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Los inversores se lanzan a una carrera global de compras con el dinero de los bancos centrales
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FUERTES SUBIDAS EN LAS BOLSAS Y LA DEUDA

Los inversores se lanzan a una carrera global de compras con el dinero de los bancos centrales

De mano invisible, nada de nada. La que mece ahora los mercados financieros es bien visible. Y conocida. Es la de los bancos centrales. La de

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Los inversores se lanzan a una carrera global de compras con el dinero de los bancos centrales

De mano invisible, nada de nada. La que mece ahora los mercados financieros es bien visible. Y conocida. Es la de los bancos centrales. La de la Reserva Federal (Fed) estadounidense y la del Banco de Japón (BdJ), principalmente, que a fuerza de darle a las impresoras de billetes están inundando el mundo de dinero y alentando un movimiento global de capitales en una búsqueda desesperada de rentabilidad. 

Porque los bancos centrales son principio y final, alfa y omega, en este proceso. Primero, porque al tener los tipos de interés en mínimos históricos generan un fenómeno que se conoce como represión financiera, que consiste en que los activos más seguros ofrecen tan poco rendimiento -insuficiente para superar la inflación- que si los inversores quieren retornos reales para sus carteras deben asumir unos riesgos mayores. Y segundo, porque como al mismo tiempo las instituciones están poniendo tanto dinero en los bolsillos de los inversores a través de sus compras de deuda, estimulan que estos últimos muevan esa liquidez para encontrar sus pretendidos rendimientos. 

Lo distintivo de esta realidad en las circunstancias actuales es su carácter planetario. Los dólares que imprime la Fed -por ahora, y pese a los debates internos, 85.000 millones de dólares cada mes- y los yenes que estampa el BdJ -el pasado jueves anunció que este año y el que viene prácticamente duplicará los yenes que hay en circulación- no se quedan exclusivamente en sus respectivos países. Llegan a las carteras de los inversores y estos, a su vez, los mueven por todo el mundo. No hay fronteras; el único límite es el del riesgo que se quiera asumir para capturar la rentabilidad perseguida. 

Movimientos globales, consecuencias planetarias

Este proceso, que durante la mayor parte de la crisis ha estado patrocinado por los sucesivos estímulos cuantitativos (QE1, QE2 y QE3) de la Fed y su presidente Ben Bernanke, ha multiplicado su potencia en las últimas jornadas de la mano del nuevo gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, y la masiva impresión de yenes que anunció el pasado jueves. Con más dinero para invertir, los inversores han acelerado la búsqueda de alternativas, y entre ellas han sobresalido dos: la renta variable y la deuda pública de aquellos países que aún ofrecen rendimientos que permiten batir la inflación. 

Entre las bolsas, la japonesa y la estadounidense están siendo las mayores beneficiadas. El Nikkei 225 camina por encima de los 13.000 puntos por primera vez desde la quiebra de Lehman Brothers en 2008 y entre el jueves y el miércoles había acumulado una subida próxima al 8%. En Wall Street, el ponche de yenes y dólares del BdJ y la Fed ha situado al Dow Jones y el S&P 500 más altos que nunca -el primero más allá de los 14.800 puntos y el segundo, cerca de los 1.600-, mientras que el Nasdaq Composite se encuentra en máximos desde los niveles que marcó en el año 2000 en las postrimerías de la burbuja puntocom

La onda expansiva del cóctel monetario de Japón y EEUU se siente también en otros mercados. Sin ir más lejos, ayer se sintió en los parqués europeos con claridad. Puestos a buscar rápidos retornos, mejor en aquellos mercados que hayan sufrido más en las últimas semanas, de ahí que no fuera casual que las mayores subidas se vieran ayer en el PSI 20 portugués, con un avance del 4,3%; el Ibex 35 español, que sumó un 3,35%; y el FT/Mib italiano, que escaló un 3,2%. 

Pero no sólo de acciones viven los inversores. El dinero fresco propiciado por los bancos centrales también centra su punto de mira en la deuda pública. Principalmente, aquella que aún ofrece retornos superiores al 3%. Como la de Australia o Nueva Zelanda. Desde el jueves, las compras -con el consiguiente descenso de los rendimientos, que bajan cuando el precio de los títulos sube- han propiciado que la rentabilidad de los bonos australianos a 10 años haya caído del 3,43 al 3,28%, mientras que la de los neozelandeses ha bajado del 3,51 al 3,37%. 

Esta batida está alcanzando igualmente a la deuda europea. Y en este caso, la española y la italiana están resultando claramente beneficiadas. Sus rendimientos, superiores al 4%, han actuado como tentadores reclamos. En las cinco últimas jornadas, el rendimiento de los títulos italianos a 10 años ha pasado del 4,59 al 4,31% y el de los españoles, del 4,91 al 4,63%. Para encontrar más baja la rentabilidad de los bonos españoles hay que remontarse hasta comienzos de noviembre de 2010, es decir, justo antes del rescate de Irlanda. Son los principales exponentes de la tendencia patrocinada por Kuroda. "Al final, un movimiento bajista en las rentabilidades a escala mundial tras el anuncio del BdJ", certifica José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. 

En un proceso tan global, siempre suele haber una divisa que actúa como financiadora -como trampolín- para el resto de los movimientos. Y esa labor ha correspondido -como se esperaba- al yen, con su consiguiente depreciación. Desde el pasado jueves, las principales divisas del mundo se han apreciado entre un 7 y un 10% contra la moneda japonesa. Semejante secuencia ha situado al euro por encima de los 130 yenes, algo que no se veía desde comienzos de 2010, y al dólar al borde de los 100 yenes por primera vez desde 2009. 

Tras el ponche... la resaca

Sin embargo, la fiesta alcista auspiciada por los bancos centrales no está exenta de riesgos. Y no hay que remontarse mucho en el tiempo para descubrir las consecuencias de una política monetaria demasiado condescendiente, puesto que fue uno de los detonantes fundamentales de la crisis actual, bautizada como Gran Recesión. Es más, dentro de la Fed hay voces que admiten que les preocupa mantener los estímulos más tiempo del debido porque ello puede generar excesos crediticios y financieros. 

El riesgo de que las ultraexpansivas políticas monetarias de los bancos centrales desemboquen en nuevas burbujas en los mercados está ahí. Más aún en un mundo en el que hay más liquidez que alternativas de inversión, con lo que los precios se pueden inflar con mayor velocidad. Por eso la mano visible de los bancos centrales deberá actuar con tiento. El ponche de hoy anima a los inversores; pero, servido en exceso, puede acabar en una dura resaca

 

De mano invisible, nada de nada. La que mece ahora los mercados financieros es bien visible. Y conocida. Es la de los bancos centrales. La de la Reserva Federal (Fed) estadounidense y la del Banco de Japón (BdJ), principalmente, que a fuerza de darle a las impresoras de billetes están inundando el mundo de dinero y alentando un movimiento global de capitales en una búsqueda desesperada de rentabilidad.