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Confinamientos preventivos: ¿dos semanas encerrados a cambio de disfrutar la Navidad?
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LÓGICA ECONÓMICA, PERO NO EPIDEMIOLÓGICA

Confinamientos preventivos: ¿dos semanas encerrados a cambio de disfrutar la Navidad?

La propuesta de dos economistas choca de frente con las opiniones de epidemiólogos y expertos de Salud Pública, que recuerdan que puede ser contraproducente

Foto: Una imagen de otra era. (EFE)
Una imagen de otra era. (EFE)

A estas alturas, es probable que ya haya llegado a sus oídos la medida propuesta por los premios Nobel Esther Duflo y Abhijit Banerjee para “salvar” la Navidad: un confinamiento estricto en “adviento”, es decir, retroceder a una situación parecida a la de marzo y abril durante tres semanas (del 1 al 20 de diciembre) con el objetivo de reducir sustancialmente la curva del número de contagios. La recompensa, poder reencontrarnos en los últimos días del año con nuestras familias y, claro, retomar el consumo. Al fin y al cabo, Duflo y Banerjee son premios Nobel de Economía, aunque su trabajo versase sobre cómo aliviar la pobreza. Como los 'precog' de 'Minority Report', identificar y detener al culpable antes de que cometa su crimen.

Lo que no ha circulado tanto, quizá porque el muro de pago oculta los últimos párrafos del artículo de ‘Le Monde’ donde se exponían, son las medidas que permitirían complementar ese confinamiento estricto, que consistiría también en enviar a todos los estudiantes a sus casas o reducir las conocidas como vacaciones de Toussaint, una o dos semanas a finales de octubre, cuyo equivalente aproximado en España es Todos los Santos con la longitud del puente de la Constitución, e incorporarlas a las vacaciones de Navidad, alargándolas una semana más.

"Esta solución tiene el mérito de estar, por una vez, por delante del virus, de ser clara, uniforme y transparente", afirman los premios Nobel

Por ejemplo, los premios Nobel proponen realizar test rápidos después del confinamiento estricto y antes de reencontrarse con la familia. “De aquí al 21 de diciembre, sería posible organizar una gran campaña de test gratuitos que la gente pueda realizar en caso de duda antes de visitar a sus familiares”, concluye el artículo. “Esta solución tiene el mérito de estar, por una vez, por delante del virus, de ser clara, uniforme y transparente. Además, podría verse como el precio a pagar por una recompensa inmediata, un esfuerzo colectivo para salvar la Navidad”.

El criterio es ante todo económico. Debido a que gran parte del pequeño comercio vive de las ventas presenciales durante el mes de diciembre, “adelantar las compras a noviembre”, como proponen, permitiría reducir sensiblemente el impacto de la pandemia: debido que diciembre es un mes de relaciones sociales, los autores dan por hecho que se deba “cancelar la Navidad” o haya “un confinamiento peor quince días más tarde”. “Se podría animar a realizar las compras durante noviembre y los grandes almacenes podrían mantenerse abiertos durante diciembre para las ventas online”.

Foto: Fiestas del Pilar en Zaragoza, en octubre de 2019. (EFE)

No parece que el mensaje haya calado entre las autoridades francesas, y Oliver Véran, ministro de Salud, descartó dicha posibilidad cuando le preguntaron por el tema. “No voy a hacer planes de aquí a dos meses, planifico día a día”, respondió.

No es el único país que ha barajado un confinamiento programado. En Reino Unido, el profesor Carl Hennegan ha propuesto un confinamiento masivo programado durante navidades, aprovechando las dos semanas de vacaciones para tomar fuerzas —es decir, reducir la curva en la medida de lo posible— de cara a los duros meses de invierno, especialmente en enero, cuando aumentan las muertes todos los años. “Sería más fácil de explicar a la población”, argumentaba.

Puede parecer cercano a lo que se está planteando en algunas regiones de España como Aragón, donde se ha retrocedido a fase 2 entre el 8 y el 15 de abril con motivo de las fiestas del Pilar apelando a un “principio de prudencia”. El objetivo, en este caso, es limitar los contagios durante esa semana, no con la vista puesta en una recompensa posterior, sino como una forma de contención en el tiempo presente.

El efecto yoyó

Es una de las primeras veces que se propone una medida tan extrema como el confinamiento no para mitigar una situación de desborde del sistema sanitario, sino como una herramienta preventiva. Que, además, puede aplicarse a otras circunstancias, no únicamente la Navidad: si algo así se aplicase y funcionase, podría convertirse tal vez en una costumbre ya no para detener el aumento imparable de una curva sino para prevenir el mismo en momentos críticos para la economía, como las vacaciones de Semana Santa o el verano.

"Tienen que ser criterios epidemiológicos los que lo decidan, no tomar decisiones restrictivas porque haya que celebrar una fiesta"

“Esta gente es muy lista”, valora Salvador Peiró, investigador en Salud Pública de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio), a quien las vacaciones de navidad le traen de cabeza. “La Navidad es incluso peor que el verano: hay más movilidad, la gente que vuelve a sus casas y visita a personas mayores, semanas de fiesta, colegios cerrados, los servicios sanitarios también de fiesta… A veces me llaman el Grinch de la Navidad”, bromea.

Para Peiró, la medida solo tiene sentido si se parte de la premisa de que la Navidad va a ser una etapa conflictiva. “Es posible que estén asumiendo que hagamos lo que hagamos se va a celebrar igual”, explica. “Si consideran que la Navidad es imparable, y que además, no puede funcionar en las calles como las fiestas de verano o los San Fermines, es posible que hayan realizado una hipótesis de comportamiento social con el objetivo de llegar a esas fechas con la menor transmisión posible y asumir que se ven a encontrar después con una explosión”. Pero no valora positivamente la idea, porque sabemos cómo funciona el virus, pero “no cómo funcionan los comportamientos sociales”.

placeholder Los no San Fermines. (EFE)
Los no San Fermines. (EFE)

Tampoco está de acuerdo Julián Domínguez, miembro de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene. “El confinamiento, el cierre de actividades, las restricciones sociales y de movilidad tienen que hacerse por razones justificadas”, valora. “Tienen que ser criterios epidemiológicos los que lo decidan ante un aumento de la incidencia acumulada o de críticos, no tomar decisiones restrictivas porque haya que celebrar una fiesta”. Ni siquiera el argumento económico resulta convincente, puesto que como recuerda, “podría aplicarse a cualquier criterio”.

El confinamiento no es un arma de prevención, sino de mitigación, y es tan difícil saber cómo se comportará la gente y evolucionará la pandemia como para pensar que una medida de este tipo puede “salvar” un período determinado. “No produce un efecto de mitigación, como se dice en epidemiología, porque para eso necesitarías meses y ni siquiera eso te lo garantiza”, recuerda Domínguez. Además, es un período muy peligroso para una reapertura post confinamiento estricto: “Hay áreas que en enero y en febrero se produce una gran aparición de la gripe, y en este caso se juntaría una salida masiva de personas con una climatología feroz y reuniones expresamente previstas y con gran afluencia”. Un cóctel muy peligroso de cara al nuevo año.

"Rompe con la coherencia que debe de tener un sistema de salud estatal, porque la población estaría obligada a realizar determinado sacrificio"

Otra cuestión es plantear, de manera individual o en el ámbito de empresa, medidas de salud pública o hipotéticas vacunaciones para anticipar períodos determinados del año, pero no a nivel público. “Rompe con la coherencia que debe de tener un sistema de salud estatal, porque la población estaría obligada a realizar determinado sacrificio”.

Una mala pedagogía

Más peligroso aún puede ser el mensaje que se envía a la población de grandes sacrificios seguidos por períodos de relajación. “Es una mala pedagogía”, valora Peiró, que recuerda que nadie en la Salud Pública está pensando en medidas semejantes, sino de intentar que la curva descienda realizando pequeños ajustes, como la reducción de contactos o el fomento del teletrabajo. “Yo soy partidario de mantener cosas abiertas para mantener la actividad productiva y escolar, pero para eso necesitas tasas bajas y mantener las residencias controladas”.

Foto: Foto: EFE.

Que se planteen confinamientos duros es una mala herencia de la primavera, cuando medidas muy estrictas influyeron significativamente en la famosa curva, pero los expertos consideran que es mucho más eficiente intentar mantener una curva estable que someterse a lo que Domínguez denomina “efecto yoyó” de grandes bajadas por confinamiento y grandes subidas por relajación de medidas. Con toda la incertidumbre psicológica, social y económica que estos ciclos producen, y cuyos efectos difícilmente se pueden prever, incluso epidemiológicamente.

“Vamos a seguir bastante tiempo con esto, así que hay que ser sensatos y no ir de dos semanas en dos semanas de confinamiento y desconfinamiento, sino medidas que podamos mantener aunque las tasas comiencen a bajar”, recuerda Peiró. “Un confinamiento como el de marzo no tiene sentido, las Comunidades Autónomas lo gestionan mejor aunque puedan retrasarse un poco, son más quirúrgicas”. Además de que administrativamente es muy difícil: “Es difícil que el juzgado te permita una reducción de derechos, lo que te impide bastante anticiparte”.

¿Serviría de algo?

Los expertos también ponen en duda que dos semanas pudiesen tener un verdadero impacto, al menos un impacto lo suficientemente relevante como para permitirse alegrías. “Con 20 días, no reduciríamos tanto como para generar ese ambiente, por lo menos en España”, recuerda Peiró, que alude a los meses de verano para recordar que incluso después de un momento en el que las tasas son tan bajas pueden producirse rápidos rebrotes.

"Hay que tomar las decisiones según las necesidades de la población, no anticipar lo que no sabes si va a ocurrir"

“Puede ser muy contraproducente, que no cause el efecto deseado y te encuentres en una situación igual habiendo perdido el tiempo”, coincide Domínguez. Al fin y al cabo, recuerda, la compra de regalos a finales de noviembre puede generar un arrastre a lo largo de las semanas. Lo más importante, no obstante, es la dificultad para anticipar cuál va a ser el efecto exacto de una medida semejante, que tanto depende del comportamiento social. “¿Y si no es ni siquiera necesario y se llega bien a esa época? Hay que tomar las decisiones según las necesidades de la población, no anticipar lo que no sabes si va a ocurrir”.

A estas alturas, es probable que ya haya llegado a sus oídos la medida propuesta por los premios Nobel Esther Duflo y Abhijit Banerjee para “salvar” la Navidad: un confinamiento estricto en “adviento”, es decir, retroceder a una situación parecida a la de marzo y abril durante tres semanas (del 1 al 20 de diciembre) con el objetivo de reducir sustancialmente la curva del número de contagios. La recompensa, poder reencontrarnos en los últimos días del año con nuestras familias y, claro, retomar el consumo. Al fin y al cabo, Duflo y Banerjee son premios Nobel de Economía, aunque su trabajo versase sobre cómo aliviar la pobreza. Como los 'precog' de 'Minority Report', identificar y detener al culpable antes de que cometa su crimen.

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