Así funciona la cadena de suministro de Apple: de dónde salen las piezas de sus iPhones
No importa la guerra comercial entre Washington y Pekín, que la manzana confía más que nunca en los suministros chinos. Pero no es fe ciega. Este es su plan B para evitar quedarse fuera de juego
La inscripción 'Designed by Apple in California, Assembled in China' que el fabricante del iPhone suele estampar en algunos de sus productos o en sus cajas podría dejar de ser una frase y convertirse en un documento de varios folios a doble cara si tuviesen que incluir la totalidad de empresas a las que la multinacional californiana les compra piezas.
Tras un año de parón, la manzana ha vuelto a recuperar una de sus tradiciones institucionales que quedó en el limbo con la pandemia: la publicación de su guía de proveedores. Un grueso listado donde aparecen más de 200 empresas con presencias en más de una treintena de países, que suponen la enésima prueba de lo globalizada e interconectada que está la industria de la electrónica de consumo, como ya se ha podido ver en la crisis de los semiconductores o en el veto de Huawei.
China y Apple refuerzan su idilio
Como no podía ser de otra forma, China, apodada por muchos como la gran fábrica del mundo, está al frente de la clasificación. Y lo está por partida doble. Por una parte, en el número de plantas o localizaciones de cada uno de los proveedores. Aunque sean 200, hay muchos de estos proveedores que tienen registradas varias ubicaciones. Pero el gran dragón asiático también está en lo más alto del 'ranking' en lo que se refiere a compañías cuyos cuarteles generales están en aquel país. Prácticamente, una de cada cuatro empresas del listado tiene esa denominación. Algo que ha supuesto que Taiwán pase a ser el segundo plato y no la cantera predilecta para encontrar a sus proveedores como ocurría hasta ahora.
Una cantidad mayor que hace dos años —última fecha en la que se publicó el documento— donde el volumen estaba más cerca del 20%. Por supuesto, una cifra mayor que la que tenía en 2011, cuando estas empresas suponían menos del 10%.
Realmente los porcentajes, como se puede comprobar en los distintos informes que ha emitido Apple en los últimos cursos, se mantuvieron estables hasta 2015, cuando se inició una escalada progresiva hasta llegar a los niveles actuales, donde la dependencia es mayor. Algo que se ha producido en medio de una nueva batalla de la guerra comercial que mantienen las dos primeras potencias del mundo, un conflicto económico que se recrudeció con la llegada en 2016 al despacho oval de Donald Trump.
En total, son 12 nuevos proveedores chinos (el doble que Taiwán) los que entraron a este listado en 2020. Este grupo, entre los que se encuentran empresas como Nanping Aluminium, GigaDevice, Everwin Precision o Tianma Microelectronics, principalmente se ocupa de la producción de microchips y otros componentes de precisión.
La manzana depende más que nunca de estos suministros, a pesar del mencionado tira y afloja que mantienen entre Washington y Pekín. Uno de los motivos que pueden justificar este aumento, además de la progresiva madurez de la tecnología 'made in China', es la pronta recuperación de la actividad industrial de aquel país tras el parón por el covid-19 tras ejecutar probablemente el confinamiento más duro de todo el planeta.
En los años de Trump, Apple ha aumentado su dependencia de los 'ingredientes' chinos
'China Plus One'
Pero eso no significa que se les haya entregado llave en mano el destino de toda la cadena de montaje a estas compañías. Hacerlo hubiese sido lo más parecido a una relación de pareja tóxica. El peligro de este tipo de concentraciones ha quedado patente en la actual escasez de chips que está golpeando a la industria de la telefonía móvil, pero también a otras como la automovilística, cuyos errores de cálculo en lo más duro de la pandemia les llevaron a cancelar más pedidos de lo que deberían haber hecho.
Un efecto secundario de la concentración, por ejemplo, de la fabricación de semiconductores en Taiwán es cómo una sequía histórica en aquel país, donde el Gobierno ha priorizado esta industria al riego de los campos de arroz, ha repercutido en la disponibilidad y en el precio de estos importantes componentes tecnológicos.
A sabiendas de esto y de que la producción del iPhone, del iPad o de sus ordenadores son susceptibles de sufrir retrasos por culpa pandemias, catástrofes naturales o ataques o verse presos de sanciones cruzadas, la manzana ha puesto en marcha una estrategia conocida como 'China Plus One'. Esta es una práctica cada vez mayor entre firmas occidentales que buscan reducir el riesgo y la exposición a estas situaciones y para ello exigen a sus proveedores que no estén ubicados en un único país, sino que también tengan un pie puesto en otros puntos del sudeste asiático como puede ser Tailandia o Indonesia.
Evitar aranceles, catástrofes o cierres de fronteras son algunos de los objetivos
Apple, por ejemplo, pidió el pasado mes de noviembre a Foxxconn, uno de sus principales socios, que trasladase parte del ensamblaje de sus tabletas y portátiles a Vietnam. Compañías como Pegatron o Winstron también han realizado jugadas similares con el fin de evitar bloqueos diplomáticos o cierres de fronteras, como se sufrió durante la crisis del covid-19.
Pero no es el único motivo que justifica. Recientemente se conoció que Apple llevaría parte de la fabricación de su dispositivo fetiche, el iPhone, a la India. La razón no es otra que eludir los impuestos que pone el Gobierno de Nueva Delhi a la importación de productos tecnológicos desde el extranjero, en una maniobra proteccionista que no tiene otro fin que dopar la industria local de componentes de alta gama. ¿El efecto? Que en 24 meses el número de compañías basadas en estos lugares ha pasado de 19 a 27. Si echamos un vistazo al pasado, en 2015, la India no aparecía en los registros y Vietnam lo hacía testimonialmente.
La inscripción 'Designed by Apple in California, Assembled in China' que el fabricante del iPhone suele estampar en algunos de sus productos o en sus cajas podría dejar de ser una frase y convertirse en un documento de varios folios a doble cara si tuviesen que incluir la totalidad de empresas a las que la multinacional californiana les compra piezas.