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Circuito por China para conocer Pekín, Shanghái, los guerreros de terracota y más
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de la cultura ancestral a los neones

Circuito por China para conocer Pekín, Shanghái, los guerreros de terracota y más

La mítica plaza de Tiananmén, las misteriosas colinas de Guilin o el gran lago Oeste de Hanzhou son algunos de los enclaves que no pueden faltar en un viaje por el gigante asiático

Foto: Los guerreros de terracota de Xian. (Shutterstock)
Los guerreros de terracota de Xian. (Shutterstock)

China es el tercer país en extensión a nivel mundial, lo que supone miles de kilómetros por recorrer y contrastes tan espectaculares como sus cifras. Desde las ciudades con alma costumbrista e historia ancestral –como Pekín–, hasta urbes que sorprenden con su avanzada tecnología –como Shanghái–. Un viaje a China es perfecto para los que buscan un destino dinámico en el que cada día sea una aventura.

Realizar un viaje a Pekín supone acceder a la concentración de la mayoría de templos más importantes del país. Pasear por sus calles requiere una visita obligada a monumentos tan impresionantes como el Templo del Cielo, un lugar donde el rojo de las paredes se combina a la perfección con las decoraciones en verde, azul y dorado de su multicromático interior. No guarde la cámara de fotos: cuando contemple la Ciudad Prohibida en directo quedará tan impresionado que querrá inmortalizar el recuerdo para siempre. Este palacio imperial, residencia de las dinastías comprendidas entre la Ming y la Qing, cubre una superficie tan grande que de por sí constituye casi otro municipio dentro de Pekín.

La agencia de viajes PANGEA recuerda que en la ciudad más importante de China también existen vestigios de la historia mundial más reciente. Es el caso de, por ejemplo, la plaza de Tiananmén, escenario de las protestas estudiantiles contra el Gobierno chino en 1989. Seguro que cuando aparezca ante sus ojos no puede evitar acordarse de la mítica foto en la que se retrató a un joven enfrentándose desarmado y sin protección a los tanques que reprimían las manifestaciones.

Con la imagen aún en la retina, acérquese a conocer la calle de los 'hutongs'. Afortunadamente, aunque las autoridades chinas quisieron derribar este peculiar barrio, sus preciosas casas bajas de piedra aún siguen en pie. Dé un paseo con los sentidos bien abiertos, pues lo que a simple vista le parecerá la entrada de un pequeño palacete es en realidad una casa al uso de los habitantes de esta zona. Si quiere salirse de lo normal, estas viviendas se alquilan como si de hoteles se tratase y es posible dormir en ellas rodeado de una decoración asiática de lo más tradicional –no tendrá grandes lujos, pero a la comodidad que experimentará se unirá la sensación de encontrarse dentro de un escenario de película–.

Cuando el estómago empiece a rugir, cualquiera de las calles aledañas a la zona de los 'hutongs' ofrece un buen número de restaurantes donde sirven los mejores patos laqueados de Pekín. Algunos de los locales tienen tanto renombre –como el famoso Quanjude– que, para poder sentarse a su mesa, hace falta acudir hasta su entrada para coger turno –después, cuando en una pantalla aparezca el número que le haya tocado en función de la cantidad de comensales, podrá degustar sus ricos platos–. Si se atreve, puede probar los peculiares manjares que se sirven en el Mercado de los Insectos: baje en la estación de metro de Wangfujing para llevarse a la boca caballitos de mar, serpientes, escorpiones e incluso larvas.

Con las pilas cargadas, subir a la Gran Muralla será mucho más fácil. Sus más de 21.000 kilómetros están salpicados por cinco entradas principales, siendo la más frecuentada la de Badaling –al ser la más próxima a Pekín se evita continuar sufriendo los atascos que unen la ciudad con la única obra hecha por el hombre que puede verse desde la Luna–. Pero si quiere disfrutar de una experiencia algo más exclusiva, ármese de paciencia y llegue hasta la entrada de Mutianyu: allí subirá a lo alto de la muralla en teleférico y bajará en tobogán. Deslizándose entre un paisaje con vistas a esta mítica construcción podrá accionar el freno de su 'trineo de secano' para que el descenso sea más o menos lento en función de sus preferencias.

La condición de capital del país de esta ciudad ha servido para conservar una fortísima tradición generacional a la vez que actúa como punto de visibilidad ante el mundo. Uno de los ejemplos de ello es el 'Nido', el estadio utilizado durante los Juegos Olímpicos de 2008 que protagonizó su ceremonia de inauguración; o el Mercado de la Seda donde a día de hoy se venden productos de imitación de grandes marcas internacionales.

Guerreros de terracota y colinas de Guilin

Desde Pekín se puede llegar a Xian en avión o en tren bala, siendo esta última opción la más económica y la más adecuada si se quiere disfrutar de un medio de transporte terrestre que supera los 300 kilómetros por hora durante su recorrido. Esta ciudad, además de ser conocida por haber sido la antigua capital de China, destaca sobre todo por acoger uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del mundo: los guerreros de terracota. Más de 8.000 figuras diferentes datadas en el siglo III a.C. 'protegen' la tumba del primer emperador de la dinastía Qin que aún no ha sido desenterrada.

Después de haber visitado la nave donde se resguardan los guerreros, el avión le llevará al siguiente destino que no puede dejar de visitar. Se trata de Guilin, donde un crucero por el río Li le transportará a un escenario donde sus formaciones rocosas picudas son la atracción principal. Estos 'pináculos' naturales cobran especial belleza cuando el paisaje se cubre con las típicas nieblas de la zona, así que mantenga los ojos bien abiertos para no perderse nada. Estas colinas cubiertas de vegetación solo pueden encontrarse en otros dos lugares del mundo además de en Guilin –en concreto, en la bahía de Halong de Vietnam y en algunas playas de Tailandia–.

Las 'aguas' de Hanzhou y Suzhou

El agua es el elemento más importante de Hanzhou, una ciudad cuya vida gira en torno al conocido como lago Oeste. Con una superficie de 6,5 kilómetros cuadrados, este embalse se dio a conocer al mundo durante los Juegos Olímpicos celebrados en Pekín: en él se creó el espectáculo sobre el agua que se emitió durante la ceremonia de inauguración. En un sinfín de ilusiones ópticas que siempre se realiza por la noche, los artistas parecen caminar sin hundirse hasta sus profundidades en un juego de luz y color de lo más llamativo. Asistir a esta actuación requiere reserva anticipada y no es demasiado barato, pero merece la pena. Sin rascarse el bolsillo se puede disfrutar, antes del show, de un espectáculo de fuentes coloridas que es gratuito.

Tras atravesar un gran jardín de belleza espectacular se accede al embarcadero donde se sube al barco que recorre el lago Oeste. Si afina mucho la vista, a bordo podrá intuir la silueta del templo Lingyin –uno de los 10 templos budistas más importantes de China–. Además, cuando vuelva a pisar tierra, podrá conocer de primera mano cómo preparan el té más tradicional y probar un plato típico de pescado de río servido con una salsa agridulce de color oscuro.

El agua también está presente en Suzhou y, no en vano, el alias de esta ciudad es la 'Venecia china'. Un canal atraviesa su callejero permitiendo a los turistas subir en un barquito para sentir su pulso de la manera más cómoda. Al visitar el famosísimo Jardín del Pescador –Patrimonio de la Humanidad desde 1997– se dará cuenta de que los pequeños laguitos repartidos por este parque también aluden al líquido elemento en perfecta armonía con las construcciones más tradicionales.

En Suzhou también es típico acercarse hasta la conocida como Colina del Tigre, un enclave con más de 2.500 años de historia donde se localiza la tumba del dirigente He Lu cuya muerte está vinculada con el nombre de la montaña. Cuenta la leyenda que, tras su fallecimiento en batalla, un tigre blanco llegó a su tumba y se sentó sobre ella para protegerla. También narra la tradición popular que He Lu era un gran coleccionista de espadas raras que probaba sobre las piedras del lugar –una de ellas aún mantiene una fractura que habría sido provocada por su fuerza–.

Los neones de Shanghái

La cultura ancestral de China deja paso a la modernidad al llegar a Shanghái. Su famoso 'skyline' es uno de los atractivos más destacados de la ciudad, que merece ser contemplado tanto de día como de noche para apreciar sus coloridas diferencias. La mejor zona para hacerlo es desde el paseo 'Bund', un recorrido pensado para que los rascacielos estén siempre a la vista y se puedan sacar las mejores fotos. También es en el 'Bund' donde se cogen los barcos que realizan un pequeño crucero por el río Huangpu para disfrutar los edificios desde otra perspectiva.

Y desde el ángulo contrario, Shanghái también ofrece un paisaje único. Basta subir a algunos de sus miradores gratuitos en las alturas o ascender a las azoteas de algunos hoteles –en este caso habrá que pagar y no son nada baratos– para contemplar la ciudad a vista de pájaro. Otra opción disponible es reservar mesa en los restaurantes giratorios situados en las 'cumbres' de los rascacielos, como el Art 50 ubicado en la planta más alta del hotel Novotel Shanghai Atlantis.

Visitar Shanghái también implica dar una vuelta por su barrio francés –donde el restaurante español Malabar le hará sentirse como en casa–, recorrer el jardín Yuyuan –atravesando sus puertas con una forma geométrica diferente cada una– o visitar el templo que acoge el único buda de jade blanco y que despunta como el recinto sagrado más importante de la ciudad.

Un toro dorado gemelo del ubicado en la zona financiera neoyorquina de Wall Street, un centro comercial construido en madera de teca y el mejor mercado de imitaciones de China también forman parte de los atractivos de Shanghái. Dentro de la estación Shanghai Science es donde se ubica el conocido Xinyang Market que nada tiene que envidiar al popular Mercado de la Seda de Pekín.

China es el tercer país en extensión a nivel mundial, lo que supone miles de kilómetros por recorrer y contrastes tan espectaculares como sus cifras. Desde las ciudades con alma costumbrista e historia ancestral –como Pekín–, hasta urbes que sorprenden con su avanzada tecnología –como Shanghái–. Un viaje a China es perfecto para los que buscan un destino dinámico en el que cada día sea una aventura.

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