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El Falcon de Taylor Swift es la última obsesión de medio internet y hasta un asunto de Estado
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LA MAGIA DE FLIGHTRADAR

El Falcon de Taylor Swift es la última obsesión de medio internet y hasta un asunto de Estado

El viaje que hizo desde Tokio para llegar a la Super Bowl pone el acento de nuevo en el uso de su jet privado. La cantante o Elon Musk quieren frenar a los cazavuelos, cuya actividad, como la de Flightradar, es legal

Foto: Taylor Swift abraza a su novio, jugador de los Kansas City Chief, tras la victoria en la Super Bowl. (John G Mabanglo/EFE)
Taylor Swift abraza a su novio, jugador de los Kansas City Chief, tras la victoria en la Super Bowl. (John G Mabanglo/EFE)

Taylor Swift va camino de convertirse en un asunto de estado. El pasado domingo, su novio, Travis Kelce, estrella de los Kansas City Chiefs, se proclamó campeón de la Super Bowl, la competición que más interés suscita cada año en Estados Unidos. Tales son sus dimensiones mediáticas y televisivas que multinacionales tecnológicas como Apple o Tesla, e incluso países como Israel, se dejan auténticas millonadas en colocar sus mensajes en las pausas publicitarias.

La atención se suele repartir entre dos polos. Por una parte, está el hemisferio estrictamente deportivo, ya que el partido decide el campeón de la NFL; y, por otra, el hemisferio musical, ya que artistas de la talla de Alicia Keys, Rihanna, Jennifer Lopez o Shakira suelen protagonizar megashows para animar el descanso, un espectáculo que capta la atención de medio mundo.

Pero todo este circo este año tenía una tercera pista: la grada y la posterior celebración entre la pareja de moda. Pero el morbo de la presencia de Swift no se limitaba al puro salseo propio del papel cuché. Se especuló durante varios días que esa cita podría ser la excusa perfecta para que la cantante mostrase su apoyo a Biden de cara a la reelección presidencial en noviembre, algo que se da por descontado que se jugará con Donald Trump. Todos estos ingredientes han hecho que esta última edición de la Super Bowl haya sido la más vista de la historia.

El apoyo al partido demócrata no se materializó, pero todo esto sirvió para desatar por enésima vez en las últimas semanas un inusitado interés por los desplazamientos de Taylor Swift y el uso, polémico a ojos de muchos, que hace de su jet privado. El asunto tenía algo más de miga. El sábado por la noche, la cantante tenía que ofrecer el último de cuatro conciertos de su gira Era Tour en el Tokyo Dome de la capital nipona. Algo que desató la curiosidad por si sería capaz de llegar a tiempo para el encuentro que se celebraba el domingo por la noche en Las Vegas.

El revuelo fue tanto que hasta la embajada japonesa en Washington tuvo que emitir un comunicado en su perfil explicando que, si no había incidentes, el plazo era más que suficiente para que llegase, a pesar de las "17 horas de diferencia horaria y las 12 horas de desplazamiento".

La noche de autos no tardaron en aparecer en escena los cazavuelos, aficionados a utilizar herramientas como Flightradar y otras fuentes de datos para identificar aviones, de dónde vienen y a dónde se dirigen. Antes de que despegara del aeropuerto de Haneda, un usuario de la red social antes conocida como Twitter ya había localizado el jet que estaba preparado para llevar a Swift a destino.

En esta ocasión, no era uno de los Falcon que tiene en propiedad, sino un Bombardier 6000 de VistaJet, una aerolínea que monta vuelos a cualquier punto del planeta para millonarios. El internauta, que identificó el vuelo como Era Football, fue capaz también de identificar otra aeronave idéntica que la compañía tenía preparada en caso de que la primera fallase.

Poco después, dio fe de que Swift estaba en el aire y rumbo a Los Ángeles, desde donde se desplazaría a Las Vegas en su jet privado. La expectación era tal que hasta medios como The Guardian o Associated Press se hicieron eco de la información. Algunos digitales hicieron hasta un minuto a minuto.

Todo esto se habría quedado en algo puramente anecdótico si no fuese porque Swift quiere acabar de raíz con esta práctica, al menos en lo que se refiere a sus desplazamientos privados. El debate sobre estas prácticas está servido. Tanto la artista como su equipo legal alegan que está en riesgo su privacidad e incluso su seguridad, porque podría dar alas a los acosadores que suelen obsesionarse con este tipo de personalidades.

Swift no quiere que la sigan

Pero también hay quien piensa que lo que realmente busca la cantante sería ocultar un uso abusivo de este método de transporte, para refugiarse de las críticas por el exceso de emisiones a la atmósfera. El equipo de la cantante también ha respondido a este extremo, asegurando que ha invertido en créditos de emisiones con los que compensar su huella de carbono, un instrumento bastante generalizado sobre el que no existe consenso sobre su efectividad. En 2022, por cierto, encabezó el ranking.

“En mis años de experiencia trabajando en el seguimiento de vuelos a tiempo completo, he visto que hay muchos aficionados de este asunto a ambos lados del Atlántico”, comenta a Teknautas Nick Benson, creador de JetTip, una plataforma al más puro estilo Flightradar, que utiliza los datos públicos de navegación y rutas de aviones para “enviar alertas a los usuarios entusiastas” para que puedan acudir a “tomar fotografías o videos” al lugar de donde van a despegar o van a aterrizar aviones de su interés.

Benson explica que este hobby está mucho más extendido de lo que la gente se piensa e indica que hay personas que se ganan la vida “viendo y analizando aviones en YouTube” gracias a estas soluciones, mientras que hay otros que siguen el vuelo de su equipo o cantante favorito por puro placer. Seguro que alguno de los que leen estas líneas tiene un amigo o un familiar que alguna vez ha apuntado al cielo con una app en su móvil para saber dónde va ese avión que acaba de dejar una estela sobre sus cabezas. Si no lo tiene, hay bastantes papeletas de que sea usted el que tiene ese pasatiempo.

El que ha puesto este asunto nuevamente en el centro de la polémica es una cuenta de X llamada @SwiftJetNextDay, que se dedica a recopilar información sobre el uso que la estrella da a su avión privado. Hace unos días, este perfil revelaba datos sobre un trayecto de 13 minutos que había hecho esta aeronave para recorrer apenas 45 kilómetros, que se había traducido en cientos de litros de combustible consumido y cerca de 0,85 toneladas de emisiones de CO².

La publicación no tardó en hacerse viral y ser la comidilla en la red social, a pesar de que no se podía comprobar al 100% que la cantante estuviese a bordo, ya que a finales de la semana pasada trascendió que había vendido uno de los Falcon que había adquirido hace años, concretamente un Falcon 900. La artista todavía tiene en su poder, según los registros de las autoridades, otro modelo de Dassault, un Falcon 7x. El vuelo de la polémica, por tanto, podría haber sido un vuelo de prueba, comprobación, alguna demostración previa a la venta o una excentricidad.

La cuestión es que los abogados de Taylor Swift han provocado una suerte de efecto Streisand, ya que enviaron una carta al responsable de la cuenta amenazando con acudir a los tribunales si no dejaba de hacer este tipo de seguimiento. El que ha recibido esta advertencia ha sido Jack Sweeney, un joven universitario que realiza estos seguimientos con el fin de denunciar lo contaminante de este medio de transporte.

No es la primera vez que se enfrenta a algo así. Y es que hace unos meses despertó la furia de Elon Musk por hacer exactamente lo mismo que está haciendo ahora. El magnate incluso llegó a borrar la cuenta que tenía Sweeney de la red social de su propiedad después de un supuesto incidente que involucró a su hijo, mientras dejaba a otras que hacían actividades similares.

“En el caso de la señorita Swift, no creo que esto le lleve a comprar acciones de ninguna red social para evitarlo”, bromea Benson, cuando se le pregunta por este extremo. “Creo que estas dos polémicas han sido buenas; primero, para generar interés en el mundo del seguimiento de vuelos. Pero también para arrojar luz sobre cuestiones de privacidad, tecnologías y aplicación de políticas al resto”.

Sus abogados enviaron una carta al responsable de la cuenta amenazando con acudir a los tribunales si no dejaba de hacer el seguimiento

Este experto aclara que en los últimos años se han cerrado algunas lagunas y se han puesto soluciones a agujeros que hacían muy sencillo rastrear vuelos privados de personalidades como Musk o Swift. “Sin embargo, persisten otros problemas tecnológicos relacionados con la privacidad”, apunta. Pero hay una cuestión por encima de todo eso. Los datos de las aeronaves están legalmente disponibles para el seguimiento en tiempo real.

El motivo, según defienden las autoridades, es que son un elemento fundamental para la seguridad aérea, pero también para que los usuarios puedan conocer la eficiencia y puntualidad de las aerolíneas comerciales. “Son datos abiertos. Los planes de vuelo por norma se comparten a través de sistemas de texto no cifrados. La ubicación se transmite igualmente de forma abierta, a través de un sistema llamado ADS-B. Esta naturaleza abierta es la que permite recopilar, compartir y examinar datos”, explica Benson.

En resumen, como toda tecnología, ha sido susceptible de brindar nuevos usos no previstos cuando se planteó inicialmente. En el caso de Benson, para crear un sistema de alertas para que los aficionados a los aviones fotografíen sus favoritos. En el caso de Sweeney, para informar de los movimientos de los jets de dos de las mayores fortunas de EEUU o los movimientos de los magnates rusos.

La mayoría de los datos que obtienen estas personas así como plataformas tan populares como Flightradar24 provienen del mencionado ADS-B. “Es un sistema que transmite de forma automática, sin intervención de los pilotos, datos de la aeronave como la posición, altitud, velocidad, datos de identificación, así como si el aparato asciende, desciende o vira”, explica Pedro Carvalho Cañas, divulgador aeronáutico, jurista y piloto privado conocido en redes como PatoAviador.

“Esa información se transmite a intervalos regulares y va destinada tanto a los centros de control terrestres como a otras aeronaves de la zona. Sin embargo, como se transmiten en abierto, cualquier persona con el equipo adecuado puede recibirlos”, apunta este experto. Muchas páginas se nutren de colaboradores que aportan los datos de sus equipos de ADS-B domésticos desinteresadamente.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Carvalho matiza que, aunque el acceso sea abierto, la regulación y las leyes de cada país son las que harán que esos datos se consideren y se traten como públicos o privados. En Estados Unidos, por ejemplo, la Administración Federal de Aviación (FAA) considera esos datos de vuelo en tiempo real como información pública.

Carvalho también indica por qué esta polémica no afecta a los vuelos comerciales corrientes y se centra en los jets privados. “Es bastante lógico, que se sepa la posición de un avión con más de 200 personas a bordo no afecta a la privacidad de un individuo en concreto”, argumenta Carvalho, a la par que reflexiona que, al tener una regulación más rigurosa en la UE que en EEUU gracias al Reglamento General de Protección de Datos, hay más instrumentos para evitar estos casos y estas polémicas. “Al final, aquí se ha amenazado con acciones legales a quien simplemente ha recopilado una información que ya estaba ahí. No parece demasiado razonable”, remata. Este mismo argumento, que los datos están a disposición de quien quiera encontrarlos y trabajarlos, es el que esgrime Sweeney, que viene a defender que, si no se quiere dar pie a estas aplicaciones, se debería cambiar todo el sistema y la normativa. Además, después de su encontronazo con Musk, este hacker publica con 24 horas de retraso la información de viajes como el de Swift, una condición que le impuso el dueño de X para poder seguir manteniendo su actividad.

La FAA también ofrece programas de bloqueo que impiden que la información de un jet sea divulgada abiertamente, aunque hay que justificar riesgos de seguridad y argumentar el bloqueo. Benson dice que pueden ser “herramientas de privacidad bastante fiables”, aunque todavía tienen agujeros. “Para empezar, hay que utilizarlas. En el caso del vuelo de Tokio a Los Ángeles, la señorita Swift fletó aeronaves que no estaban adscritas a estos programas”, argumenta. Otras veces, "las filtraciones vienen por no utilizar un sistema cifrado de mensajes". Esta fue la manera por la que un usuario consiguió enterarse de que el avión que traía a Swift desde Tokio tenía problemas con los asientos y el baño.

“En general, es muy difícil que un avión concreto de estas personas sea completamente invisible”, agrega, afirmando que puedes conseguir proteger la información con los programas de la FAA, pero que los planes de vuelo se filtren por utilizar “un sistema de mensaje de texto no cifrado” o “porque alguien vea la aeronave partir y transmita su identificación real a un rastreador de vuelos o a una comunidad que le ayude a completar la tarea". "Bastaría con cruzar informaciones de noticias públicas como fechas de conciertos, eventos de alto perfil para tener una conjetura fundamental sobre quién podría estar en un avión privado en particular".

Taylor Swift va camino de convertirse en un asunto de estado. El pasado domingo, su novio, Travis Kelce, estrella de los Kansas City Chiefs, se proclamó campeón de la Super Bowl, la competición que más interés suscita cada año en Estados Unidos. Tales son sus dimensiones mediáticas y televisivas que multinacionales tecnológicas como Apple o Tesla, e incluso países como Israel, se dejan auténticas millonadas en colocar sus mensajes en las pausas publicitarias.

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