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El hombre que salvó la industria editorial española traicionándola
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josé manuel lara, una vida de libro

El hombre que salvó la industria editorial española traicionándola

El hombre que convirtió una herencia familiar en un imperio internacional decía que le hubiera gustado dirigir uno de los pequeños sellos editoriales que colgaban del

Foto: José Manuel Lara, en la presentacion del Premio Planeta 2014. (EFE)
José Manuel Lara, en la presentacion del Premio Planeta 2014. (EFE)

El hombre que convirtió una herencia familiar en un imperio internacional decía que le hubiera gustado dirigir uno de los pequeños sellos editoriales que colgaban del gigante grupo Planeta. La tradición le había llevado a amar los libros, pero el oficio de editor no es algo genético como el patrimonio o el color del pelo. José Manuel Lara Bosch (1946-2015) era consciente de ello y sus colaboradores hablan de la coherencia y la prudencia como dos de sus virtudes. Sabía dónde estaban sus límites y cómo aprovecharlos, por eso nunca quiso entrometerse en la tarea de sus cientos de editores, a pesar de la mancha Morán.

Íntimo de banqueros y políticos, hizo de la influencia la clave de su éxito y, en la jugada del poder, el libro significó una carta marcada para crecer y multiplicarse. De no haber sido así, de no haber traicionado a los libros con decenas de empresas (tan poco librescas como la aviación o la biotecnología) que aportaron sostenibilidad al negocio de lo impreso, hoy no estaríamos hablando de uno de los grandes referentes de la historia del capitalismo español. Simplemente, sería José Manuel Lara Hernández (1914-2003), capitán de la Legión, fundador de L.A.R.A. (en 1949), creador del Premio Planeta (uno de los mejores inventos de todos los tiempos del marketing castizo), empresario voraz que compraba editoriales al que se le escapó Anagrama, figura notable dentro del débil mundo del libro en España.

Hay que reconocer a Lara Bosch la inteligencia comercial para mantener la pluralidad editorial en su amplia red de sellos, que su padre puso en marcha en los ochenta con la compra de Seix Barral, Destino, etc. Pasó de ser el sello más representativo de la literatura comercial en lengua española a una salsa en la que también ligaba la narrativa considerada de calidad.

Muchos vieron peligrar esta visión cuando en 1995 José Manuel hereda el grupo, tras el fatal accidente de tráfico en el que fallece su hermano Fernando, en quien se había confiado el destino del negocio familiar. Sin embargo, José Manuel refuerza esta línea, además de abrir las nuevas vías de negocio para la casa. De hecho, la compra en 2012 de Tusquets confirma este interés por cubrir todos los huecos de las estanterías de las librerías y los gustos de los lectores, más allá de los anticipos galácticos a ex presidentes por contar la parte más inane de sus vidas.

Su posición de privilegio la practicó hasta las últimas consecuencias en su propio beneficio y por el caminó dejó en evidencia a los políticos que no cumplían con sus necesidades industriales culturales. A fin de cuentas, todos ellos caducan pero Lara y sus herederos no. Era peleón y zurraba a quien tocara si cuestionaba el desarrollo de su empresa. El presidente del Gobierno probó de su medicina hace dos años, gracias al ivazo. Amenazó con mandar la plataforma on line de Casa del Libro a Francia, si no se bajaba el IVA de los libros digitales ese verano del 21% al 5%, para defenderse de su guerra con su último enemigo, Amazon.

Contra los piratas

Una de cal, una de arena. “Si Cataluña se independiza, me llevaré Planeta a Sevilla”. Y el Gobierno ponía la otra mejilla y le rendía honores y le decoraba con galardones como la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo. No en vano, levantó en beneficio del entonces presidente José María Aznar la nave mediática del PP (Antena 3, Onda Cero y La Razón).

Hizo de la lucha contra la piratería una de sus batallas. Cada año, con motivo del ruido del Premio Planeta, aprovechaba para pedir ayuda a las autoridades para defender la propiedad intelectual, porque estaba “en juego el futuro del libro”. En la anterior edición confesó que se ponía “muy triste” al ver a músicos de 70 años volviendo a hacer bolos para ganarse la vida porque “no se han respetado los derechos”. “Pero no me imagino un bolo de Rosa Regás, me parece una canallada esto”, dijo. Estas declaraciones las hizo el mismo año en que premio como finalista a la ex ministra de cultura Ángeles González-Sinde, una de las máximas tutoras de la persecución de los amigos de lo ajeno.

Sus empleados también recuerdan de Lara “la eterna capacidad de renovación”, desde la enciclopedia al DVD, pasando por el CD-Rom. Los formatos y soportes no le importaban, caminaba hacia donde iba el negocio, incluso a regañadientes como con el paradigma digital.

“Nunca se le ha visto lamentándose porque haya acabado una época. Decía que el futuro de la edición éramos los editores, no los formatos”, cuenta a este periódico Elena Ramírez, directora editorial de Seix Barral y responsable de la ficción internacional del Grupo Planeta.

Malcolm Barral, director editorial de Malpaso y ex editor de Destino en el grupo, destaca que “si no existiera Planeta hoy no existiría el sector editorial español”. Además, explica que fundamentó su empresa a partir del talento: “Tiene editores espectaculares y eso ha sabido reconocerlo para el bien de sus empresas. Jamás ha intervenido en la línea editorial de uno de sus sellos. Y convirtió una empresa familiar en una empresa profesional modélica”.

El editor de Pasado & Presente, Gonzalo Pontón, fue socio de Lara durante casi diez años, entre 1998 y 2007, hasta que le vendió el sello Crítica. Ha trabajado con Lara padre, con Fernando y de José Manuel destaca la influencia y la intuición para los negocios. “Aprovechó los años de bonanza para hacerlo todo. A Fernando le interesaba más Latinoamérica que a José Manuel, muy volcado en España. Es el gran empresario que decide que con los libros no es suficiente, aunque su grupo mantenga una base editorial”, dice a El Confidencial. Pontón también coincide al dibujarlo como un empresario editorial que nunca perdió el gusto por los libros.

A Lara, siempre listo y preparado para el pelotazo comercial de todo pelaje, le recuerdan como un enemigo de Nielsen: “No me contéis lo que quiere el mercado. El mercado quiere lo que vosotros le deis”. Porque el mercado era él.

El hombre que convirtió una herencia familiar en un imperio internacional decía que le hubiera gustado dirigir uno de los pequeños sellos editoriales que colgaban del gigante grupo Planeta. La tradición le había llevado a amar los libros, pero el oficio de editor no es algo genético como el patrimonio o el color del pelo. José Manuel Lara Bosch (1946-2015) era consciente de ello y sus colaboradores hablan de la coherencia y la prudencia como dos de sus virtudes. Sabía dónde estaban sus límites y cómo aprovecharlos, por eso nunca quiso entrometerse en la tarea de sus cientos de editores, a pesar de la mancha Morán.

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