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Conoce a César Bona, el mejor profesor de España, y las técnicas que utiliza
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Conoce a César Bona, el mejor profesor de España, y las técnicas que utiliza

En 'La nueva educación', el único español finalista del Global Teacher Prize no da recetas fáciles, sino que explica su propia experiencia en las aulas para ayudarnos a entender qué podemos hacer

Foto: César Bona ha sido el único finalista español entre los 50 candidatos al Global Teacher Prize.
César Bona ha sido el único finalista español entre los 50 candidatos al Global Teacher Prize.

El pasado mes de marzo, Nancie Atwell se convertía en la mejor profesora del mundo al alzarse con el Global Teacher Prize, un título reconocido por la Varkley Foundation y dotado con un millón de dólares. Entre los 50 finalistas se encontraba también un español, César Bona (43 años) –el único de nuestro país en la lista–, que en su corta carrera ha conseguido llamar la atención de personalidades de todo el mundo. Entre ellas se encuentra Jane Goodall, la célebre primatóloga Príncipe de Asturias, que dijo de él que estaba “creando líderes del futuro, animándolos a tomar las riendas para emprender acciones y cambiar actitudes en sus sociedades”.

¿Qué distingue a Bona? Es sencillo descubrirlo leyendo 'La nueva educación' (Plaza & Janés), el libro en el que expone sus hallazgos de manera casi biográfica: es un profesor entusiasta que disfruta de los retos, que adora a los niños y que, en lugar de teorizar sin fin sobre lo que debería hacerse, se ha lanzado a hacerlo. En sus proyectos ha conseguido llevar a cabo todo aquello que muchos han planteado sobre el papel: que niños analfabetos se sientan interesados por la lectura, que sus alumnos impulsasen una protectora de animales virtual que ha llegado al ámbito internacional (Children for Animals) o que rodasen un cortometraje premiado en un festival de cine de la India.

“Los profesores debemos ofrecer cada día nuestra mejor versión, escuchar a los niños y saber de qué están hechos para sacar lo mejor de ellos”, explica Bona a El Confidencial. Y aunque recuerda que el sistema también debe ayudar, tampoco le sirve que el profesor se parapete detrás de ello para no esforzarse y seguir aprendiendo. Pero dejémonos de palabras y veamos qué se puede hacer.

  • ¿Niños problemáticos? El mejor reto

La historia de César arranca en su año de prácticas en 4º de Primaria del colegio zaragozano Fernando el Católico. “César, te ha tocado la peor clase”, fue su recibimiento el primer día. La clase estaba formada por 24 niños, 20 de ellos de etnia gitana, una niña rumana, otra de Marruecos y una niña de Gambia. El absentismo era muy alto y los que iban a clase tampoco parecían muy interesados. “Un día llegué y les dije 'soy maestro, os voy a enseñar lengua, inglés, etc., pero vosotros también vais a enseñarme a mí'. Eso es lo que marca la diferencia, que se sintieran implicados al ver que también podían enseñar al maestro”, explica Bona.

Dicho y hecho. Javi, el cabecilla de la clase, comenzó a enseñarle a César a tocar el cajón flamenco, algo que llamó la atención de sus compañeros, que empezaron a acudir de forma habitual: “Ellos vieron que podían sacar algo de sí mismos y dárselo a los demás”. Pero había otro problema, y es que muchos, a sus nueve y diez años, no sabían leer. Así que César preparó una pequeña obra de teatro que estimulase su curiosidad. Juan, por ejemplo, tuvo un papel más corto porque no sabía leer, y otros niños más acostumbrados a la lectura interpretaron papeles más largos, al mismo tiempo que ayudaban al resto de sus compañeros.

No pueden vivir en una burbuja donde sólo metamos datos, sino que debemos invitar a esos niños a que participen activamente

“Ellos no estaban acostumbrados a pasar horas sentados, así que en mitad de Lengua o Matemáticas gritaba '¡acto tres!', lo representaban, aplaudíamos todos y volvíamos a clase”, recuerda el profesor. Este mismo año Javi ha invitado a César a una fiesta en su casa con todos sus compañeros, ya adolescentes, y el propio César lo invitó a tocar durante una charla en la facultad de educación de Zaragoza. “Si alguna vez tenéis que dar clase en un colegio de este tipo tenéis dos opciones: una, coger una depresión; o dos, ver y analizar lo que la gente llama 'problemas' y mirarlos como 'retos' y buscar qué os pueden enseñar a vosotros y qué podéis sacar de positivo de allí”, fue lo que le contó César a sus compañeros en dicha charla.

  • Los niños que enseñaron a sus padres a llevarse bien

El primer destino definitivo de César fue Bureta, un pueblo de 269 habitantes con una escuela unitaria, en la que convivían seis niños de cinco edades entre los cuatro y los doce años. Además, muchos de ellos no se llevaban bien entre sí, porque sus padres tampoco lo hacían. La solución que ideó César fue rodar un cortometraje mudo que implicase no sólo a los niños, sino también a sus propios padres, que debían arrimar el hombro para que el proyecto llegase a buen puerto. A pesar de la reservas de algunos compañeros, César llegó hasta el final y logró estrenar la película en la plaza del pueblo, ante 400 personas, entre vecinos y gente de los pueblos cercanos, así como el inspector. “¿Cómo podría perderme una cosa así habiendo visto la ilusión de los niños y también la tuya?”, fue lo que este le dijo el día del estreno.

Yo no hablo de innovación, sino de sentido común, de aplicar las cosas que me habrían gustado de niño

El cortometraje se llevó el premio CreArte del Ministerio de Cultura por el estímulo de la creatividad, dotado con 20.000 euros, y otro premio en el Festival Internacional de la India de Cine para Niños. “Es clave que los niños vean que su contribución es importante para que adquieran un compromiso social, y ahí es hacia donde debería tender la escuela si queremos una sociedad mejor”, explica el profesor. “Los maestros tenemos la posibilidad de intentar cambiar a mejor las cosas”. Aquí puede verse:

  • Los niños activistas de Muel

Siguiente parada en el camino: 4º de primaria, Muel, un municipio zaragozano de 1.400 habitantes. En esta ocasión, chicos muy aplicados. La llegada del circo al pueblo le dio a César una buena idea: ¿por qué no investigar sobre el funcionamiento de los circos? Así lo hicieron y, con el paso de los días, los estudiantes se dieron cuenta de que algo no marchaba bien. Ese fue el germen de la protectora de animales virtual El Cuarto Hocico, que llevó a los niños a movilizarse con el resto del colegio, el alcalde y a enviar una carta al Rey (al que se le invitaba a buscar otras alternativas de ocio a la caza) para evitar que los animales sufrieran. En definitiva, habían aprendido con sus propios medios una triste realidad social.

“No pueden vivir en una burbuja en lo que lo único que hagamos es meter datos, sino que debemos invitar a esos niños y adolescentes a que salgan y participen en esa sociedad”, explica Bona. “Cualquier cosa que se les enseñe debería servir en la sociedad real”. El proyecto fue premiado por Jane Goodall y dio lugar a una protectora de carácter internacional, Children for Animals.

  • El aula del futuro, en Zaragoza

La última experiencia de César ha tenido lugar en el 5ºB del colegio Puerta de Sancho en Zaragoza, que el profesor recuerda con la siguiente frase: “Lo que hemos vivido juntos hará que, por muchos años que pasen, cierre los ojos y sigan estando ahí, sin crecer, siempre con la sonrisa en la cara y expectantes por comprobar qué les ofrecía un nuevo día”. ¿Recuerdan la propuesta de los jesuitas y de los colegios finlandeses de cambiar por completo el aula? César lo llevó a cabo dividiendo la clase en cincos continentes que debían trabajar por su cuenta, pero también enseñarse unos a otros a través de los trabajos por proyectos. Espontáneamente, los alumnos escribieron la historia de esos mundos (con nombres como Mundo Viejuno o Tierras Medias de Rancia) y se repartieron los cargos, como el de la historiadora, que se encarga de apuntar todas las cosas graciosas que ocurren en clase, la encargada de la lista blanca de altruistas, que pone de acuerdo a los alumnos que necesitan ayuda y a los que pueden ayudarles o el cabecilla de los sublevados, que recoge todas las quejas y sugerencias de los alumnos.

Los niños viven la vida con mucha más alegría, pero les ponemos reglas constantemente que coartan esa sensación de vivir todo con ilusión

“Yo no hablo de innovación, sino de sentido común, de aplicar las cosas que me habrían gustado de niño”, resume Bona. “Se trata de darle a los niños la posibilidad de que trabajen en equipo, de que se sientan implicados en clase, que sientan que tienen un papel en esa microsociedad que es el aula. Que se sientan más protagonistas”. En definitiva, en llevar a cabo en Primaria todo aquello con lo que tantos pedagogos y teóricos han soñado durante años.

Las claves de la nueva educación

Bona lo tiene claro: si queremos que la sociedad cambie, esto debe empezar por la escuela e involucrar a todos, incluidos padres, maestros y alumnos. El profesor cree que se están haciendo muchas cosas interesantes en España –actualmente está colaborando con Aldeas Infantiles y viajando por toda España para aprender nuevas experiencias y darlas a conocer– y que, sobre todo, “se trata de un movimiento hacia lo positivo”. Ya no es momento de quejas, hay que lanzarse a la acción.

En un capítulo del libro, César expone qué debe hacer un buen maestro: invitar al compromiso social de los alumnos, estimular el respeto al medio, tener autoconocimiento, estimular cada día la creatividad y la curiosidad, aprender a gestionar sus emociones, contagiar actitud y entusiasmo, trabajar con padres, niños, madres y administraciones locales, tener la mente abierta… y ser consciente de que vive en un mundo de niños. “Un maestro no debe ser una persona caracterizada por su seriedad, porque el niño vive en un mundo que a veces es absurdo o surrealista, y el maestro debe ser consciente de que él es su modelo”, añade.

Ante las reservas que muchos colegas, superiores y niños van a manifestar ante sus métodos, Bona recomienda perseverancia y ser conscientes de que lo que se hace es por el bien de los niños: “Es un reto convencer de que las clases se pueden hacer de otra manera, especialmente a los padres, como cuando trabajábamos por proyectos y nos salíamos del libro”. Pero también es cierto que la sociedad en la que vivimos es muy diferente a la que existía hace unas décadas, y que ello obliga a que las empresas pidan nuevas habilidades como la creatividad, muchas veces sofocadas por las ansias de los padres que se traducen en inacabables clases extraescolares. “Deben poder mirar alrededor, imaginar, sentirse creativos y que esa curiosidad innata sea el motor que los mueva. Si les llenamos la tarde de extraescolares no tienen tiempo para ser niños”.

Es un reto convencer de que las clases se pueden hacer de otra manera, especialmente a los padres, cuando te sales del libro y trabajas por proyectos

Al mismo tiempo, los adultos pueden aprender mucho de sus hijos: “Viven la vida con mucha más alegría, pero les ponemos reglas constantemente que coartan esa sensación de vivir todo con ilusión. Si los observamos, nos damos cuenta de que son seres increíblemente creativos, que nos pueden enseñar a ver la vida de forma original”. Durante este año, que Bona ha cogida de excedencia, planea viajar por toda España y colaborar con el Gobierno de Aragón para estimular la innovación, el compromiso social y la expresión oral. En los colegios españoles están ocurriendo muchas cosas. Sólo hace falta alguien que, como él, las dé a conocer.

El pasado mes de marzo, Nancie Atwell se convertía en la mejor profesora del mundo al alzarse con el Global Teacher Prize, un título reconocido por la Varkley Foundation y dotado con un millón de dólares. Entre los 50 finalistas se encontraba también un español, César Bona (43 años) –el único de nuestro país en la lista–, que en su corta carrera ha conseguido llamar la atención de personalidades de todo el mundo. Entre ellas se encuentra Jane Goodall, la célebre primatóloga Príncipe de Asturias, que dijo de él que estaba “creando líderes del futuro, animándolos a tomar las riendas para emprender acciones y cambiar actitudes en sus sociedades”.

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