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Armas de información clandestina contra el FMI
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EL ARTISTA CILDO MEIRELES MUESTRA SU CARA MÁS CRÍTICA Y POÉTICA EN EL PALACIO DE VELÁZQUEZ

Armas de información clandestina contra el FMI

Dos grandes planchas. Una cuelga del techo, es de color azul y tiene 76.150 balas adheridas a la superficie. Pulidas, cromadas y vacías. Debajo, la tarima

Foto: Armas de información clandestina contra el FMI
Armas de información clandestina contra el FMI

Dos grandes planchas. Una cuelga del techo, es de color azul y tiene 76.150 balas adheridas a la superficie. Pulidas, cromadas y vacías. Debajo, la tarima de color rojo, con 20.050 huevos de madera pintados con laca de poliuretano. La eficacia política de la pieza es absoluta, la amenaza de la fuerza se cierne sobre la debilidad de una gran masa homogeneizada. Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948) ha titulado la obra Amerikkka y es la primera vez que se muestra al público, porque a pesar de ser un encargo en 1991 de la galería Juana Mordó, no ha sido hasta que ha llegado la ayuda del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía cuando la ha rematado.

La obra es espectacular, pero sólo es la puntita de la exposición que el Museo Reina Sofía ha montado al artista brasileño, cinco años después de ser reconocido con el Premio Velázquez. Lo que hay en el Palacio de Velázquez del Retiro madrileño, más que una antológica, es un resumen de la obra del prolífico y heterodoxo artista. Fuera se han quedado otras más conocidas, pero más vistas en anteriores retrospectivas. Como bien apunta el director de la institución, Manuel Borja-Villel, parece más una exposición colectiva por la variedad de materiales, recursos, intenciones, actitudes y técnicas que aparecen entre las casi 160 obras reunidas.

Instalaciones, dibujos, esculturas y piezas sonoras, “son obras muy importantes, menos vistas en las últimas décadas”, explica el comisario de la muestra Joao Fernandes que destaca la reunión de piezas con marcado carácter “cara b”. Meireles asegura irónico a este periódico que sigue “buscando la diferencia, como continuidad”. Alude a la multiplicidad de la propuesta en la que trabaja desde los años sesenta.

El valor del dinero

Y sin embargo, la marca Meireles es clara y definida: los guiños inequívocos a la crítica artística sobre el valor del arte; sobre las escalas de los espacios y los objetos y su relación con el observador; la crítica desde el sur a la jerarquía de los valores instaurados por el hemisferio norte; y, claro está, el valor del dinero. Al que se refiere en estos términos: “El dinero se declara como un valor, pero en realidad no hay manera de saber si realmente vale”.

La pregunta que lanza es la siguiente: ¿Quién determina el valor de las cosas y, por tanto, el funcionamiento jerárquico de las relaciones sociales? ¿Es acaso el FMI? Meireles mira a la cara a un sistema que absorbe las relaciones íntima y descubre sus herramientas, para ironizar y desarticularlas, como en la serie de la moneda inventada Zero cruzeiro, Zero dollar, Zero centavos, Zero cents. Billetes sin valor de cambio, tinta sobre un papel inútil, que el artista fabrica y pone en circulación de manera anónima. Dinero estéril para dominar.   

Dinero estéril para especular: la marca del artista ha sustituido el valor cero del billete. El valor del dinero desaparece y emerge el valor de la producción simbólica de los valores (el sistema del arte). Pero a Meireles le gusta jugar con el visitante y sus miserias. Tantas referencias tan cercanas a la ironía de los readymades de Marcel Duchamp. Qué mejor que el dinero para revelarlas: Ocasión es una instalación compuesta por una con espejos y una palangana repleta de euros. Nadie los vigila, nadie cuida el dinero. Los billetes están ahí, es una ocasión única. Pero el ladrón, y vigilado, es observado al otro lado de los espejos por otros visitantes, y vigilantes.

Esto es algo importante: el aspecto teatral de sus instalaciones es una estrategia deliberada para adueñarse del espectador. Porque sus obras se basan en la multiplicación de la experiencia. La visión es superada por el mundo que se huele, se escucha y se siente. Este es el permanente reto del artista brasileño y su creación conceptual sensorial.

Un artista público

Este aspecto protagoniza Olvido, que reproduce un tipi de los indios nativos americanos (realizado con 6.000 billetes de distintos países de América) colocado sobre un suelo recubierto por miles de tibias de buey (cerca de 3 toneladas), que despiden un olor intenso. Todo esto se presenta dentro de un círculo cuyo perímetro está compuesto por 70.000 velas que cercan la pieza. Y un ruido a motosierra. ¿Interpretación? El espectador debe encargarse de cerrar el significado que crea conveniente.

La obra de Meireles supone la muerte de lo típicamente visual y la naturaleza cuantificable del mundo. En Oro y palos: palet ha utilizado un palet de madera de pino y clavos de 18 quilates; en Hilo, una montaña de fardos de heno y una aguja de oro de 18 quilates (un monumento a la avaricia y a la falsa esperanza del enriquecimiento espontáneo de las clases más desfavorecidas); un cordel de hilo extendido y recogido de 30 kilómetros de largo, que el artista soltó a lo largo del litoral del Estado de Río de Janeiro.

Y para el final, la entrada. El visitante es recibido por El murmullo, un muelle de madera levantado sobre 17.000 libros, abiertos y mostrando las imágenes de un mar azul. Un océano de papel aderezado por el ruido que mezcla de manera repetitiva la palabra “mar” y el sonido de las olas. Es la pieza más ambiental y sorprendente, que establece un diálogo perfecto con esta sala imposible. Pero parece que la obra de Meireles, que se encarga de diseñar el espacio, de recomponerlo, es perfecta para estas inmensas naves.

Es un artista público, un artista nacido para ocupar museos y desmontarlos: “El museo es el lugar donde se comparten las piezas”, dice. Un artista que rompe con la narración y la previsión museística tradicional. Cildo Meireles tampoco se lleva bien con el mercado. “Sé que existe, pero procuro no considerarlo”, reconoce.

La mayoría de las obras que componen la muestra pertenecen a la colección particular del propio artista. No se sabe si esperando a un coleccionista o rechazándolo. Siempre hace tres versiones de cada una, para vender dos y guardar una. “Si pudiera permitírmelo, me quedaría con todas mis obras. El artista es su mejor coleccionista”. 

Dos grandes planchas. Una cuelga del techo, es de color azul y tiene 76.150 balas adheridas a la superficie. Pulidas, cromadas y vacías. Debajo, la tarima de color rojo, con 20.050 huevos de madera pintados con laca de poliuretano. La eficacia política de la pieza es absoluta, la amenaza de la fuerza se cierne sobre la debilidad de una gran masa homogeneizada. Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948) ha titulado la obra Amerikkka y es la primera vez que se muestra al público, porque a pesar de ser un encargo en 1991 de la galería Juana Mordó, no ha sido hasta que ha llegado la ayuda del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía cuando la ha rematado.