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Los otros jornaleros del Prime Day o el Black Friday: "Gano 30 céntimos por paquete recogido"
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TEMPORADA ALTA DE PEDIDOS

Los otros jornaleros del Prime Day o el Black Friday: "Gano 30 céntimos por paquete recogido"

Después del 'boom' pandémico, el e-commerce se enfrenta a un reto más allá de la reducción del consumo: el aumento de entregas fallidas. Y las tiendas de barrio pueden ser el remedio: "No es tanto negocio como parece"

Foto: Foto: M. McLoughlin.
Foto: M. McLoughlin.

"La verdad que este año son bastante más las veces que no te encuentras a nadie. Sobre todo desde abril o mayo". El que cuenta esto es Fernando, un repartidor de Seur que anda de ruta entregando pedidos por Madrid. Confiesa que en los últimos turnos se ha encontrado muchas personas que no responden y que cuando se les avisa por teléfono le piden que lo deje a un vecino ("si hay suerte") o que se pase al día siguiente. "La verdad que con la pandemia esto se redujo mucho. Más al principio, que el que no estaba teletrabajando, estaba cruzado de brazos. Así que picabas al timbre y siempre abrían". Este testimonio, conseguido a mata caballo en un rellano de Tetuán, ilustra perfectamente uno de los dolores de cabeza al que se enfrentan todas las empresas de transporte y el comercio 'online' con el regreso a la vieja normalidad: el aumento de las entregas fallidas.

Foto: Foto: M. Mcloughlin.

No es ni mucho menos un problema nuevo. Es un problema congénito de eso que llaman la 'última milla' del reparto. La cuestión es que en las próximas semanas seguramente se multiplique exponencialmente. El gran festival de compras que empieza con el 'Black Friday' a finales de noviembre, sigue con el periodo navideño y se remata las rebajas de enero tiene como gran telonero, en esta ocasión, a Amazon, que se ha sacado de la manga un nuevo Prime Day para millones de suscriptores y que se celebrará el próximo 11 y 12 de octubre.

Se estima que, dependiendo el momento del año, estos gatillazos logísticos pueden suponer entre el 15 y el 25% de todos los envíos en España. Teniendo en cuenta que según la CNMC en 2021 fueron prácticamente 1.088 millones de envíos, estos porcentajes se traducen en muchos paquetes temporalmente huérfanos. Cuando esto ocurre, palman todos: el cliente tarda más en recibir su pedido, la empresa tiene que volver a organizar el reparto e, indirectamente, cualquiera de los que leen estas líneas, por eso del tráfico adicional que genera la actividad, especialmente en el ámbito urbano. En lo económico, algunos informes estiman que el coste de un 'paquetus interruptus' puede ser de hasta 15 euros.

De la misma forma que todo el mundo no puede esperar todo el día en el sofá a que suene el telefonillo, no todas las empresas pueden ser Correos y tener una oficina en cada zona de la ciudad o cada pueblo. La solución que llevan tiempo intentando implementar es crear una red de puntos de entrega, apoyándose en comercios locales como ultramarinos, tiendas de ropa o estancos. De esta forma el mensajero no tiene que pasar de nuevo por el portal, el usuario recoge a la hora que le venga en gana y el dueño del local se lleva un ingreso extra. Suena a negocio redondo para todos... ¿o no? Aunque parece un dinero fácil y sin excesivas trabas también tiene sus complicaciones y particularidades.

placeholder Marcia, responsable de uno de los pocos videoclubs de Madrid. (M. McLoughlin)
Marcia, responsable de uno de los pocos videoclubs de Madrid. (M. McLoughlin)

"Con la pandemia se paró casi por completo. Ahora se está empezando a recuperar, aunque de manera bastante lenta", cuenta Marcia Sarburo, la mujer que regenta 'Ficciones', uno de los dos únicos videoclubs que quedan en la capital. "Nosotros tenemos 50.000 películas. Ellos, unas 8.000", explica tras el mostrador de su local de Lavapiés, donde se mudó hace seis años. "Pensé que necesitaba, por motivos evidentes, alguna forma de complementar los ingresos. Hablé con la ONCE con la idea de vender cupones, pero era tener un dinero bastante considerable en la caja, además de los boletos, y me daba reparo. Entonces investigando, encontré lo de trabajar como punto de recogida y bueno aquí sigo con ello".

Marcia colabora a día de hoy para dos mensajerías como UPS y GSL, que le pagan 30 céntimos por entrega que realiza. "En buen día podía tener unos 25 paquetes al día, 30 si es una jornada. La locura era en temporada alta, que es como llamo yo a Black Friday, el Ciber Monday, Navidades y rebajas. En esas fechas subía bastante la actividad y superaba los 100 en muchos días. Así era antes del coronavirus, habrá que ver ahora", cuenta.

La pregunta es inevitable... ¿cuánto se gana con esto? "Esto no es un negocio tan grande como parece. Antes me daba para pagar la luz, el teléfono y la alarma. Ahora solo para la luz", puntualiza. En su momento, fue el segundo punto que más paquetes movió en toda España para esta mensajería. "Aquello fueron algo más de 600 euros en un mes. Como ves, no te soluciona porque el esfuerzo es tremendo. Había días que tenía la tienda llena de paquetes, algunos enormes. En esas ocasiones te agobias bastante pero echabas a correr". Explica que no cree que vuelva a vivir algo así. "UPS apenas trabaja ya con Amazon desde hace varios meses no recibo ningún paquete de ellos. Si a eso sumamos que cada vez hay más puntos cerca, que, por pequeños que sean, te quitan cinco paquetes o diez al día, pues cada vez da para menos".

"Antes con esto me pagaba la luz, el teléfono y la alarma. Ahora solo la luz"

Antonio lleva una papelería en el madrileño barrio de Chamberí. Se trata de un franquiciado que montó hace casi cuatro años, después de trabajar en otro local de la cadena, Folder. "Ellos tienen un acuerdo con DHL para que sus locales sean punto de recogida y envío", comenta este joven, que lo ve como un extra relativamente fácil y sin muchas molestias.

"Juegas con lo de atraer clientes, que de otra forma no entrarían por aquí. Obviamente no todos compran. Pero algunos lo hacen o les tratas bien y cuando necesitan algo se acuerdan de la tienda". Señala el pequeño rincón donde guarda lo que ha llegado en las últimas horas. "Solemos aceptar paquetes pequeños o medianos. Los grandes no, porque no tenemos mucho espacio y esto pueden venir a buscarlo el mismo día o tardar varios y claro eso ya es una lata". El plazo máximo para recoger un paquete en un lugar como este es de 14 días. Si no se hace, se devuelve al remitente.

Este joven explica que la media de un día normal son cinco paquetes, aunque en fechas como un Black Friday o rebajas se pueden multiplicar fácilmente por cinco la cantidad. "Al mes nos supone unos 200 euros de media entre lo que recibimos y lo que mandamos", calcula. DHL llega a pagar, dependiendo el local, hasta 50 céntimos por paquete, aunque rara es la vez que se llega a esta cifra. "Se gana más cuando gestionas un envío o una devolución", confiesa Antonio. Mientras señala una caja donde tiene dos envíos (una devolución de Amazon y un sobre con documentación) reconoce que eso es un "ingreso mayor, pero más imprevisible". "Nunca se sabe cuándo va a caer".

placeholder Una papelería que ofrece recogida de paquetes y también líneas. (M. McLoughlin)
Una papelería que ofrece recogida de paquetes y también líneas. (M. McLoughlin)

La comisión por estos trámites varía mucho dependiendo el bulto, la empresa con la que se colabora o el destino. Pero el porcentaje oscila entre el 10% y el 25% del coste del envío. Recuerda el premio gordo que le tocó a principio de verano cuando un chaval taiwanés se volvía a su país y "necesitaba enviar un mogollón de cosas". "Fue como una paga extra pero eso te ocurre una vez", dice entre risas. "Al final todo suma. No voy a vivir exclusivamente de ser punto de recogida, igual que no voy a vivir exclusivamente de vender tarifas de Digi ni de tener ahí ese armario".

Por armario, Antonio se refiere a unas taquillas de Aliexpress que ha colocado en un lateral de la tienda. La compañía de origen chino ha seguido el ejemplo de otras plataformas como Amazon, InPost o CityPaq y ha empezado a reforzar este tipo de soluciones de recogida de cara al 'Día del Soltero', un pseudo 'Black Friday' chino que se celebra el 11 de noviembre.

Este año pretende alcanzar una capacidad de 5.000 ubicaciones así, con lo que cubriría el 80% de las grandes ciudades españolas. "Aquí vino un comercial, que les interesaba por el código postal", cuenta Daniela, tras el cristal del locutorio donde trabaja, donde han colocado uno de los 'lockers' de Aliexpress. "Es bastante cómodo. No tengo que hacer nada. Aquí la gente viene con su móvil, abre la puerta y se marcha". El alquiler le supone un ingreso de, explica, "algo más de 150 euros al mes". "Yo ese hueco lo tenía vacío así que no tengo mucha queja".

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Cuando no sale bien

Los de Antonio, de Marcia o de Daniela son casos en los que convertirse en punto de recogida ha sido una jugada que ha salido bien. Pero hay otros que no. Es lo que ocurrió en el Taller de Zapatería Luis Mancho, un negocio familiar que lleva abierto desde hace 105 años en el madrileño distrito de Moncloa. "Hace seis meses decidimos dejar de ser local para Paack", cuenta Mercedes Mancho. La decisión llegó después de que su hermano, con quien trabaja codo con codo, tuvo que cogerse una baja. "Ya antes era un soberano coñazo, pero entonces era imposible. Y estamos hablando de que eran céntimos por paquete, algo insignificante. Para ellos sale genial, porque les haces todo por cuatro perras. Para facturar 100 euros tenías que despachar 400 paquetes al mes. Es mucho esfuerzo para la recompensa. Yo doy salida a tres de mis encargos y lo consigo".

"Para facturar 100 euros, tenías que despachar 400 paquetes en un mes"

Poco antes de la conversación, Mercedes explica a dos señoras en el mostrador que los arreglos se iban a demorar tres semanas o un mes porque iban "hasta arriba de curro". "Lo peor no era el dinero, era el tiempo que te quita. Nosotros somos artesanos, es justo lo que necesitamos. Te metías al taller, empezabas un encargo y sonaba la puerta. A recoger paquete de Zara. Bajabas de nuevo, cinco o diez minutos y el timbre de nuevo. Paquete de Wish, de ASOS o de Vinted. Al final echaba más horas cuando cerrabas la persiana porque no llegabas a lo que te da de comer, que son los arreglos, que esto es un taller de zapatería".

A las tiendas no se les exige unas horas de apertura concreta, pero se prefieren aquellos puntos que tienen un horario comercial amplio. Así el cliente puede pasar a lo largo del día, cuando mejor le venga. "Eso en teoría. Porque aquí la mayoría venían por la tarde después de salir de la oficina. La cuestión es que muchos de los que vienen a arreglar calzado o un bolso al taller también venían a esa hora y veían tanta gente y se marchaban. En las rebajas de principio de año fue una locura. No nos daba para atender bien ni a unos ni a otros y poner otra persona no tiene sentido".

A Diego tampoco le salió bien. Había utilizado alguna vez los llamados 'Hub Counters' de Amazon para recoger su pedido mientras vivía en Madrid. Cuando decidió abrir su negocio inmobiliario en Toledo, se informó en la web de la compañía e hizo la solicitud. "Contactaron conmigo y me ofrecieron o ser punto de recogida o poner un armario de esos. Optamos por lo primero", recuerda. La compañía de Seattle, que no hace públicas sus tarifas, abona entre 25 y 40 céntimos por paquete, dependiendo del tipo de establecimiento, el volumen que se recibe y otros factores.

placeholder Foto: J. Nazca.
Foto: J. Nazca.

Todo quedó en un experimento de un par de meses. "Al final, nosotros muchos días estamos todos fuera de la oficina o acompañando a ver un piso o cerrando una operación o algo. Y eso te condiciona". Las ganancias no fueron, ni mucho menos, una razón para seguir. "Hay días que teníamos un paquete o ninguno. Alguno te caían tres o cuatro. Eso no daba ni diez euros al mes", calcula Diego, que tampoco ganó clientes, porque el suyo es un negocio muy especial. "Por lo menos, me sirvió para que algunos vecinos del bloque donde abrimos el local nos conocieran", bromea.

Amazon asegura tener 5.000 puntos activos de este tipo en toda España a lo que hay que sumar 2.900 lockers, colocados en locales de barrio, pero también en centros comerciales, gasolineras o estaciones de tren. Cuando reciben una petición de cualquiera de los dos tipos, analizan la petición y proceden a ver si, por volumen de pedidos y área geográfica, tiene interés.

Foto: Un repartidor de Prime, delante de uno de los camiones. (EFE/Etienne Laurent)

"En los últimos meses ha habido bastante rotación, al menos, en esta zona de Madrid. Había tres puntos por el barrio o que han cerrado o que ya no trabajan así. Se intenta entregar la mayoría en mano", confiesa Javi, un repartidor de Amazon que anda de faena por Cuatro Caminos. "Obviamente cuando más paquetes dejas en estos sitios es en Prime Day, que es un poco locura a todos los niveles".

Este periódico ha podido comprobar cómo al hacer un pedido al barrio de Bellas Vistas, el Hub Counter que se te ofrece al tramitar el pago, una tienda de muebles y antigüedades de la calle Doctor Santero, está entre las opciones. La cuestión es que esa tienda lleva ya una larga temporada cerrada. Ocurre lo mismo con un supermercado 24 horas de la calle Bravo Murillo. Sigue apareciendo entre las posibilidades y cuando te acercas allí, el dependiente es rotundo: "Hace tiempo que dejamos de hacerlo". ¿El motivo? "Pues no aportaba ni mucho dinero, ni mucha gente nueva. O estás a tope con ello o no te renta".

placeholder Los armarios, otra modalidad de punto de recogida. (Cedida)
Los armarios, otra modalidad de punto de recogida. (Cedida)

"Lo de convertir tu negocio en un hub de este tipo tiene unas ventajas muy claras sobre el papel como pueden ser una facturación extra sin apenas inversión o el reclamo para nuevos clientes", argumenta Cristian Castillo, especialista en logística y profesor de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). "Sin embargo, a la hora de hacerlo no siempre todo es tan sencillo. En una ciudad grande es cierto que tienes más volumen de compras 'online' y, por tanto, más potencial de negocio, pero también tienes mucha más competencia. Es por esa razón por la que muchos clientes no llegan a percatarse de que un punto u otro ha cerrado. Siempre surge una alternativa, algo que en un pueblo no va a suceder tan fácilmente", puntualiza el docente, que ve completamente normal, que haya negocios que acaben renunciando a serlo en cuanto influye en su actividad principal.

"El desenlace depende mucho de con quien trabajes"; apunta. Explica que no es lo mismo ser un punto de recogida de Amazon y saques unos céntimos de una compra, que uno de una mensajería internacional donde puedes maximizar los ingresos, porque no solo dependes de las compras 'online' sino también de otros tipo de operación y de los envíos al extranjero.

Sea como sea, Castillo opina que las entregas fallidas es uno de los grandes retos que tiene que enfrentar la logística urbana y, en especial, la última milla. Ve este tipo de soluciones interesantes, pero aboga por desarrollarlas mucho más desde el ámbito público, debido al impacto directo que tiene en el tráfico rodado de la ciudad. "Es algo que impacta en el día a día de nuestro entorno y, por eso, habría que abordarlo desde las instituciones locales y no dejarlo a la iniciativa privada". Sobre la mesa pone soluciones como puntos públicos de recogida instalados en estaciones de tren y de tránsito o bien el cambio de modelo hacia uno de entregas agrupadas. "No tiene mucho sentido que se genere un trayecto por paquete que compremos. Igual tendría más sentido agrupar varios, los de una semana o diez días".

"La verdad que este año son bastante más las veces que no te encuentras a nadie. Sobre todo desde abril o mayo". El que cuenta esto es Fernando, un repartidor de Seur que anda de ruta entregando pedidos por Madrid. Confiesa que en los últimos turnos se ha encontrado muchas personas que no responden y que cuando se les avisa por teléfono le piden que lo deje a un vecino ("si hay suerte") o que se pase al día siguiente. "La verdad que con la pandemia esto se redujo mucho. Más al principio, que el que no estaba teletrabajando, estaba cruzado de brazos. Así que picabas al timbre y siempre abrían". Este testimonio, conseguido a mata caballo en un rellano de Tetuán, ilustra perfectamente uno de los dolores de cabeza al que se enfrentan todas las empresas de transporte y el comercio 'online' con el regreso a la vieja normalidad: el aumento de las entregas fallidas.

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