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“Me molesta que la gente asocie las enfermedades mentales con la creatividad”
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KRISTIN HERSH, LA CHICA RATA DEL ROCK

“Me molesta que la gente asocie las enfermedades mentales con la creatividad”

En 1986, la vida de Kristin Hersh cambió para siempre. No sólo su grupo Throwing Muses consiguió su primer contrato discográfico con la discográfica inglesa 4AD,

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“Me molesta que la gente asocie las enfermedades mentales con la creatividad”

En 1986, la vida de Kristin Hersh cambió para siempre. No sólo su grupo Throwing Muses consiguió su primer contrato discográfico con la discográfica inglesa 4AD, que les permitiría publicar ese mismo año su debut, sino que también fue el año en que Hersh fue madre por primera vez y tuvo que superar un episodio psicótico que todavía recuerda con dolor. Todo ello aparece recogido en su libro de memorias Rat Girl (Alpha Decay), que acaba de ser publicado en España y que sirve de motivo a El Confidencial para ponerse en contacto con la que fue una de las mujeres más importantes en el rock de los años ochenta y noventa.

Pero ¿por qué centrarse exclusivamente en esa época y no otra? “Esa primavera fue la única época en mi vida en la que mantuve un diario, por la única razón de que los pintores me decían que la música era arte de baja estofa, la pintura estaba en el nivel más alto y la escritura en algún lugar entre medias”. Sin embargo, la cantante recuerda que quizá no debamos tomarnos su libro al pie de la letra. “En realidad, el diario original era bastante esotérico. Me llevó cuatro años transformarlo en ‘una novela de no-ficción’”.

Todos deberíamos ser capaces de reírnos de cualquier cosaResulta llamativo que Hersh haya esperado un cuarto de siglo para poner negro sobre blanco sus experiencias adolescentes. ¿Por qué ha tardado tanto en hacerlo, y por qué dedicarse a ello en este preciso momento? “Los actores en juego en esta historia (el arte contra el comercio, el desorden bipolar y los niños) siempre me han afectado, pero jugaban un papel esencial según escribía este libro. Aún tenía mucho que aprender de ellos, como ha ocurrido”.

Los colores de la música

Uno de los episodios más impactantes del volumen es, como no podría ser de otra forma, el que detalla el proceso de caída en el desorden bipolar de la líder de Throwing Muses. Sin embargo, no se trata de un viaje oscuro, sino que, como ocurre con el resto de la historia, está detallado con distancia y sentido del humor. “Mis compañeros de banda y yo siempre afrontamos los traumas de esa manera. Pensamos que todos deberíamos ser capaces de reírnos de cualquier cosa, aunque sólo sea para tomarse un respiro de los problemas”, indica Hersh. “Todo el mundo necesita una isla a la que poder escaparse. La nuestra era el humor”.

Sin embargo, la cantante nacida en Atlanta se apresura en recordar que, frente a lo que el estereotipo cultural afirma, los problemas mentales no están necesariamente asociados con un mayor talento. “Me molesta que la gente una las enfermedades mentales a la creatividad”, señala la cantante. “No me gusta la idea de que, como especie, podamos estar separándonos de la salud y la claridad. Cuando no estoy equilibrada, mi trabajo tampoco lo está”.

En Rat Girl, Hersh relata cuáles fueron los síntomas que antecedieron a su brote psicótico. Uno de los más llamativos son las alucinaciones visuales que sufría  y que se encontraban ligadas a su percepción de la música. “Siempre he asociado los acordes con diferentes colores y siempre lo haré. Me ayuda a recordar los miles de acordes que componen mi música. En lugar de pensar ‘esto va de mi menor a si bemol’, simplemente pienso ‘ahora va de bermellón a marrón claro’”.

De Dude a Betty  

La historia de Hersh está plagada de secundarios. Pero no únicamente forman parte de ellos sus compañeros de grupo o los miembros de la escena musical de Boston, sino que también lo hacen su padre, al que se refiere como Dude (“tío”) y la anciana Betty, que investigando un poco, el lector descubrirá que se trata de Betty Hutton, la actriz que aparecía en películas del Hollywood clásico como El milagro de Morgan Creek (Preston Sturges, 1947) o El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMille, 1952) y que falleció en 2007. Curiosamente, Hutton proporciona un contrapunto perfecto a la rebelde Hersh, a la que enseña unas buenas lecciones sobre el funcionamiento del mundo del espectáculo. “Lo sabía todo sobre la industria del entretenimiento, que se supone que es donde has de terminar si quieres ganarte la vida con el arte. Desafortunadamente, no siempre abraza lo artístico”.

La música sigue avanzando, pero la industria noDe su padre, un profesor universitario bastante ‘hippie’, Hersh recuerda que fue el que le compró su primera guitarra y le enseñó a tocar, así como el que le hizo conocer a bandas como la Velvet Underground o Talking Heads. “Aún sigue viniendo a mis conciertos”, reconoce la cantante, que ha planteado una forma de vida bastante itinerante para la familia que ha formado junto a su manager Billy O’Connell, con el que comparte tres hijos. ¿Por qué siente esa necesidad de mudarse de domicilio cada año? “Quizá girar introduce la idea de que tu escenario debe cambiar tanto como se pueda. Quizá tenga una baja tolerancia al aburrimiento. Sea como sea, me gusta que mis hijos y yo compartamos lugares íntimos no tan diferentes: el desierto, el océano, las montañas, las ciudades. ¡Sólo me pregunto cuándo nos quedaremos sin lugares nuevos donde ir!”

Una industria en descomposición

Throwing Muses iniciaron su andadura en un momento, mediados de los ochenta, en el que el rock alternativo estaba comenzando a expandirse, lo que permitiría, después del boom de Nirvana, que el grupo afincado en Boston conociese una repercusión que en otra época le habría resultado difícil de obtener. Y, curiosamente, haciendo una música nada complaciente. “La música en sí misma sigue avanzando hacia delante, pero el negocio de la música atraviesa ciclos donde su atrevimiento fluctúa”, reflexiona la autora de canciones como «Fish» o «Shimmer». “El negocio consiste únicamente en aquello que las corporaciones deciden comercializar. Ahora mismo, la industria discográfica se está derrumbando y los empleados de las compañías tienen miedo de perder sus trabajos, así que se han decantado por ofrecer una versión acaramelada y a la moda de la música”.

La música puede hacer cualquier cosa, lo sé porque lo he visto yo mismaPara hacer frente a dicha situación, Hersh ha arrancado junto a otros artistas como Donita Sparks de L7 la iniciativa CASH Music, un modelo de negocio basado en la suscripción y la eliminación de intermediarios entre el artista y el oyente. “Es mi solución al problema que plantea la industria al pedirte hacer mala música para triunfar. Los músicos (¡los de verdad!) quieren tocar música real, música interesante que los oyentes (¡los de verdad!) quieren escuchar. Así que CASH les ofrece un software libre para ayudarlos a sortear la industria y llegar directamente al oyente”.

Más allá de estos proyectos, la relación de Hersh con la música parece ser conflictiva, ya que en alguna ocasión ha reconocido que ha valorado abandonarla por un tiempo. “Estoy completamente obsesionada con la música, lo que puede llevar a una relación de amor y odio, ¡pero quizá en eso consiste el amor! Creo que la música podría cambiar el mundo, salvar el mundo, salvar vidas… La música puede hacer cualquier cosa, básicamente, porque he visto cómo ocurría. La música real es un ritmo que todos compartimos, independientemente de la raza, el género, el lenguaje o la religión. ¿No es increíble?”

En 1986, la vida de Kristin Hersh cambió para siempre. No sólo su grupo Throwing Muses consiguió su primer contrato discográfico con la discográfica inglesa 4AD, que les permitiría publicar ese mismo año su debut, sino que también fue el año en que Hersh fue madre por primera vez y tuvo que superar un episodio psicótico que todavía recuerda con dolor. Todo ello aparece recogido en su libro de memorias Rat Girl (Alpha Decay), que acaba de ser publicado en España y que sirve de motivo a El Confidencial para ponerse en contacto con la que fue una de las mujeres más importantes en el rock de los años ochenta y noventa.