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Así es un año en un instituto de Vallecas: la educación contada desde dentro
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'¡ESTÁ ARDIENDO UNA PAPELERA!'

Así es un año en un instituto de Vallecas: la educación contada desde dentro

En un libro escrito a manera de un diario, la profesora y directora Pilar Montero recoge algunas de sus experiencias al frente de uno de los colegios más complicados del sur de Madrid

Foto: Alumnos del colegio Adolfo Suárez de Madrid. (Efe/Fernando Alvarado)
Alumnos del colegio Adolfo Suárez de Madrid. (Efe/Fernando Alvarado)

Una directora de instituto recibe la llamada de su inspector, que le pregunta el número de matriculados. La respuesta provoca que este la obligue a suprimir un grupo, rehacer todo el trabajo del verano y despedir a dos profesores. La directora replica que aún faltan estudiantes por matricularse y amenaza con presentar la dimisión, pero no sirve de nada. Dos semanas después, con las clases empezadas, los alumnos no se pueden mover de lo llenas que se encuentran las aulas. En 24 horas, se crea otro grupo, se rehacen los horarios deprisa y corriendo y se reagrupan los alumnos. Los profesores, sin embargo, no pueden volver.

Esta es una de las miles de historias que Pilar Montero, profesora de Lengua y Literatura y directora de un instituto durante nueve años cuenta en ¡Está ardiendo una papelera! Diario de una directora de instituto (Península), diario de un curso académico al frente del cuerpo directivo de un instituto de una de las zonas menos favorecidas de Madrid (el IES Villa de Vallecas). Mezclando humor, ternura y algo de desesperación, la autora consigue realizar un retrato fiel de la vida en la educación secundaria, con sus alegrías y amarguras, sin eufemismos, buenismos ni recetas apocalípticas.

Los inspectores cumplen una función inquisitorial, van a ver qué has hecho mal. Son una figura del siglo XIX

No se trata únicamente de una cuestión de problemas burocráticos, claro está, sino también de lidiar con centenares de alumnos con situaciones personales complicadas. Está el que denuncia a su profesor de Educación Física por, supuestamente, haberle agarrado por el cuello y que se presenta en los juzgados con su cohorte de admiradores; el estudiante en acogida hijo de alcohólico que golpea a su profesor en el estómago delante de sus compañeros; los niños de la cañada Real que llegan a las 7:40 de la mañana al instituto porque así lo condiciona la ruta del autobús; o las cuatro alumnas marroquíes que recogieron el premio en el concurso nacional de buenas prácticas en el nombre del centro. Luces y sombras. Dificultades, a diario, pero también, gratificaciones frecuentes, como explica la autora a El Confidencial.

PREGUNTA. Los españoles tendemos a pensar que los colegios e institutos son mejorables, que el sistema educativo debe cambiar, que los niños salen cada vez peor preparados… Pero imagino que usted no es tan apocalíptica.

RESPUESTA. El sistema educativo está formado por personas, leyes, instalaciones… Desde el punto de vista legislativo lo veo un poco mal, porque que en 35 años hayamos tenido siete leyes educativas no deja tiempo para implantarlas ni desarrollarlas. El elemento humano es lo mejor que tenemos, disponemos de profesores estupendos. Veo a los que llegan y son muy competentes, bien preparados, con deseos de trabajar y de hacerlo bien. En cuanto a talento, cada uno tiene más o menos, trabajar con alumnos complicados no es fácil. Yo misma lo paso fatal con los alumnos de compensatoria, que tienen unos problemas familiares tremendos y cuyos intereses son otros. Estás como con un león en una jaula.

La crisis ha afectado bastante, porque como directora viví la época de las vacas gordas y la de las vacas flacas. Hubo un momento que disponíamos de educador social, trabajador social, profesora de marroquí para las niñas de árabe, monitora para los rumanos, mediadora gitana, profesores de compensatoria, orientadores… En un centro tan complejo está fenomenal, y aun así no dábamos abasto.

P. En uno de los primeros capítulos habla de profesores hueso y profesores colega como los dos indeseables extremos. Usted que ha conocido a cientos de ellos, ¿qué cualidades debe tener un buen profesor?

R. La empatía y la resiliencia, porque hay situaciones en las que como no tengas una gran personalidad o autoestima, te harán daño porque los alumnos pueden ser muy crueles. La competencia en la materia se presupone, aunque lamentablemente no es así. En mis nueve años de directora y 34 de profesora he visto de todo, pero es excepcional, como una profesora que cogía la asignatura de Tecnología sin saber informática porque su casa estaba cerca. Generalmente son competentes y están muy bien preparados. Mucho te lo da la experiencia: aprendes que las primeras horas para dar contenidos más complicados son mejores y las últimas son durísimas, por lo que es mejor leer y comentar textos… Debes tener también un poco de talento personal porque si no te comen. Hay algunos profesores, como a la que dedico el libro, que daban clase sentados porque tenían tal autoridad que no tenían por qué levantarse.

P. En otro momento habla de los “padres que se engañan”, que acusan a los profesores y al centro de los problemas de sus hijos. Una de las quejas más habituales entre los docentes son precisamente los padres, y cómo han pasado de estar de su lado a apoyar sólo a sus hijos.

R. Así es, pero creo que es una reacción muy humana ante la impotencia. En realidad se trata de padres que están sufriendo muchísimo, porque si por ejemplo sus hijos fracasan en los estudios, ellos lo toman como un fracaso personal: no he conseguido transmitirle a mis hijos que la educación es importante, yo no pude estudiar y él sí y lo desaprovecha… Después de una hora muchos acaban llorando diciendo que no pueden más, que nos agradecen mucho, pero vienen siempre con la escopeta preparada.

P. ¿De igual forma que ha empeorado la calidad de los alumnos también lo ha hecho la de los padres?

R. Muchos no tienen tiempo o conocimientos o competencia. Algunos trabajan de noche y duermen de día, y otros padres se preocupan y te agradcen muchísimo lo que haces. Los problemas académicos esconden detrás siempre problemas familiares, sociales, económicos… tenemos muchos casos de niños criados por su abuela en su país y que 10 años después vienen para encontrarse a su padre con otra pareja. Yo muchas veces me pregunto qué haríamos nosotros en su lugar, cambiando de país, lengua, costumbres… Aunque los niños se adaptan muy fácilmente, más que los mayores.

El director en España tiene muy poco margen, ya que no puede elegir a los profesores que han funcionado

P. También habla de un sistema educativo funcionarial y rígido que contrapone al británico, en cuanto que la contratación del profesorado depende de la Administración.

R. El director tiene muy poco margen, le dan la dotación económica y los profesores. Si alguno ha resultado estupendo, no se lo puede quedar porque está esperando para otro destino o lo que sea. Todo su saber hacer y conocimiento del centro y los alumnos se tira a la basura porque se tiene que ir, y a empezar de cero. Así todos los años.

Igual pasa con los equipos directivos: España y Portugal son los únicos países de toda Europa –la Asociación de Directores lo llama “la excepción ibérica”– en los que el director es elegido por sus propios compañeros, padres y alumnos, y su saber hacer se pierde igualmente. Es más, yo como directora tengo mi propio jefe de departamento: es una estructura obsoleta pero que ningún partido ha querido cambiar por la presión de los sindicatos, que consideran que es más democrático que sean los colegas quienes te elijan a través del Consejo Escolar, mientras que los profesores consideramos que debería profesionalizarse y no ser algo que haces de paso antes de que entre otro.

P. Usted señala que en Finlandia no hay inspectores, mientras que en España sólo juzgan el trabajo de los directores y no de los profesores. ¿Molestan más que ayudan?

R. En estos años he visto de todo, desde el que considera que lo importante es el cumplimiento de las leyes y las normas al que me enseñó qué es una gestión y un modelo de calidad. Los demás cumplen una función inquisitorial y van a ver qué has hecho mal. Es una figura del siglo XIX que sigue vigente. Y, a pesar de eso, no hay ninguna evaluación del profesorado, lo que es un poco contradictorio.

P. Ello nos lleva a otra reflexión habitual: son los profesores, alumnos y padres los que menos voz y voto tienen en las decisiones educativas.

R. Tiene toda la razón, es así. Cuando se publica una noticia sobre educación, ¿a quién preguntan? ¿A un director de instituto? No, a un psicólogo, a una profesora de universidad que está haciendo una investigación… Los políticos piensan que lo más importante es la Educación para la Ciudadanía. Por favor, que pregunten a un profesor y verá cómo esa no es una prioridad en absoluto.

Lo que no puede ser es que ahora sobren en Madrid 300 profesores de música porque ha cambiado la ley. En 1º de la ESO no hay Música, en 2º no hay Plástica. En EEUU, Inglaterra, Francia, Hungría o Polonia, los alumnos de Secundaria salen con un idioma o dos, un instrumento musical y un deporte. Creo que con las dos horas semanales de Educación Física no se cumplen los mínimos europeos. Los padres que tienen dinero llevan a sus hijos a aprender idiomas. ¿Por qué? Porque se da mal, de manera memorística, más gramática, no comunicativa…

Igual que pasa con Lengua, que es un programa antiquísimo. Cuando aparece un reportaje en la televisión en el que preguntan a la gente por la calle, ¿no se ha dado cuenta de que los hispanoamericanos se expresan mucho mejor que los españoles, con una gran riqueza léxica? Si tienes que estar con el morfema y el lexema estás obligado a ello. A mí me encanta el análisis morfológico, pero entonces no puedes dedicar tiempo a leer. Desde que yo estudié hace 40 años hasta ahora no ha cambiado nada. La tecnología se nota en pasar lista, que ahora se puede notificar a los padres por internet. El resto igual, programas obsoletos partidos en clases de 50 minutos, y así no hay manera.

P. Solemos pensar en Finlandia como un modelo inalcanzable, ¿pero de qué podemos sacar pecho los españoles?

R. No hay persona que no recuerde o no tenga aprecio a sus profesores de secundaria: creo que el cuerpo de profesores que hay es magnífico, el 90% es entregado, tiene retos, intenta aprender y mejorar. El valor más importante son los profesores y la riqueza de los centros públicos es que, mientras los concertados y privados son más homogéneos, hay mucha más variedad: creyentes, agnósticos, del Opus, sindicalistas, homosexuales, heterosexuales, mayores, jóvenes… Eso es una gran riqueza para los alumnos. Creo que estamos bastante bien preparados.

P. En el libro asegura que entre los profesores hay un gran número de adopciones, lo que considera una muestra de su generosidad y altruismo.

R. En mi instituto hay una india, un hispanoamericano, otra chica, un mexicano… Yo digo 'jolín con mis compañeros'. También hay otro prototipo, el del casado solterón: tiene pareja pero vida de soltero, va al cine o a una exposición, y los que no tienen hijos se nota un montón en cuanto a la empatía. Lo que me da mucha rabia es, también, que siendo mayoría de mujeres como somos, en los equipos directivos apenas haya mujeres.

P. ¿Cuáles han sido los cambios más importantes que ha identificado en la educación desde que empezó a dar clase, tanto para bien como para mal?

R. Lo tecnológico. Cuando yo empecé no había ni ordenadores. Ahora tengo una página web para mis alumnos con todos los temas, modelos de examen, actividades… Hay profesores que dan clase en la plataforma Moodle. Hasta ahora explicabas la Literatura a palo seco, pero si puedes poner en la pantalla un fragmento de una representación, por ejemplo, o una música con los poemas de Machado, es maravilloso.

En teoría los profesores están bien valorados, pero en la práctica se desconfía de nosotros

Ahora leemos un montón, ya que pueden sacarse multitud de fragmentos de internet. Este año hemos representado Melocotón en almíbar de Mihura. En mi época era todo de memoria, y a pesar de eso no sé cómo me gustó tanto la Literatura. Todos los currículos, iguales: morfemas, lexemas, complemento predicativo… Además, aquí en España sólo se evalúa lo escrito, no lo oral, a pesar de que la clase se dé oralmente. Es otro fallo de nuestro sistema.

P. Como profesora, ¿cree que su trabajo es suficientemente valorado?

R. Como directora de equipo directivo, no nos valoran ni nuestros compañeros de instituto, sólo los equipos directivos de otros institutos y tu familia, que son los únicos que saben lo esclavo y especializado que es hacer horarios, organizar grupos y flujos de alumnos, distribuir las aulas…

En la sociedad española todavía se piensa que quien es profesor lo es porque no ha valido para otra cosa. En teoría está bien valorado, una reciente encuesta decía que los profesores estaban en cuarto lugar en consideración detrás de médicos, investigadores y empresarios. En la práctica, cuando surge cualquier problema, desconfían de nosotros. También hay padres que te idolatran, y hay cierta sensibilidad en cuanto a la dureza del trabajo. La sociedad sabe que nuestro trabajo es muy duro, pero en la realidad no estamos valorados. Algo que empieza por los políticos, cuando de repente aparece una campaña que dice que los profesores tienen faltas de ortografía, cuando la realidad es que en mi instituto hay siete que hablan alemán, otros que saben informática… Que valen para un roto y un descosido. El profesorado, chapeau.

P. ¿Cómo ve a corto y medio plazo la educación pública? ¿Es apocalíptica o integrada?

R. De apocalíptica nada. Lo que está claro es que al modelo que se escoja hay que darle tiempo para que se asiente, no puede cambiarse continuamente. Los profesores y los equipos directivos trabajamos casi con el BOE en la mano: ¿Se aprueba con dos o con tres? ¿Es recuperable? ¿Es evaluable? Da una sensación de inestabilidad. Que se deje diez años el modelo, es lo mínimo. No se puede cambiar cada cuatro. Al final tenemos un Fraknenstein que añade cosas nuevas: la LOMCE es la LOE cambiada. Tiene una oreja de uno, un ojo de otro y una mano de no sé quién, un monstruito que no se sabe ni lo que es.

También, en esta especie de reino de Taifas que tenemos, resulta que con los localismos tan papanatas que hay, mi hija tenía que estudiar en el libro de texto el Pico de la Cebollera, que no conocía ni mi marido que es de Geografía e Historia. Es increíble que en cada comunidad se funcione de una manera: en unas se pagan las tutorías, en otras no. En Madrid mis alumnos salen a las tres y media, por lo que comen en el mejor de los casos a las cuatro… Lo de los horarios es una locura. ¿Quién da clase de dos y media a tres y media en inglés?

Una directora de instituto recibe la llamada de su inspector, que le pregunta el número de matriculados. La respuesta provoca que este la obligue a suprimir un grupo, rehacer todo el trabajo del verano y despedir a dos profesores. La directora replica que aún faltan estudiantes por matricularse y amenaza con presentar la dimisión, pero no sirve de nada. Dos semanas después, con las clases empezadas, los alumnos no se pueden mover de lo llenas que se encuentran las aulas. En 24 horas, se crea otro grupo, se rehacen los horarios deprisa y corriendo y se reagrupan los alumnos. Los profesores, sin embargo, no pueden volver.

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