Un mes con la TV de Samsung que reinventa el LCD: 65" en un minipiso ya no es de locos
La marca coreana ha conseguido con sus QLED 2018 acercarse al OLED en reproducción de negros. Una deuda pendiente que hace más difícil decantarse por una tecnología u otra
El Mundial o la Eurocopa son algo así como una pastilla de cafeína para las ventas de televisores. No es que los clientes vayan en tromba a dejarse una talegada para renovar su tele, pero, tal y como indican diferentes fabricantes, estas competiciones son un importante aliciente para cambiar el electrodoméstico rey de la casa, algo que en España se suele llevar a cabo cada 10 años. Ni Juegos Olímpicos ni cualquier otra cosa parece tener ese importante efecto llamada. Por eso no extraña que el gremio ponga ahora sus mejores piezas en tablero.
Una de esas piezas destacadas del curso es laSamsung QLED QF9N.Este modelo es la punta de lanza de la factoría surcoreana para 2018. Para esta prueba, en Teknautas hemos dispuesto del modelo de 65 pulgadas, una joyita que nunca pensé que iba a entrar por la puerta de casa. No por el precio, sino por el tamaño. Mi salón, utilizando el argot de los alquileres inmobiliarios, es recogido y luminoso. Vamos, pequeño. En cualquier otra época, meter una tele de estas dimensiones en casa hubiese sido poco menos que una bilbainada.
Tendría que haber vivido con el sambenito de mi madre y compañía advirtiéndome de que me iba a quedar (aún) más ciego. Hay que desterrar, como podéis ver en el gráfico, la idea de que hay que poner mucha tierra de por medio. Gracias a los avances en imagen y la resolución 4K, el espacio no tiene por qué ser un problema. Para este mamotreto de 65 pulgadas hacen falta 1,9 metros desde el punto de visionado. Yo tengo 1,88 metros. ¡'Epic win'! Con una Full HD hubiese necesitado casi tres metros y medio.
¿De qué OLED me está hablando usted?
Hubo un momento en que el gremio de la electrónica de consumo se dividió en dos. Era algo así como las dos Españas pero en versión tecnológica. De un lado estaban los fieles al LCD y sus sucedáneos. Por otro, aquellos que abrazaban el nuevo OLED, un material orgánico. La principal virtud de este material era que podían apagar cada píxel individualmente, por lo que se podían conseguir negros auténticos. En el caso de los paneles LCD, al estar retroiluminados, se cubre cada punto de luz con un filtro de color, en este caso negro. Y no es lo mismo estar a oscuras que con los ojos vendados.
La mayor pega del OLED, según sus detractores, es el alto coste de producción y su naturaleza: al ser orgánico, sufre con el tiempo supuestamente quemado y oxidación. Algo que afecta sobre el papel a la vida útil del aparato. Yo, siendo sincero, tengo que reconocer que me subí al carro del OLED. Pensé, sencillamente, que la tecnología LCD había tocado techo. Pero no, le queda mucha vida por delante.
La obsesión de Samsung ha sido clara: conseguir que sus televisiones LCD tuviesen una calidad de negros similar, sin perder sus principales argumentos: el brillo y la reproducción de color. Es cierto que han ido avanzando cada curso, pero nunca habían logrado llegar tan lejos. Ahora se ve negro. Pero negro, negro. El año pasado, por ejemplo, sufrían en zonas de mucho contraste debido al brillo.
Por fin se ve negro, negro
Aunque podríamos entrar en vericuetos técnicos, la mejora reside en lo que han llamado Q Picture. La base sigue siendo la retroiluminación, pero en este caso la parte trasera cuenta con una fuente completa para la retroiluminación. En ambos casos da la posibilidad de que la reproducción de negros esté más controlada,.ofreciendo una oscuridad mucho más natural y profunda. La actual generación cuenta también con una nueva capa antirreflectante, que evita que se deslumbre a la hora de manejar zonas con altos contrastes.
Además de eso, han metido un filtro intermedio que actúa para evitar el lavado de imagen y mejorar los ángulos de visión, hasta un 40%. Solo hay un punto en el que no puede competir de tú a tú con el OLED: los detalles en las zonas oscurecidas así como los ángulos de visión y unos colores mejor rematados. No podía ser todo perfecto.
¿A que suena bonito? Pues si lo quieres solo para ver la tele, te darás con un canto en los dientes. No hay que olvidar que los canales más punteros de la parrilla tradicional emiten en HD, como mucho. Aquí hay que darle chicha a Netflix, Rakuten, Sky y demás.
Esta QLED ha logrado unos negros más puros sin renunciar a sus estandartes: brillo y color
Sobre el apartado de imagen, cabe hacer dos apuntes más. La Samsung QF9 llega hasta los 2.000 nits de brillo. Ventanas abiertas, persianas levantadas... tengo la convicción de que esta televisión maneja bien cualquier tipo de luz ambiental. Lo justo es decir que la cifra de 2.000 nits es espectacular pero necesaria en contadas ocasiones. Para una película, basta con 1.000, o incluso menos. Es como si tienes a un 'machaca' de gimnasio capaz de levantar 120 kilos y se desloma utilizando toda su potencia cuando tiene que mover 60 kilos. Pues mira, no. El color también ha sido mejorado, solucionando problemas en la gestión del espectro del verde y del rojo.
Comentar, a modo de cierre, que Samsung ha apostado por HDR10+ (una tecnología abierta) en lugar de por Dolby Vision. Realmente es un brindis al sol, una declaración de intenciones de cara al futuro. Ahora mismo, los contenidos preparados para estos estándares son escasos. Eso sí, parece que la primera de estas opciones parece haber tomado la delantera.
Diseño sobrio
Al hablar de diseño, es inevitable hablar de las pantallas curvas. La línea de 2018 tiene también modelos curvos. Pero parece que son muy pocos los que optan ya por estas líneas. Siempre lo he dicho, me parecen preciosos e inútiles huevos de Fabergé, con poca utilidad más allá de lo decorativo y un efecto 'wow' venido a menos. Este monitor de Samsung tiene un diseño sobrio. Correcto, pero que no enamora.
La parte de atrás tiene un acabado de plástico con un tacto rugoso. Es cierto que este material no es sinónimo de prémium, pero hay que pensar que lo que importa aquí es verla de frente y muchos optarán por colgarla de la pared. De frente, solo cabe observar que los marcos son, una vez más, mínimos.
El diseño de esta Smart TV es correcto. No entusiasma, pero no es criticable
En la peana, han intentado cumplir la máxima de menos es más. Han creado un soporte metálico que le da bastante estabilidad. No hay que olvidar que tiene que sujetar 26,7 kilos de estructura repartidos en unas medidas de 1450.1 x 830.4 x 38.9 mm (con la peana montada, son 30,9 kilogramos). A pesar de sus medidas, es la primera vez que no he sudado la gota gorda para montar una de estas teles gigantescas. Pude ejecutar casi todo el proceso yo solo. Únicamente necesité ayuda a la hora de subir la tele en el mueble correspondiente, porque había que tratarla con delicadeza. Cabe destacar el grosor. Casi cuatro centímetros.
Un espacio que les ha habilitado para calzar un altavoz de 60W que se maneja muy bien. Los agudos los mantiene a raya y, sorprendentemente, los graves también. Aunque los exquisitos del sonido querrán una barra, la sensación es que se puede pasar perfectamente sin un accesorio así.
El camuflaje de la QF9N
Las televisiones tienen alma doble. Por un lado quieren ser las protagonistas de la casa, pero por otro lado quieren ser invisibles. Reinar en el salón pero sin afear la escena con una maraña de cables y conexiones. De la QF9N solo sale un cable. Una especie de conexión 'óptica' que conecta el panel con una enorme caja donde residen todas las conexiones. Una bendición para alguien que sufre una especie de síndrome de Diógenes con los cables y cargadores.
'One Connect' es una bendición de caja que permite que de la tele solo salga un único cable
El concepto se llama 'one connect'. Lleva un par de generaciones, pero ahora mejora, al incluir la toma eléctrica en ese cable único, motivo por el que la caja —que cuenta con conexiones HDMI(4), ethernet (1), las tomas de antena, así como varios USB (3)— es ligeramente más grande. Lo mejor es tenerlo en un sitio ventilado, ya que si lo metes en un cajón o armario, es posible que se sobrecaliente ligeramente.
Este 'camuflaje' se completa con otra funcionalidad. 'Ambient display'. Se trata de un modo que te permite fijar paisajes, diferentes escenas y motivos o tus propias fotografías en la pantalla mientras no la estás utilizando. Es un modo de 'hibernación' pero en bonito. Se trata de utilizar la tele como un elemento decorativo hasta cuando esté apagada. Si además la tienes colgada, puede dar el pego como cuadro. "Eso debe consumir un pico", pensarán. Aseguran que el coste es incluso menor al de un cargador que te dejas ahí olvidado en el enchufe o la regleta.
Lo mejor de todo es que este modo se adapta a las condiciones del salón automáticamente. Y por si eso fuese poco, cuenta con detección de presencia. Detecta si hay alguien cerca para apagarse y encenderse y así ahorrar algo de consumo. Si no lo ves, no importa. Un principio básico que aplican con toda lógica.
El mando
El mando sigue el mismo estilo marcado el año pasado. Sencillo, construido en metal y francamente elegante. Está presidido por un gran circulo central, que sirve para navegar a derecha, izquierda, arriba y abajo. La zona central sirve como tecla de confirmación. Personalmente, ya lo dije con la anterior generación, esa rueda pide a gritos un control giratorio. Funciona con dos pilas triple A. Cuenta, además, con otros siete botones (apagado y encendido, ajustes, 'ambient display', inicio, atrás, control de voz y 'play/pause'), así como con dos pestañas para el volumen y el cambio de canal. Además, te permite hacer de control universal de todo lo que enchufes. En mi caso, he configurado Tviso y la Switch. En apenas medio minuto. Y todo perfecto.
Mención especial, una vez más, para la integración con el móvil y la aplicación de SmartThings. Nos permite una configuración mucho más rápida. Nos permite ahorrar bastante tiempo, por ejemplo, permitiendo introducir las claves mucho más rápido o seleccionar directamente las 'apps' que queremos tener ancladas desde un principio en nuestra pantalla de inicio. Si eres de los que pierden de vez en cuando, te vendrá genial, porque también te ofrece la posibilidad de manejarlo desde tu 'smartphone', sea iOS o Android. Eso sí, la interactuación es muchísimo más cómoda con el mando que con la 'app'.
El 'software'
Tizen. Esa fue la apuesta de Samsung para diferenciarse en el mundo de las televisiones inteligentes. La interfaz de uso es la misma que la del resto de su gama y no hay diferenciación por ser el modelo prémium. Se trata de un diseño de cajas y tarjetas bastante intuitivo y que responde a los esquemas generales de la industria. No hay nada extraño. La experiencia de uso es bastante fluida, ninguna pega en este sentido. Con la 'app' de HBO (en exclusiva), Netflix, Amazon, Sky o beIN Sports, entre otras, pierde todo el sentido tener un aparato como una Mi Box TV o un Chromecast conectado.
Una de las cosas más interesantes es lo que han venido a llamar 'guía universal'. El objetivo último es que sea un gran recomendador de todos los contenidos a los que puedes acceder a través de tu Smart TV. El problema es que aún no han conseguido convencer a los 'grandes' como Netflix o Amazon Series. Y estas reticencias son lógicas. Hay que pensar que sería vender tu pescado en la misma caja que tu rival.
El avance silencioso
Sencillamente, Samsung está empezando a desactivar el debate de si OLED o LCD, que en unos años podría acabar siendo algo completamente secundario si las cosas siguen avanzando por este camino. En el campo de la imagen, al fin y al cabo lo importante, subrayar la mejora de los negros, por encima de otros avances. Y lo mejor de todo, que lo han hecho sin disparar el coste. El precio de este modelo es de 3.499 euros, similar a una opción equivalente en OLED. Hablando siempre de precios oficiales. Luego está en la habilidad de cada uno ahorrarse un dinero rastreando ofertas y chollos.
Obviamente, no es una inversión minúscula. Pero como decíamos al principio, el tiempo medio en el mercado español para la renovación de televisiones es de 10 años. Hablamos de que hay usuarios que renuevan su móvil cada uno o dos años por cifras que van desde los 600 hasta los 1.000 euros (o más). Así que cuando uno empieza a hacer cuentas, sigue siendo una talegada, pero no resulta un gasto tan desorbitado como en principio puede parecer. Y si alguno decide apostar por este equipo, debe estar seguro de que no se va a equivocar.
El Mundial o la Eurocopa son algo así como una pastilla de cafeína para las ventas de televisores. No es que los clientes vayan en tromba a dejarse una talegada para renovar su tele, pero, tal y como indican diferentes fabricantes, estas competiciones son un importante aliciente para cambiar el electrodoméstico rey de la casa, algo que en España se suele llevar a cabo cada 10 años. Ni Juegos Olímpicos ni cualquier otra cosa parece tener ese importante efecto llamada. Por eso no extraña que el gremio ponga ahora sus mejores piezas en tablero.