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Cómo la élite política y financiera creó un paraíso fiscal: el caso de Luxemburgo
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CÓMO LA ÉLITE LO DEJÓ TODO BIEN ATADO

Cómo la élite política y financiera creó un paraíso fiscal: el caso de Luxemburgo

El pequeño ducado europeo ha sido históricamente un territorio agrícola y minero, pero en unas pocas décadas se transformó en un centro financiero internacional

Foto: Jean-Claude Juncker saluda al antiguo ministro de finanzas de Grecia Evangelos Venizelos durante una reunión en Luxemburgo. (REUTERS/Francois Lenoir)
Jean-Claude Juncker saluda al antiguo ministro de finanzas de Grecia Evangelos Venizelos durante una reunión en Luxemburgo. (REUTERS/Francois Lenoir)

Con una extensión que es de menos de un tercio de la Comunidad de Madrid (2.586 km²) y medio millón de habitantes, el Gran Ducado de Luxemburgo es, según el Banco Mundial, el país con el mayor PIB per cápita del mundo. Pero su fortuna no se labró en un día: en realidad ha costado medio siglo.

En los años 50, muy poca gente podría haber imaginado la transformación de Luxemburgo, que fue siempre un pequeño territorio agrícola y minero, en la superpotencia financiera que es hoy en día. Aunque el ducado ya no es considerado un paraíso fiscal por la mayoría de países, entre ellos España -en 2010 aceptó cumplir con la estadounidense Ley de Cumplimiento Tributario de Cuentas Extranjeras (FATCA) y abolir el secreto fiscal que regía hasta entonces-, sigue siendo un centro financiero internacional de primer orden, con una jurisdicción 'offshore' donde se concentran bancos extranjeros para administrar activos de sus clientes de todo el mundo, una poderosísima banca privada especializada en la gestión (discreta) de los activos de individuos de altísimo poder adquisitivo, y un sistema normativo 'onshore' que facilita la gestión de productos y servicios financieros altamente regulados.

¿Cómo logró un pequeño territorio atraer a todos los ricos del mundo? Tal como explica la profesora de Oxford Sabine Dörry en un artículo publicado en la revista 'Competition & Change', fue un pequeño grupo de banqueros y políticos el que tomó las riendas del país y explotó las nuevas oportunidades que fueron surgiendo en los mercados financieros, adaptando la legislación local a su gusto, trazando fuertes alianzas internacionales y dando pequeños pasos atrás cuando era necesario. Esta es su historia.

La suerte favorece a quien la busca

Durante todo el siglo XX, los dirigentes de Luxemburgo tuvieron claro que la única forma para que su pequeño terruño prosperara pasaba por buscar alianzas con sus vecinos. En 1921 el ducado firmó una unión económica y monetaria con el Reino de Bélgica, por la que se fijó la paridad de los francos de ambos países. Desde 1935, y hasta la llegada del euro, ambos francos podían usarse como moneda corriente en los dos territorios. Luxemburgo, de hecho, no tuvo un banco central hasta 1983.

Esta circunstancia permitió al ducado tener una política fiscal altamente liberal, que implicaba, por ejemplo, la ausencia de una estipulación de reservas mínimas para los bancos, el conocido como coeficiente de caja. En 1929 el primer ministro Pierre Dupong facilitó aún más la llegada de capital extranjero mediante un nuevo régimen para los 'holdings', una política de neutralidad fiscal que permitía a las empresas que operaban a nivel transnacional evitar la doble imposición. El Gobierno, además, animó a las compañías que llegaban al país a comerciar con sus acciones en su recién estrenada bolsa, que se fundó en 1928.

La II Guerra Mundial fue un desastre sin precedentes para toda Europa, pero no para Luxemburgo. A diferencia de la mayoría de bolsas europeas, la del ducado apenas interrumpió su funcionamiento durante el conflicto, pese a que el país había sido ocupado por los nazis. Tras la guerra, el ducado se encontraba en una posición muy fuerte y atrajo además a gran parte de la élite bancaria judía de Europa, que fue recibida con los brazos (y los bolsillos) abiertos y que desarrolló en el país todo su talento para las finanzas.

Todo queda entre amigos

Durante los años 40 y 50 Luxemburgo atrajo a los mayores talentos de las finanzas de todo el mundo, que vieron en el ducado un paraíso liberal para desarrollar todas sus ideas, en connivencia con el poder político. Una de las figuras clave en este entramado fue Pierre Werner (1913-2002), que había trabajado como banquero durante la ocupación nazi de Luxemburgo y supervisó el sistema bancario del ducado tras la guerra. En 1952 fue nombrado ministro de Finanzas y fue primer ministro en dos largos periodos, entre 1959 y 1974 y entre 1979 y 1984.

Werner era íntimo de Philippe Duvieusart, director de uno de los mayores bancos del ducado, KBL, y que era, a su vez, hijo de un antiguo primer ministro de Bélgica. Esta relación da buena cuenta de lo unidos que estaban banqueros y políticos en un objetivo común: hacer del ducado un paraíso para las finanzas.

Werner, así como su predecesor en el cargo, Joseph Bach, persiguieron la integración económica de una Europa en la que Luxemburgo pudiera florecer y lograron que muchas de las instituciones de la Unión, particularmente aquellas relacionadas con las finanzas, se establecieran en su territorio. Hoy Luxemburgo acoge la sede de dos importantes organismos: el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y el Tribunal de Cuentas Europeo. Asimismo es sede de órganos como el Banco Europeo de Inversiones, además de la Secretaría General del Parlamento Europeo.

Luxemburgo se especializó en realizar transacciones financieras complejas y su bolsa no dejó de atraer nuevos negocios, dada las facilidades que aportaba

La sucesiva integración económica de Europa fue paralela al auge de Luxemburgo como centro financiero internacional. En 1963, Siegmund George Warburg, fundador del banco de inversión S. G. Warburg & Co., y un recién llegado al 'establishment' de la 'city' londinense, emitió un préstamo a 15 años para el operador de autopistas italiano Autostrade, en el que participaron Deutsche Bank, Banque de Bruxelles y Rotterdamsche Bank. En un principio el bono iba a ser listado en Bruselas, pero otro banquero de la élite luxemburguesa, Edmond Israel, convenció a todas las partes para colocarlo en Luxemburgo. Así nació el mercado de los eurobonos. El ducado estaba de nuevo en la cresta de la ola.

Con los años Luxemburgo se fue especializando en realizar transacciones financieras complejas. Su bolsa no dejó de atraer nuevos negocios, dadas las facilidades que aportaba -mínima burocracia, bajos impuestos y nula retención fiscal- y cada vez fueron llegando más bancos extranjeros, que buscaban eludir las estrictas regulaciones en sus propias economías nacionales y participar en el creciente euromercado 'offshore'.

Los jefes de Europa

Como cuenta Dörry, a finales de los 80, la crisis del mercado europeo, provocada por los problemas para reducir la deuda de los grandes países en desarrollo, afectó en gran medida a Luxemburgo. Para hacer frente a las consecuencias de la crisis de la deuda de su propio centro financiero, el Gobierno de Luxemburgo financió a los principales bancos para evitar que acabaran siendo dirigidos por los depositantes. En parte como resultado de la crisis, la industria financiera se diversificó, especializándose en banca privada y gestión de activos, un paso fundamental en la evolución de Luxemburgo como centro financiero.

En 1983, en el contexto de una mayor integración del mercado europeo, Luxemburgo estrenó un nuevo marco jurídico para la industria de gestión de activos, que marcó el despegue del negocio de los fondos de inversión. La evolución del ducado como centro financiero internacional es esencialmente una historia de cómo adaptar su legislación a la coyuntura del momento, aceptando los nuevos reglamentos, pero siempre siendo competitivo a nivel internacional. Y esto solo ha sido posible por una integración absoluta del poder económico y político, algo que es evidente si repasamos la trayectoria de Jean-Claude Junker.

Tal como cuenta Dörry en su estudio, el actual presidente de la Comisión Europea es la personificación más prominente de cómo la élite financiera de Luxemburgo está empotrada en la médula del poder económico y político mundial. Antes de presidir la Comisión, Juncker fue miembro del consejo de gobernadores del Banco Mundial, ministro de Finanzas y primer ministro de Luxemburgo, presidente del Consejo de Asuntos Económicos y Financieros (ECOFIN) y presidente del Eurogrupo.

“Aunque estas conexiones no son exclusivas de Luxemburgo”, reconoce Dörry, “estos herméticos grupos de la élite político-económica sin duda han ayudado a potenciar la relación de Luxemburgo con las instituciones financieras del extranjero”. Hoy el ducado se enfrenta a la llegada de nuevas regulaciones internacionales, pero nada apunta a que no será capaz de adaptarse a ellas sin perder su clientela.

Con una extensión que es de menos de un tercio de la Comunidad de Madrid (2.586 km²) y medio millón de habitantes, el Gran Ducado de Luxemburgo es, según el Banco Mundial, el país con el mayor PIB per cápita del mundo. Pero su fortuna no se labró en un día: en realidad ha costado medio siglo.

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