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El Ibex se pierde en guerras de guerrillas y se ausenta del choque PP-Ciudadanos
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¿a quién apoyan los empresarios?

El Ibex se pierde en guerras de guerrillas y se ausenta del choque PP-Ciudadanos

La gran empresa lo tiene claro. Las circunstancias han cambiado y no apuesta por ningún candidato. Entre otras cosas, porque son los propios partidos quienes no quieren fotografiarse con empresarios

Foto: El presidente de Telefónica y del Consejo Empresarial para la Competitividad, César Alierta. (EFE)
El presidente de Telefónica y del Consejo Empresarial para la Competitividad, César Alierta. (EFE)

¿A quién apoya el Ibex? ¿Rajoy? ¿Rivera? ¿Pedro Sánchez? La pregunta ronda estos días por cenáculos y mentideros de la capital. Pero solo hay una cosa clara. Los tiempos en que la gran patronal -antes representada por CEOE y ahora por el Consejo Empresarial de la Competitividad- movía sus hilos para tener influencia en los programas electorales o, incluso, para formar Gobierno son agua pasada. Reuniones como las del puente aéreo son más mediáticas que otra cosa, como se observa en la evolución de la política catalana, mientras que el Círculo de Empresarios es un 'think tank' que de vez en cuando sale de su letargo con una declaración estruendosa.

Como sostiene un veterano economista curtido en los entresijos del poder empresarial, “hoy lo que hay es una auténtica guerra de guerrillas dentro de eso que se llama Ibex 35, aunque en realidad no son más que media docena de empresas las que mandan”. Telefónica, los tres grandes bancos y poco más.

La vieja CEOE de José María Cuevas, que incluso algún día llegó a imponer un cambio de rumbo en la derecha española (con la liquidación de Alianza Popular y la jubilación anticipada de Fraga), es hoy la sombra de lo que fue. No tiene un Pedro Arriola a quien entregar en carne y hueso a la causa del centro derecha para que diseñe la estrategia electoral de AP, como se hizo en tiempos de Aznar, que no solo hizo caso a Cuevas, sino que además tiró de cantera: Montoro, Folgado, Sánchez Fierro

Un Arriola, por cierto, descabezado dentro del PP y que propuso en su día para ganar las elecciones adelantar la entrada en vigor de la segunda parte de la reforma fiscal y devolver otra cuarta parte de la paga extra a los funcionarios. Además de atizar a Ciudadanos como partido emergente. A las dos primeras medidas Génova le hizo caso, pero con la tercera pinchó en hueso.

La escasa capacidad de influencia en el Gobierno del PP tiene mucho que ver con que la propia CEOE no está para muchos lujos. Hasta el punto de que el propio Roselll ha pedido fondo públicos para que la patronal -en esto le apoyan los sindicatos- pueda financiar con recursos suficientes la negociación de miles de convenios colectivos. Algunos grupos de expertos laboralistas ya se lo han hecho llegar a la ministra Báñez. El veterano Fabián Márquez y sus colegas (alguno procedente de la propia CEOE) no son ajenos a esta propuesta. Su mejor contacto dentro del PSOE es Luz Rodríguez, número dos con Valeriano Gómez al frente del Ministerio de Trabajo. Es decir, lejos del monocultivo ideológico que imperaba hasta no hace mucho tiempo.

La empatía de Rajoy

Como se ve, nada que ver con las viejas y potentes reivindicaciones en materia fiscal o laboral que los empresarios ponían sobre la mesa de los candidatos antes de cada proceso electoral. Hoy, lo que se discute es si es mejor apoyar a Rajoy -cuya empatía con los grandes empresarios ha sido cercana a cero- o a Rivera, pero sin que la opinión pública lo perciba de forma nítida. De ahí que cada gran empresa haya establecido su propia política de alianzas. Por eso la expresión 'guerra de guerrillas'.

Entre otras cosas porque el jefe de la oficina económica, Álvaro Nadal, no es, precisamente, la diplomacia en persona respecto del poder empresarial (al contrario de lo que sucedía en tiempos de Zapatero con sus antecesores), lo que explica que hoy por hoy no haya ningún puente más allá de lo estrictamente institucional. La ausencia de un vicepresidente económico con mando en plaza, como en tiempos de Rato, no parece ser ajena a este estado de la cuestión.

Y es que, ya se sabe, la política, como decía Fraga, produce extraños compañeros de cama, y precisamente por eso nadie quiere significarse con una foto estilo Botín con tirantes compartiendo mesa y mantel con un Zapatero embelesado. Sobre todo porque la opinión pública ha cambiado tanto en los últimos años (corrupción, crisis…) que cualquier líder político que se haga una fotografía con un alto ejecutivo del Ibex está políticamente muerto. Algo que justifica el alejamiento de Albert Rivera -un maestro en el manejo de la opinión pública- del mundo empresarial.

Su jefe económico, Luis Garicano, que durante años ha denunciado con saña el 'capitalismo de amiguetes' imperante en España a consecuencia del bipartidismo y de la mala calidad de las instituciones, no le va a la zaga. El economista de la London School no quiere saber nada de los barandas del Ibex. Y aunque haya habido encuentros privados, son únicamente de cortesía. El círculo más cercano a Garicano procede del ámbito académico, que tiene poco que ver con el Ibex.

Ni siquiera Pedro Sánchez -ni por supuesto Jordi Sevilla- ha mostrado una agenda pública empresarial comprometida, y eso que a los grandes patrones lo que más les gustaría es una gran coalición a la alemana, algo que hoy por hoy se antoja imposible. Por supuesto, salvo milagros de última hora. Sevilla se reúne habitualmente con economistas de su partido o próximos a él en unos almuerzos mensuales, pero poco o muy poco con banqueros o grandes empresarios. Entre otras cosas porque la supervisión depende ya de Fráncfort, y el inquilino de La Moncloa tiene poco que decir.

La falta de sintonía del gran capital con el PP y el resto de partidos tiene que ver, lógicamente, con los efectos institucionales de la crisis y con la mayor integración europea (que supone una transferencia de competencias hacia Bruselas), pero en el caso del Partido Popular también con determinadas decisiones tomadas por este Gobierno en cuestiones como la retribución de las renovables, el fin de la deducibilidad de los gastos financieros para compras en el exterior o el recorte de las deducciones en el Impuesto de Sociedades.

Rivera y el gran capital

El único guiño ha sido la reforma laboral, pero este punto es demasiado escaso para retomar la vieja sintonía, agujereada por un ministro de Hacienda que se ha presentado en ocasiones ante los empresarios como el campeón de la socialdemocracia, lo que ha irritado a las grandes empresas (también a muchas medianas).

Lo paradójico es que Moncloa ha querido poner en circulación mediática esta política económica. No para ganar amigos, sino para señalar con el dedo a Ciudadanos sugiriendo que el partido de Albert Rivera es quien realmente está bien conectado con el gran capital. En particular, con algunas eléctricas y constructoras que han sufrido en sus cuentas de resultados decisiones del Consejo de Ministros como la reducción de las primas a las renovables. Expresado de forma directa, se ha querido presentar a C's ante la opinión pública como un partido "lacayo de las multinacionales", en palabras de un avezado 'lobista'.

Todas esas cuitas, sin embargo, hubieran podido ser superadas si la patronal tuviera una voz única, pero no la ha tenido. Y es que hasta la propia CEOE todavía no ha cerrado sus heridas abiertas en la última asamblea, en la que Rosell ganó por un puñado de votos.

Antes de aquella votación, los seguidores de Antonio Garamendi (presidente de Cepyme) quisieron que el presidente Rajoy los recibiera. No lo consiguieron debido a que ese encuentro podría enfurecer a Rosell. ¿Las consecuencias? Una buena parte de la patronal (la que perdió) se la tiene jurada a Rajoy, que hubiera podido dar el empujón definitivo a la candidatura de Garamendi. Es probable, sin embargo, que Rosell le deba el cargo a Rajoy, pero la CEOE ya no tiene apenas capacidad para influir ni para poner o quitar ministros. Los tiempos han cambiado.

¿A quién apoya el Ibex? ¿Rajoy? ¿Rivera? ¿Pedro Sánchez? La pregunta ronda estos días por cenáculos y mentideros de la capital. Pero solo hay una cosa clara. Los tiempos en que la gran patronal -antes representada por CEOE y ahora por el Consejo Empresarial de la Competitividad- movía sus hilos para tener influencia en los programas electorales o, incluso, para formar Gobierno son agua pasada. Reuniones como las del puente aéreo son más mediáticas que otra cosa, como se observa en la evolución de la política catalana, mientras que el Círculo de Empresarios es un 'think tank' que de vez en cuando sale de su letargo con una declaración estruendosa.

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