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Sexo en los hoteles de 5 estrellas: así es la prostitución de lujo
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UN NUEVO LIBRO DESMIENTE LOS GRANDES MITOS

Sexo en los hoteles de 5 estrellas: así es la prostitución de lujo

Fue prostituta a los 17 años y pasó por todos los estamentos de dicho mundillo. Ahora lo cuenta todo en un libro que denuncia todo lo que tiene de degradante la profesión más antigua del mundo

Foto: Algunas de las cosas más terribles ocurren en los hoteles más selectos. (iStock)
Algunas de las cosas más terribles ocurren en los hoteles más selectos. (iStock)

“Existe la percepción de que las prostitutas callejeras son las únicas mujeres del negocio que sufren degradaciones diarias. Desde luego soportan las consecuencias de ser consideradas como lo más bajo, pero nos equivocaríamos si asumiésemos que la degradación se restringe a los barrios rojos. No hay límites en la prostitución. A contrario de lo que se piensa incorrectamente, es igual de posible y tan habitual ser humillada en un hotel de cinco estrellas”. Este es un fragmento reproducido en 'Salon' de 'Paid for: My Journey through Prostitution' (W.W. Norton / Company), en el que Rachel Moran, la fundadora de SPACE Internacional, una organización contra la prostitución, explica cómo es de verdad el mundillo.

Experiencia no le falta. La irlandesa comenzó a prostituirse en su adolescencia, en 1993, y a lo largo de su carrera pasó por todos los estamentos de la profesión, desde la calle hasta el acompañamiento de lujo pasando por burdeles y agencias de escorts, algo que, como asegura, le da una posición privilegiada para entender los mecanismos de su trabajo. Y si hay algo que desea que quede claro es que no hay ninguna diferencia esencial entre el trabajo de una prostituta de calle y otra de lujo: “Algunas de las peores experiencias que he tenido en la prostitución tuvieron lugar en los hoteles más exclusivos de Irlanda”, explica. Es más, el cliente rico puede ser mucho más dañino que el resto: “Algunos hombres acaudalados (no todos, gracias a Dios) se comunican contigo como si debieras sentirte privilegiada por estar ahí, independientemente de lo inmaculada y costosamente vestida que estuvieses”.

La prostitución, para los hombres más poderosos, es también una cuestión de control, incluso en el caso de que lo que busquen es una relación de sometimiento. “Su actitud es clara: 'te he pagado doscientas libras, y por lo tanto voy a hacerte lo que me apetezca y tú vas a cerrar la boca'”, explica Moran en el libro. “Por supuesto, en algunos hombres esta actitud era simplemente un reflejo de su arrogancia e inhumanidad generales; a la mayor parte de los que me trataban así estaba claro que les ponía humillarme, hacerme sentir desvalida, que entiendese que estaba ahí sólo por una razón: que mi cuerpo fuese utilizado como un receptáculo para su esperma”.

La jerarquía de la prostitución

A Moran le preocupa especialmente que el lector entienda que, esencialmente, no hay ninguna diferencia entre el trabajo de unas prostitutas y otras, pero también que son estas ideas equivocadas las que provocan que la prostitución siga arruinando tantas vidas. Como asegura, la jerarquía que se establece dentro del mundillo está favorecida por las propias mujeres, ya que las escorts de lujo desprecian a las que trabajan en burdeles, que a su vez hacen lo propio con las callejeras. Cada uno de esos trabajos tiene sus pros y sus contras y, obviamente, diferentes ventajas económicas.

Moran era uno de esos extraños casos capaces de pasar en cuestión de horas de encontrarse con un hombre rico en un hotel de lujo a pasear por las calles, aunque es relativamente habitual que, por ejemplo, se alterne el acompañamiento con los burdeles. La autora comenzó paseando por las calles de Dublín, pero a los 17 abrió su agencia de escorts hasta que terminó decantándose por trabajar en agencias y burdeles de otras madamas tras darse cuenta de que los gastos generales de tener su propia agencia eran muy elevados. Moran define su visión del trabajo de prostituta como “a la carta”, sin que hubiese ninguna opción moral o socialmente mejor: “A través de mi experiencia, me di cuenta de que en cuanto a peligro, estrés e ingresos, cada trabajo tenía sus puntos buenos y malos, pero la degradación era universal”.

A ellos les gusta pensar que cuando llaman a una agencia de escorts, una vagina de clase alta llamará a su puerta con una mujer de clase alta unida a ella

Por eso protesta furiosamente contra las mujeres que prefieren considerarse escorts o chicas de compañía, eufemismos para no decir “prostitutas”: esas eran las más infelices, puesto que “al menos las mujeres que no dudaban en llamar las cosas por su nombre no estaban engañándose”. ¿A quién beneficia que la prostitución de lujo tenga buena fama? Moran no tiene duda: a la industria, “puesto que es la forma más sencilla de maximizar el mercado”. Pero también a los hombres, a los que le gusta pensar que “cuando llaman a una agencia de escorts, una vagina de clase alta llamará a su puerta y, por lo tanto, habrá una mujer de clase alta unida a ella”. En resumidas cuentas, se trata de una cuestión de clasismo.

Olvídate del 'glamour'

Otra de las leyendas urbanas más dañinas para las mujeres que explotan su cuerpo, explica la autora, es pensar que resulta imposible para una trabajadora que recorre la calle “ascender” a prostituta de lujo. En realidad, es tan sencillo como realizar una llamada de teléfono y presentarse como tal, de igual manera que hizo Moran en el pasado. Si bien es cierto que, por lo general, las prostitutas de clase alta se dedican en un primer momento al lujo y que las de clase baja acuden a burdeles y a los chulos de la calle, el movimiento entre todos esos mundos es mucho mayor de lo que cabría pensar, siempre y cuando se atrevan a dar el paso.

Hay muchas mujeres de clase media y alta en la prostitución, algo que siempre sorprendió a Moran. Por lo general, se trataba de personas que habían tenido a su disposición gran cantidad de alternativas vitales, pero habían terminado eligiendo una de las peores profesiones. Sin embargo, hay algo que todas ellas tienen en común: “Disponer de todos los privilegios menos del que es más importante para una mujer, la serenidad sexual”. Por lo general, todas las prostitutas que Moran conoció a lo largo de su carrera había tenido alguna clase de problema, muchas veces de índole sexual (como el abuso paterno) que las había empujado a ese mundo.

No se convierte en algo mejor porque tu culo esté frotándose contra lino blanco y no contra el asfalto

“La prostitución puede ser una experiencia transitoria”, concluye la autora. “Puedes salir adelante haciéndolo, pero aquí está el truco: esto sólo es verdad para las mujeres que lo piensan”. Es decir, tan sólo aquellas que piensan que no pueden dejar el trabajo que están realizando son las que se quedan encasilladas en él para toda la vida. Al mismo tiempo, ninguna prostituta decide cambiar de ambiente a uno en teoría peor, porque “piensan que esto dañaría su dignidad”. Pero es el trabajo en sí lo que resulta degradante: “Lo que ocurría en los hoteles de cinco estrellas era lo mismo que pasaba cuando subía mi falda en un callejón. La naturaleza de la prostitución no cambia según el contexto. No se convierte en algo mejor porque tu culo esté frotándose contra lino blanco y no contra el asfalto”.

“Existe la percepción de que las prostitutas callejeras son las únicas mujeres del negocio que sufren degradaciones diarias. Desde luego soportan las consecuencias de ser consideradas como lo más bajo, pero nos equivocaríamos si asumiésemos que la degradación se restringe a los barrios rojos. No hay límites en la prostitución. A contrario de lo que se piensa incorrectamente, es igual de posible y tan habitual ser humillada en un hotel de cinco estrellas”. Este es un fragmento reproducido en 'Salon' de 'Paid for: My Journey through Prostitution' (W.W. Norton / Company), en el que Rachel Moran, la fundadora de SPACE Internacional, una organización contra la prostitución, explica cómo es de verdad el mundillo.

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