruido de sables incluido. Aunque para tensión y para ruido, losque soporta la economía europea. Sería bueno que en Fráncfort no se olvidara.

Mario Draghi preside el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE). Y, como es el que manda, su voz es lamás influyente. Pero no la única. A su lado hay 23 voces más, las de los otros cinco miembros del Comité Ejecutivo de la entidad y las de los 18 representantes de los bancos centrales de los países que comparten el euro como moneda oficial. Y según publica Reuters, cada vez hay más hartazgo entre los colegas del banquero italiano por el particular estilo que tiene Draghi de gobernar el BCE y porque, precisamente, usa su voz como le apetece, sin respetar lo acordado en el seno del Consejo.

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