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'Bye-bye', Barclays: del engaño de los Albertos a dilapidar 4.000 millones
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un agujero mayúsculo en una década

'Bye-bye', Barclays: del engaño de los Albertos a dilapidar 4.000 millones

La entidad británica pone fin con el traspaso a Caixabank a una aventura que comenzó con la compra a precio de oro del Banco Zaragozano a los primos Alcocer.

Foto: Una mujer pasa por delante de una oficina de Barclays en Barcelona. (Reuters)
Una mujer pasa por delante de una oficina de Barclays en Barcelona. (Reuters)

“La situación es dura en España”. La frase fue pronunciada por Bob Diamond, consejero delegado mundial de Barclays a principios de 2012 después de ver como la entidad británica daba por pérdida toda la inversión que una década antes había hecho el grupo inglés en España con la adquisición del antiguo Banco Zaragozano.

Aquella operación fue un gol de los primos Alberto Alcocer y Alberto Cortina, los cuales habían tenido que dejar la presidencia del banco aragonés por una condena en firme a tres años de cárcel por el Tribunal Supremo por el caso Urbanor. Necesitaban dinero fresco por si la Justicia, con la gracia del rey Juan Carlos I, no les daba el amparo. Los primos calentaron el valor en bolsa de la entidad con sede en Zaragoza hasta que picó Barclays, que pagó 1.100 millones de euros por un banco con 570.000 clientes –los mismos que ahora– y 528 sucursales.

Los ex de las Koplowitz se embolsaron cerca de 500 millones de euros por su 40% del capital y se quitaron de en medio. Ram Bhavnani, el inversor de origen indio que opera desde su Bazar de Canarias, también se puso las botas: más de 110 millones de euros por su 11%. Los ingleses usaron el Zaragozano para replicar en España lo que ya hacían en Reino Unido. Y de la mano de Jacobo González Robatto y Pedro Santaella, bajo la lupa de Carlos Martínez Campos, pensaron que habían dado en el clavo al albur de la hinchazón de la burbuja inmobiliaria y corporativa en España.

Pero en 2007, apenas cuatro años después, empezaron los problemas. Robatto se fue al Popular, donde tampoco ha tenido mucho éxito, y la apuesta pasó a manos de Carlos Pérez Buenaventura. Lejos de mejorar, las cuentas del banco empezaron a hacer agua. La cosa se puso tan fea que la dirección restringió los vuelos a Londres, suprimió las clases de inglés y hasta la tradicional cena de Navidad.

En 2009, Barclays tuvo que provisionar 553 millones por su actividad en España. Un año después, el agujero se profundizó. Otros 870 millones de dotaciones. Buenaventura fue destituido. Su puesto pasó a manos de Jaime Echegoyen, que no había estado muy afortunado en su etapa como consejero delegado de Bankinter. El nuevo CEO se encontró con demandas de clientes, como la del actor Jesús Bonilla, a los que el banco les vendió unos bonos estructurados con mucho riesgo y poca transparencia.

Barclays creyó que Echegoyen iba a ser la clave para reorientar el negocio minorista, que se había orientado desde un banco de pueblo hacia clientes de patrimonio altos. La entidad británica dijo en febrero de 2011 que el rimbombante fichaje mostraba su compromiso "por hacer crecer la sólida estructura que ya tiene en el país y su interés por profundizar su presencia en España".

La gestión de Echegoyen

Su reto era hacer crecer al banco, que perdía unos 220 millones de euros al año. Pero tuvo que empezar por provisionar otros 400 millones y prejubilar a 700 empleados. Por si fuera poco, nada más aterrizar tomó la decisión de provisionar el fondo de comercio –la diferencia entre lo pagado y el valor real– de la compra del Zaragozano, 550 millones.

No fue suficiente. Echegoyen intentó convencer a sus jefes de Londres de que había que aprovechar la crisis bancaria en España para comprar otras entidades. Hizo un amago por ir a por la CAM. Pero la respuesta de Diamond fue ajustar aún más la estructura hasta dejarla en apenas un tercio de la que se había llegado a tener cuando Barclays abrió oficinas en barrios a las afueras de la capital donde nunca llegó a vivir gente.

En 2013 aprobó otro ERE y el cierre del 20% de las sucursales. Salieron del banco 890 personas, hasta reducir la plantilla a 2.100, las mismas que tenía el Zaragozano cuando fue adquirido. La reputación del banco se vio erosionada por posibles irregularidades que provocaron que varios directivos fueran apartados de sus funciones. Pocos meses después también despidieron a Echegoyen, que a los pocos meses fue nombrado consejero delegado de Sareb, el banco malo del sector bancario nacional.

El anuncio de la venta a CaixaBank, adelantada el pasado domingo por El Confidencial, lleva acoplado el último regalo envenenado: unas pérdidas adicionales de 500 millones de libras, unos 630 millones de euros. Un roto que eleva el talón que Barclays ha tirado por la ventana en cerca de 4.000 millones.

“La situación es dura en España”. La frase fue pronunciada por Bob Diamond, consejero delegado mundial de Barclays a principios de 2012 después de ver como la entidad británica daba por pérdida toda la inversión que una década antes había hecho el grupo inglés en España con la adquisición del antiguo Banco Zaragozano.