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Por qué se recurre a la prostitución: el estudio que desmiente lo que pensábamos
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EL OTRO LADO DEL COMERCIO SEXUAL

Por qué se recurre a la prostitución: el estudio que desmiente lo que pensábamos

El debate sobre el trabajo sexual está cada vez más abierto y por eso estudios como el que se acaba de publicar nos ayudan a entender un poco mejor la mentalidad del cliente

Foto: ¿Desaparecería la prostitución si se persiguiese al cliente? (iStock)
¿Desaparecería la prostitución si se persiguiese al cliente? (iStock)

Durante los últimos años se ha popularizado en Europa en general y en España en particular el debate sobre la prostitución. Cada vez hay un mayor número de opiniones diferentes, en muchos casos por la participación en el debate de las propias profesionales que recuerdan que no todo trabajo sexual tiene por qué ser esclavista. En definitiva, el abolicionismo convive con otras visiones menos restrictivas, incluso dentro del feminismo.

Para completar el complejo puzzle de la prostitución es de especial ayuda una investigación recién publicada en la revista 'Sexualities' y realizada por Susann Huschke, de la Universidad de Witwatersrand de Sudáfrica y Dirk Schubotz, de la Universidad Queen's de Belfast, en la cual desmontan “los estereotipos predominantes sobre los hombres que pagan por sexo, tal y como se utilizan continuamente en el discurso público sobre el trabajo sexual”.

Los clientes suelen ser más o menos pudientes y tener estudios. Tan solo cuatro de cada 10 son solteros

En definitiva, como ya habían sugerido otros estudios, los clientes no son simplemente “explotadores y abusadores sexuales”, sino que recurren a la prostitución por un amplísimo rango de razones, que abarcan desde la experimentación (es el caso de un travestí heterosexual) hasta la incapacidad de encontrar pareja, pasando por aquellos que quieren mantener relaciones con mujeres sin compromiso o que no encuentran satisfacción sexual con sus parejas. Y lo hacen en un contexto que a los españoles les sonará: el de una sociedad donde tradicionalmente el sexo ha sido censurado por la religión. Concretamente por la Iglesia Católica, que en Irlanda, donde se llevó a cabo el estudio, sigue teniendo una gran influencia.

Así es el cliente: qué quiere y qué no

En los debates sobre prostitución, el cliente suele ser retratado de manera monolítica. Por lo general, se trata de un “misógino negligente o un pervertido sexual”. Sin embargo, señalan los autores, aunque pueda haber consumidores así, la simplificación no ayuda a entender las raíces del problema, sobre todo a la hora de tomar decisiones legales sobre la criminalización del trabajo de las prostitutas o la persecución del cliente.

Según los datos obtenidos después de que 446 clientes habituales completasen una encuesta 'online', complementados por entrevistas cara a cara con 10 de ellos, así como por los testimonios de 19 trabajadores sexuales, la única conclusión es que no existe el “putero” típico. Eso sí, ya que la mayor parte de clientes afirmaban no recurrir a la prostitución callejera sino a las escorts y a los burdeles (según el informe 'Radiografía de la prostitución en España' puede haber unos 1.500 locales así en nuestro país), estos suelen ser más o menos pudientes y con estudios.

Estas son las principales razones por las que los hombres recurren a la prostitución:

  • Disfruto haciendo el amor con gente diferente (47%)
  • Me ha permitido explotar mi sexualidad (40%)
  • Me permite probar cosas que no había probado antes (41%)
  • Me gusta que no haya lazos emocionales (38%)
  • Me permite hacer cosas que no podría hacer con mi pareja (28%)
  • Es la única manera en que puedo hacer el amor (25%)
  • El secretismo me excita (21%)
  • Me hace sentir mayor confianza sobre mi cuerpo y sobre mí mismo (21%)
  • Es bueno para mi autoestima (19%)
  • Lo hice por curiosidad (16%)
  • Es rápido y fácil: no tengo tiempo para otras relaciones sexuales (16%)
  • Es la única manera en que puedo obtener satisfacción sexual (9%)
  • No me siento preparado para otras relaciones sexuales (8%)
  • Nada de lo anterior (<1%)

Cuando se les preguntó por qué razón dejarían de hacerlo, el 35% aseguró que en caso de tener de pareja y el 27% si pudiesen tener relaciones sin pagar

Estas son las cosas que a los encuestados no les gusta de la prostitución:

  • Me siento como si tuviese que esconderme (41%)
  • Me preocupa que mis amigos y familia se enteren (39%)
  • Me preocupa el bienestar de la trabajadora sexual / prostituta (36%)
  • Me siento como si tuviese que mentir sobre lo que hago (31%)
  • Me preocupan los riesgos para la salud (25%)
  • Me gasto demasiado dinero (25%)
  • Echo de menos la conexión emocional (21%)
  • No creo que sea dinero bien gastado (12%)
  • No me gustan los lugares donde se lleva a cabo (10%)
  • Me hace sentirme avergonzado (10%)
  • Esperaba que me daría más que sexo (5%)
  • Daña mi confianza (3%)

Como se puede apreciar, dejando al margen el sesgo asociado a estas encuestas (en las que los participantes siempre salen bien en la foto), las respuestas sugieren que el cliente se preocupa más por la trabajadora de lo que se pensaba. Cuando se les preguntó por qué razón dejarían de frecuentar a las escort, el 35% aseguró que en caso de empezar en una relación de pareja y el 27% si pudiesen tener relaciones sin pagar por ellas, lo que refuerza el carácter sustitutivo de la relación. Algunos de ellos, además, afirmaron que aunque nunca habían visto maltrato a las chicas, dejarían inmediatamente de hacerlo si supiesen que sus parejas habían sido forzadas.

El 97% de los participantes eran hombres, con tan solo un 2% de mujeres y un 1% de trans. La mayoría (64%) tenían entre 31 y 50 años, seguidos por aquellos que tenían entre 51 y 74 (un 21%) y los de entre 22 y 30 (un 14%). Cuatro de cada 10 eran solteros, y la mayoría de ellos preferían ver a diferentes mujeres (58%), aunque un tercio reconocía que prefería quedar siempre con la misma, algo que, por lo general, no era posible.

“Estaba cachondo el 99% del tiempo”

Más allá de los datos, el 'paper' resulta interesante porque recoge algunos de los testimonios de estos hombres, que resumen a la perfección la gran cantidad de razones por las que se recurre a estos servicios. Uno de los casos más habituales, por ejemplo, es el de Roger, un autónomo de 50 años casado y con tres hijos. “Si tuviese una vida sexual activa en casa, definitivamente no utilizaría a las escorts, pero mi mujer nunca quiere”, explica. “Estamos felizmente casados, aún salimos, pero en lo que concierne al sexo… supongo que me he rendido”. Es una de las explicaciones más frecuentes: ante la frustración sexual, los hombres prefieren recurrir a una profesional antes que tener una aventura puesto que eso es menos arriesgado para su matrimonio. “Muchos participantes consideraban que estos eran una parte importante de sus vidas y no estaban preparados para dejar a su mujer e hijos”, señala el estudio.

Cuando se piensa que todos los trabajadores sexuales son víctimas, no se puede discutir sobre las diferentes condiciones de trabajo en las que se encuentran

Igualmente habitual es recurrir a la prostitución como hace el treintañero Philip, que creía en lo de “nada de sexo antes del matrimonio” hasta que, a los 35, vio la luz: “Era un buen chico católico”, explica. “Estaba cachondo el 99% del tiempo por eso, pero es la elección que había tomado por la manera en que me criaron… Y entonces llegué a ese punto donde la cosa era: ¿Por qué? ¿Es de verdad el sexo un pecado?” En algunos casos, hasta juega un papel sanador: es lo que ocurre con Paul, un jubilado de Belfast que cayó en una severa depresión después de divorciarse de su aposa. “Me hace sentirme mejor y ayuda con mi depresión”, reconoce. “Quiero algo, ella quiere dinero, los dos estamos felices. Fin”.

En otros casos, quizá minoritarios, pero igualmente relevantes, la prostitución llega allí donde las relaciones heterosexuales convencionales no llegan. Bob, por ejemplo, es un 'cross desser' al que le gustan las mujeres. “Tengo mis necesidades, quiero sexo”; explica. “Esta es la única manera en que puedo hacerlo… Me siento especial, aliviado”. Es también el caso de Nick, un cuarentón soltero con gustos peculiares: “Si conoces a alguien, incluso si lo conoces desde hace un mes, te preguntas, ¿cómo saco a pasear el fetichismo en nuestra relación?”, se pregunta. “Es lo que para eso me sirven las escorts, ya que listan sus servicios, así que si hay cosas que quieres probar, están ahí”. Algo común en muchos casos es ver los encuentros con prostitutas como una faceta separada del resto de sus vidas: “Las escorts proporcionan esa situación compartimentada en la que puedo experimentar sin que me juzguen”.

Otra característica común a muchas de estas relaciones es que no son exclusivamente sexuales. Nick, por ejemplo, afirma quedarse charlando un buen rato después del acto. Roger añade que “la mitad del tiempo quiero que me arrullen, que me abracen de manera íntima...”Algunos de estos clientes recuerdan que las prostitutas no se parecen en nada a la imagen que dan de ellas en los medios de comunicación. “No son las heroinómanas violentas que pasan enfermedades de las que sueles leer, suelen ser gente maja”, señala Paul. “Descubrí que muchas de las cosas que me habían contado eran mitos y basura”.

Esa es, finalmente, la conclusión de los investigadores. Que “el deseo se encontrar placer sexual no significa automáticamente que los hombres que pagan por sexo simplemente busquen un cuerpo femenino pasivo y receptivo para el desahogo sexual”. Aunque casi todas las trabajadoras se han visto en situaciones desagradables, la mayor parte de clientes son capaces de respetar los límites que imponen. “Cuando todos los trabajadores sexuales son percibidos como víctimas indefensas del tráfico o de la industria del sexo, no hay lugar para discutir sobre las diferentes condiciones en las que se encuentran, sobre los comportamientos apropiados e inapropiados de los clientes, las formas en que las trabajadoras pueden hacer su trabajo más seguro y la promoción de las prácticas de reducción del daño y los servicios de apoyo que permitirían a más trabajadores del sexo protegerse de los clientes violentos y abusivos”, concluyen.

¿Legalización o criminalización?

Esta investigación se enmarca en las últimas reformas producidas en Europa respecto a la prostitución. En junio de 2015, Irlanda del Norte implementó castigos para los clientes de prostitución, “siguiendo la lógica de que si se criminaliza el pago por sexo, la demanda se reducirá significativamente, y si hay menos trabajo sexual, habrá menos tráfico de explotación sexual”. Seguía la estela de Islandia y Noruega, que habían hecho lo propio en el año 2008 y 2009, respectivamente, aunque la medida fue rechazada en Escocia en 2012 y en Irlanda en 2014.

La investigación pone en duda que sea una medida realmente útil. Según los resultados de la encuesta, solo el 7% de los clientes reconocía que dejaría de pagar por sexo si fuese ilegal, mientras que el 15% tendría que buscarse la vida, por ejemplo, en otro país. Tan solo el 4% pensaba que disuadiría a las trabajadoras sexuales, y el 57% mostraba preocupación por que la prohibición y criminalización no hiciesen otra cosa que empeorar aún más las condiciones laborales de las trabajadoras.

“Concluimos que los recientes debates públicos sobre la comercialización del sexo en Irlanda y la implementación del llamado modelo sueco en Irlanda del Norte constituye una 'cruzada moral' contra el trabajo sexual, que se percibe como una transgresión de la moral cristiana conservadora”, señalan los autores al final del 'paper'. “Empleando estereotipos negativos e ignorando la evidencia existente, los promotores de la prohibición del trabajo sexual han perdido la oportunidad de permitir un debate abierto y menos prejuicioso sobre los deseos sexuales de la gente y las normas sociales que les dan forma”.  

Durante los últimos años se ha popularizado en Europa en general y en España en particular el debate sobre la prostitución. Cada vez hay un mayor número de opiniones diferentes, en muchos casos por la participación en el debate de las propias profesionales que recuerdan que no todo trabajo sexual tiene por qué ser esclavista. En definitiva, el abolicionismo convive con otras visiones menos restrictivas, incluso dentro del feminismo.

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