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'La chica invisible' y la fijación de la televisión con las tragedias andaluzas (y sus clichés)
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CRIMEN EN LOS PUEBLOS DE ESPAÑA

'La chica invisible' y la fijación de la televisión con las tragedias andaluzas (y sus clichés)

Las historias criminales que suceden en pequeñas localidades del sur de España, muy populares en las series de los últimos años, llevan siglos incrustadas en nuestro ADN

Foto: 'La chica invisible'. (Disney Plus)
'La chica invisible'. (Disney Plus)

Lo que hay en La chica invisible lo ha visto ya el espectador cien veces. Y no porque la última serie española de Disney+ no invente nada —algo cambia en el trasvase de la historia original, una novela del autor sevillano Blue Jeans, a la pequeña pantalla—, sino porque comparte con tantas otras ficciones ambientadas en nuestro país una curiosa fijación con las tragedias sureñas.

Con la serie, protagonizada por Zoe Stein y Daniel Grao, la plataforma no ha hecho más que sumarse a una tradición que han practicado otras, como Netflix, antes que ella. Y primero que todos los servicios de streaming lo hicieron los canales de televisión en abierto. ¿Adónde podemos llegar tirando de este hilo?

Situar las tragedias en el sur de la península abre la veda para los clichés

El esquema niña-aparece-muerta-cerca-de-Ronda es viejo. Es, de hecho, más viejo que el boom de las series y que la propia televisión. Es imposible apuntar con el dedo al momento exacto en que las narraciones de temática criminal que suceden en localidades pequeñas del sur de España se incrustaron en nuestro ADN, aunque no sería nada temerario señalar Carmen, la novela escrita en 1845 por Prosper Mérimée, como un hito clave para la retórica trágica meridional.

placeholder 'La chica invisible'. (Disney Plus)
'La chica invisible'. (Disney Plus)

Antes de que Bizet lo convirtiera en la popular ópera homónima, el relato de Mérimée ya cruzaba el abismo entre géneros, la revolución modernizante, el crimen machista ataviado de pasión desbocada y, por encima de todo ello, la violenta distancia entre el norte y el sur de España. El Don José que, muerto de celos, asesina a Carmen en la novela, es de origen navarro. Y ella, una mujer gitana de Andalucía.

Desde entonces, como mínimo, arrastramos toda una constelación de estereotipos que tienen que ver con una visión del sur español como lugar exótico, romántico —de Romanticismo con R mayúscula—, desinhibido y peligroso. Estos anteojos funcionan día sí y día también cuando la ficción internacional vuelve la mirada sobre nuestra cultura, pero también, aunque guste menos reconocerlo, cuando desde la propia España nos miramos entre nosotros.

Ocupar los acentos

En las parrillas españolas de los últimos años, La chica invisible se codea con Feria: la luz más oscura, de Netflix; La chica de nieve, estrenada hace poco en la misma plataforma; Malaka, vista en La 1 de RTVE; Brigada Costa del Sol, de Telecinco; Mar de plástico y Toy Boy, de Atresmedia, o la próxima La caza: Guadiana. El contrapunto lo ponen las extranjeras Snatch, la adaptación de la película de Guy Ritchie ambientada en la Costa del Sol, o Kosta: The Paradise, una coproducción finlandesa con Fran Perea, que muestran también el sur de España como lugar de tragedias.

Se abre la veda para los clichés. La tendencia a situar los delitos y espantos en la parte baja de la península —innegable, lo que no quiere decir que no se haga también cine o televisión criminal ambientados en Galicia o Canarias— abre la veda para los clichés. Y estos no son otra cosa que encarnaciones de las dinámicas de poder que han operado a lo largo de la historia entre las diferentes regiones de España, que cobran forma en la pantalla.

En La chica invisible, el factor territorial está presente incluso desde antes de que empiece la propia serie. Para el momento de su estreno en Disney+, la ficción ya había dejado más que claras sus coordenadas —geográficas y políticas— con un anuncio locutado por la actriz de voz, influencer y streamer Masi. En la promoción, la plataforma anticipaba "la historia de un pueblo andaluz contada por pueblos andaluces", en un juego visual con los topónimos de unas cuantas localidades sureñas escritos en carteles de carretera.

"Me hace muy feliz locutar con mi acento", decía Masi al compartir en un tuit el adelanto de una serie donde, según la propia publi, "el pueblo es el protagonista". Pero basta ver unos minutos de La chica invisible para descubrir que la protagonista de la serie, en realidad, es una chica que, fatídica ironía, no habla como los andaluces. Ni como ningún hablante de los muchos y muy variados acentos que se practican en el sur de España.

El personaje de Zoe Stein y el de Daniel Grao, que investigan en paralelo la muerte de una joven local, encabezan la trama de La chica invisible. Haciéndolo, capitalizan también los espacios sónicos que, en una producción tan empeñada en venderse como esencialmente andaluza, uno esperaría ver ocupados por acentos más diversos. Pero no: el habla normativa lleva la voz cantante en un reparto de personajes convertidos, de rebote, en extraños en su propio pueblo.

placeholder 'La chica invisible'. (Disney Plus)
'La chica invisible'. (Disney Plus)

El oxímoron sureño

Poco importa que la serie acabe justificando el origen capitalino de su protagonista a través de la trama o que la novela original dejara fijadas las sonoridades de sus diálogos previamente. La chica invisible se reboza en el imaginario de una Andalucía simbólicamente remota, con sus casas amplias, bañadas por la luz y abiertas de par en par o la presencia de la religión como un poder ya sin agencia directa, pero que, de fondo, pervive. Y, sin embargo, parece necesitar que sus personajes principales se alejen de la periferia para que hablen bien.

La retahíla de thrillers y policiacos que la televisión española ha dedicado al sur de España en los últimos años reproduce y perpetúa unos discursos que la ficción nacional(ista) lleva alimentando desde hace, literalmente, siglos. El de los lugares simples, pero deseables, atrasados, pero sugerentes, de inocencia casi medieval y animalidad igual de atávica… es el oxímoron en el que encierran desde antaño las narraciones a los territorios australes y sus culturas. La chica invisible es solo una cuenta más en el rosario de los estereotipos.

Lo que hay en La chica invisible lo ha visto ya el espectador cien veces. Y no porque la última serie española de Disney+ no invente nada —algo cambia en el trasvase de la historia original, una novela del autor sevillano Blue Jeans, a la pequeña pantalla—, sino porque comparte con tantas otras ficciones ambientadas en nuestro país una curiosa fijación con las tragedias sureñas.

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