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Banco Popular se blinda con la ampliación para no ser fagocitado en una fusión hostil
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ALGUNOS ANALISTAS CREEN QUE SE QUEDA CORTO

Banco Popular se blinda con la ampliación para no ser fagocitado en una fusión hostil

Las prisas de la ampliación del Popular responden también al deseo de anticiparse al Brexit y al 26-J, dos acontecimientos que suscitan especial temor en la comunidad bancaria

Foto: Presentación de la cuenta de resultados 2015. (Reuters)
Presentación de la cuenta de resultados 2015. (Reuters)

“La ampliación de capital de 2012 era a vida o muerte, pero la de ahora responde a la necesidad de anticiparnos ante un empeoramiento de la situación en los mercados dentro de un mes”, explicaban ayer en el Banco Popular en una clara alusión a los temores con que la entidad observa la tormenta que puede suponer el Brexit y las elecciones generales de finales de junio. Dos acontecimientos que son contemplados como una amenaza latente y que la banca española asume como una de esas contingencias de provisión obligatoria, donde hay muy poco que ganar y todo por perder.

[Lea aquí: Macroampliación del Banco Popular, engordar para morir]

Aparte de los condicionantes políticos que justifican el grito de socorro del Banco Popular a sus accionistas, la macroampliación aprobada ayer representa una clara declaración de independencia por parte del equipo gestor que encabeza Ángel Ron. El presidente del banco tiene una cuarta parte del capital sentada en el consejo de administración, lo que condiciona cualquier acuerdo de fusión que no satisfaga un precio interesante para los socios de referencia. Dicho en otras palabras, para vender ya habrá tiempo, sobre todo si las inclemencias de los acontecimientos más inmediatos convierten el sistema financiero en un calvario para los agentes del mercado.

La configuración de Gobierno estable en España y la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea no asegura en ningún caso el maná en forma de nuevo capital que exige el nuevo modelo de negocio bancario. Por el contrario, en el peor de los supuestos, la ruptura británica con las instituciones comunitarias y la repetición del sainete político en nuestro país debilitarán cualquier expectativa de apelar a los mercados en el futuro inmediato. Visto así, la ampliación de capital aprobada por el Banco Popular constituye la virtud que trasciende de la necesidad sin olvidar, en todo caso, el defecto que subyace a la obligación de buscar nuevos recursos que garanticen la independencia del proyecto empresarial.

Puestas así las cosas, y con el aliento en el cogote del BCE por su bajísima rentabilidad, los gestores del Popular han preferido curarse en salud ante el riesgo de que el escenario sea peor de aquí a un mes. Y han aprovechado la primera ventana de oportunidad que les ha ofrecido el mercado, después de subir un 12% en dos días gracias a la promesa del BCE de que no habrá mayores requisitos de capital para las entidades. Ahora bien, el enorme descuento que ha tenido que ofrecer para poder asegurar la ampliación explica bien a las claras la dificultad de levantar capital en el entorno actual, y más en la situación del Popular.

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Evitar ser comido a toda costa

El Banco Popular no quiere ser carne de cañón en el baile de máscaras con que las entidades financieras buscan pareja con vistas a consolidar el sistema financiero en España, siguiendo las indicaciones de las autoridades regulatorias. La mayor parte de los asistentes de postín que acudieron el pasado lunes a la reunión con Danièle Nouy resaltaron la cordialidad y elegancia con que se manejó la presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS). A fin de cuentas, se trataba de un primer asalto de tanteo y estudio, presidido por la diplomacia en las formas y la buena voluntad en los hechos que deberán ser refrendados por el sector a partir de los próximos meses.

Lo que no cuentan los banqueros citados por la jefa de supervisión del BCE es el encuentro, mucho menos formal y quizá más improvisado, que la dama francesa mantuvo con sus subordinados y colaboradores del Banco de España, a quienes arengó para que impongan su mayor celo a la hora de vigilar las actuaciones de los bancos españoles. El control sobre la gestión de riesgos, los esfuerzos de solvencia y la consabida estrategia de consolidación son elementos primordiales que no admiten ni media fisura para las autoridades de Fráncfort y constituyen el punto de partida de los movimientos financieros y corporativos que se van a producir en la banca española en los próximos meses.

La dolorosa inyección de 2.500 millones de euros que ahora se ha metido en el cuerpo el Banco Popular abre claramente la veda de lo que puede entenderse como la recta final de la nueva reestructuración bancaria. Los requisitos impuestos por la Autoridad Bancaria Europea (EBA), que entran en vigor este mismo año, inducen a una política de saneamiento que tiene por objeto constituir una especie de ‘supercolchón’ de capital para asegurar una cobertura mínima del 8% del balance. El objetivo es prevenir antes de tener que curar, y hacerlo además con la garantía de que ningún eventual rescate se pagará a escote del contribuyente sino con los recursos de los propios accionistas.

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La rentabilidad, el talón de Aquiles de Ron

Con este panorama, la idea de levantar capital por parte de las instituciones sometidas a nuevas presiones de rentabilidad y con tipos de interés cero se antoja algo así como escalar el Everest con un enfisema pulmonar. Un reto que solo puede abordarse desde una posición tan valiente como desesperada. El Banco Popular ha decidido tirarse a la piscina, aun a sabiendas de que la pileta está todavía muy corta de agua, pero quizás el lanzamiento haya sido inevitable ante los imponderables que persiguen desde hace tiempo a la entidad, incluido el afán de algunos de sus más insignes colegas por tender la mano en busca de una fusión que no dejaría de ser una compra a bajo precio.

A diferencia de otras instituciones financieras, el Banco Popular suma un 24% de capital en el seno de su consejo de administración, por lo que el margen de maniobra de sus gestores para llegar a un acuerdo de integración sectorial es muy limitado si no existe una buena razón económica que satisfaga a sus accionistas. Antes de morir a manos del competidor, es mejor dejarse la vida en el intento de encontrar recursos propios que sirvan de catapulta para dar salida a todos esos activos improductivos que todavía intoxican el balance. No en vano, la entidad es la más enladrillada del mercado financiero y acumula 32.000 millones de euros en riesgo bruto inmobiliario, con una tasa de cobertura que no llega al 40%. Con la ampliación y la renuncia a ganar dinero en 2016 (y, en consecuencia, a repartir dividendo), se podrán sanear 4.700 millones y esta tasa alcanzará el 50%.

El peso de la exposición inmobiliaria es tal que ha situado la rentabilidad del Popular (medida por el ROE) como la más baja de la banca española, apenas un 3%. De hecho, el objetivo de este saneamiento es alcanzar un 9% en 2018, cifra que varios de sus competidores ya superan en la actualidad. Muchos analistas dividen el Popular entre el 'banco core' y el 'banco malo'. Y la ampliación pretende reducir el lastre de este ultimo en los resultados. Pero a un coste altísimo para unos accionistas que han perdido hasta la camisa con su inversión en el banco.

“La ampliación de capital de 2012 era a vida o muerte, pero la de ahora responde a la necesidad de anticiparnos ante un empeoramiento de la situación en los mercados dentro de un mes”, explicaban ayer en el Banco Popular en una clara alusión a los temores con que la entidad observa la tormenta que puede suponer el Brexit y las elecciones generales de finales de junio. Dos acontecimientos que son contemplados como una amenaza latente y que la banca española asume como una de esas contingencias de provisión obligatoria, donde hay muy poco que ganar y todo por perder.

Ángel Ron Brexit Banca
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