'La caza. Guadiana', un entretenimiento anecdótico con una fórmula estudiada

El escritor y guionista Agustín Martínez prosigue con su proyecto La caza para La 1 de Televisión Española, basada en su propio libro Monteperdido, de 2015. Después de unos resultados de audiencia templados con la que fue su segunda temporada, emitida entre enero y marzo de 2021, que cambiaba el paraje natural aragonés por la sierra mallorquina de Tramuntana, TVE vuelve a jugársela con una tercera entrega que junta a los mismos protagonistas, la sargento Sara Campos (Megan Montaner) y el guardia Víctor Gamero (Alain Hernández), en un juego detectivesco en un pequeño pueblo de la frontera del Guadiana con Portugal.

La historia de La caza. Guadiana, creada por el propio Martínez y Luis Moya, cuenta la desaparición de una joven cuando su casa ha sido asaltada, y todo apunta a que el culpable ha sido un carismático chico introvertido de la villa, que ya fue declarado culpable de un triple homicidio hace doce años.

Su primer episodio dispone de todos los elementos clásicos del thriller de homicidios contemporáneo: el suceso traumático del pasado, el principal sospechoso con lacras mentales y el equipo de policías encargados de esclarecer el turbio asunto. Todo ello está convenientemente encapsulado en un pueblo de la Huelva profunda donde todo el mundo se conoce y el paso del río demarca el carácter huraño de sus habitantes.

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X. Migelez

Todo podría funcionar en este cóctel de fórmula escolar, con pequeños guiños a la oscuridad de Twin Peaks (cadáver en el río envuelto en plástico incluido), si no fuera por la cadencia de un ritmo intermitente, que aun a fuerza de sus ocasionales saetas incidentales, no consigue levantar el ánimo de la ficción. En tiempos de gran oferta competente, se debería pedir más a las producciones que quizás hace unos años hubiesen tenido otro recorrido.

Aun sin sentirse predecible, no hay mucho en La caza. Guadiana que resulte novedoso, más allá de una interesante vertiente espiritual, que conecta el misterio policíaco con las creencias populares y que ojalá el resto de la temporada continuase explorando. Por lo demás, luce la ausencia de lo que podría haber asentado esta ficción de buenas intenciones.

Esa gran lástima proviene en una buena predisposición de los elementos, venida a menos en la presentación de unos personajes vagamente dibujados. En especial, el de ese teniente Selva espabilado, bien interpretado por Félix Gómez, que se desmarca de una paleta de grises que define al resto del elenco, pero cuyo personaje tampoco consigue brillar con luz propia.

Aunque este tipo de ficciones busquen claramente descentralizarse de las producciones en escenarios urbanitas y ciudades capitales, "a la caza" de una representación de la variedad paisajística nacional, la historia transita por lugares comunes que garantizan el entretenimiento anecdótico, pero no la proyección histórica. La caza. Guadiana es una muestra más del punto muerto por el que pasa la ficción pública en estos momentos, así como de la victoria del conservadurismo en una realización automática.