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Timos, abusos, denuncias… Hartos del maltrato de los festivales pop
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Timos, abusos, denuncias… Hartos del maltrato de los festivales pop

Siempre se ha protestado por los festivales de música... pero pocas veces pasa de la protesta a la acción. En 2017, por diversos frentes, las cosas comienzan a cambiar

Foto: Asistentes al festival de Cocahella en abril de 2017. (Reuters)
Asistentes al festival de Cocahella en abril de 2017. (Reuters)

Siempre se ha protestado en los festivales de música. Ya desde aquella inauguración de Benicàssim, en agosto de 1996, donde algunas zonas para clavar la tienda parecían campamentos de refugiados. El musiquero español se queja en privado de los precios, de la repetición de carteles, de las aglomeraciones…Pero pocas veces pasa de la protesta a la acción. En 2017, por diversos frentes, parece que las cosas comienzan a cambiar.

Foto: Gabi Soprano. Montaje de E. Villarino
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El hecho más relevante es la denuncia puesta por Facua, organización de defensa de los derechos de los consumidores, contra las condiciones del Azkena Rock de Vitoria. Primero, por vulnerar el derecho a la intimidad con la cláusula que dice que comprar la entrada habilita a la organización para grabarte en todo el recinto, condición que (presuntamente, pero con toda la lógica) vulnera el derecho a la intimidad (se incluye hasta la zona de acampada). Más grave todavía: los compradores del abono pueden entrar y salir libremente del recinto, mientras que quien adquiera entrada de un día no tiene esa libertad de movimientos. Un límite conveniente para la organización, que te tiene encerrado y consumiendo sus productos durante toda la jornada.

Fraude rockero

Rubén Sánchez, portavoz de Facua, explica la situación actual. “Lo que hacen el Azkena y otros festivales es un fraude. El único motivo que puede puede haber para limitar la movilidad del público o el acceso de comida es la seguridad. Está bien prohibir las botellas de cristal, pero no ningún producto que vendan dentro a precios muy superiores que los de fuera”.

Está bien prohibir las botellas de cristal, pero no ningún producto que vendan dentro a precios muy superiores

Esta organización de defensa del consumidor lleva denunciando a los grandes festivales desde 2009, por diversas cláusulas abusivas. “El problema es que las administraciones no hacen caso, o no lo hacen todavía, pero los festivales ya están sintiendo la presión mediática . Ya ha quedado claro que no es legal prohibir la entrada a los cines con comida. En los festivales de música, con más razón, ya que estás muchas más horas. Si las administraciones no actúan, llegará el momento en que algún usuario denuncie en los tribunales ordinarios”, apunta Sánchez.

Abusos laborales

Los artistas nacionales también se han cansado del maltrato. El año pasado, en la puerta del Primavera Sound, se presentó la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositores. Reclaman, sencillamente, condiciones dignas de trabajo, especialmente en un mercado tan silvestre como el de los festivales de verano. Nos lo explica Adriano Galante, del grupo Seward, uno de los portavoces de la organización: “Los festivales alimentan la letra pequeña de sus carteles con bandas emergentes que tocan gratis, sin contrato y sin alta en la Seguridad Social. Se aceptan cachés irrisorios que suelen acabar en deuda para los artistas”, señala. ¿Qué medidas concretas proponen? “Es urgente que los festivales cumplan el convenio existente para los artistas, precarios o no. Deben respetar la contratación en el Régimen de Artistas, el salario mínimo (114 euros por músico) y las altas y bajas en la Seguridad Social. También cubrir los gastos de desplazamiento, estancia y dietas”.

El 'plata o promo' es la costumbre de los festivales de no pagar pretextando que la recompensa está en la exposición a un público amplio

Buscan acabar con el “toco gratis por la entrada”. También con el “plata o promo”, la costumbre de los festivales de pagar poco o nada pretextando que la recompensa está en la exposición a un público amplio. “Estos mantras se vienen repitiendo durante los últimos veinte años. Los festivales podrían dignificar nuestra profesión y no lo están haciendo. Con el tiempo, esas bandas jóvenes van dándose cuenta de que sus condiciones no mejoran y muchas acaban dejando la música”, lamenta.

placeholder Adriano Galante, de Seward. Foto: Youtube
Adriano Galante, de Seward. Foto: Youtube

Resumiendo: la mayoría de los festivales no crean tejido, ni oportunidades laborables estables, más bien depredan el maltrecho circuito de salas. Basta hacerse estas sencillas preguntas: ¿Cuántas bandas locales han surgido de la zona de Benicàssim después de dos décadas de festival? ¿Ha mejorado realmente la escena electrónica de Barcelona por el Sónar o es más bien un megaevento para turistas de clase media europea y norteamericana? ¿Qué beneficios aportan o aportaron a la comunidad musical de Madrid festivales como MadCool, Rock In Rio o Dcode?

Propuesta de huelga

La pregunta del millón es qué puede hacerse para mejorar la situación. “Lo más eficaz sería la ausencia total y voluntaria de bandas estatales en los principales festivales. Una huelga a nuestra manera, vamos”. Se trata de una estrategia ambiciosa, quizá demasiado para el nivel de organización del sector, pero siempre es útil tener un horizonte que sirva de referencia. ¿Están trabajando en formas más modestas de acción? “Intentamos crear vínculos fuertes entre las bandas para que funcione el apoyo mutuo. Aspiramos a negociaciones colectivas en la que los músicos nunca hemos estado representados hasta ahora. No ha pasado ni un año desde nuestra primera asamblea y ya hemos conseguido alguna victoria importante. Por ejemplo la aceptación en Barcelona de nuestro Manual de Buenas Prácticas, con el voto de la mayoría de partidos del ayuntamiento”, señala Galante.

Mis problemas con las mujeres

El perfil habitual de los festivales pop españoles es bien conocido: anglófilos, orientados al turismo y poco dados a incluir mujeres en los carteles. Uno de los recursos feministas para visibilizar el conflicto es hacer circular por la red carteles casi en blanco, donde solo aparecen las artistas femeninas. El más demoledor es de 2017 y corresponde al festival de Benicàssim. Solo hay un grupo con mujeres en el cartel promocional: los catalanes Mourn. La promotora Zara Sierra, que ya denunció en estas páginas el machismo del cartel del Azkena, comparte su visión: “Para mí, el debate de las cuotas ni siquiera es lo prioritario. Si los empresarios musicales aplican el sentido común, no van a necesitar que les impongan cuotas, ya se van ocupar ellos mismos de cuidar sus programaciones para que sean más proporcionales y no dejar fuera de su negocio a la mitad de la población”, explica. ¿Es mucho pedir que cuiden sus propios beneficios?

placeholder Cartel del festival de Benicassim 2017
Cartel del festival de Benicassim 2017

Para Sierra, las instituciones no pueden quedarse fuera de la ecuación. “Muchísimos festivales se financian con dinero público y en ese contexto sí que es inaceptable que se aplique un sesgo de género en la programación. Creo que se debería intervenir, previo análisis y diagnóstico, claro está. Hace un par de semanas, el Congreso adquirió el compromiso de crear un Observatorio sobre Igualdad de Género en el Ámbito de la Cultura. Ha sido una iniciativa de Podemos, con aportaciones del PSOE, a la que en principio se opuso el PP. Ahora se han comprometido a ponerla en marcha en seis meses. Es algo totalmente inédito”, celebra.

Politizar los festivales

No es solo una cuestión española. El festival californiano Coachella, el más mediático y glamuroso del planeta, empezó a ser cuestionado cuando se publicaron datos sobre las posturas derechistas y homófobas de su dueño, el multimillonario Philip Anschutz. La semana pasada, el grupo Downtown Boys, que había actuado en Coachella, publicó una carta abierta criticando al festival en varios frentes, sobre todo por las donaciones de la fundación benéfica de Anschutz a organizaciones contrarias al movimiento LGTB. También recuerdan haberse encontrado con un empleado de limpieza del festival que les contó que su sueldo había sido recortado de catorce dólares la hora a tan solo diez. “Este es un salario inaceptable para un festival que ingresó 85 millones de dólares en 2015”, denuncian. El grupo explica que aceptaron la invitación a tocar porque “no había ningún boicot organizado”, pero hacen un llamamiento a “redistribuir recursos económicos y culturales para que Coachella no tenga tanto poder”. Otra alternativa a la huelga.

placeholder Downtown Boys
Downtown Boys

Adriano Galante coincide en la necesidad de repolitizar la cultura: “Por ejemplo, el reciente caso de fraude fiscal millonario de la familia Carceller [Estrella Damm], no ha provocado bajas destacables en su patrocinio omnipresente en eventos culturales en Cataluña. Esto incluye las Fiestas de la Mercé de Barcelona, cuyo escenario principal fue la misma fábrica de la marca de cerveza, a pesar del intento fallido de descentralización de las fiestas previsto por el Gobierno En Comú”.

El ayuntamiento de Ada Colau, además, tenía un compromiso para no contratar empresas evasoras de impuestos, que no cumple. “Muchísimas veces nos encontramos con escenarios plagados de logos, construidos como auténticos photocalls. Son conciertos-anuncio de una hora u hora y media que se verán reproducidos de manera infinita en cantidad de perfiles de redes sociales, así como en otras plataformas, medios, etcétera. El público y el sector piensan que si no fuera por las marcas los festivales no exisitirían, pero las marcas no están salvando la música, simplemente se están ahorrando dinero”, afirma.

Siempre se ha protestado en los festivales de música. Ya desde aquella inauguración de Benicàssim, en agosto de 1996, donde algunas zonas para clavar la tienda parecían campamentos de refugiados. El musiquero español se queja en privado de los precios, de la repetición de carteles, de las aglomeraciones…Pero pocas veces pasa de la protesta a la acción. En 2017, por diversos frentes, parece que las cosas comienzan a cambiar.

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