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Por qué hay riesgo de una 'pandemia vegetal' que ponga en jaque la alimentación mundial
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HONGOS, BACTERIAS Y VIRUS

Por qué hay riesgo de una 'pandemia vegetal' que ponga en jaque la alimentación mundial

El comercio internacional, las alteraciones del clima y las características de una agricultura globalizada amenazan la producción de alimentos básicos

Foto: Plantación de arroz afectada por un hongo en Japón. (EFE/Everett Kennedy Brown)
Plantación de arroz afectada por un hongo en Japón. (EFE/Everett Kennedy Brown)
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Algunas plagas agrícolas han cambiado el rumbo de la historia. Uno de los ejemplos más famosos es la crisis de la patata que provocó el oomiceto Phytophthora infestans en el siglo XIX. Procedente de América, este microorganismo se extendió por Europa y en Irlanda dio lugar a la Gran Hambruna, que tuvo como consecuencia el éxodo masivo de irlandeses por el mundo, en particular hacia EEUU. Nuestro tecnificado siglo XXI tampoco es ajeno al problema que las enfermedades que hongos, bacterias, virus o nematodos pueden causar a los cultivos. De hecho, los expertos tienen razones para creer que ahora somos más vulnerables que nunca.

Algunas enfermedades están provocando estragos en zonas que sustentan su economía en el sector primario. La roya del café, provocada por el hongo Hemileia vastatrix, azota Centroamérica desde hace más de una década, ha llevado a la ruina a los agricultores de esta región —el rendimiento baja en torno a un 50%— y es uno de los principales factores que está impulsando la migración masiva de cientos de miles de personas hacia EEUU.

Foto: José Antonio Fernández, catedrático de la Universidad de Málaga. (Cedida)

Otro cultivo tropical que está en peligro por un hongo es el plátano, pero no es la primera vez. Fusarium oxysporum, el microorganismo causante del mal de Panamá, casi borra del mapa la industria bananera en el siglo XX, hasta el punto de que se llegó a sustituir por completo la variedad cultivada hasta entonces, Gros Michel, por la que se cultiva en todo el mundo en la actualidad, Cavendish. El problema es que, hoy en día, el mismo patógeno ha contraatacado afectando también a la segunda.

En cualquier caso, estos problemas, aunque son dramáticos para los afectados, se circunscriben a países y a cultivos concretos que no parecen causar una gran alarma internacional. Sin embargo, otras plagas amenazan gravemente el suministro de alimentos básicos. Hoy en día, el hongo con mayor impacto en cosechas es Magnaporthe oryzae. "Con las pérdidas que causa podrían alimentarse 500 millones de personas cada año", afirma en declaraciones a El Confidencial Julio Rodríguez-Romero, investigador del Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas (CBGP, centro mixto de la Universidad Politécnica de Madrid y del INIA-CSIC), que lleva muchos años trabajando con este microorganismo. El motivo de que tenga una repercusión tan fuerte es que se trata de un patógeno específico del arroz, el principal alimento de países asiáticos superpoblados que concentran un gran porcentaje de la población mundial. En Europa había tenido poca relevancia —aunque España aglutina cerca del 30% de la producción arrocera—, pero la preocupación comenzó a dispararse cuando se comprobó que había dado un salto a otra planta fundamental, el trigo.

placeholder Científicos, en un invernadero experimental.
Científicos, en un invernadero experimental.

Algunos microorganismos están especializados en atacar ciertos cultivos, pero otros, como los hongos necrotrofos, son capaces de infectar material vegetal muy variado (hojas, flores, frutos) y "les da igual qué planta sea", afirma el experto, "acaban matándola". Uno de los que más daño está causando es Botrytis cinerea, también estudiado en el CBGP, que "puede infectar a 200 plantas distintas", aunque es especialmente conocido por sus daños en la vid, tanto en las uvas destinadas a la producción de vino como en las de mesa.

Por qué cada vez hay más riesgo

Si a esa versatilidad de algunos microorganismos patógenos unimos la movilidad de nuestro mundo, el peligro se dispara. El mejor ejemplo está en el propio Magnaporthe oryzae, el hongo que arrasa el arroz y que ahora amenaza a otros cereales. La primera vez que se encontró en el trigo fue en Brasil, pero la gran sorpresa llegó años después: un artículo científico describió la devastación sufrida por este mismo cultivo a causa de este mismo hongo en Bangladés y los autores demostraron que el origen estaba, precisamente, en Sudamérica. En algún momento, alguien había trasladado el patógeno, en forma de alimento o de semillas, al otro lado del mundo.

placeholder Cosecha de arroz afectada por el hongo Magnaporthe. (EFE)
Cosecha de arroz afectada por el hongo Magnaporthe. (EFE)

"Es un problema bastante frecuente", afirma el investigador del CBGP. "La globalización afecta al movimiento de los patógenos de las plantas", explica, así que las enfermedades de los cultivos se trasladan de unos países a otros con una velocidad pasmosa, al menos, "siempre que sean capaces de adaptarse a las nuevas condiciones ambientales". En ese sentido, hasta hace poco cabría esperar que los microorganismos que infectan a los cultivos tropicales tengan dificultades para sobrevivir en Europa, por ejemplo. Sin embargo, el calentamiento global está cambiando las reglas.

En el campo de la salud humana, los epidemiólogos advierten de que un planeta más interconectado, con mayor destrucción de hábitats y sometido al cambio climático, es más propicio que nunca para pandemias humanas como la del covid. Sucede lo mismo con las enfermedades que afectan a los animales, como la gripe aviar, que se ha extendido a un ritmo sin precedentes. ¿Pasa lo mismo con las plantas? "Es algo muy parecido, porque confluyen los mismos factores", apunta Raúl Rivas, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca.

placeholder Campo de soja en Brasil. (EFE)
Campo de soja en Brasil. (EFE)

Muchas circunstancias pueden acercarnos a una "pandemia vegetal", aunque hay algunos fenómenos especialmente sorprendentes. Por ejemplo, está documentado que en 2004 el huracán Iván llevó la roya de la soja (Phakopsora pachyrhizi) de Brasil a EEUU. "Los vientos huracanados pueden transportar esporas e incluso suelo de unos continentes a otros", afirma Rivas, que también es investigador del Grupo de Interacciones Microbianas de la Unidad de Excelencia AgriEnvironment.

Pasar de una anécdota a un problema de seguridad alimentaria global puede ser una cuestión geográfica. La guerra de Ucrania ha demostrado que hay países clave, de los que depende el suministro de alimentos básicos de amplias regiones del mundo. "Hay varios países que generan gran parte de la producción agrícola que se comercializa en el resto del mundo", señala el experto, "como EEUU, Canadá e incluso Europa". Una plaga devastadora en un punto clave puede tener los mismos efectos, o mucho peores, que un conflicto.

placeholder La biodiversidad del suelo, un problema clave. (EFE)
La biodiversidad del suelo, un problema clave. (EFE)

Tampoco ayuda la uniformidad de nuestros cultivos. Las variedades comerciales de los productos más demandados, como el trigo, son muy escasas. El motivo es que en las últimas décadas se han cultivado exclusivamente las más productivas, en busca de mayores beneficios, pero esto conduce a una falta de diversidad genética. Esto significa que "si llega un patógeno, puede arrasar completamente una cosecha", sin que tengamos una alternativa con genes resistentes.

Los monocultivos, que predominan en la actualidad, "también afectan a la diversidad microbiana del suelo", advierte el catedrático de la Universidad de Salamanca. Las plantas conviven con muchos microorganismos beneficiosos que pueden defenderlas de los patógenos, pero al haber un solo tipo de cultivo, el suelo se empobrece, así que podemos confiar menos en que otros microbios acudan al rescate.

Vigilancia y soluciones

Con este panorama, al igual que sucede con las epidemias humanas y animales, existen sistemas de vigilancia internacionales que tratan de prevenir el desastre, empezando por Phytophthora infestans, el microorganismo de la patata que provocó la hambruna irlandesa y que sigue siendo un problema. "Tanto en Europa como en EEUU se lleva a cabo una monitorización a tiempo real para mapear posibles brotes o detectar nuevos linajes", explica el microbiólogo. Su devastador efecto justifica las precauciones, porque "se instala en el suelo y permanece durante varias campañas, aunque elimines el cultivo y esperes un tiempo antes de volver a sembrar, vuelve a aparecer para atacar".

placeholder Patatas. (EFE)
Patatas. (EFE)

Sin embargo, no todos los países tienen los medios adecuados para realizar un seguimiento exhaustivo, así que existen diversas alternativas. Por ejemplo, el Met Office, servicio meteorológico del Reino Unido, realiza un seguimiento de los cambios drásticos del clima de países africanos como pista para detectar posibles problemas. También algunos satélites son capaces de identificar cambios en la coloración de las hojas de cultivos o árboles que podrían indicar si están siendo atacados por algún patógeno. Por supuesto, una de las grandes batallas está en el comercio internacional. "Cuando importas semillas, tienes de que demostrar que están libres de enfermedad", señala Rodríguez-Romero.

Como en las epidemias humanas y animales, lo primero es tratar de que los problemas no se expandan, pero la tarea es muy complicada. "Lo hemos visto con Xylella fastidiosa", afirma en referencia a la bacteria que, tras acabar con millones de olivos en Italia, fue detectada en Mallorca en 2016. "Se acotó la zona donde apareció y se prohibió el transporte", explica, pero ya se expande por la Península, afectando a otros árboles, como los almendros.

Una vez que un problema se instala en el campo, es difícil de combatir y no todo vale. Por ejemplo, el caso de Magnaporthe oryzae ha dado mucho que hablar porque puede ser tratado con triciclazol, pero la Unión Europea ha prohibido este producto. En cambio, importa arroz de países que sí utilizan este fungicida. "El hongo causa pérdidas de entre el 50% y el 60% de la cosecha y los agricultores no pueden hacer nada", comenta el investigador del CBGP. Por eso, como mínimo, piden que no se compre arroz a países con normas medioambientales menos rigurosas.

Foto: Tomates cultivados en un invernadero. (EFE)

La apuesta de Europa es el biocontrol, es decir, alternativas biológicas que acaben con los patógenos. Rodríguez-Romero trabaja en este ámbito frente a Botrytis cinérea, el temido enemigo de la vid. "Estamos buscando micovirus, virus que solo afectan a los hongos patógenos, reduciendo su capacidad de infección", explica. Este mismo sistema ya se aplica con éxito para la enfermedad del chancro del castaño. "Se inocula donde el árbol tiene síntomas y es efectivo, así que es una vía factible pero todavía poco explorada", añade.

La otra opción es la ingeniería genética, una posibilidad descartada por la Unión Europea, aunque defendida por los científicos. "Existe un caso paradigmático, que es el de la papaya", explica Rivas, "el virus de la mancha anular estuvo a punto de acabar con toda la producción, pero desarrollaron una variedad resistente y se convirtió en el primer cultivo de fruta modificado genéticamente que fue aprobado para su consumo en EEUU". Sin ese avance, "es muy posible que la papaya hubiese desaparecido como producto comercial". Por eso, los biólogos esperan que al menos Europa no se quede atrás en la edición genética, es decir, modificar los cultivos a través de herramientas como CRISPR. Dentro de pocos días, el Parlamento Europeo decidirá.

Algunas plagas agrícolas han cambiado el rumbo de la historia. Uno de los ejemplos más famosos es la crisis de la patata que provocó el oomiceto Phytophthora infestans en el siglo XIX. Procedente de América, este microorganismo se extendió por Europa y en Irlanda dio lugar a la Gran Hambruna, que tuvo como consecuencia el éxodo masivo de irlandeses por el mundo, en particular hacia EEUU. Nuestro tecnificado siglo XXI tampoco es ajeno al problema que las enfermedades que hongos, bacterias, virus o nematodos pueden causar a los cultivos. De hecho, los expertos tienen razones para creer que ahora somos más vulnerables que nunca.

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