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Una nueva meca de la tecnología donde nadie lo esperaba: así se crea un gigante desde cero
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un fabricante en el desierto

Una nueva meca de la tecnología donde nadie lo esperaba: así se crea un gigante desde cero

A Arabia ya no le basta con utilizar sus petrodólares para hacer fortuna como accionistas de Uber, Nintendo o Telefónica. Así está maniobrando su fondo soberano para ganar posiciones en industrias como la electrónica, microchips o IA

Foto: Foto: Faisal Al Nasser (Reuters)
Foto: Faisal Al Nasser (Reuters)

Arabia Saudí lleva mucho tiempo poniendo los huevos de esa gallina que es el petróleo en la cesta de la tecnología. Su fondo soberano, el PIF, es bien conocido en la industria, que ha sido regada por sus millones en múltiples ocasiones. Fruto de ello, los sauditas tienen importantes posiciones en compañías de la talla de Uber, Nintendo o la empresa antes conocida como Twitter, por citar algunas de las más conocidas. En España, si no fuese por la entrada del Gobierno en Telefónica, a día de hoy SPC, el mayor operador de aquel país, sería máximo accionista de su homólogo español.

Pero el reino saudita tiene ambiciones mayores que van más allá de vivir de las rentas de los otros. No quiere limitarse a ser el gran mecenas de Silicon Valley. Lo que persigue ahora es levantar una nueva meca tecnológica en medio del desierto. Un objetivo que pretende lograr de la única manera que sabe hacerlo: dinero, dinero y más dinero. Con este fin, el país acaba de movilizar nada más y nada menos que 100.000 millones de dólares para lograrlo.

Un dinero que irá a parar a una nueva empresa bautizada como Alat, que canalizará todos estos fondos. El proyecto está impulsado por la polémica figura del príncipe heredero Mohammed Bin Salman, más conocido por sus siglas, MBS. Lo que persigue, básicamente, es crear un súper campeón que compita, prácticamente, en cualquier cosa que pueda considerarse tecnológica.

Esta empresa pública está dividida en siete unidades de negocio diferentes que fabricarán desde móviles, teles, portátiles o electrodomésticos hasta dispositivos médicos, maquinaria para construcción y minería, robótica, sistemas de vigilancia o semiconductores. Según la hoja de ruta inicial, pretenden producir más de una treintena de productos. Aunque el príncipe heredero y el responsable del fondo soberano estarán en el consejo de dirección, para la gestión de Alat han fichado a Amit Midha, que hasta ahora era el responsable de Dell para la región de Asia y Pacífico.

placeholder Mohammed Bin Salman. (Reuters)
Mohammed Bin Salman. (Reuters)

Intentar levantar desde cero toda la infraestructura necesaria para lograrlo puede acabar siendo un tiro en el pie por mucho dinero que se disponga. Por eso, Alat no está concebida para caminar en solitario, sino que pretende ir asociándose con diferentes gigantes de la industria que le ayuden a avanzar en ese objetivo.

Los cantos de sirena que ofrecen a cambio, además de cuantiosas ayudas públicas, es la posibilidad de desarrollar un negocio verde, prometiendo poner a su disposición numerosas fuentes de energía limpias (hidrógeno verde, energía solar y eólica).

La promesa no deja de ser peculiar tratándose de uno de los grandes productores de petróleo.

Cuatro socios: uno bajo la lupa y uno bien conocido

La compañía pública se presentó en un evento internacional en Riad esta misma semana. Durante el acto se desvelaron las cuatro primeras parejas de baile del proyecto: Carrier, Takahom, Dahua y Softbank. El primer nombre de este listado es el de un gigante estadounidense dedicado a la fabricación de sistemas de ventilación y refrigeración tanto industriales como domésticos. Su colaboración está destinada para impulsar la división de edificios inteligentes. Takahom es una empresa pública saudita fundada en 2015 y que se dedica a la videovigilancia y a la inteligencia artificial aplicada al campo de la seguridad.

Los socios más destacados que han conseguido cerrar hasta el momento (habrá un quinto acuerdo que se desvelará la próxima semana en el Mobile World Congress de Barcelona) son los dos últimos nombres.

Dahua es una firma china dedicada también a la videovigilancia, la inteligencia artificial y el internet de las cosas que factura varios miles de millones de dólares cada ejercicio. Esta compañía está sancionada por Estados Unidos, que en 2019 la incluyó en una lista negra junto a otras como HikVision, a las que acusó de violar los derechos humanos por su participación en la campaña de represión de los uigures llevada a cabo por el régimen de Pekín. Dahua y Alat invertirán 200 millones de dólares en construir la primera fábrica que la multinacional asiática tendrá fuera de su país natal.

placeholder Masayoshi Son, en una presentación de Softbank. (Reuters)
Masayoshi Son, en una presentación de Softbank. (Reuters)

Pero el elemento más importante de esta ecuación es el de Softbank, el gigante japonés de las telecomunicaciones y uno de los inversores tecnológicos más importantes de todo el globo. La colaboración entre la compañía de Masayoshi Son y la nueva empresa pública de Riad se traducirá en una fábrica completamente automatizada para la creación de robots industriales. Aunque esta instalación supone una partida de apenas 150 millones de dólares, supone la enésima demostración de que la relación entre el conglomerado nipón y la corona saudí es sólida y duradera. Y este extremo no es baladí porque Softbank ha sido una pieza clave para que Arabia Saudita haya conseguido convertirse en el prestamista favorito de Silicon Valley.

¿Cuándo empieza el apetito de Arabia?

Para entenderlo hay que remontarse hasta 2016. En ese momento, la corona presenta Vision 2030, un plan para modernizar el país, especialmente desde el punto de vista económico. El objetivo pasaba por reducir la dependencia de los combustibles fósiles, para el día que no hubiese más petróleo o gas que rebañar en el plato. Fue entonces cuando confluyeron los intereses de MBS y Masayoshi Son, que andaba buscando socios para articular un fondo bautizado como Vision Fund, que durante años se ha dedicado a invertir en cualquier startup y compañía tecnológica que despuntara mínimamente en cualquier parte del globo. Se lanzó en 2017, con un respaldo de 100.000 millones.

Casi la mitad de ese bote salió de las arcas de Arabia Saudí, a través de su fondo soberano. Sus 45.000 millones de aportación inicial fueron una cifra muy superior a la de la propia Softbank, que aportó 28.000. El tercer gran jugador en liza fue Abu Dabi, con 15.000 millones. Recientemente se constituyó la segunda parte de esta aventura, el Vision Fund 2. Entre ambos suman un valor superior a los 150.000 millones de dólares.

Foto: Los robots de Boston Dynamics se han hecho famosos por sus bolos en internet.

No ha sido el único brazo inversor que ha utilizado Riad y no hay mejor ejemplo que el caso de Telefónica, donde fue la SPC la que compró el 9,9% de los títulos de la compañía de bandera española. Sin embargo, Vision Fund ha servido como caballo de Troya. En los círculos especializados se conocía perfectamente de dónde procedía el dinero, pero a ojos del común de los mortales, cuando entraban de manera destacada en el capital de empresas como Boston Dynamics, Uber o ARM, los titulares solían centrarse en Softbank, aunque en realidad gran parte de la valoración que alcanzaba estas compañías se producía gracias al dinero saudita.

Entre las empresas que han recibido inyección financiera indirecta a través de este u otros fondos de inversión también se encuentran Anthropic, rival de OpenAI; Reddit y Anduril Industries, una empresa especializada en defensa fundada por el creador de Oculus, Palmer Luckey, que tiene contratos con el Pentágono.

placeholder Tim Cook y MBS en New York en 2016. (Reuters)
Tim Cook y MBS en New York en 2016. (Reuters)

Inversores consultados en su momento por este periódico explicaban que esta vía hacía que hasta los fundadores de las startups muchas veces "no son plenamente conscientes del origen exacto del dinero". En varias ocasiones, la proclama era actuar lejos de los focos. Un buen ejemplo fue cuando compraron casi un 5% de las acciones de Tesla. La cifra no es casual. Si se supera ese umbral, la operación debe ser comunicada públicamente.

Aunque escándalos como el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi hicieron que se guardasen las formas y se ocultase esta relación durante un tiempo. Pero esas reticencias hace tiempo que desaparecieron. "Arabia Saudita tiene un fundador. No lo llaman fundador, lo llaman su Alteza. Está creando una nueva cultura, una nueva visión para el país y tiene un plan muy emocionante", dijo Ben Horowitz, cofundador de Andreessen Horowitz, uno de los fondos de capital riesgo más importantes de Estados Unidos. Lo hizo en un evento organizado la pasada primavera en Miami. La persona hacia la que este ejecutivo se deshizo en elogios era MBS. Unos piropos que llegaron después de que su compañía, inversora de Space X, entre muchas otras, fuese participada por primera vez por el PIF.

Cuando la postpandemia se materializó, comenzaron a aparecer turbulencias económicas y los tipos de interés se dispararon. El aumento del precio del dinero puso en serios aprietos a grandes tecnológicas, pero también a muchísimas startups y muchísimos fondos de capital riesgo que miraron en ese momento a los petrodólares de Arabia Saudita. Riad ha visto una oportunidad para sacar todavía más tajada y aumentar el tejido industrial, empresarial y tecnológico gracias al poder de negociación que le da su enorme músculo financiero.

IA y semiconductores en el radar

Hace unos días, el Financial Times desvelaba las nuevas condiciones que las autoridades locales están imponiendo a empresas tecnológicas que ganan contratos en el país o acceden a algún tipo de financiación pública. Citando fuentes cualificadas de la industria, el rotativo inglés aseguraba que el reino del Golfo ha exigido a compañías chinas establecer empresas y sedes locales, un instrumento para generar talento.

Alibaba o SenseTime, firma especializada en IA, son algunas de las que han pasado por este aro. Las voces consultadas por este medio dicen que la proclama es tentar a firmas de China especializadas en inteligencia artificial con el fin de engancharse a este negocio y no quedarse atrás. La información también pone el acento en el arma de doble filo que puede suponer este acercamiento con la potencia asiática, que puede despertar, por enésima vez, la desconfianza de EEUU.

Además de la IA, los videojuegos también han sido un sector en el que han puesto mucho énfasis, ya que quieren ser la cuna de estudios y productoras. Han movilizado 40.000 millones con ese fin y en el pasado reciente han hecho jugosas inversiones en Activision Blizzard o Nintendo, empresa de la que es su segundo mayor accionista.

Foto: Foto: Reuters.

Una de las cosas que más expectación ha generado ha sido la promesa de los responsables de Alat de dedicarse y ganarse también un hueco con la fabricación de semiconductores. Una industria muy localizada en el sudeste asiático por la que anda peleándose medio mundo. En Europa y Estados Unidos se han movilizado ingentes cantidades de dinero público para convencer a los diferentes actores del sector, pero los objetivos están lejos de cumplirse en muchos casos.

Habrá que estar atento para ver qué bazas juegan y qué socio consiguen para entrar en una industria competitiva y muy intensiva en capital. Pero fácil no lo van a tener, porque en todo lo que tiene que ver con los microchips hay muchos intereses en liza, también los geopolíticos. Hace apenas unas semanas, la administración Biden obligaba a Saudi Aramco a vender sus participaciones en una startup estadounidense llamada Rain Neuromorphics. Se trata de una compañía que se dedica a diseñar chips emulando el funcionamiento del cerebro humano para hacer funcionar sistemas de IA. La empresa también cuenta entre sus accionistas con Sam Altman, CEO y cofundador de OpenAI y ha suscrito un contrato de más de 50 millones de dólares para que le suministre sus productos. Este cruce de nombres e intereses levantó las suspicacias de los reguladores y el comité encargado de estudiar las inversiones extranjeras optó por vetar el movimiento alegando motivos de seguridad y obligó al dinero saudita a salir del capital.

Arabia Saudí lleva mucho tiempo poniendo los huevos de esa gallina que es el petróleo en la cesta de la tecnología. Su fondo soberano, el PIF, es bien conocido en la industria, que ha sido regada por sus millones en múltiples ocasiones. Fruto de ello, los sauditas tienen importantes posiciones en compañías de la talla de Uber, Nintendo o la empresa antes conocida como Twitter, por citar algunas de las más conocidas. En España, si no fuese por la entrada del Gobierno en Telefónica, a día de hoy SPC, el mayor operador de aquel país, sería máximo accionista de su homólogo español.

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