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Ideas para salvar al cine español (y que salga casi gratis)
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PRODUCIR CON MODERACIÓN, RACIONALIZAR EL CALENDARIO Y APOSTAR POR LA EXPORTACIÓN

Ideas para salvar al cine español (y que salga casi gratis)

Una vez más suenan las cornetas del Apocalipsis del cine español. ¿Supone la subida del IVA la muerte de nuestra cinematografía? Los países de nuestro entorno

Foto: Ideas para salvar al cine español (y que salga casi gratis)
Ideas para salvar al cine español (y que salga casi gratis)

Una vez más suenan las cornetas del Apocalipsis del cine español. ¿Supone la subida del IVA la muerte de nuestra cinematografía? Los países de nuestro entorno nos enseñan que la batalla no está perdida.

Sea por venganza, como sostiene el sector, o por ineptitud, como mantiene un buen número de economistas (e incluso ha insinuado el propio Secretario de Estado, LaSalle), este sábado entra en vigor el aumento del IVA al 21% en las entradas de cine. El catastrofismo se ha adueñado de directores, actores, exhibidores y productores. FEDICINE (la asociación de distribuidores) ha publicado un informe según el cual desaparecerán una quinta parte de las pantallas actuales (859 de un total de 4.044) y 3.500 empleos. A menos entradas, menos ingresos y menos trabajo… A no ser que transformemos el sector con medidas que sí funcionan en otros puntos de Europa.... Como éstas:

Una producción razonable. EEUU, 300 millones de habitantes y primera potencia audiovisual del mundo, con una audiencia objetiva de todo el planeta, produce al año unas 700 películas, según la MPAA (todopoderosa asociación de las grandes majors del sector). España, con 47 millones y una escasa exportación audiovisual, da a luz alrededor de 200 filmes (199, de las cuales 48 coproducciones en 2011, según la FAPAE, los productores españoles). Parece obvio que en España se produce demasiado cine. Hagan números: si el año tiene 52 semanas, habría que estrenar la friolera de casi cuatro películas al mes. Obviamente, eso en el supuesto de que no existiera el cine de Hollywood ni toda su parafernalia de marketing. Urge pues, revisar la producción y controlar el siempre espinoso asunto de las subvenciones. Hay gente que está haciendo mucho dinero y muy poco cine. Y no lo digo yo. Lo dicen, en una actitud que les honra, los propios integrantes de la industria. Dos ejemplos: Dolores Payás hablaba hace poco en El País de "vividores que medran a costa del erario público y de los esforzados trabajadores de la industria". Más recientemente, Jaime Rosales comentaba en El Mundo que en el reparto de subvenciones "ha habido una dosis de corrupción, como en todo lo que se relaciona con política". 

Un calendario de estrenos razonado. ¿Qué desayunan los daneses para tener a directores como Winding Refn, Lars Von Trier o Susanne Bier (ganadora del Óscar por Un mundo mejor? Entre otras cosas, una dieta equilibrada. El gobierno danés protege su cinematografía con una medida tan simple como barata: él mismo se ocupa de controlar el estreno de los filmes nacionales, de manera que no ocurra como en España, en el que el aluvión de estrenos de las majors relega a los filmes patrios a competir (entre ellos, para más inri) en dos breves momentos del año (los peores, por otra parte): octubre y abril.

Pensar más allá de la taquilla. El cine no es solo experiencia colectiva y teatral. Hoy día se consume también en los hogares, un mercado no suficientemente explotado en España. Los crímenes de Oxford, de Álex de la Iglesia, la película más vista en España en 2008, por ejemplo, todavía no haya sido emitida en televisión. Obligar a las cadenas productoras de las películas a emitirlas en antena en un plazo razonable, so pena de perder sus derechos de emisión, no parece descabellado y cuesta la friolera de cero euros. No es una cuestión únicamente de las cadenas privadas: hasta la fecha, TVE, principal productora de cine español, ha desempeñado un papel de mera financiadora. La BBC, por ejemplo, se preocupa no solo de financiar, sino también de la vida comercial de las películas en las diferentes ventanas de explotación. Con el DVD moribundo, la marca TVE (y su infraestructura) podría aprovecharse para explotar el VOD (pago por visión) de manera que se generaran mayores beneficios tanto para la industria cinematográfica como para la propia cadena. Hay otras medidas televisivas de fácil aplicación y que funcionan en Francia, por ejemplo: la prohibición de los anuncios televisivos de películas (para no beneficiar a las majors hollywoodienses, que son las que más tienen) o de emitir cine en abierto los días de estreno.

Redistribución de beneficios. No hay nada que ponga más nervioso a Hollywood que el cine francés. No solo por su chauvinismo, sino por cuestiones más materiales. En Francia existe el TSA (siglas de Impuesto añadido excepcional): del dinero que cuesta una entrada, el 10,72% (aproximadamente un euro), va a parar al Centro Nacional de Cinematografía que, a su vez, financia las películas. Un pellizco nada desdeñable para la industria.

Bajar los precios. Por más que algunos lo nieguen, el cine en España es extremadamente caro. Quienes defienden la falta de interés del público (esos catetos) comparan el precio de una entrada con el de un gin tonic de garrafón en cualquier discoteca. Tienen razón, salvo en que el alcohol es una mala vara de medir que puede distorsionar la realidad: mucho más fiable es la renta per capita. Con ella en la mano, puede observarse que en Holanda, el precio de una entrada es de 9,30 euros (muy próximo al precio que tendrá el cine en Madrid o Barcelona con la subida del 21%). La diferencia estriba en que la renta per capita española es de 29.114 dólares y la holandesa de 51.410 dólares. Para un habitante de Amsterdam, por lo tanto, es mucho más barato ir al cine que para madrileño.

Sin embargo, y a pesar de que la renta per capita no ha hecho sino descender hasta situarse por debajo de la media europea en 2011, durante los últimos siete años el precio de una entrada ha subido el 36%, 17 puntos por encima del IPC, según un informe de la organización de consumidores FACUA. La disparidad de precios de las entradas es enorme: desde los 8,10 euros de Barcelona o los 4,5 euros de Granada es evidente que hay un margen de beneficio suficiente como para bajar el precio del cine. Y cuando el cine baja de precio, las salas se llenan: lo sabe bien el Presidente de la Academia, González Macho, que ha llenado sus salas con reestrenos a 3 euros. La cadena Kinépolis, gran referente del cine comercial, ha puesto en funcionamiento un bono de 10 películas por 50 euros. Soluciones imaginativas que demuestran que, si el precio baja, la gente responde. No somos tan cafres.

Acercarse, aunque sea un poquito, al público. No es nuestra intención decidir qué tipo de cine deben hacer los profesionales del medio, sino cómo se relaciona el mismo con su público. Asombra que, en España, prácticamente no existan ni toe on the waters (pases para profesionales) ni screening tests (pases con evaluación del público). Dos sencillos procedimientos que permitirían eliminar sustancialmente riesgos y aumentar beneficios.

Exportar, divino tesoro. Es el mantra de la FAPAE durante 2011 y 2010: “el cine español es más reconocido fuera que en nuestras fronteras”. Las cifras están ahí, pero los nombres también e incluyen a realizadores tan cañís como Woody Allen (Midnight in Paris, 2011) o Steven Soderbergh (Che, el argentino, 2010). Si rara vez se piensa en el espectador patrio, es lógico pensar que se haga menos en el foráneo y eso que, a diferencia de la cinematografía alemana, por ejemplo, España tiene un caladero de más de 360 millones de hispanoparlantes, una cuota de mercado sin duda jugosísima. El cine español no sobrepasa nuestras fronteras no por problemas de atractivo, sino por falta de medios (en el caso de las películas de autor), o por su concepción para el mercado doméstico (en el caso de las películas comerciales, protagonizadas por grandes estrellas de la pequeña pantalla desconocidas fuera de España). Hay excepciones, claro está, y es deseable que aumenten: Copito de Nieve (Schaer, 2011), por ejemplo, obtuvo 1.400.000 euros de recaudación y 224.000 en España; desde que se estrenó en Polonia, ha sumado un millón más de euros y 280.000 espectadores más. Más revelador es el caso de Tengo ganas de ti (Fernández Molina, 2012), cuya penetración en el atractivo mercado ruso ha sido sorprendente: 900.000 espectadores y más de …5 millones de euros de beneficio.

Una vez más suenan las cornetas del Apocalipsis del cine español. ¿Supone la subida del IVA la muerte de nuestra cinematografía? Los países de nuestro entorno nos enseñan que la batalla no está perdida.