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El desastre del (carísimo) superdestructor Zumwalt que trae de cabeza a Estados Unidos
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La tecnología no siempre triunfa

El desastre del (carísimo) superdestructor Zumwalt que trae de cabeza a Estados Unidos

Uno de los proyectos más punteros de los últimos años en la Armada estadounidense se ha convertido en un dolor de muelas. Sus costes y sus fallos lo han convertido en un buque maldito

Foto: USS Michael A. Monsoor, segunda unidad de la clase Zumwalt. (US Navy)
USS Michael A. Monsoor, segunda unidad de la clase Zumwalt. (US Navy)

Sin duda, se trata de los buques de guerra más extraños que existen. Su radical diseño, orientado a minimizar al máximo su firma de radar, los hace inconfundibles, y su línea estética genera opiniones para todos los gustos. Son los destructores clase Zumwalt, unos buques llamados a dominar el océano que cuentan con una tecnología de ciencia ficción. Sin embargo, han pasado de ser la joya de la corona (apenas entrado el primero en servicio) a ser la principal fuente de preocupaciones de la Armada estadounidense. Problemas técnicos de diversa índole y, sobre todo, un desorbitado incremento de sus costes han hecho de estos superdestructores unos buques muy polémicos.

El origen de los destructores clase Zumwalt surge, curiosamente, ante una necesidad del Cuerpo de Marines y no de la US Navy. En una operación de desembarco y en operaciones militares cercanas a la costa, una de las mayores preocupaciones de las tropas desembarcadas es el contar con un suficiente apoyo de fuego de artillería. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, esto se conseguía con el concurso de los grandes cañones de los acorazados y de los cruceros, cuyos pesados proyectiles eran capaces de provocar efectos devastadores. Con la evolución de los buques de guerra, se pensó que los grandes navíos artillados eran cosa del pasado y que ese tan necesario apoyo de fuego naval sería sustituido por los ataques aéreos. Y así fue, en parte.

Foto: Portaaviones Type 001A. (Reuters)

Pese a la trascendental intervención de la aviación como elemento de apoyo, la Navy y los Marines seguían echando de menos la potencia y rapidez de intervención del fuego naval. Este fuego no podía ser proporcionado por las piezas de artillería Mk 45 de 5” (127 mm) con las que se habían dotado los destructores y cruceros en servicio. Además, se vio que en determinados conflictos podía ser rentable utilizar artillería pesada naval en lugar de aviación embarcada. Con esa idea, se reactivaron los veteranos acorazados de la clase Iowa de la Segunda Guerra Mundial, unos barcos enormes (casi 60.000 toneladas) y fuertemente armados con nueve cañones de 16” (406 mm) cuyos proyectiles pesaban cada uno 1.225 kg.

Así, estos acorazados, modernizados y atiborrados de misiles, se pusieron de nuevo en servicio en los años ochenta y participaron con éxito en la guerra civil del Líbano en 1983 y también en la guerra del Golfo de 1991, donde realizaron mortíferas salvas con su artillería principal. Al final, sus elevados costes de mantenimiento y sobre todo de personal (una dotación de casi 2.000 hombres) los llevaron definitivamente al retiro.

placeholder El destructor Zumwalt (en primer plano) junto a otro polémico buque de combate de EEUU, el LCS Independence. (US Navy)
El destructor Zumwalt (en primer plano) junto a otro polémico buque de combate de EEUU, el LCS Independence. (US Navy)

Esta necesidad de artillería naval estuvo sin cubrir hasta que la US Navy pensó en un nuevo tipo de buque, ultramoderno y dotado de artillería capaz de apoyar a las tropas desde la costa. Nacía así la idea de la clase Zumwalt, un barco concebido alrededor de sus dos cañones de 6,1” (155 mm), unas piezas con un calibre similar a los de la artillería pesada y con munición de unas características técnicas jamás vistas hasta entonces.

Artillería de otra galaxia

Se trata de los cañones AGS ('advanced gun system'), unos ingenios desarrollados por la empresa BAE Systems para este tipo de buques. Se trata de unos cañones únicos a nivel mundial y con unas posibilidades jamás imaginadas. Son capaces de mantener una elevada cadencia de tiro de hasta 10 disparos por minuto y con unos alcances máximos de 83 millas náuticas, más de 150 km, imposible hoy en día para cualquier artillería terrestre. Además, esta capacidad de fuego se podía realizar con unos márgenes de precisión solo igualables por las bombas y misiles guiados de alta precisión.

La clave de estas capacidades está en la propia tecnología del cañón, de su cargador automático y del 'software' de tiro, pero sobre todo de la munición, un nuevo tipo denominado LRLAP ('long range land attack projectile') o proyectil de largo alcance para ataque terrestre. Este nuevo tipo de munición es en realidad un conjunto de cabeza de guerra con un módulo propulsor disparado por el propio cañón, que incrementa el alcance con su propia propulsión y cuya cabeza de guerra, de unos 90 kg de peso, dispone de guiado propio por GPS.

placeholder El USS Zumwalt, en el dique de los astilleros General Dynamics Bath Iron Works. (US Navy)
El USS Zumwalt, en el dique de los astilleros General Dynamics Bath Iron Works. (US Navy)

Con este tipo de munición, se puede alcanzar el objetivo con total precisión y al primer disparo, no necesitaría tiros de corrección como en otras artillerías convencionales, y además permitiría hacer fuego de tal manera que, jugando con los tiempos de vuelo de cada proyectil disparado, se hicieran coincidir varios impactos simultáneos sobre el mismo objetivo. La infantería de marina, ante la perspectiva de tener uno de estos buques a 100 km de la costa y con tal capacidad de fuego (recordemos que cada destructor lleva dos piezas de estas), se frotaba las manos.

Alarde tecnológico sin parangón

Si la artillería es espectacular, el resto del buque y sus sistemas no lo son menos. Se trata de un barco muy grande con un desplazamiento de unas 16.000 toneladas y 180 metros de eslora, casi 7.000 toneladas más que los Arleigh Burke, cuya eslora es de 155 metros. En este enorme espacio se ha ubicado todo tipo de tecnología de vanguardia. El casco es de un diseño radical, con la proa hacia delante, un diseño que recuerda al de los viejos cruceros de la Primera Guerra Mundial.

Carece de mástiles y elementos exteriores, todo queda envuelto en una gran estructura trapezoidal que integra radares, comunicaciones, puente y sistemas. Hasta los cañones permanecen ocultos bajo sus cubiertas protectoras y solo se sacan en el momento de hacer fuego. Todo en aras de una firma de radar sin precedentes que se dice es equivalente a la que daría un pequeño barco de pesca.

placeholder El destructor USS Zumwalt (DDG-1000) de Estados Unidos. (EFE)
El destructor USS Zumwalt (DDG-1000) de Estados Unidos. (EFE)

La planta propulsora también es innovadora para un buque norteamericano. Se denomina IPS ('integrated power system') y se compone de dos turbinas Rolls-Royce MT-30 (muy parecidas a las que lleva el Boeing 777) que mueven sendos generadores de energía eléctrica. Posteriormente, esta energía se utiliza en los sistemas del buque y en alimentar dos motores eléctricos, que son los que proporcionan fuerza motriz a las hélices. Además, cuenta con dos generadores auxiliares. Todo el conjunto es capaz de generar una potencia de casi 80 MW, que sería suficiente para suministrar energía a una ciudad pequeña como Huesca o Segovia.

El radar es un AN/SPY-3, un radar multifunción con tecnología AESA y con unas capacidades increíbles, como un alcance de 200 millas (370 km). Este radar, por ejemplo, además de tener características 3D (permite obtener datos del blanco en distancia y altura), también sirve para el control final de los misiles antiaéreos, por lo que estos destructores carecen de los radares de dirección de tiro AN/SPG-62, típicos (y necesarios) en los destructores Arleigh Burke.

placeholder El sofisticado puente del USS Zumwalt. (Wikipedia)
El sofisticado puente del USS Zumwalt. (Wikipedia)

Otra gran innovación se encuentra en los silos de misiles. Estos superdestructores ya no utilizan el clásico lanzador vertical (VLS) Mk 41 situado en la proa (como el utilizado por las fragatas españolas F-100), ahora utilizan un sistema formado por 20 módulos Mk 51 con cuatro celdas cada uno (80 lanzadores en total) repartidos entre los costados de proa y popa. Además, los silos están blindados, lo que añade una protección adicional al interior del buque. En dichos silos se puede almacenar una variada carga de misiles listos para ser disparados: SM-2, SM-6, ESM ('evolved sea sparrow'), cohetes antisubmarinos ASROC y misiles LRASM. Estos últimos son los AGM-158 'long range anti-ship missile', unos ingenios antibuque de dos toneladas con un alcance de más de 500 km.

Por último, dispone de una gran cubierta de vuelo y un hangar capaz para operar con helicópteros MH-60 y drones MQ-8 Fire Scout, una aeronave no tripulada similar a un helicóptero que pesa 1.500 kg.

Problemas y gasto sin fin

El alarde tecnológico y militar está muy bien, pero pese a todo esto la realidad es que la clase Zumwalt ha sido un desastre. El principal problema ha sido que tanta tecnología ha requerido tales cantidades de dinero que han acabado por hacer el proyecto poco viable. La gran prueba de ello es que se pensaban hacer 33 buques de este tipo, luego se produjeron sucesivos recortes y al final van a ser únicamente tres las unidades que se van a poner en servicio, el USS Zumwalt (DDG-1000) que ya está en servicio, el USS Michael A. Monsoor (DDG 1001) ya botado y casi listo para entrar en servicio y el Lyndon B. Johnson, que será el DDG 1002 y que aún está en construcción.

El coste de estos tres barcos es de un total de 23.000 millones de dólares gastados en el programa, lo que hace que cada unidad salga por unos 7.800 millones. La propia Navy comprobó alarmada que construir destructores a la mitad de precio de un portaaviones nuclear no era un buen negocio.

placeholder Vista general del destructor de la Armada de EEUU USS Michael Monsoor. (EFE)
Vista general del destructor de la Armada de EEUU USS Michael Monsoor. (EFE)

Pero lo peor es que, además de un coste prohibitivo, los problemas han sido constantes. Se han detectado problemas, entre otros, con la operación con lanchas neumáticas por el portón de popa, que no se puede usar con mala mar y también se habla de problemas de estabilidad del propio buque en determinadas maniobras y con mar atravesada.

Pero, con diferencia, el problema más grave afecta a los cañones y su munición. Cada proyectil LRLAP ya resultaba excesivamente caro en origen con un montante de 50.000 dólares cada uno, cuando un proyectil normal de ese calibre (aunque no es lo mismo) cuesta unos 1.600$. Pero con los recortes drásticos en número de unidades y los problemas surgidos, el precio se elevó hasta la desorbitada cifra de 800.000 dólares por disparo.

Hasta para la US Navy gastar casi un millón de dólares por cada disparo de cañón era demasiado y la cruda realidad es que los cañones son magníficos, pero totalmente inservibles porque no hay munición para ellos. La infantería de marina se volvía a quedar sin apoyo artillero naval.

placeholder El nuevo destructor de EEUU, USS Zumwalt. (US Navy)
El nuevo destructor de EEUU, USS Zumwalt. (US Navy)

Ante este problema, a la Navy no le ha quedado más remedio que cambiar la misión de los Zumwalt. Ya no van a proporcionar apoyo con fuego naval y ahora se van a reconvertir en destructores más convencionales. Para ello se habla de reemplazar los inservibles cañones de 155 mm por sistemas de cañón Railgun, de tecnología electromagnética, que funcionan con el mismo principio que las catapultas EMALS y sistemas de armas láser de alta potencia que ya se están probando con buenos resultados. Por último, y para complementar su nuevo cometido, ahora llevarán el 'maritime strike Tomahawk' (MST), la última versión del famoso misil de crucero de ataque terrestre Tomahawk.

Sin duda, se trata de los buques de guerra más extraños que existen. Su radical diseño, orientado a minimizar al máximo su firma de radar, los hace inconfundibles, y su línea estética genera opiniones para todos los gustos. Son los destructores clase Zumwalt, unos buques llamados a dominar el océano que cuentan con una tecnología de ciencia ficción. Sin embargo, han pasado de ser la joya de la corona (apenas entrado el primero en servicio) a ser la principal fuente de preocupaciones de la Armada estadounidense. Problemas técnicos de diversa índole y, sobre todo, un desorbitado incremento de sus costes han hecho de estos superdestructores unos buques muy polémicos.

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