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El cazador de rocas lunares que va detrás de la familia Franco
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EL NIETO AFIRMA QUE LA HAN PERDIDO

El cazador de rocas lunares que va detrás de la familia Franco

Un exagente de la NASA lleva décadas intentando localizar decenas de piedras espaciales que Nixon regaló a países de todo el mundo, entre ellas, la que estuvo en posesión del dictador

Foto: Joseph Gutheinz, exagente de la NASA.
Joseph Gutheinz, exagente de la NASA.

El día en que el hombre llegó a la Luna, volvió cargado de 'souvenirs'. Después de aquel gran paso para la humanidad, los tres astronautas recogieron trozos de suelo rocoso y gris para regalar a todas las naciones del mundo. O al menos, a aquellas con las que Estados Unidos tenía buenas relaciones entonces.

España fue una de ellas. Aunque apenas existen referencias en la hemeroteca en 1970, el entonces presidente estadounidense, Richard Nixon, entregó uno de esos trozos lunares al dictador Francisco Franco. El obsequio —cuatro pequeñas rocas del tamaño de un grano de arroz— estaba dirigido al pueblo español, pero nadie lo ha visto nunca. Ningún museo lo ha expuesto ni ninguna fotografía lo ha inmortalizado para la posteridad.

Nixon regaló rocas lunares a casi todas las naciones del mundo

La de Franco no fue la única roca que desapareció, pero sí una de las más misteriosas, tal y como explica Joseph Gutheinz, exagente de la NASA reconvertido en cazador de estos obsequios perdidos, que tenían como nombre oficial 'piedras de la buena voluntad'. “Es definitivamente una de las que más ganas tengo de encontrar y mi plan es ir a España el año que viene para seguirle la pista”, afirma a este periódico.

Perdida después de intentar venderla

El rastro a seguir por Gutheinz se antoja sinuoso. Aunque desde que se entregó estuvo en el despacho de Franco, en el Palacio del Pardo, tras su muerte su hija Carmen se la llevó a su casa. Tiempo después, según descubrió el equipo del exagente de la NASA, un hombre de nacionalidad española que decía ser marqués intentó vender la roca lunar en Suiza y la Interpol bloqueó la operación. Al parecer, se trataba nada menos que del marqués de Villaverde, el 'yernísimo' de Franco.

[El largo camino hacia la exhumación de Franco]

Sin embargo, Francisco Franco Martínez-Bordiú, hijo del marqués y nieto del dictador, siempre ha desmentido que fuese su padre quien intentó vender la piedra: "Un amigo mío que era inglés preguntó por ahí para venderla en una casa de subastas para hacer joyas, pero más por algo gracioso que por querer venderla", asegura a este diario.

placeholder Portada del diario 'La Vanguardia' de 1973.
Portada del diario 'La Vanguardia' de 1973.

Además, el nieto defiende que fue un regalo personal a su abuelo y no al Estado español, "porque entonces no había leyes que dijesen para quién era". Sin embargo, al igual que todas las piedras que se entregaron en misiones diplomáticas a través de los embajadores, esta llevaba una placa que decía explícitamente: “Entregado al pueblo de [España] por Richard Nixon, presidente de Estados Unidos de América”. Aunque hace 10 años aseguró que al final su madre Carmen Franco acabó perdiendo el presente lunar, ahora cree que se quemó en el incendio del Pazo de Meirás de 1978, la casa de veraneo de los Franco.

La familia Franco asegura que la roca fue un regalo personal, a pesar de lo que dice la placa

Al igual que todas las rocas del Apolo XI que se regalaron, la esfera de metacrilato que contiene la muestra lunar se encuentra en un voluminoso atril con dos placas y una bandera franquista que también viajó a la Luna. De hecho, cada Apolo llevó al espacio una bandera de todos los países del mundo que fue luego enviada a cada Gobierno. Tampoco hay ni rastro de las seis banderas que correspondían a España.

placeholder La roca de Carrero Blanco que puede verse en el Museo Geominero.
La roca de Carrero Blanco que puede verse en el Museo Geominero.

Pero la de Franco no fue la única piedra lunar que recibió España. En 1973, tras la misión del Apolo 17 —la última en la que el hombre pisó la Luna—, el Gobierno de Estados Unidos regaló otra piedra similar de la que sí existen referencias en la prensa, aunque esta vez pasó a manos de Carrero Blanco. En 2007, el hijo del exvicepresidente del Gobierno la donó al Museo Naval y desde hace unos días se encuentra en exhibición temporal en el Museo Geominero de Madrid para curiosidad y disfrute de todos los visitantes. “Sería muy interesante que apareciese también la de Franco, porque al final las dos cierran un círculo: la primera y la última vez que el hombre ha estado en la Luna”, explica Rafael Lozano, científico experto en rocas lunares en el Instituto Geológico y Minero de España.

Perdidas, robadas, quemadas…

En total, 380 rocas lunares fueron distribuidas por todo el mundo: 270 a países extranjeros y un centenar a los distintos estados de EEUU en dos tandas. Una mitad con el Apolo 11 y otra con el 17, que se diferencian ligeramente en su presentación: la primera en atril y la segunda en placa. Los astronautas trajeron en cada viaje una muestra del tamaño de un ladrillo y, una vez en tierra, la fragmentaron en múltiples cachitos. De todas ellas, unas 170 están a día de hoy en paradero desconocido. “Parece que fue más fácil para los astronautas recogerlas de la Luna que para los burócratas del gobierno protegerlas aquí en casa”, ironiza Gutheinz sobre la gestión de este legado para la humanidad.

En el siguiente mapa puede ver el estado de todas las rocas, según las investigaciones de Gutheinz (recopiladas aquí y aquí).

(Si quiere consultar el mapa en pantalla completa, pinche aquí)

La primera vez que Joseph Gutheinz cazó uno de los regalos extraviados fue por pura casualidad. Era el año 1998 y por aquel entonces trabajaba como agente especial de la NASA investigando y persiguiendo a los múltiples defraudadores relacionados con el espacio. Tras el éxito de la misión lunar, surgió todo un mercado de falsificaciones e imitadores que querían sacar tajada del tirón espacial. Incluso era habitual recibir la visita de vendedores puerta a puerta que aseguraban disponer de trozos de la Luna por el módico precio de cinco dólares.

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El anuncio que Gutheinz colocó en el periódico.

Intentando seguir la pista de los falsos astronautas y contrabandistas galácticos, un día a Gutheinz se le ocurrió dejar un señuelo: un anuncio en el 'USA Today' de alguien que afirmaba estar interesado en comprar cantos lunares. Un hombre llamado Alan Rosen respondió, aunque la sorpresa se la llevó más bien Gutheinz cuando comprobó que lo que Rosen vendía no tenía nada de falso: se trataba de la piedra regalada a Honduras, por la que pedía cinco millones de dólares.

Junto con un compañero, el cazador lunar se hizo pasar por un potencial comprador. La NASA se negó a prestarle el dinero para simular la compraventa, pero consiguió que un billonario de Dallas se lo dejase apelando a su espíritu patriótico. La operación, de la que se está preparando una película, se llamó Eclipse Lunar y tras una encerrona en el mismo banco donde Rosen tenía guardada la reliquia, Gutheinz consiguió recuperar la primera roca extraviada.

A partir de ese momento se convirtió en su obsesión. Acabó dejando la NASA y ahora financia sus investigaciones con lo que gana en su propio despacho de abogados, aunque son sus alumnos de criminalística de la Universidad de Phoenix los que, bajo su supervisión, van completando la lista con el paradero de todas las rocas como proyecto de curso. Hasta ahora han localizado 210.

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Joseph- junto al colega con el que destapó la operación Eclipse Lunar.

La española es una de las rocas con las que más sueña encontrar, pero las historias del resto no tienen nada que envidiarle. La de Rumanía, por ejemplo, fue subastada por el propio estado después de que el presidente Ceaucescu y su mujer fueran ejecutados. La de Irlanda se sabe que está en el vertedero al que fueron a parar todos los restos del incendio de su observatorio espacial. La de Malta fue robada directamente de su placa, expuesta en un museo, y no se ha vuelto a saber de ella. Chipre nunca llegó a recibir la suya porque en 1973 se encontraban en plena revolución y fue el hijo de un diplomático la que se la apropió, tal y como descubrió el equipo de Gutheinz décadas después.

Un protocolo para las rocas

Al igual que en España, otros dictadores como Gadafi se quedaron las que regalaron al país. En la actualidad, las democracias cuentan con leyes que estipulan que los obsequios a los jefes de Estado pasan directamente a pertenecer al Patrimonio Nacional, pero esto no era así en los años en los que Nixon fue generoso. Así, es complicado perseguir o llevar a los tribunales la apropiación o venta de estos objetos.

Ni siquiera en Estados Unidos, donde está prohibida la venta de cualquier material espacial desde la primera misión Apolo, puede ser perseguido ya que se tratan de regalos diplomáticos y se entiende que el Gobierno perdió la potestad en el momento de su entrega. De hecho, en el caso de la piedra de Honduras, la NASA llevó al vendedor a los tribunales, pero solo bajo la acusación de introducir la roca como material sin declarar por la aduana estadounidense. Tampoco eso pudieron demostrarlo, por lo que no hubo condena contra Rosen, aunque sí le confiscaron la piedra porque no pudo demostrar cómo la había obtenido.

Parece que fue más fácil para los astronautas recopilarlas de la Luna que para los burócratas del Gobierno protegerlas aquí en casa

Después de recuperarla, la muestra lunar fue devuelta al Gobierno de Honduras. Así ha sido con todas las que han conseguido localizar y así hará Gutheinz, asegura, si consigue localizar la de Franco: “La roca no pertenece a Franco, ni a sus hijos, ni a sus nietos. Esa piedra es de la gente de España, así que ayudaré a las autoridades pertinentes a hacerse cargo de ella y estaré satisfecho si se exhibe en un museo o planetario para que esté disponible para a gente”, afirma.

Solo hay dos formas de que el material lunar llegue a la tierra: o recogido directamente por astronautas o máquinas, o de meteoritos resultantes de colisiones con el suelo del satélite. Del primer tipo, aparte de la de Carrero Blanco, solo hay otra localizada en España: la de en Fresnedilla, donde se encuentra la base de antenas que sirvió a los astronautas para comunicarse con Houston en la llegada a la Luna. En 2011, la NASA regaló otra muestra a esta estación como reconocimiento a la labor española.

placeholder La piedra expuesta en Fresnedilla. (INTA)
La piedra expuesta en Fresnedilla. (INTA)

Las muestras traídas de la Luna permitieron descubrir tres elementos nuevos, aunque todavía queda mucho material por analizar, como explica Lozano, del Instituto Geominero: “Actualmente el 80% de material recogido de la Luna que tiene la NASA está preservado sin manipular, en espera de que la tecnología avance y puedan hacerse pruebas más sofisticadas”. Por eso, añade el experto, la piedra de Franco tiene más valor histórico que científico ya que, además, analizarla implicaría romper el atril en el que se encuentra.

El mercado negro espacial es tan abundante que hace poco la NASA sacó un protocolo de protección de este tipo de materiales, donde reconoce no tener suficiente control sobre lo que presta, “lo que aumenta el riesgo de que estas piezas únicas se pierdan”. Comprar un fragmento lunar es realmente fácil, tanto en portales especializados como en webs de compraventa como Ebay, donde su precio oscila entre los 100 a los miles de euros, en función del peso.

Eso sí, encontrar las que fueron regaladas a los estados en el mercado negro es más complicado por lo fácil de identificar su origen y el riesgo de ser reclamadas por los estados. Así, lo que fue un gesto para estrechar lazos y unir a las distintas naciones bajo un logro común para la humanidad se diluyó en la picaresca. “Creo que cuando el gobierno de EEUU las regaló, lo hizo con buena voluntad", reflexiona Lozano, "pero no se dieron cuenta de que iban a ser víctimas del fetichismo y objeto de coleccionistas”.

El día en que el hombre llegó a la Luna, volvió cargado de 'souvenirs'. Después de aquel gran paso para la humanidad, los tres astronautas recogieron trozos de suelo rocoso y gris para regalar a todas las naciones del mundo. O al menos, a aquellas con las que Estados Unidos tenía buenas relaciones entonces.

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