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Basura y turismo masivo: cómo El Atazar se ha convertido en la 'playa ilegal' de Madrid
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lucha para que no se convierta en un vertedero

Basura y turismo masivo: cómo El Atazar se ha convertido en la 'playa ilegal' de Madrid

El embalse, situado en la Sierra Norte madrileña, ve cómo cada verano sus orillas se llenan de turistas que, en algunos casos, acaban dejando el paraje natural lleno de desperdicios

Foto: Entrada al embalse de El Atazar. (Reportaje fotográfico: Guillermo Cid)
Entrada al embalse de El Atazar. (Reportaje fotográfico: Guillermo Cid)

A la zona en la que se encuentra el embalse de El Atazar (conocido por ser el pantano más grande de la región y símbolo del Canal de Isabel II) se la conoce vulgarmente, y desde hace años, como la Sierra Pobre de Madrid. Frente a la Sierra Rica, que se encuadra en la zona oeste de la región —con mejores comunicaciones, infraestructuras y, en definitiva, turistas— la parte norte de la comunidad siempre se caracterizó por ser uno de los puntos más olvidados, con pueblos casi aislados y apenas población.

Ahora, la cosa ha empezado a cambiar con la llegada del turismo rural y la búsqueda de entornos fuera de los circuitos masificados de la capital. Pero a perro flaco todo son pulgas, y esa nueva fama empieza a cargarse uno de sus grandes atractivos. Sí, el propio entorno de El Atazar batalla este verano —de nuevo— para que no lo destroce ese turismo de masas ahora tan en boga.

Foto: Embalse de Los Morales. (Fotos: EC)

Todo esto lo explica muy bien Antonio de la Rosa, un peculiar madrileño afincado desde hace años en la Sierra Norte y que se define como aventurero y empresario. De la Rosa es dueño de un centro de multiaventura que es de los pocos negocios que viven directamente del embalse de forma directa —alquila canoas y otro tipo de vehículos acuáticos sin motor para navegar por el pantano más grande de la Comunidad de Madrid— y conoce este espacio al dedillo. "Siempre habíamos tenido gente que en verano venía a bañarse y a pasar el día, pero en los últimos tres o cuatro años se ha puesto de moda y el nivel de gente se ha multiplicado. Hay miles de personas que cada fin de semana vienen aquí sin ningún tipo de control", explica De la Rosa.

Lo peor no es que vayan a bañarse, a comer o solo a ver los paisajes que ofrece el embalse, sino que muchos acaban dejando toda su basura tirada por el suelo. “Gran parte de los turistas bajan al pantano, comen, recogen sus cosas en bolsas y las tiran al marcharse, pero también hay una buena cantidad de guarros que, como nadie les controla ni les dice nada, acaba llenando todo de basura", comenta. "El problema es que si ya de por sí tenemos pocas cosas en la Sierra para prosperar, imagina qué puede pasar si se cargan el entorno natural que atrae al turismo, y que nos está salvando un poco”, se lamenta De la Rosa.

El contenedor de su empresa, donde guardan todo el material que sacan cada mañana para que el que quiera se ponga a remar por las aguas del embalse por ocho euros la hora o 25 el día completo, se encuentra en el punto más transitado por los turistas, y los destrozos se notan. Desde la llegada al maltrecho aparcamiento, todos los letreros aparecen pintados cuando no destrozados y hay restos de botellas, vasos y papeles por el suelo. La misma entrada al pantano la cruza una cinta que pone ‘no pasar’ y que sirve como barrera para que los coches no intenten colarse en el paraje natural, solo abierto para personal autorizado. Bajo la cinta hay un aviso en el suelo “No pasar. Multa de 300 euros”.

Acudimos al embalse en la mañana de un jueves de agosto. A mediodía, la temperatura en este enclave serrano es de unos 26 grados con un Sol que aprieta fuerte. La afluencia de gente no es muy grande y el lugar está tranquilo, pero ya se empiezan a ver pequeños grupos de gente que colonizan las estrechas ‘calas’ que deja la costa del pantano.

Muchos llevan neveras, bolsas con bebida, mascotas, y hasta su propia música para pasar todo el día en su playa privada. Preguntamos a varios. Vienen de ciudades como San Sebastián de los Reyes o la propia capital (a unos 70 kilómetros de distancia) expresamente hasta aquí para pasar el día. Aseguran, todos, que luego recogerán su basura, pero saben que hay gente que no lo hace. ¿Por qué venir hasta aquí? “Es la playa de Madrid”, responden. ¿Las razones para no recoger? Se quedan con que hay mucho vago y muy poco control.

placeholder (Foto: G. C.)
(Foto: G. C.)

"Esto parece Benidorm"

La información sobre cómo llegar hasta el pantano o los buenos sitios por los que bañarse los conocen del boca a boca, pero de lo que no tienen ni idea es de que, al contrario que otras ‘playas’ de Madrid como el embalse de San Juan, en ese pantano está prohibido el baño por el Plan de Ordenación. “Yo creo que esa prohibición no tiene sentido, el Canal dice que es para evitar que nadie contamine el agua, sin embargo hay piscinas naturales legales en el propio nacimiento del río Lozoya. Eso sí, es cierto que la gente no tiene ni idea de su prohibición”, explica De la Rosa. “Ese es otro problema aparte. Muchos de los que vienen, que suele coincidir con que son los que más ensucian, no tienen ni idea de a dónde van, no gastan ni un euro en la Sierra ni se preocupan por el entorno. Llegan, se aprovechan de todo lo bueno y se largan dejando incluso su basura”, añade.

Así, dando una vuelta por el pantano (construido en 1972 como una de las joyas de la ingeniería civil del franquismo), es fácil encontrar litronas colocadas entre las rocas, corchos en las mismas playas o bolsas de basura escondidas en cualquier terraplén. Las jaras y los matorrales que llenan este espacio, conviven con latas de cerveza, plásticos o cualquier tipo de desperdicio. La presencia de numerosos peces, que pueblan el pantano, y se ven desde la orilla, contrasta con la cantidad de plásticos que se reparten por todo el espacio natural. “La gente necesita que se les informe y se conciencie de lo que hace. Aquí no hay ningún control ni casi avisos, por eso la mayoría no saben ni que está prohibido bañarse ni que debe recoger la basura que genera”, asevera.
(Foto: G. C.)

Eso es fácil comprobarlo hasta con los más veteranos del lugar. Nos cruzamos con una pareja de jubilados que pasea por la zona con sus nietos. Llevan veraneando años por este espacio y aseguran que el baño está totalmente permitido. “Claro que hay suciedad, pero no más que en otras zonas de la Sierra. De lo que estoy seguro es de que el baño está permitido. Fíjate, el agua está súper limpia”, comenta esta pareja. Al saber que la normativa dice lo contrario, no lo creen. “Llevo años viniendo por aquí y siempre he visto bañistas”.

Más duro aún que Antonio De la Rosa en este sentido, es Jorge, uno de sus empleados que cuida del material sentado junto al contenedor. “Esto los fines de semana es una locura, parece Benidorm, pero sin socorristas ni ningún tipo de control”, explica. “Para nosotros es un caos solo el querer sacar las canoas hasta el agua. Si es que hay días que incluso te encuentras con personas borrachas o drogadas a las 10 de la mañana que vienen hasta con niños a pasar el día y les da igual todo”, confiesa.

¿Soluciones?

Es imposible saber cuánta gente acude cada día a este entorno natural (solo el embalse ocupa unas 1070 hectáreas, unos 2.000 campos de fútbol), no hay nadie que lo contabilice. Pero nos podemos hacer una idea con las medidas que ha tomado el Ayuntamiento de El Berrueco, municipio que se ha convertido en el principal receptor de estos turistas, y la Consejería de Medio Ambiente.

“La Consejería de Medio Ambiente de la CAM recoge dos días por semana las bolsas de basura que dejan algunos irresponsables. Además, los empleados del Ayuntamiento han estado limpiando varias semanas la orilla del embalse a principios de temporada hasta que Medio Ambiente empezó a hacerlo”, explica Jaime Sanz, alcalde de este pequeño municipio de 752 vecinos. “Hace unos días la Comunidad, a petición del Ayuntamiento, ha colocado más contenedores de basura en puntos estratégicos para acabar con los montones de bolsas de basura”, añade.

placeholder Contenedores extra. (Foto: G. C.)
Contenedores extra. (Foto: G. C.)

Los esfuerzos de las administraciones se notan, según cuenta De la Rosa, pero aún hay mucho por hacer. “Hace unas semanas vino Telemadrid y eso hizo que pusieran contenedores extra y, por ahora, no han vuelto a aparecer las montañas de basura, pero sigue habiendo gente que pasa de recoger su basura”.

Las propuestas de soluciones se reparten entre Ayuntamiento, los afectados y el Canal, pero nadie parece ponerse de acuerdo. El alcalde habla de que la empresa pública se ha comprometido con los municipios afectados a construir unas nuevas piscinas naturales como las de Riosequillo que ya se llenan cada fin de semana, aunque desde la propia compañía no confirman que haya un plan en este sentido. Se ciñen a asegurar que el Plan de Ordenación se sigue revisando actualmente y que las competencias en asuntos de vigilancia del baño y limpieza recaen en el titular de los terrenos que se vean afectados.

Por su parte, los afectados como De la Rosa suspiran por una solución que les evite más problemas. “Vivimos del turismo y que venga más gente es bueno para el negocio, pero esta masificación es fatal para todos, a nadie le gusta trabajar entre mierda”, comenta. “Creo que habría que acotar una zona de baño controlada como en el caso de otros embalses como el de San Juan, pero eso depende de las administraciones”, completa.

A la espera de esas decisiones, muchos solo piensan en que no pase nada serio en el pantano. La basura sigue apareciendo por la zona, pero al menos ya hace años que no cuenta con hechos tan trágicos como los que marcaron los veranos de 2008 a 2011. Durante esos años, cada verano concluyó con al menos una persona ahogada en este vasto embalse que da de beber a todo Madrid.

A la zona en la que se encuentra el embalse de El Atazar (conocido por ser el pantano más grande de la región y símbolo del Canal de Isabel II) se la conoce vulgarmente, y desde hace años, como la Sierra Pobre de Madrid. Frente a la Sierra Rica, que se encuadra en la zona oeste de la región —con mejores comunicaciones, infraestructuras y, en definitiva, turistas— la parte norte de la comunidad siempre se caracterizó por ser uno de los puntos más olvidados, con pueblos casi aislados y apenas población.

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