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Mario Vaquerizo, fan del 15M y de Federico Jiménez Losantos
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el manifiesto consumista

Mario Vaquerizo, fan del 15M y de Federico Jiménez Losantos

La estrella catódica presenta nuevo libro, ‘Vaquerizismos’, donde defiende a Fraga, a Felipe González y a la estética franquista.

Foto: Vaquerizo y Alaska firmando autógrafos (EFE)
Vaquerizo y Alaska firmando autógrafos (EFE)

Mario Vaquerizo es muchas cosas en una: marido de Alaska, líder de las Nancys Rubias, colaborador de 'El Hormiguero', escritor ocasional y hombre anuncio a tiempo completo (lo mismo vale para cerveza, patatas fritas y telefonía móvil que para franquicias de repuestos de coches). Su nuevo libro, 'Vaquericismos', donde se presenta como alguien “alérgico a los dogmas”, confirma que solo atiende a una militancia: el consumismo. No es una interpretación extrema, sino literal, recogida en su decimotercer mandamiento, cuyo enunciado reza “Serás consumista”. Así lo justifica: “Son muchos los que se han dedicado a meternos miedo, el agobio de no gastar, de ahorrar con la única finalidad de querer anularnos, de convertirnos en personas tristes, temerosas por el futuro que se nos viene encima, encerrados todo el día en casa. Eso no se puede consentir”, denuncia.

De hecho, la inmensa mayoría de los pasajes felices del libro tienen que ver con las compras, desde el material escolar de su infancia hasta atracones de arte, reliquias y merchandising en el portal de subastas eBay, pasando por cirugía estética y adquisición y decoración de pisos. Reconoce que, alguna vez, se le ha ido la pinza, como cuando estropeó un viaje a Londres con su esposa y dos hermanos por culpa de su obsesión por encontrar calcetines color flúor rosa o verde. “Les volví locos”, admite. Consumir, para Vaquerizo, es una mezcla de droga y religión.

No se puede consentir que nos metan miedo a gastar

Más cola que un consagrado

Su anterior libro, ‘Haciendo majaradas’ (2013), despachó treinta y cuatro mil copias, según nos informa el propio autor. En Sant Jordi se formó una cola de admiradores que ridiculizaba a las de algún autor serio y consagrado, que ante semejante panorama decidió abandonar la caseta. Por eso, suponemos, este nuevo tomo se publica a tiempo para triunfar en la feria catalana. ¿Qué es lo mejor se puede decir del texto? Que Vaquerizo no engaña a nadie. Explica su modo de vida de manera directa y espontánea, tal y como suele hacer en los medios.

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Es improbable, casi imposible, que haya sido escrito por un negro, al estilo de Belén Esteban, David Beckham y Ana Rosa Quintana. Incluso se reproducen los típicos lapsus entrañables que abundan en su reality show: escribir “papel de traza” en vez de “papel de estraza”, “colma el cielo” por “clama al cielo” y “poder es querer” en lugar de “querer es poder”. Parece evidente que los correctores decidieron respetar su estilo apache (o que tenían mucha prisa por llegar a tiempo a imprenta).

El libro contiene una reflexión notable, que paso a resumir: “Los periodistas Jesús Quintero y Javier Sardà cultivaron mucho la esencia friki. Eso sí, de manera muy distinta. Mientras que Sardà acabó por convertir a muchos de ellos en actores a su servicio, Quintero les sentaba enfrente y les dejaba hablar”. Muy bien visto: uno los exhibía como monos de feria y otro les trataba como a seres humanos. Estamos ante la única perla en doscientas once páginas. El resto sabe a cena recalentada con los ingredientes de 'Majareta' (John Waters), 'Mis secretillos' (Carmen Sevilla) y los plúmbeos 'Diarios' de Andy Warhol. Menos de lo mismo.

Entre la izquierda y la derecha

Vaquerizo escribe muy suelto, menos en un terreno: su pensamiento sociopolítico. “Es cierto que hace mucho tiempo tenía que haber seguido el consejo de mis amigos Pablo Pérez-Mínguez y Enrique Monereo, en cuanto a que no hay que hablar de política en público”, explica. Mario muestra su sorpresa por el rechazo que provocaron unas declaraciones donde defendía a Esperanza Aguirre. Ahora aprovecha la ocasión para matizar: “Claro que estoy en contra de la privatización de la educación y la sanidad, pero también estoy a favor de la supresión del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, entre otras cosas porque me parece una vergüenza cobrar impuestos a una persona fallecida, como muy bien dijo mi admirado Federico Jiménez Losantos, un librepensador y un transversal como nadie, al que muy pocos logran entender, quedándose siempre en la superficie más superficial”.

El problema es que el autor no tiene una sola postura que pueda incomodar a la clase dominante. Y así es como los bufones suelen perder la gracia

¿Conclusión? Vaquerizo siempre ha defendido la frivolidad, excepto cuando se tratan asuntos de altura, como los análisis de Losantos, siempre refinados y repletos de matices. El autor afirma que “aplaudí a rabiar el movimiento generado alrededor del 15M”, mientras que en la misma página alaba al “gran político” que fue Felipe González, el “buen hacer de Fraga en el desarrollo del turismo” y el lado “kitsch y folclórico” de Franco, además de rendirse al estilismo de Carmen Polo, Imelda Marcos y Farah Diba.

El autor debió de aplaudir tan fuerte en mayo de 2011 que no pudo escuchar lemas como “No nos representan”, “Lo llaman democracia y no lo es” y “PSOE y PP, la misma mierda es”. Por supuesto, aunque Mario simpatiza con los indignados, no olvida las molestias causadas (presuntamente) a “esos comerciantes que lo único que quieren es trabajar despachando el mayor número posible de souvenirs para llegar a fin de mes”. El libro no se detiene en los desahucios, ni en los recortes, ni los rescates bancarios con dinero público, por lo visto menos relevantes que la venta de postales castizas...

Nancys Rubias


Bufonadas prosistema

Un malentendido recorre todo el texto. Vaquerizo se felicita a sí mismo por su capacidad para conectar con “señoras pijas de más de sesenta años, de clase alta y burguesa, y a priori antagónicas a mi estilo de vida, que me aplaudieron por tener la fuerza de decir lo que pensaba, a pesar del qué dirán”. La clave está en el a priori, ya que el universo del autor contiene muy pocos elementos que puedan desentonar con las ricachonas de la capital, devotas como él de Elena Benarroch, Elvis Presley, los almacenes Harrods, ‘Qué tiempo tan feliz’ y la familia real de Mónaco.

En realidad, Alaska y Mario son la típica pareja del barrio de Salamanca, tatuaje arriba, travestismo abajo. Está claro que Vaquerizo es una figura bufonesca, con todo el respeto para los bufones, únicos miembros de la corte con permiso para lanzar puyas al rey mientras le entretienen. El problema es que el autor no tiene una sola postura que pueda incomodar a la clase dominante. Y así es como los bufones suelen perder la gracia.

Mario Vaquerizo es muchas cosas en una: marido de Alaska, líder de las Nancys Rubias, colaborador de 'El Hormiguero', escritor ocasional y hombre anuncio a tiempo completo (lo mismo vale para cerveza, patatas fritas y telefonía móvil que para franquicias de repuestos de coches). Su nuevo libro, 'Vaquericismos', donde se presenta como alguien “alérgico a los dogmas”, confirma que solo atiende a una militancia: el consumismo. No es una interpretación extrema, sino literal, recogida en su decimotercer mandamiento, cuyo enunciado reza “Serás consumista”. Así lo justifica: “Son muchos los que se han dedicado a meternos miedo, el agobio de no gastar, de ahorrar con la única finalidad de querer anularnos, de convertirnos en personas tristes, temerosas por el futuro que se nos viene encima, encerrados todo el día en casa. Eso no se puede consentir”, denuncia.

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