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Los buques del futuro que nos prometieron nunca llegaron. ¿Es este su momento?
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hacia una nueva era de innovación

Los buques del futuro que nos prometieron nunca llegaron. ¿Es este su momento?

Los teatros navales de operaciones vuelven a ser cruciales en la geopolítica contemporánea. Y diferentes proyectos en países de la OTAN están buscando abrir el camino a una nueva era de innovación a la altura del desafío

Foto: Corbeta Oz clase Saar-6 de Israel. (Reuters/Amir Cohen)
Corbeta Oz clase Saar-6 de Israel. (Reuters/Amir Cohen)
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A finales del siglo XX, las armadas occidentales empezaron a soñar con los buques de guerra del futuro. En pleno optimismo tecnológico de los 90, nos prometieron una nueva era de diseño naval con buques de líneas híper estilizadas dignas de una nave espacial. Pero llegó el 11-S. Las dos décadas de guerra global contra el terrorismo relegaron al poder naval a un discreto segundo plano y se retomaron diseños más conservadores. Sin embargo, del Mar Negro al Indo-Pacífico, pasando por el Mar Rojo o el Mediterráneo, los teatros navales de operaciones vuelven a ser cruciales en la geopolítica contemporánea. Y diferentes proyectos en países de la OTAN están buscando abrir el camino a una nueva era de innovación a la altura del desafío.

La innovación que vino del frío

Si hay que buscar el epicentro de la innovación en diseño naval a finales del siglo XX, hay que irse al norte de Europa. En abril de 1999, la armada de Noruega introdujo en servicio la primera de seis corbetas clase Skjold. Un catamarán de líneas furtivas que, con un desplazamiento de 274 toneladas, era incluso más ligero que las humildes patrulleras clase Anaga de la Armada. Tal proeza se logró sustituyendo el acero por materiales como la fibra de carbono.

A pesar de ser un buque ligero, más cercano a una patrullera lanzamisiles, en Noruega se clasifica a estos buques como corbetas por sus capacidades oceánicas. La armada noruega siempre ha contado con embarcaciones ligeras y rápidas para aprovechar su escarpada costa atlántica para tender emboscadas con misiles y torpedos aprovechando islas y fiordos como cobertura.

Poco después, en septiembre de 2022, entró en servicio en la vecina Suecia la primera de las corbetas clase Visvy. Al igual que las noruegas clase Skjold, estamos ante un diseño que resulta llamativo porque está pensado para reducir el eco radar. Su casco está construido con materiales sintéticos para reducir la firma radar, pero también la térmica. Además, como en el caso de los noruegos, el uso de materiales sintéticos supone un ahorro en peso que proporciona la misma dureza que el acero con la mitad de peso.

Podemos entender que las armadas de Noruega y Suecia se aventuraran a diseñar buques de líneas tan futuristas por su delicada situación geoestratégica. Ambos países consideraban la amenaza de enfrentarse al vecino ruso y establecieron una doctrina de guerra naval asimétrica donde sus buques tenían que ser furtivos y rápidos, pero también estar armados poderosamente.

Pero la armada que iba a marcar el camino para el resto de países occidentales era, evidentemente, la de Estados Unidos. Sin embargo, el fracaso de sus dos proyectos más ambiciosos y rompedores posiblemente sea una de las razones del conservadurismo que se extendió en el diseño naval y que coincidió con la guerra global contra el terrorismo (2001-2021), en la que el poder naval jugó un papel secundario.

Auge y caída de los (carísimos) buques del futuro

Sin duda, el que iba a ser el buque de guerra más ambicioso del siglo XXI fue el programa de 'destructor del siglo XXI' (DD-21). Sin embargo, dos meses después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 recibió un hachazo y fue reconvertido en el programa DDG(X). El propósito original era contar con un enorme buque con capacidades de ataque a tierra. Quizás una ambición que fue resultado del impacto que dejó en el imaginario colectiva la imagen de los veteranos acorazados de la Segunda Guerra Mundial abriendo fuego contra objetivos iraquíes en la costa de Kuwait durante la Operación Tormenta del Desierto. El USS Missouri y el USS Iowa, tras permanecer décadas en la reserva naval, fueron puestos otra vez en servicio en los años 80 con electrónica y armamento avanzados, incluyendo misiles de crucero.

La idea de un moderno y avanzado buque de guerra cañoneando la costa llevó a que el proyecto DDG(X) se creara en torno a un nuevo tipo de cañón naval que debía ser capaz de lanzar proyectiles a más de 140 kilómetros de distancia. Pero lo más llamativo fueron sus estilizadas líneas furtivas, que le hacían parecer una nave espacial salida de una película de ciencia ficción. Cuando se descubrió que cada disparo del novedoso cañón AGS iba a costar una fortuna, el proyecto dejó de tener sentido. La idea de emplear un cañón y no misiles era precisamente poder saturar el objetivo con proyectiles mucho más baratos.

Los sucesivos recortes llevaron el plan de 32 buques a siete, de los que finalmente solo se construyeron tres. Repartir los enormes costes de diseño entre tan sólo tres buques elevó el precio final de cada uno de los destructores a niveles ridículos. El proyecto se considera un fracaso y ahora se les busca una nueva función, priorizando las capacidades antibuque con misiles hipersónicos.

Pero si hay un programa que simboliza la falta de claridad de ideas y el despilfarro militar estadounidense es el buque de combate litoral (LCS). La armada de los Estados Unidos ideó en los años 90 un tipo de patrullera lanzamisiles de 900 toneladas pensada para operar cerca de la costa. El proyecto se denominó Street Fighter, porque la imagen del "luchador callejero" servía de metáfora para las emboscadas en aguas litorales, en torno a bahías, cabos e islas. Sin embargo, se valoró negativamente la capacidad de encajar daños por parte de un buque tan ligero y, en sucesivas revisiones, se fueron añadiendo requerimientos.

El resultado final de ir exigiendo más capacidades fue un engendro de 4.000 toneladas, equivalente a una fragata ligera, de la que se esperaba que se moviera a 40 nudos, velocidad más propia de una planeadora dedicada al narcotráfico. Para lograrlo hizo falta un prodigio tecnológico de motores que disparó el precio, mientras se decidió ahorrar en sistemas de armas y se decidió que muchos de los equipos de los buques LCS fueran modulares de quita y pon.

Sin embargo, hubo problemas y retrasos en el diseño de los equipos modulares, llevando a que algunos programas se suspendieran. El resultado es que los buques salían del astillero armados tan solo con un cañón Bofors de 57mm. y una lanzadera de misiles antiaéreos de corto alcance para defensa de punto, a la espera de ser dotados de más poder de fuego modular que, al final, nunca llegó a desarrollarse. Los buques LCS salían mal parados en cualquier comparación en materia de precio y capacidades con las corbetas de diseño europeo, aunque fueran buques más ligeros.

Si todo esto no fuera suficiente, se quiso repartir carga de trabajo y se decidió comprar el diseño de los dos modelos finalistas, arruinando así las economías de escala. Cuando no se habían terminado de construir los 40 LCS previstos se canceló el programa para encargar un nuevo diseño de fragata convencional pensando ya en la nueva era de competencia multipolar.

Los fracasos de los dos proyectos más futuristas de la armada estadounidense llevaron a criterios conservadores a la hora de adquirir buques. Las futuras fragatas clase USS Constellation no dejan de ser una adaptación del diseño franco-italiano FREMM (aunque un reciente informe del Servicio de Investigación del Congreso estadounidense reveló gran cantidad de problemas también en este plan).

Así que si hablamos de buscar innovación en el diseño naval puede que tengamos que comenzar a buscar en otra parte. Quizás en los lugares más insospechados.

Las armadas europeas vuelven a soñar

Cuando la Unión Europea lanzó en junio de 2021 su Mecanismo Europeo de Recuperación y Resiliencia como respuesta al impacto económico de la pandemia global, la Marina de Portugal aprovechó para lanzar un concurso de adquisición de un nuevo tipo de buque carente de armamento para "proteger los recursos marinos, prevención y vigilancia de la polución, monitorización de las alteraciones climáticas y “apoyo humanitario". Una serie de propósitos que podrían llevar a imaginar algún estilo de buque oceanográfico.

Sin embargo, los bocetos publicados entonces por la Marina de Portugal mostraban un buque de cubierta corrida, con un perfil no muy diferente al buque de asalto anfibio español Juan Carlos I, pero de menor tamaño. Los bocetos también exhibían pescantes en ambas bandas para arriar embarcaciones ligeras y vehículos operados remotamente (ROV), además de helicópteros y drones de varios tipos en la cubierta.

El diseño del nuevo buque, denominada Plataforma Naval Multifuncional, aprovechará toda clase de nuevas tecnologías, desde datos masivos a inteligencia artificial, pasando por contar con un gemelo digital para una gestión más eficiente. Pero, sobre todo, su principal característica es que ha sido ideado desde cero como buque nodriza de drones aéreos, marinos y submarinos. Además, cuenta con espacio para transportar vehículos y 18 contenedores estándar de 20 pies (para poder llevar equipos modulares), así como embarcar una tripulación de 42 científicos y un centenar de pasajeros.

El concurso público, en el que quedó finalista el astillero español Armón, acabó en manos de la neerlandesa Damen. El proyecto, bautizado D. João II, ha sido presupuestado en 132 millones de euros, de los que 94,5 millones son asumidos por los fondos de ayuda de la Unión Europea, y estará listo en 2026.

En Portugal se señala que la nueva Plataforma Naval Multifuncional y su diseño "disruptivo" es el resultado del empeño del jefe del estado mayor de la Marina de Portugal, el almirante Henrique Gouveia e Melo. Un militar que ha desarrollado buena parte de su carrera en el arma submarina, estuvo al frente de la exitosa campaña de vacunación del Covid-19 en Portugal y parece decidido a pensar de forma diferente sobre el futuro de la Marina de Portugal. Es autor de la obra Uma Marinha útil e minimamente significativa, publicada por el Centro de Estudos Estratégicos da Marinha en 2019, donde ya anticipaba su interés por incorporar nuevos tipos de buques multipropósito.

El crossover naval

Porque la Plataforma Naval Multifuncional no es el único buque innovador presentado por la Marina de Portugal. El pasado mes de marzo se celebró en Qatar la Exhibición y Conferencia de Defensa Marítima Internacional de Doha (DIMDEX en inglés), evento que contó con la presencia del almirante Gouveia e Melo. Se aprovechó la ocasión para presentar un nuevo diseño de patrullero, el Navío de Patrulla Costero, que destaca por una amplia cubierta de vuelo.

El nuevo tipo de buque portugués tendría entre 500 y 1.000 toneladas de desplazamiento. Y ya se ha firmado un contrato con la empresa Vera Navis para llevar a cabo el diseño. El tamaño del hangar, demasiado pequeño para un helicóptero, nos permite deducir que el nuevo diseño de buque está pensado para albergar y emplear drones. No es inusual que un patrullero tengo plataforma de vuelo para tomas de helicóptero pero carezca de hangar. Es el caso de los patrulleros españoles clase Serviola y clase Chilreu. Uno de estos últimos, el P-63 Arnomendi, operó el dron M5D-Aiforx de la empresa gallega Marine Instruments en su despliegue en el Océano Atlántico el año pasado.

Uno de los tipos de buques que el almirante Gouveia e Melo planteaba en su trabajo de 2019 era un nuevo tipo de buque denominado crossover, que combine las capacidades de una fragata y un buque logístico. Un buque así fue diseñado en Dinamarca a principios de este siglo, entrando dos de ellos en servicio entre 2004 y 2005. Los buques clase Absalon presentan la apariencia de una fragata, pero en su interior alberga una bodega multimisión donde pueden transportarse vehículos (incluyendo carros de combate), embarcaciones ligeras, material de guerra de minas y contenedores estándar de 20 pies. Cambiando la configuración interna, el buque puede albergar un cuartel general embarcado de 75 personas, una fuerza de desembarco anfibio de 200 infantes de marina o un hospital de campaña.

El concepto no generó mucho entusiasmo en otras armadas, pero hace una década el astillero Damen presentó una serie de diseños similares a los que denominó buques crossover, un concepto que vemos sí llamó la atención al almirante portugués. Se trata de un buque cuyas líneas son similares a las de una fragata pero con una bodega de carga capaz de transportar vehículos y albergar equipos modulares.

Tras ser presentado en Qatar en 2014 y en Singapur en 2019, el nuevo diseño había quedado como un mero concepto teórico en el catálogo del astillero holandés. Finalmente, la armada de los Países Bajos anunció en marzo de 2024 sus planes para dar de baja en un futuro a sus dos buques de asalto anfibio y sus cuatro patrulleros oceánicos para incorporar un nuevo modelo de buque cuyas características responde al concepto crossover.

Cuando Navantia quiso arriesgar

No solo la poderosa armada estadunidense o las sofisticadas armadas nórdicas soñaron en los 90 con los buques de combate con llamativas líneas futuristas y revolucionarias. Los astilleros públicos españoles, actual Navantia, llegaron a estudiar un diseño de fragata de nueva generación que podemos fácilmente comparar con los destructores surgidos del programa DDG(X).

Aquel diseño se conoció como F2M2 y estaba llamado a servir de sustituto a las fragatas antisubmarinas de la serie F80 (clase Santa María), el hueco que en un futuro ocuparán las nuevas fragatas de la serie F110 (clase Bonifaz). Por aquel entonces, la Armada esperaba contar con un diseño intermedio entre los Buques de Acción Marítima (BAM) y las fragatas F-100, según declaró un alto mando de la Armada de cuyas palabras sólo queda rastro en un foro brasileño que a su vez es un resumen de las ideas más relevantes que dio en una entrevista con la prensa gallega.

Del diseño F2M2 y de esa idea de buque intermedio nunca más se supo. El diseño de las F-110 creció en más de 2.000 toneladas respecto a las F-80 y resultó muy continuista de la serie F-100. Habrá que esperar a las F-120 para ver si la Armada y Navantia se atreven a soñar, de nuevo, con uno nuevo concepto de buque.

Pero el afán innovador no se ha perdido. Navantia presentó un adelanto del concepto Smart 8000 en Australia en 2022 y lo volvió a mostrar en el World Defense Show de Riyad del pasado mes de febrero. Pero sin duda, los recientes acontecimientos en el Mar Rojo, donde las fuerzas hutíes han disparado drones, misiles antibuque y misiles balísticos contra los buques occidentales escoltando el tráfico marítimo han supuesto una prueba de fuego para las diferentes armadas. También el devenir del frente marítimo en Ucrania, donde los drones están cambiando las reglas del juego en la guerra naval del mar Negro.

En Estados Unidos ya hay voces señalando que las nuevas fragatas antisubmarinas que vienen a sustituir a los fallidos LCS no cuentan con suficientes pozos verticales de misiles para enfrentarse a ataques complejos, lamentando que no ganara un diseño con una buena capacidad antiaérea como las fragatas españolas F-100. El inestable escenario geopolítico y su amenaza directa a la estabilidad comercial planetaria serán un poderoso revulsivo para actualizar los diseños demandados por las armadas occidentales. Ahora queda ver si llegan esos diseños innovadores que nos prometieron el siglo pasado.

A finales del siglo XX, las armadas occidentales empezaron a soñar con los buques de guerra del futuro. En pleno optimismo tecnológico de los 90, nos prometieron una nueva era de diseño naval con buques de líneas híper estilizadas dignas de una nave espacial. Pero llegó el 11-S. Las dos décadas de guerra global contra el terrorismo relegaron al poder naval a un discreto segundo plano y se retomaron diseños más conservadores. Sin embargo, del Mar Negro al Indo-Pacífico, pasando por el Mar Rojo o el Mediterráneo, los teatros navales de operaciones vuelven a ser cruciales en la geopolítica contemporánea. Y diferentes proyectos en países de la OTAN están buscando abrir el camino a una nueva era de innovación a la altura del desafío.

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