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La oda a la vitalidad de Tennessee Williams
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hasta el 19 de junio

La oda a la vitalidad de Tennessee Williams

Aitana Sánchez-Gijón protagoniza 'La rosa tatuada', de Tennessee Williams, bajo la dirección de Carme Portacelli en en el Teatro María Guerrero

Foto: Aitana Sánchez-Gijón y Roberto Enríquez protagonizan 'La rosa tatuada' (David Ruano)
Aitana Sánchez-Gijón y Roberto Enríquez protagonizan 'La rosa tatuada' (David Ruano)

"Hagamos una plegaria por todos los corazones salvajes que viven encerrados en jaulas". Las palabras de Tennessee Williams definen de la mejor manera posible esa lucha vital contra los prejuicios de los que él mismo fue víctima. Cuando escribió 'La rosa tatuada' en 1950 vivía junto al mar en Barcelona y estaba locamente enamorado del joven actor italiano Franck Merlo, a quien dedicó esta obra. Ambos sentimientos laten poderosamente en esta obra de teatro que llega ahora al Teatro María Guerrero (hasta el 19 de junio) protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón.

La actriz, tras enfrentarse a la potente Medea, papel que le valió esta semana el premio Max, se mete ahora en la piel de Serafina delle Rosa, la viuda encerrada en sí misma en una jaula cuyo centro y frontera es su idolatrado y difunto marido, Rosario. "Se encierra en una jaula para vivir un duelo eterno, pero afortunadamente su naturaleza salvaje acaba aflorando", analiza Sánchez-Gijón, quien confiesa que aunque no le gusta mirar trabajos de otras actrices para afrontar sus personajes, en esta ocasión sí ha recurrido a la película protagonizada por Anna Magnani y Burt Lancaster para "contactar con la rama italiana de mi familia".

'La rosa tatuada', explica la directora Carme Portacelli, "es un mito que hemos visto en la película de Hollywood pero quizás hemos visto la cara más amable. Esta obra es más lorquiana, simbólica y expresionista". "Si Lorca hubiera sido norteamericano hubiera escrito 'La rosa tatuada'. Es una obra lorquiana que nos dicen muchas cosas hoy que está reverdeciendo la corrección política", analiza Ernesto Caballero, director del CDN, sobre en esta visión Alba de Serafina.

"Es una obra que habla de los prejuicios, de la inmigración pero, sobre todo y dado el momento en el que vivimos, habla de la vida, la pasión, las ganas de vivir y de no poder sustraerse de ninguna manera a la vida", dice Portacelli. "La película es un melodrama muy suavizado. Es un poquito puritana. Las pulsiones del Eros aquí están de manera más carnal, más apasionadas y más puras, por ser más real y reflejarlo de una forma más profunda. En la película se obvia toda la comedia que pone Tennessee Williams y nosotros la hacemos hasta las últimas consecuencias", añade la actriz.

Situada en la Nueva Orleans post Katrina, el montaje desgrana la vida de esta inmigrante italiana en Estados Unidos, a la que la directora define como "un ascensor", que ha perdido a su marido, a quien ella considera un "dios pagano" y tiene absolutamente idealizado como el máximo exponente del amor, el sexo y la virtud, algo que le hace sentirse superior moralmente a los demás y le da los argumentos para negarse a vivir. Una actitud que quiere inculcar a su hija Rosa, interpretada por Alba Flores.

"Serafina della Rosa", dice con un hipnótico acento italiano Sánchez-Gijón, "es un huracán". La actriz, que suma con este su segundo Tennessee Williams, tras protagonizar hace una década 'La gata sobre el tejado de zinc caliente' a las órdenes de Mario Gas, asegura que saca "su vena italiana" para dar vida a esta arrolladora mujer que lleva tres años y medio de duelo, tras vivir 4.380 noches de pasión -o no tanta como cree-, y acaba enfrentándose a sus propias convenciones y educación y eligiendo vivir.

Y la vida llega, irremediablemente, a Serafina en forma de Álvaro Mangiacavallo, al que interpreta Roberto Enríquez. "Frente a ese superhombre idealizado, representa ese impulso de vida. A pesar de todo busca desesperadamente lo positivo, la luz y la vida", asegura. Junto a ellos, completa el elenco de este clásico del siglo XX Jordi Collet, David Fernández 'Fabu', Gabriela Flores, Ignacio Jiménez, Paloma Tabasco y Ana Vélez.

Un canto a la vida... y a los pactos

En el fondo,'La rosa tatuada' pone en liza los prejuicios de la inmigración, el amor y la moral y la correción política, la tradición contra la modernidad o el inmovilismo y la transformación en un texto que transita de la comedia al drama, de la ternura a la tragedia y de la pasión a la violencia sin tiempo para tomar aire. Quizás por ello, Enríquez afirma que "si los políticos hubieran virto 'La rosa tatuada' ya habrían firmado un pacto". Aitana Sánchez-Gijón analiza esa dualidad inmovilismo-transformación de la política y asegura que "en los últimos años ha habido una reacción brutal por parte de toda la ciudadanía y ha cambiado la política, pero sigue siendo inmovilista porque nos hemos quedado estancandos. Ahora estamos en el Día de la Marmota, y a ver cómo queda eso".

"Siempre ha habido un conflicto entre acción e inmovilismo. Cuando entró el PSOE en el Congreso se le criticó por las formas y el aspecto, y ahora pasa con Podemos. Ese conflicto entre tradición y gente con una estética y una visión nueva siempre ha estado ahí, se rompe y se convierte en tradición. Es como una especie de mito de Sísifo que no acaba nunca", analiza Enríquez. Por eso, recomienda entre risas a la clase política una tarde de teatro en el María Guerrero mamando la vitalidad que desprende esta obra. "Esta obra se contagia, tiene algo vital, de que la vida es posible a pesar de todo, vive y se positivo. Y en estos momentos se necesitan mensajes de esperanza y luminosos. Y además Tennessee Williams lo hace sin ser ñoño", dice.

Portacelli destaca ese chute vital del dramaturgo norteamericano. "Lo que más me gusta de es que te abduce. Eso es lo que quiero que pase, que te despiertes a la hora y tres cuartos y te preguntes si estamos en abril, en Madrid y hay elecciones otra vez, pero que a la vez tengas una gotita más de tolerancia en tu corazón" porque "La rosa tatuada' es una obra totalmente física y visceral, que habla de magia y de la fuerza de la vida", concluye.

"Hagamos una plegaria por todos los corazones salvajes que viven encerrados en jaulas". Las palabras de Tennessee Williams definen de la mejor manera posible esa lucha vital contra los prejuicios de los que él mismo fue víctima. Cuando escribió 'La rosa tatuada' en 1950 vivía junto al mar en Barcelona y estaba locamente enamorado del joven actor italiano Franck Merlo, a quien dedicó esta obra. Ambos sentimientos laten poderosamente en esta obra de teatro que llega ahora al Teatro María Guerrero (hasta el 19 de junio) protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón.

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