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"Si yo le cantase hoy a la libertad sería un gilipollas"
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EL CANTANTE PRESENTA 'BI', UN CANTO A AMÉRICA Y SU TRADICIÓN MUSICAL

"Si yo le cantase hoy a la libertad sería un gilipollas"

Atiende sin ceremonia en la habitación de un céntrico hotel madrileño y allí, en una terraza particular a doce pisos de altura, se maravilla de la

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"Si yo le cantase hoy a la libertad sería un gilipollas"

Atiende sin ceremonia en la habitación de un céntrico hotel madrileño y allí, en una terraza particular a doce pisos de altura, se maravilla de la belleza que despliega, dice, la capital de España. A Kevin Johansen (Alaska, 1964) le gusta el océano de tejados rojos que presenta Madrid desde arriba y que sus escasos rascacielos estén lejos y agrupados, sin infectar de hormigón y cristal los palacios, las avenidas y los viejos barrios del centro. No es lo que ha ocurrido en la urbanización de Buenos Aires y a Johansen, que quiere mucho a Buenos Aires, le duele el agravio comparativo. Pocos argentinos le han cantado a la ciudad tanto como él y ninguno entre ellos lo ha hecho, como Kevin Johansen, siendo natural de Fairbanks, en Alaska.

De hecho el autor vuelve a hacerlo en su último trabajo, Bi, a la postre el sexto de su carrera, aunque en esta ocasión lo estrictamente bonaerense son solo dos temas, Buenos Aires Río y Nieva en Buenos Aires. La razón es que el cancionista argentino nacido en Alaska –un título periodístico con el que Johansen transige más por amabilidad que por convicción– cambia de escala en Bi, que no de tema, hasta alcanzar con la mirada toda la tierra comprendida entre la suya natal, en la orilla norte del Pacífico, y aquella en la que adquirió el acento, en la ribera sur del Atlántico. Por el camino ha vivido también en California, Montevideo y Nueva York. América entera, que es mucha América. Tanta que Johansen ha tenido que invertir un disco doble y casi 30 temas en invocarla.

Es de lo que va Bi: de invocar y celebrar, aparcando por un momento la protesta y la solemnidad que ha caracterizado históricamente a la canción latinoamericana. Sobre él, sobre su banda –los The Nada– y sobre sus colaboradores en este trabajo –Lisandro Aristimuño,Lila DownsPaulinho MoskaFernando Cabrera y Daniela Mercury, entre otros– Johansen explica que son "la generación que heredó de Víctor Jara en Chile, de los tropicalistas de Brasil o de Charlie García en Argentina, de Serrat o Silvio Rodríguez, la obligación de no repetirse". 

Incluso queriendo hacer causa, dice, y ejercer como "latinoamericanista además de latinoamericano", el lenguaje ha de ser otro. "Ahí es donde entra la ironía, la alegría, y la reivindicación de la diferencia, de afirmar que es algo que hay que disfrutar, no sufrir. En Latinoamérica creo que está cambiando algo en este sentido y es el momento de celebrarlo".

Por esa razón Johansen parafrasea a Mark Twain –"el problema del humor es que nadie se lo toma en serio"– y cita a otro de sus invitados en Bi, Rubén El Negro Rada, que en cierta ocasión le dijo que no hay que ser cansautor. Porque no hay que redundar y porque los tiempos cambian, a veces incluso para mejor. "Si yo cantara hoy a la libertad sería un gilipollas, porque le estaría cantando a algo que ya está más o menos conseguido", asegura a El Confidencial. "Hace tiempo actué junto a los The Nada para apoyar al matrimonio igualitario y poco después, cuando se aprobó en 2010, algo me hizo clic en la cabeza. Me di cuenta de aquello a lo que le cantamos. Ya no le cantamos a la gran libertad, sino a las pequeñas parcelas de la libertad".

Así, la pequeña conquista –la personal, la romántica, la social y la ideológica– es el gran tema de este disco dividido en dos, como el continente y como el propio Johansen, entre lo anglosajón  y lo latino. En la primera parte, Jogo / Subtropicalia, Johansen zigzaguea por Latinoamérica entre milongas, rancheras, bossa novas, tangos y evocadores temas de inspiración andina para practicar sin homenajes la tradición musical del continente. Fogo / Pop heart, la segunda parte del trabajo, invoca la parte anglosajona y estadounidense del autor aunque activando en 13 temas el homenaje de nuevo a la música popular, denominada pop en este contexto, con un toque disco en Down in the forest (So many lovers), por ejemplo, otro de jazz en Los tics del jazzero y hasta un ascendente de sonido country elástico y saltón en The dark side of me.

En Johansen la introspección es honesta porque elude a conciencia el grito. "Hay que tener cuidado con la demagogia", advierte. "Como cancionista lo tengo siempre presente, hable o no política". Es un miedo del que de hecho habla también en el disco, con temas como Basta de bastas o Nunca digas siempre, aunque sin insistir. "Me gusta atacar la política puntualmente en una canción, como Caetano Veloso", explica. "Él te habla en una canción de la belleza de Río, en otra de una hermosa mujer que pasó o un hombre bonito que vio, y en otra habla de la esclavitud". Es el camino, dice, al menos para él. "Personalmente no me creo a los artistas que hablan constantemente de lo mismo y que son siempre iguales", sentencia. 

Atiende sin ceremonia en la habitación de un céntrico hotel madrileño y allí, en una terraza particular a doce pisos de altura, se maravilla de la belleza que despliega, dice, la capital de España. A Kevin Johansen (Alaska, 1964) le gusta el océano de tejados rojos que presenta Madrid desde arriba y que sus escasos rascacielos estén lejos y agrupados, sin infectar de hormigón y cristal los palacios, las avenidas y los viejos barrios del centro. No es lo que ha ocurrido en la urbanización de Buenos Aires y a Johansen, que quiere mucho a Buenos Aires, le duele el agravio comparativo. Pocos argentinos le han cantado a la ciudad tanto como él y ninguno entre ellos lo ha hecho, como Kevin Johansen, siendo natural de Fairbanks, en Alaska.