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El mayor clon corporativo de Apple se hace de oro en China
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SU CEO LEI JUN ES UN FERVIENTE ADMIRADOR DE JOBS

El mayor clon corporativo de Apple se hace de oro en China

Silencio en la sala. Los entregados asistentes a una keynote de Apple esperan entre impacientes y entusiastas lo que la marca de sus amores vaya a

Foto: El mayor clon corporativo de Apple se hace de oro en China
El mayor clon corporativo de Apple se hace de oro en China

Silencio en la sala. Los entregados asistentes a una keynote de Apple esperan entre impacientes y entusiastas lo que la marca de sus amores vaya a ofrecer. La tensión se siente en el aire, y de repente, el clímax llega cuando Steve Jobs con su peculiar indumentaria pisa a grandes zancadas el escenario. Esta secuencia tan familiar para todos era contemplada con admiración por Lei Jun, un joven emprendedor chino que registraba en su retina cada uno de los movimientos del fallecido fundador de Apple. 

No puede decirse que nuestro hombre fuera un don nadie precisamente: antes de saltar al estrellato dedicaba su tiempo a invertir en startups chinas relacionadas con internet, un trabajo que llenaba sus bolsillos pero no su espíritu. Quería impregnarse del halo divinizado de su ídolo, ansiaba saltar al escenario y mostrar en sus manos un codiciado dispositivo... y lo logró.

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Si a uno le mencionan "China" como país relacionado con la tecnología, el primer pensamiento que nos vendrá a la cabeza es el de reputados imitadores. Una etiqueta, dicho sea de paso, ganada a pulso: un paseo por cualquier mercadillo de las áreas urbanas del inmenso país nos dará de bruces con una realidad que escapa al rigor y normativas de Occidente. Las principales marcas son vulgarmente prostituidas y por menos de 50 euros uno puede comprarse un wannabe del modelo de moda del momento. 

Montar una empresa en torno a la imitación estaba al alcance de cualquiera, y se trataba sin duda de un negocio boyante. Pero nadie podía convertirse en una referencia por ello. La fama, el prestigio, la gloria... Jun apuntaba mucho más lejos, y se trataba de un reto mucho mayor.

¿Podría crearse una marca de referencia y al tiempo conseguir fundar un negocio que le hiciera millonario? Inquieto como pocos, este emprendedor no dudó en lanzarse a la aventura, en forjar su propio mito. China era una potencia mundial, pero carecía de ídolos a los que venerar y él sabía cuál era la solución. 

Nos situamos en el año 2010, fecha en la que vio la luz Xiaomi, la que hoy pintan ya como la "Apple china". Y no les falta motivos. Jun ha conseguido un difícil equilibrio entre la clonación de productos, algo ya impregnado en la industria vinculada con la tecnología en aquel país, pero añadiendo el ingrediente de la calidad y una pizca de carisma. Bueno, o mucha. Las primeras criaturas que salieron de sus factorías eran demasiado parecidas al iPhone, aunque eso sí, a precio de derribo: un smartphone de la casa con toda su artillería de prestaciones rondaba los 250 euros, y en lo que toca a funcionalidad y rendimiento, para muchos no tenía nada que envidiar al móvil de Apple.

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Y el éxito no tardó en llegar. Jun supo diferenciarse de los vulgares imitadores que jalonaban los puestos callejeros de las ciudades ofreciendo a un mercado descomunal, en número de usuarios, un terminal de elevada calidad a un precio asequible. Pero faltaba el líder, y nuestro hombre dio un paso al frente: con el peso de los galones y el orgullo de haber fundado una empresa milmillonaria (se estima que venderá la friolera de 15 millones de móviles este año) y con una tasa de crecimiento sin parangón en China, Jun se erigió como el mesías high tech de Asia. 

Tenía un buen maestro: se enfundó en unos vaqueros, camiseta negra y zapatillas blancas y blandió con orgullo su último smartphone ante un público enfervorecido. Un "one more thing" que apuntaba maneras: "No seremos un fabricante de móviles baratos al uso", sentencia el nuevo líder, "estaremos en el Fortune 500". 

Silencio en la sala. Los entregados asistentes a una keynote de Apple esperan entre impacientes y entusiastas lo que la marca de sus amores vaya a ofrecer. La tensión se siente en el aire, y de repente, el clímax llega cuando Steve Jobs con su peculiar indumentaria pisa a grandes zancadas el escenario. Esta secuencia tan familiar para todos era contemplada con admiración por Lei Jun, un joven emprendedor chino que registraba en su retina cada uno de los movimientos del fallecido fundador de Apple.