He probado el invento que va a matar lo único potable del metaverso antes de que despegue

En su conferencia anual, Google ha traído muchas cosas capaces de arrancar un pequeño grito de asombro a los asistentes. Desde una inteligencia artificial capaz de diagnosticar una lesión con una sola radiografía hasta un sistema capaz de entrenar tu propio modelo de lenguaje solo con los archivos de tu Drive y sin tener conocimiento de programación o un traductor universal para videos que corrige los labios para que parezca que fue grabado originalmente en ese idioma.

También ha traído un teléfono plegable pintón y una tableta que se convierte en altavoz inteligente. Pero nada tan impresionante como el nuevo prototipo de Starline, un proyecto con el que la compañía puede revolucionar algo tan asentado como las videollamadas, más aún si cabe tras la pandemia; y de paso puede matar lo único interesante que tenía el metaverso, antes de que la revolución vaticinada por Mark Zuckerberg levante el vuelo.

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Durante el I/O, El Confidencial ha tenido la oportunidad de acudir a una demostración de este sistema de la mano de Andrew Nartker, director general de este proyecto. Un proyecto cuyo principal e impresionante logro es conseguir que veamos en tres dimensiones a nuestro interlocutor sin necesidad de ponernos ningún accesorio. Ni cascos de VR, ni cascos de realidad extendida ni ningún tipo de gafas como las que se necesitaban antiguamente para ver los televisores en tres dimensiones que la industria intentó colocar en nuestro salón a principios de la pasada década, fracasando estrepitosamente. Ya le gustaría a la empresa antes conocida como Facebook tener algo así entre manos y facilitar el acceso a su metaverso a través de pantallas corrientes.

Durante esta sesión, la compañía no dejaba tomar fotos ni videos del equipo que compone Starline, así que lo que están viendo son parte de las pocas imágenes de recurso que Google ha distribuido del invento, Tampoco hubiesen servido de mucho, porque no podrían haber experimentado el mismo efecto en su ordenador o de su móvil. El cuarto de la demostración tenía una mesa, una pantalla en la pared y una silla. Podría ser una de tantas salas de reuniones que existen en las oficinas de todo el mundo. Nartker se despide y cierra la puerta. Se dirige a una sala gemela unos metros más allá y en ese momento empieza la magia.

Tras unos segundos, pocos, de enfoque, el directivo está delante de mí a todo volumen. Me extiende la mano y parece que la tengo a pocos centímetros de mí. Coge una manzana de su mesa y repite la jugada. Por un momento engaña a mi cerebro e intento extender la mano para cogerla.

Un instante después solo he agarrado, lógicamente, el aire. La telepresencia cobra una nueva dimensión con este invento, que ha pasado ya del prototipo y pruebas internas a los hechos. Recientemente, han empezado a probar cerca de un centenar de unidades en empresas externas. "Hemos empezado a trabajar con WeWork, T-Mobile y Salesforce recientemente con este nuevo prototipo", cuenta el holograma de Nartker.

El mayor mérito de este nuevo Starline, un proyecto que ya llevaba un tiempo en marcha, es haber conseguido unas dimensiones mucho más mundanas que lo visto hasta ahora. La última vez que lo mostraron era una suerte de cabina de locutorio repleta de tecnología como cámaras especiales y sensores de infrarrojos para capturar los movimientos de los interlocutores y poder crear los avatares. "Ahora es una pantalla del tamaño de las que vemos a diario en cualquier lugar de trabajo", explica el responsable de Starline.

¿Cómo lo han logrado? Nartker pronuncia las palabras clave: inteligencia artificial. Ha sido imposible mantener una conversación estos días en Mountain View con ningún responsable de la compañía en la que no saliese a relucir esta tecnología.

El Google I/O podría llamarse a partir de ahora el Google I/A. Este ingeniero explica que eso les ha permitido utilizar cámaras "más convencionales" en lo que se refiere al tamaño. En total, son tres cámaras las que se adhieren a los laterales y encima del monitor en cuestión, un monitor autoestereoscópico. Este panel se combina con los "subsistemas de renderizado y captura 3D" así como con la transmisión de vídeos de profundidad y color comprimido. Un algoritmo se ocupa de fusionar las imágenes, así como de eliminar la reverberación que se puede producir.

Eso es lo que les permite lograr la estereopsis y el paralaje de movimiento, dos cosas clave para conseguir imágenes en 3D sin la necesidad de gafas ni nada por el estilo. La primera pregunta que se me pasa por la cabeza es la de la calidad de internet que esto necesita. "No consume mucho ancho de banda", explica Nartker. "Estamos hablando de una media de 40 Mbps, que es lo que hay en muchas oficinas y hogares".

Cuando se le pregunta por fechas, no las da. No toca. Es un proyecto de tecnología. Es probable que lo sigan llamando así hasta que den con la forma de abaratarlo y que merezca la pena distribuirlo a gran escala. Aquí entran muchas cosas en juego. Entre otras, la poca paciencia y facilidad que tienen Google y Alphabet para cancelar ciertos proyectos sin previo aviso. Una tendencia que podría agravarse en los tiempos de recortes que parece que se avecinan en el corto plazo.

Sea como sea, Starline ha conseguido ya más que HTC Vive, Pico, Oculus y otros que andan metidos en la pomada de la realidad virtual: conseguir un alto grado de telepresencia sin tener que recurrir a un casco. Es cierto que la experiencia no es perfecta y todavía queda dar más naturalidad a la imagen tridimensional que vemos. Lo de las videollamadas ultrarrealistas es algo en lo que también Apple parece estar trabajando. Al menos así se destila de las últimas filtraciones sobre su visor XR, que promete llevar las reuniones virtuales a otro nivel. La respuesta en la próxima WWDC, que se celebra en junio. Habrá que ver si la manzana es capaz de levantar el metaverso y sacarlo del estado comatoso en el que parece que se encuentra.